La traición de Rita Hayworth, de Manuel Puig.
Editorial Seix Barral. 316 páginas. 1ª edición de 1968, esta de 2003.
Este libro de Manuel Puig
(General, Villegas, Argentina, 1932-Cuernavaca, México, 1990) lo leí por
primera vez en junio de 2006, hace trece años. En 2006, junto con La
traición de Rita Hayworth, compré también una bonita edición de Boquitas
pintadas, libros de Puig reeditados por Seix Barral no hacía mucho. Por aquel entonces ya era un gran
admirador de la literatura argentina y el nombre de Manuel Puig me aparecía de
forma continua como un referente de la literatura de allí. De modo que me
acerqué a la lectura de La traición de
Rita Hayworth (1968), la primera novela que publicó Puig, con altas
expectativas. La lectura me desconcertó entonces y las expectativas quedaron
sin cumplir. Esto hizo que no leyera a continuación Boquitas pintadas, como tenía planeado. Sin embargo, cuando en las
librerías de viejo me he ido encontrando con primeras ediciones de los libros
de Manuel Puig en Seix Barral, las he ido comprando y acumulando con la
intención de leerlas algún día. Hace no mucho pensé que tenía una deuda
pendiente con Manuel Puig, que debería volver a él. Tenía seis de sus novelas y
busqué en internet para saber cuántas había escrito. Me faltaban dos. Las
compré a través de Iberlibro y cuando ya tuve las ocho ordenadas, consideré que
su lectura debía ser inminente. Al principio pensé en leer las ocho seguidas y
en orden cronológico, pero pronto me pareció que de ese modo me iba a cansar,
así que he decidido leerlas en un periodo de dos o tres meses, intercalándolas
con otros.
Trece años después, empezaba La
traición de Rita Hayworth con muchas menos expectativas que la primera vez.
Creo que este detalle ha contribuido a que lo haya disfrutado bastante más.
La traición de Rita Hayworth
está dividida en dos partes, que en total suman dieciséis capítulos. Los
capítulos están precedidos con la indicación de quién habla y en qué momento;
por ejemplo, el séptimo se titula «Delia, verano 1943».
El lector empieza la novela con el capítulo «En casa de los padres de
Mita, La Plata 1933». Son trece páginas formadas sólo por diálogos. En ellos se
le informa al lector de que Mita –originaria de La Plata– se ha ido a vivir con
su marido Berto al pueblo de Coronel Vallejos, ubicado en el interior de la
provincia de Buenos Aires. La familia no parece tener muy buenas impresiones
del pueblo ni del marido.
En este primer capítulo, el lector puede entrar ya en el mundo de
Manuel Puig: el gusto por el lenguaje oral, las habladurías, el chisme y la
evasión de la realidad que representa el cine.
El segundo capítulo, «En casa de Berto, Vallejos 1933», también está
formado sólo por diálogos. En esta ocasión, Puig ha dado la voz narrativa a la
sirvienta y a la niñera que trabajan en la casa de los Casals (una familia
formada por Berto, el padre, Mita, la madre y Toto, el niño) en Vallejos. De
esta forma tangencial, el lector descubre algunas de las intimidades de la
familia.
En el capítulo tres, titulado «Toto, 1939» habla el niño de la casa y
principal protagonista de esta novela. Ahora Puig usa el recurso del monólogo
interior para dar la voz a sus personajes. En este capítulo tres, Toto tiene
seis años y sus preocupaciones son las propias de un niño de su edad, aunque –posiblemente–
su discurso y sus pensamientos estén demasiado elaborados para un niño de esa
edad. Sin embargo, me gusta más este capítulo que los dos anteriores. Me siento
más cómodo con este discurso interior que con los diálogos.
En el capítulo cuatro vuelven los diálogos, esta vez entre Mita, la
madre de Toto y Choli, una amiga suya. Sin embargo, las palabras de Mita se encuentran
sustraídas de la novela; sólo aparecen los guiones que precederían a sus
palabras no mostradas, que podrán ser intuidas a través de las respuestas de
Choli.
Creo que este mismo recurso se lo he visto usar a Mario Vargas Llosa. Pero no estoy seguro de si fue en una novela
como La
ciudad y los perros, publicada en 1963, y por lo tanto anterior a La traición de Rita Hayworth, o en Conversación
en la catedral, publicada en 1969, y por tanto después de la primera
novela de Puig (1968).
Curiosamente, lo he vuelto a ver en una novela muy reciente: Mandíbula de Mónica Ojeda, publicada en
2018.
Después de este cuarto capítulo, ya no se emplea más el recurso de los
diálogos secos, y se da pie a distintas voces interiores. En cierto modo,
reflexionando sobre por qué no me acabó de convencer la novela cuando la leí
por primera vez en 2006, tengo la impresión de que, en más de una ocasión, me
parecía que Puig estaba probando recursos y no acababa de decidir con cuáles de
ellos quedarse. En cierto modo, la novela parece un campo de pruebas.
Después, ya hacia el final del libro, los monólogos interiores dan pie
a otros recursos: las páginas de un diario, el relato romántico que Toto
presenta a un concurso, un anónimo calumnioso enviado al director del colegio
al que acude Toto y que habla en su contra, una carta que el padre de Toto
envía a su hermano en Europa… Y en cierto modo, estos nuevos recursos finales
hacen que la estructura global quede más equilibrada: se ensayan recursos al
principio y al final, y entre medias se sitúan los distintos monólogos
interiores.
En La traición de Rita Hayworth,
Puig nos habla de un pueblo del interior de Argentina llamado Coronel Vallejos,
que parece un trasunto poco disimulado de su pueblo natal: General Villegas. De
hecho, la novela parece contener mucho material autobiográfico, puesto que la
madre del protagonista se llama Mita en la ficción y Male en la realidad, y ambas
son licenciadas, algo extraño para la época. El niño (que será llamado Casals
en el colegio) será durante gran parte de la novela Toto. Al niño Manuel Puig,
su familia le llamaba Coco.
Toto acude con su madre al cine (en la realidad Coco y su madre iban
hasta cinco veces por semana al cine) y le gusta recortar las fotos de las
actrices de las revistas y montar un álbum con ellas. Toto sabe que ha de tener
cuidado con no hacer ruido cuando duerme la siesta su padre, figura algo lejana
para él. Se relacionará con sus vecinas y con su primo Héctor, que pasará a
vivir con ellos cuando su madre enferme y al final muera. Héctor parece la
antítesis de Toto: un hombre de acción, que destaca jugando al fútbol, varonil
y conquistador de mujeres, que no dudará en llamar «maricón» a su primo Toto, cuyo
entorno (empezando por sus padres) considera que no tiene aficiones propias de
varones.
En gran medida, se puede leer La
traición de Rita Hayworth como si se tratase de una representación de la
vida en la provincia argentina, una vida aburrida, dominada por las
habladurías, el chisme y la apariencia. Los personajes de Puig son chismosos,
pero la mirada del autor no se sitúa por encima de ellos. De hecho, la mirada
del escritor desaparece de estas páginas; son los propios personajes los que se
expresan sin cortapisas ni interpretaciones irónicas, celebrativas o de
carácter social.
Puig tiene un gran oído para retratar las voces que le rodean y, por
tanto, el lenguaje culto con que se expresa Mita, la madre, es bastante
diferente al callejero de Héctor, el sobrino adolescente.
Para evadirse de una vida alineada de provincias, los personajes que
habitan en Vallejos se sirven de varias herramientas de escape: la principal,
la más usada por Toto y su madre, es el cine. En muchas páginas, las
situaciones vividas se comparan con las aprendidas en las pantallas, incluso
una tan trágica como la de la muerte del segundo hijo de Mita y Berto, Toto la
vive como si se tratase de una representación cinematográfica.
Otros personajes piensan en el fútbol, como el atlético Héctor, y
otros más en los folletines de la radio, los libros (hacia el final de la
novela, cuando Toto sea más mayor sumará la obsesión de los libros a la del
cine); o incluso la devoción religiosa o política podrían ser incluidas entre
esas formas de evasión del tedio.
Más arriba comentaba que a veces tenía la sensación de que Puig está
en esta novela probando recursos, y
que, al no acabarse de decidir por unos en concreto, acaba usándolos todos. A
veces también he tenido la impresión (y sobre todo la tuve en su primera
lectura hace ya trece años) de que la trama del libro no está muy definida. Es
cierto que el tiempo pasa –desde 1933 hasta 1948– y que los personajes
evolucionan. Muchas veces esta evolución se muestra de modo tangencial, a
través de la mirada de otros personajes sobre ellos, pero estoy convencido de
que se podía haber quitado algún capítulo de la novela y ésta sería muy similar
a la de ahora.
Por ejemplo, el capítulo quince («Cuadernos de pensamientos de
Herminia, 1948») tiene unas veinticinco páginas. En él se reflejan los
pensamientos de la profesora de piano del Toto adolescente. Creo que podría ser
perfectamente un relato autónomo de la novela, que podría haberse eliminado y
el libro seguiría funcionando sin él; también considero que podría haber sido
incluido en un volumen de relatos y que sería un gran relato.
Como en esta segunda lectura ya sabía que la trama de La traición de Rita Hayworth no avanza
hacia ningún clímax narrativo, no he podido sentirme decepcionado, y la he
leído disfrutando más de los detalles. Los capítulos en los que se reflejan las
voces interiores de los personajes me gustan bastante más que los tres
capítulos que sólo contienen diálogos. La
traición de Rita Hayworth apareció en 1968 y, por tanto, casi a la vez que
dos de mis lecturas favoritas de libros argentinos de 2018 (Hombre
en la orilla de Miguel Briante
de 1968 y La invasión de Ricardo
Piglia de 1968). Y en este contexto me parece, releído ahora, un libro
interesante, que no acaba de ser redondo, pero que, esta vez sí, me invita a
seguir con Manuel Puig y acercarme ahora (después de la novela que he tomado
entre medias) a Boquitas pintadas.
De Manuel Puig he leído "Pubis angelical", en 1992 y "Boquitas pintadas" en 2002. recuerdo poco de ellos y es porque no terminaron de convencerme. De hecho no he vuelto a leer nada y por casa anda "La traición de Rita Hayworth" que, tras leer tu reseña, me atrae más.
ResponderEliminarEsos recursos de los diálogos en que se omiten las palabras de algún personaje yo lo he visto en "Conversación en la Catedral" (no recuerdo si también en "La ciudad y los perros" también) y es un recurso que me gusta mucho porque me permite imaginar y participar en la historia.
Un saludo.
Hola Rosa:
EliminarEl de "Pubis angelical" lo tengo en casa, pero aún no lo he leído. Los próximos domingos aparecerán aquí tres reseñas más de libros de Puig, sus tres siguientes novelas.
Tengo las otras cuatro que escribió en casa, a ver si las leo y las comento también. El domingo que viene "Boquitas pintadas".
Saludos
Seguiré tus reseñas de Manuel Puig con mucho interés.
EliminarCreo que ya te lo he comentado en alguna otra de tus reseñas: Leí muchas cosas de Manuel Puig allá lejos, recién abandonada mi primera juventud. Concretamente leí "Pubis angelical", "El beso de la mujer araña", "Boquitas pintadas" y ésta que hoy reseñas. Me encantaba la prosa de Manuel Puig, disfruté mucho leyéndole. Desde entonces no he vuelto a él y tras ver lo mucho que estas disfrutando con tus relecturas creo que debería. ¡¡Envidia sana, David!!
ResponderEliminarUn fuerte abrazo
Yo tengo que leer, a ver si este nuevo curso, las cuatro novelas de Puig que me faltan.
EliminarUn abrazo.