La vida de las mujeres, de Alice Munro
Editorial Lumen. 373 páginas. 1ª edición de 1971; ésta es de 2011.
En 2013 Alice Munro (Wingham, Ontario, Canadá, 1931) ganó el Premio Nobel de Literatura. Un par de
años antes yo había leído su colección de cuentos El amor de una mujer generosa (1998).
Fue un libro que me gustó mucho y me hizo pensar que debía leer más libros
suyos. Munro es una escritora a la que, a pesar de haber escrito dos novelas,
se la considera principalmente una escritora de cuentos. De hecho, en las
navidades de 2012 compré, en el rastrillo benéfico del colegio en el que
trabajo, la novela La vida de las mujeres convencido de que era una colección de
cuentos, porque en aquel momento pensaba que Munro solo se había dedicado a
este género. Me decepcionó darme cuenta de que era una novela, y creo que por
este motivo la había dejado olvidada en mis estanterías de libros por leer y no
me había acercado a ella hasta ahora. A mí mismo me sorprenden los motivos por
los que abrimos un libro u otro, porque lo cierto, y lo digo desde ya,
rompiendo el orden lógico de la reseña, me ha gustado mucho esta novela.
La vida de las mujeres es el
segundo libro publicado de Alice Munro, y apareció en 1971. Su primer libro es
la colección de cuentos Dance of happy shades (1968). Así
que, compruebo ahora, Munro empezó a publicar tarde, cuando ya tenía treinta y
siete años. La vida de las mujeres
es, por tanto, una primera novela; pero, en ningún caso, muestra ningún titubeo
de escritora primeriza, sino que, muy por el contrario, está escrita con mano
precisa.
La narradora de esta novela es Del
Jordan, una niña (y más tarde una joven) que evoca su vida en el pueblo de
Jubilee (Ontario, Canadá) desde que tiene unos ocho años hasta los dieciocho.
La novela se divide en siete capítulos y un epílogo. En cada uno de los
capítulos, Del nos narra algún suceso significativo de su pasado, algún suceso
que le va a marcar y que seguirá recordando cuando sea una adulta. La narración
de la novela sigue un orden cronológico. En el primer capítulo –titulado Flats
Road– Del debe tener entre ocho y diez años (no se acaba de dar este
dato) y en el último –Bautizo– tiene (de forma más clara)
dieciocho y tendrá que enfrentarse a sus exámenes de ingreso en la universidad.
Leí de una sentada Flats Road y tuve la impresión de que
era un relato perfecto, un relato largo, con la estructura de novela
concentrada que caracteriza la narrativa breve (o no tan breve, porque sus
relatos suelen tener 30-60 páginas) de Munro. De hecho, cada capítulo de este
libro está escrito como si se tratase de un relato largo y que podría funcionar
como una narración independiente. Sin embargo, La vida de las mujeres sí que es una novela, puesto que cada
capítulo (o relato) está unido a los siguientes por la misma voz narrativa, por
el mismo entorno narrativo y por la evolución temporal.
Si bien en los primeros capítulos
prevalece la mirada sobre el mundo de una niña en contacto con la naturaleza
(en la primera página del libro estará, junto con su hermano, cazando ranas
para su tío Benny, que las usará para pescar), según avanza la novela los
intereses y las reflexiones sobre el mundo serán las de una adolescente.
En el libro aparecen personajes
masculinos: el tío Benny, que en realidad no es un familiar de Del, sino un
empleado de su padre; y también aparece su padre, un granjero que se dedica
durante los años de la Segunda Guerra Mundial (escenario de fondo de la novela)
a criar zorros para vender sus pieles. Pero, principalmente, Del hablará de las
mujeres que la rodean. Así la figura de la madre es mucho más importante en
este libro que la del padre. La madre es una mujer moderna para la época
(década de 1940 en Canadá), que cree en la cultura y que se declara no creyente
(o agnóstica) en una pequeña ciudad donde (a pesar de los diferentes cultos)
cada vecino procesa una religión.
En el primer capítulo, Del se fijara
en el comportamiento agresivo de una adolescente que se casará con el tío Benny
(que ya tiene treinta y siete años) y a la que conoce gracias a un anuncio de
un periódico.
En el segundo capítulo, Del hablará
de la vida de sus tías solteronas, que le parecen personas libres, y en la
importancia que dan a su hermano, el tío Graig. Es éste un personaje petulante:
«A menudo me tomaba por frívola y estúpida, pero no me importaba demasiado;
había en su juicio algo grande e impersonal que me hacía libre. Él mismo no se
sentía dolido ni menoscabado en ningún sentido por mi deficiencia, aunque la señalara.
Esa era la gran diferencia entre decepcionarlo a él y decepcionar a alguien
como a mi madre, o incluso a mis tías. El egocentrismo masculino hacía que me
sintiera relajada en su compañía.» (pág. 50)
Al entrar en la adolescencia, Del y
su amiga Naomi empezarán a sentir interés por el sexo y por la vida privada de
los adultos. Así observarán a Fern Dogherty, una mujer soltera que la madre de
Del (que ha empezado a vivir en una casa diferente a la de su padre) tiene como
inquilina, y a la que relacionan con un hombre del pueblo; o en la señorita
Farris, una profesora del instituto, una solterona, que cada año monta una
opereta con los alumnos. Del se irá fijando en distintos modelos de mujer y
empezará también a luchar contra los roles de género a los que el ambiente de
su pueblo parecen querer relegarla. «El odio de los chicos era peligroso, era
penetrante y vivo.», con estas palabras empieza el capítulo Cambios
y ceremonias en la página 173.
La novela se abre a la ambigüedad
cuando la adolescente Del relata su relación con el señor Chamberlain (el
hombre que corteja a la inquilina de su madre, Fern Fogherty), que para el
lector adulto es un acosador de menores, pero cuyos abusos de carácter sexual
son vividos por Del como una aventura excitante. En este sentido La vida de las mujeres no cae nunca en
la mojigatería. Del, por ejemplo,
también habla con naturalidad de la masturbación femenina; algo que, imagino,
sería un tabú para la Canadá de 1971.
Resurgir, la segunda
novela de la también canadiense Margaret
Atwood se publicó en 1972, un año después de La vida de las mujeres, y en su sentir feminista la he sentido
unida en temática a la novela de Munro (aunque sus enfoques son bastante
diferentes).
En la página 260, la madre de Del le
dirá: «Creo que va a haber un cambio en la vida de las niñas y de las mujeres.
Sí. Pero depende de nosotras que se produzca. Todo lo que las mujeres han
tenido hasta ahora ha sido su relación con los hombres. Eso es todo. No hemos
tenido más vida propia, en realidad, que un animal doméstico.»
Del empezará a tener relaciones con
jóvenes. Al principio convertirá en su amigo, al chico con las notas (y el
cociente intelectual) más alto del instituto, un chico que sobresaldrá sobre
todo en asignaturas de ciencias y que no podrá evitar mirar con superioridad a
Del, porque ella destaca sobre todo en asignaturas de letras. Al final,
Del vivirá un primer amor puramente
físico, un amor que ella pensará que vive con libertad, pero le asustará
comprobar hasta qué punto su pareja la ha encasillado dentro de los
convencionalismos de la época. «Me quedé asombrada, no porque estuviera
peleando con Garret, sino porque alguien hubiera cometido el error de creer que
tenía verdadero poder sobre mí.» (pág. 349)
Al final, Del comprenderá que su
deseo es el de escribir una novela. Alice Munro ha dicho de esta novela que es
«autobiográfica en la forma, que no en los contenidos.» Cuando Munro describía
a personajes peculiares yo sentía la mano de la escritora sureña norteamericana
Flannery O´Connor. En la propia
solapa del libro se dice que Alice Munro se declara en deuda con escritoras
como Flannery O´Connor, Katherine Anne Porter y Eudora Welty.
La vida de
las mujeres me ha parecido una bellísima novela de iniciación.
Muro describe el pueblo de Jubilee y a sus gentes con mucha fuerza, con mucho
sentido del ritmo y con apreciaciones muy inteligentes sobre la vida y el paso
de la niñez a la juventud. La vida de las mujeres es una novela valiosa y que
me hace pensar que no ha de pasar mucho tiempo hasta que vuelva a leer alguna
colección de relatos de Alice Munro.
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