sábado, 11 de junio de 2011

"Siempre nos quedará Casablanca" en la feria del libro

 

Quería dar las gracias a todas las personas que hoy sábado por la mañana se han acercado a las caseta 198 de la Feria del Libro –la de Baile del Sol-, así como a todas las que me han felicitado por la publicación del poemario Siempre nos quedará Casablanca, o que me han manifestado su deseo de aparecer por la feria, pero por distintos motivos no han podido hacerlo.

La mañana ha sido agradable, pudiendo charlar un poco con tantos amigos y familiares. Yo estaba más tranquilo y creo que lo he podido disfrutar más que el año pasado.

Voy a dejar una muestra de la única sección del libro que no he colgado ningún poema, una donde rindo homenaje a diversos artistas:


WSTAWAĆ PRIMO LEVI

El hueco de la escalera en tu edificio de Turín
en el ya cercano año 1987, como una invitación
o un descanso. ¿Qué veías en él, qué te atraía?
¿Te asaltó al fin la culpa terrible de haber sobrevivido?

A atrocidades como muy pocos por el puro afán
de contar lo que había sucedido en aquellos días feroces,
infaustos de la historia de Europa. Tú que hubiste de reescribir
la Odisea sin el amor de las diosas para regresar
a tu casa en Turín, donde ya nadie te esperaba
ni te reconocía, un año después del fin de la guerra,
de tantos compañeros muertos y tantas heridas vivas.
La tristeza de Viena, la vergüenza de Munich
y de nuevo atravesar en Brennero la frontera de Italia en tren.
Era 1946 y de los 650 que salisteis 20 meses atrás hacia un lugar
desconocido llamado Auschwitz (Polonia), regresabais 3.
Después soñar tantas noches lo mismo: que la comida,
los amigos, el trabajo, la cama caliente eran irreales
y despertar otra vez en el lager bajo el ladrido
de aquella palabra polaca, «wstawać» («a levantarse»).
Pero eso ya pasó y estás temblando en tu cuarto sin tregua.

¿Qué veías en el hueco de la escalera, qué te atraía?
¿Se unía al fin todo en un remolino, el recuerdo
y el olvido, igual de ricos y de pobres, más fuertes o más vacíos,
tremendamente juntos ahora los hundidos y los salvados?
Te confirmo que sí: esto es un hombre;
al leerte, Primo Levi, le digo a tu palabra: Wstawać.

Mañana domingo me voy durante una semana a Mallorca, así que lo más seguro es que no pueda contestar correos o comentarios en el blog.

viernes, 10 de junio de 2011

El final del amor, por Marcos Giralt Torrente

Editorial Páginas de Espuma. 163 páginas. 1ª edición de 2011.

Ya comenté en la reseña sobre Tiempo de vida que estaba leyendo este otro libro de Marcos Giralt Torrente (Madrid, 1968), El final del amor, conjunto de 4 cuentos de extensión cercana a la novela breve, y que resultó ganador del Premio Ribera del Duero 2011.

El primer cuento Nos rodean palmeras me ha parecido el mejor de los 4. En él una pareja de viaje por África,  en una isla del Índico –se apunta- se traslada a una isla más pequeña para intentar comprar antigüedades a buen precio, y el relato se centra en la relación que establecen con otra pareja de alemanes que les acompañan. Una sensación de amenaza constante acompaña a todas las páginas del relato, cuyo entorno exótico está muy conseguido.

El segundo cuento, Cautivos, es quizás el que menos me ha gustado, y con esto no quiero decir que me haya parecido un mal cuento: la construcción de frases sinuosas, de pensamientos que se van matizando por subordinadas está tan bien dispuesta en el texto como en el cuento anterior, y la ordenación de la historia es correcta, pero no ha conseguido tenerme en vilo de forma tan clara como Nos rodean palmeras. Quizás porque la tensión, o el interés, que siente el protagonista al fijarse en una prima mayor y la relación de ésta con su marido, que viven en Nueva York (al comienzo), y con los que el protagonista, de adulto, se acabará relacionando más, no me ha terminado de conmover.

Los cuentos de Marcos Giralt Torrente no siguen el esquema norteamericano según el cual se debe destacar un momento epifánico de la vida de los protagonistas, con la mayor economía de medios. A diferencia de un cuento, por ejemplo, de Raymond Carver la prosa de Giralt Torrente es más densa en descripciones e ideas, y en este sentido sus cuentos son más centroeuropeos que norteamericanos. Me han recordado las frases de este libro a las meditaciones sobre las personas de Herman Hesse o las de Henry James (el más europeo de los escritores norteamericanos).

El tercer cuento, Joanna, donde un hombre maduro evoca un amor juvenil, un amor de verano y sin roce, me ha gustado también bastante. La evocación juvenil está muy lograda y en el análisis que el protagonista hace de la chica, Joanna, están contenidos algunos elementos extraños que se explicarán al final, descubrimiento último que ha dado pie al recuerdo y a la reconstrucción de la historia (técnica constructiva del dato oculto).

En el cuarto cuento, Última gota fría, un adulto evoca también un episodio de su adolescencia, centrado esta vez en la relación de sus padres: separados y con nuevas relaciones, pero a los que unen espesos lazos.
Lo que me ha resultado más curioso de este cuento es ver cómo trabaja el autor con elementos de su propia vida para crear ficción. La historia aquí narrada tiene bastantes puntos en común con la suya propia, contada en Tiempo de vida. Era fácil ver en el padre de Última gota fría un trasunto del suyo propio, tal como queda reflejado en el relato autoficcional citado.

Además del estilo, y la intención clara de hablar del amor que tiene más que ver con las dependencias psicológicas entre las personas que con el sexo, hay más de un elemento que une a los cuentos de este libro (sobre todo a los 3 últimos): el protagonista es un hombre adulto que evoca una historia de su pasado, buscando alguna clave personal. Además los narradores de estas historias suelen tener bastante querencia por la literatura, siendo el gusto por este arte lo que une los lazos entre el protagonista de Cautivos y su prima mayor; el narrador de Joanna, establece un vínculo con esta chica gracias a su afición común a la lectura en lugares públicos; y el protagonista de Última gota fría apunta en la página 145 que “leía más que otros chicos de mi edad”, y uno de los factores que destaca de su padre es que le regala libros que él atesora.
También en Nos rodeaban palmeras que, por su construcción, es el más diferente del conjunto, ya que en él la evocación que hace el narrador es más inmediata y no se aleja hasta la niñez y adolescencia, también está contenido algún elemento puramente literario, ya que el protagonista, en la página 29, acaba citando a Conrad y su novela El corazón de las tinieblas. Por cierto, aquí, y estoy especulando, también intuyo otra apropiación de lo real para la construcción de la ficción: En Tiempo de vida el narrador realiza un viaje a África junto a su mujer y su padre, e imagino que el lugar visitado en ese viaje es el descrito en este relato. Y así funciona este juego de la ficción.

El final del amor es un logrado conjunto de cuentos, en el que al menos uno de ellos, Nos rodean Palmeras, o tal vez dos, Joanna, se acercan mucho a ser cuentos verdaderamente muy logrados.

martes, 7 de junio de 2011

"Siempre nos quedará Casablanca", otro poema



Otro de los grupos de poemas de Siempre nos quedará Casablanca es el llamado Nos está acorralando el tiempo, donde busco personajes que contrastan por su avanzada edad o por lo contrario, y también hablo de la obsesión con el Tiempo, o los conflictos que provoca su carencia para hacer lo que uno desea.



COLONIA MILITAR

Les está acorralando el Tiempo.
Cuando yo era un niño en el verano inmenso
sonaban las chicharras, las radios
con flamenco, las plácidas conversaciones
de tumbona a las puertas de casa (olor
de eucaliptos y arizónica en la brisa), los puños
con que se desenfundaban las jugadas decisivas
de cartas sobre las mesas de camping
y que asustaban al gato.

En la primera fila de casas, pertenecientes
a la primera promoción de soldados,
ya no queda casi nadie de los antiguos compañeros
de mi abuelo. Y el Tiempo repta calle
arriba como una marea desolada, en busca
de las siguientes promociones, a veces a cortos
saltos aleatorios.
                                De cualquier rincón de España
en los años cuarenta y cincuenta fueron jóvenes
matrimonios. Todos andaban entre los veintitantos
y los treinta y pocos, con algún niño pequeño.
Por calles y promociones les concedían
las casas militares (para qué hablar hoy de política).
La de mis abuelos está en la última fila,
la más pegada al monte. Ya ausentes,
sus amigos y vecinos encorvados, vencidos
de achaques, varices, cataratas... Es el sonido
la gran diferencia respecto a mi infancia,
el sonido, su ausencia.

Se ha convertido en el acto social estrella,
es habitual que cada semana tengan un entierro.
Se observan en los velatorios y en el cementerio;
entre sí se miden, se comparan, yo les he visto;
se están preguntando, entre los abrazos y los saludos,
quién será el próximo.
Los está acorralando el Tiempo,
o debería escribir, para ser más claros,
la Muerte.

Firma de ejemplares en la Feria del Libro de Madrid: 11 de junio, de 12 a 14 h. en la caseta 198, Baile del Sol



lunes, 6 de junio de 2011

El poemario "Siempre nos quedará Casablanca" en la Feria del Libro de Madrid

Ya puedo hojear un ejemplar de Siempre nos quedará Casablanca. Es curioso tener en las manos un libro editado que tantas veces (durante una década) he visto en folios de impresora. Creo que no tiene ninguna errata, y la edición me gusta.

El libro contiene una sección sobre relaciones. Me apetece colgar hoy un poema, en el que, al menos para mí, queda latente mi admiración por Jaime Gil de Biedma:


 







MOIRA


Recuerdo con ternura mis torpes maniobras para seducirte
(que no me hacían falta trucos lo sé ahora)
en aquel verano de extrañas camisetas frías,
aunque a ti te hizo reír y me dijiste que yo
nunca podría vivir entonces en Escocia
si eso era frío. Y yo lo entendía
a pesar de tu acento tremendo y de mi tosco nivel
intermedio de inglés, 565 puntos TOEIC.

Por esos días el submarino ruso Kursk
se hundió en el mar de Barents con todos sus tripulantes
a bordo; en las noticias nos narraban la angustia
de su rescate imposible, el morse desesperado
de los golpeteos a través de las tripas de metal del monstruo.
Los monstruos fantásticos estaban, esta vez como en la vida,
en el interior sellado del Nautilus,
y yo sentía el vértigo de las pocas semanas
que me quedaban para empezar a trabajar
en la prestigiosa firma norteamericana
de la que tan malos augurios me auspiciaban todos,
con el crujido de un presagio impuesto,
lo normal son las diez de la noche, sabes.

Me enseñabas expresiones que no venían en los diccionarios,
«Bugger off», eso que contestabas con criterio a los pesados
y a los camareros que se pasaban de graciosos.
¿Cuántos puntos TOEIC valdrá saber eso?
Yo estaba crudamente inquieto, desasosegado.

Nos conocimos, ¿lo pensarás en alguna de tus noches tan frías?,
en las últimas horas de aquel último bar,
los dos espesos y seriamente borrachos
en nuestros respectivos idiomas.
Al salir a la calle nos deslumbró la mañana,
pero aún bebimos un café repleto de pesados.
¿De dónde salen tantos pesados en las noches,
en las mañanas, de los encuentros que no esperamos?

Sin direcciones, sin números de teléfono o emilio
y una supuesta frase cariñosa mía
que aún hoy no sé si estaba bien construida,
salí del coche y tú no me seguiste,
a través del cristal trasero vi perderse
tu cabellera oscura y tu piel azul bajo los árboles.
Tu vida en Edimburgo («Edimbarra», decías)
te reclamaba con firmeza al día siguiente;
a mí me quedaban aún unas semanas
hasta que comenzase mi cautiverio de pura apariencia,
de traje y corbata, para eso había ido a la universidad:
para ser el orgulloso siervo de una multinacional.

Nuestras vidas se separaron así para siempre,
igual que se habían unido por unos días.
Yo no quería estar triste bajo los árboles,
esperando de nuevo en Norte mi autobús
dirección los suburbios, pero sabía que iba a estarlo.
Y los marineros del Kursk se ahogaban lo mismo,
el capitán Nemo no pudo acudir a rescatarlos.




Firma de ejemplares el sábado 11 de junio, de 12 a 14 h., en la caseta de Baile del Sol, número 198. Retiro, Madrid

domingo, 5 de junio de 2011

Tiempo de vida, por Marcos Giralt Torrente

Editorial Anagrama. 200 páginas, 1ª edición de 2010, ésta 3ª de 2010.

El pasado 27 de mayo, viernes, se inauguró la Feria del Libro de Madrid, y como viene siendo habitual el acontecimiento fue celebrado por una tormenta. Después de que escampara, sobre las 7 de la tarde, me decidí a acercarme y saludar a mis editores de Baile del Sol, a los que puedo ver más o menos una vez al año, ya que la editorial se encuentra ubicada en las Islas Canarias.

Tuve una conversación agradable, durante más de una hora, con la editora Ángeles Alonso, y después me dediqué a pasear por la feria, con escasa afluencia de un público temeroso aún de la lluvia. En una de las casetas estaba Marcos Giralt Torrente (Madrid, 1968), del que no había leído ningún libro, pero cuyo nombre, desde hace una década, mantenía en mi lista de autores jóvenes españoles que me gustaría leer, al menos desde que ganó el premio Herralde de Novela en 1999 con París. Había leído de éste y sus posteriores libros buenas críticas en prensa, así como alguna entrevista al autor. También había leído en el Babelia reseñas que él hacia de otros libros. Recordé que el año pasado su libro Tiempo de vida recibió bastantes comentarios elogiosos en prensa y recientemente ha vuelto a sonar su nombre porque Giralt Torrente ha sido el ganador del premio Ribera del Duero, en su segunda convocatoria, otorgado a un libro de relatos, y entre los finalistas había nombres de la talla de Javier Tomeo o Marcelo Lillo. Este libro al principio se titulaba Cuentos de amor invertebrado, y al salir publicado se llama El fin del amor.
Y Marcos Giralt Torrente, a pesar de su prestigio, estaba solo en la caseta, contemplando la tarde lluviosa con cara de aburrimiento, sin ningún lector que desease intercambiar unas palabras con él o que le firmara un libro. Y éste, pensé, es todo el triunfo de la literatura.

Hablé un rato con él y compré Tiempo de vida y El fin del amor. Con este último estoy ahora y el anterior lo acabé hace unos días.

Tiempo de vida no es propiamente una novela, aunque podría funcionar como tal. En ella Giralt Torrente, paralizado como artista por la reciente muerte de su padre, se propone exorcizar sus fantasmas y analizar la relación que ha mantenido a lo largo de su vida con su progenitor, una relación en ocasiones difícil y distante.

“Todo el mundo tiene padres y todos los padres mueren. Todas las historias de padres e hijos están inconclusas, todas se parecen.
La vergüenza, los pudores. Los propios y los ajenos.
El reto, lo nunca hecho. Hablar por primera vez con la voz propia. Una sensación nueva que aturde: no poder inventar” Escribe el autor en la página 13, y por tanto podríamos incluir Tiempo de vida en el género de la autoficción. En las primeras páginas el autor relaciona su libro con otros de autores que también hablan de la relación que mantuvieron con sus padres o del modo de enfrentar su muerte, libros como Mi oído en su corazón de Hanif Kureishi o Patrimonio de Philip Roth, que yo también he leído y con los que disfruté.

Marcos Giralt no usa casi ningún nombre propio para hablar de las personas de su historia, sino que utilizará circunloquios para evitar nombrarlos: mi padre, mi madre… y el insistente “la amiga que mi padre conoció en Brasil” (la figura que saldrá peor parada de una narración, que pretende ser, en principio, conciliadora).

Giralt Torrente, después de ponernos sobre aviso de las intenciones de su narración, gira su mirada hacia el pasado, hacia la época previa a su existencia, y reconstruye el noviazgo de sus padres gracias a fotografías o retazos de historias. Y tras su nacimiento en 1968 va desgranando recuerdos, en los que se muestra la relación con su padre, que empezará a vivir separado de su madre y de él, cuando aún el autor es un niño.
 El padre es pintor profesional y en algún momento Giralt Torrente parece intuir que la vida familiar ahoga a un hombre que prefiere su vida bohemia. Los encuentros y los desencuentros se van produciendo a lo largo de los años, los amores y los rencores.

La narración se va cuestionando a sí misma continuamente desde el presente narrativo. Así leemos en la página 47:
“Ésta es una historia de dos aunque sólo yo la cuente. Mi padre no la contaría. Mi padre callaba sobre casi todo.
Por momentos me asusta la responsabilidad. Intento prescindir de todo adorno, incorporar los recuerdos tal y como me vienen a la cabeza. (…) Hasta ahora no había escrito con mi propia voz. (…) Es una sensación nueva que me aturde. La ficción te permite decirlo todo. Con tu propia voz, en cambio, o bien tienes la tentación de callar, o bien echas de menos poder inventar.”

Aunque el texto no está dividido en capítulos sí se advierten dos partes principales: una que ocupa aproximadamente la primera mitad del libro y es el tiempo que podríamos llamar “anterior a la enfermedad del padre” y que abarcaría unos 40 años, y una segunda parte, que ocupa la segunda mitad y que correspondería al tiempo “posterior a la detección de la enfermedad del padre”, y que ocuparía unos 2 años en la historia.

En la página 135 Giralt Torrente escribe: “”Hay lugares que desconozco y lugares a los que no quiero llegar. Mi vista tiene que ser de pájaro.”

Y la relación esquiva, no exenta de rencor, de la juventud se vuelca en acercamiento y atenciones del hijo hacia el padre. El tiempo no es infinito, parece ser la esencia de esta novela (o autoficción) y los problemas del pasado en las relaciones familiares se pueden quedar sin resolver por la propia precariedad de la vida. No debemos perder el tiempo, parece concluir.

El estilo quebrado por continuas frases subordinadas y matices me ha parecido muy rico, propio de un escritor muy seguro, muy maduro; y a pesar de la duda metaliteraria, expresada por el autor, de que su impúdico relato pueda no interesar a un posible lector, creo que la narración sí ha conseguido sus objetivos: exorcizar los fantasmas del autor, homenajear a su padre y emocionar al lector con un experiencia vital tan íntima como universal, que tiene que ver con la reflexión sobre el propio origen y la creación de la identidad.

miércoles, 1 de junio de 2011

Mi poemario "Siempre nos quedará Casablanca" en la Feria del Libro de Madrid

La editorial canaria Baile del Sol vuelve a sacar un libro mío, haciendo coincidir su publicación con la Feria del Libro de Madrid, que se celebra en el Retiro por estos días. Si el año pasado fue mi novela Acantilados de Howth, escrita, más o menos, durante 2006, ahora se trata del poemario Siempre nos quedará Casablanca, escrito entre 2001 y 2002. En esa época todavía era auditor de cuentas de una prestigiosa firma norteamericana, algo raramente compatible con el ejercicio de la poesía, que solía llevar a cabo en un bar de Móstoles los sábados por la mañana que no me tocaba ir a la oficina. Allí escribía, a mis 27 años, entre jóvenes que aún no habían acabado la noche del viernes y el primer café de los inmigrantes africanos que vendían cedés piratas en el paseo de la renfe, liberado al fin del yugo del traje y el portátil.

Aún no he visto el libro físicamente (el año pasado firmaba el jueves 3 de junio a las 6 de la tarde y tuve la novela en mis manos esa misma mañana), pero se supone que existirá en papel este domingo y que yo estaré firmándolo en la feria el sábado 11 de junio de 12 h. a 14. Así que este año, aunque los de la imprenta se retrasen un poco, puede que no haya tanto agobio como el año pasado.

Este fin de semana visité a mis editores de Baile del Sol, Ángeles y Tito, y allí está en la caseta 198 de la feria, la de BAILE DEL SOL, mi novela Acantilados de Howth de nuevo. El domingo, me contó Tito, consiguió vender un ejemplar a un padre acompañado por un hijo. El criterio por el que este hombre decidió comprar el libro fue el siguiente: mi nombre coincidía con el de su hijo, que imagino que se llamaría David Pérez.
Esto me da una gran idea de negocio: debo contactar con el nuevo alcalde de Alcorcón, también llamado David Pérez, y proponerle que compre una remesa de Acantilados de Howth para regalárselo a sus votantes y celebrar así su victoria electoral.

Como el formato de un poemario lo permite, he decidido usar el blog de aquí al sábado 11 de junio como una pequeña plataforma donde darlo a conocer. Imagino que al final vendrán a que les firme el libro familiares y amigos, pero aquí intentaré, durante unos días, mostrarle el contenido a un posible lector desconocido.

Dejo aquí el poema que abre el libro, y la primera serie de cuatro, dedicada al cine como refugio del mundo:


CASABLANCA

      (Sueños de un seductor, Woody Allen)

En el sobrio blanco y negro de la pantalla,
la gabardina perenne de Humphrey Bogart le dice
a Ingrid Bergman todo lo que le tiene que decir.
Sin variar una repite sus tensas palabras
que ya oí idénticas tantas veces.
«Siempre nos quedará París,
lo habíamos perdido y ahora lo hemos recuperado.»
La cámara se eleva abandonando los pasos
que chapotean en la pista de aterrizaje.
«Éste es el comienzo de una gran amistad.»

Sé que estoy sonriendo
tras mi pijama de lento domingo por la tarde.
Fuera, con pasos de animal decrépito,
el cielo oscuro se adentra en la noche verdadera.

A los tipos como Humphrey Bogart siempre les quedará París,
a los tipos como nosotros siempre nos quedará Casablanca.


Y si los poemas no convencen siempre se puede recomendar a un posible lector que se acerque a la Feria del Libro de Madrid, a la CASETA 198, BAILE DEL SOL, para comprar un ejemplar de la novela de 1965 Stoner de John Williams, por primera vez traducida al español y que ha recibido grandes elogios de escritores como Luis Antonio de Villena o Rodrigo Fresán. En otra editorial costaría más de 20 euros, Baile del Sol la vende a 13. Ya está en mi estantería de inleídos, pero no creo que se quede ahí durante mucho tiempo.