viernes, 10 de junio de 2011

El final del amor, por Marcos Giralt Torrente

Editorial Páginas de Espuma. 163 páginas. 1ª edición de 2011.

Ya comenté en la reseña sobre Tiempo de vida que estaba leyendo este otro libro de Marcos Giralt Torrente (Madrid, 1968), El final del amor, conjunto de 4 cuentos de extensión cercana a la novela breve, y que resultó ganador del Premio Ribera del Duero 2011.

El primer cuento Nos rodean palmeras me ha parecido el mejor de los 4. En él una pareja de viaje por África,  en una isla del Índico –se apunta- se traslada a una isla más pequeña para intentar comprar antigüedades a buen precio, y el relato se centra en la relación que establecen con otra pareja de alemanes que les acompañan. Una sensación de amenaza constante acompaña a todas las páginas del relato, cuyo entorno exótico está muy conseguido.

El segundo cuento, Cautivos, es quizás el que menos me ha gustado, y con esto no quiero decir que me haya parecido un mal cuento: la construcción de frases sinuosas, de pensamientos que se van matizando por subordinadas está tan bien dispuesta en el texto como en el cuento anterior, y la ordenación de la historia es correcta, pero no ha conseguido tenerme en vilo de forma tan clara como Nos rodean palmeras. Quizás porque la tensión, o el interés, que siente el protagonista al fijarse en una prima mayor y la relación de ésta con su marido, que viven en Nueva York (al comienzo), y con los que el protagonista, de adulto, se acabará relacionando más, no me ha terminado de conmover.

Los cuentos de Marcos Giralt Torrente no siguen el esquema norteamericano según el cual se debe destacar un momento epifánico de la vida de los protagonistas, con la mayor economía de medios. A diferencia de un cuento, por ejemplo, de Raymond Carver la prosa de Giralt Torrente es más densa en descripciones e ideas, y en este sentido sus cuentos son más centroeuropeos que norteamericanos. Me han recordado las frases de este libro a las meditaciones sobre las personas de Herman Hesse o las de Henry James (el más europeo de los escritores norteamericanos).

El tercer cuento, Joanna, donde un hombre maduro evoca un amor juvenil, un amor de verano y sin roce, me ha gustado también bastante. La evocación juvenil está muy lograda y en el análisis que el protagonista hace de la chica, Joanna, están contenidos algunos elementos extraños que se explicarán al final, descubrimiento último que ha dado pie al recuerdo y a la reconstrucción de la historia (técnica constructiva del dato oculto).

En el cuarto cuento, Última gota fría, un adulto evoca también un episodio de su adolescencia, centrado esta vez en la relación de sus padres: separados y con nuevas relaciones, pero a los que unen espesos lazos.
Lo que me ha resultado más curioso de este cuento es ver cómo trabaja el autor con elementos de su propia vida para crear ficción. La historia aquí narrada tiene bastantes puntos en común con la suya propia, contada en Tiempo de vida. Era fácil ver en el padre de Última gota fría un trasunto del suyo propio, tal como queda reflejado en el relato autoficcional citado.

Además del estilo, y la intención clara de hablar del amor que tiene más que ver con las dependencias psicológicas entre las personas que con el sexo, hay más de un elemento que une a los cuentos de este libro (sobre todo a los 3 últimos): el protagonista es un hombre adulto que evoca una historia de su pasado, buscando alguna clave personal. Además los narradores de estas historias suelen tener bastante querencia por la literatura, siendo el gusto por este arte lo que une los lazos entre el protagonista de Cautivos y su prima mayor; el narrador de Joanna, establece un vínculo con esta chica gracias a su afición común a la lectura en lugares públicos; y el protagonista de Última gota fría apunta en la página 145 que “leía más que otros chicos de mi edad”, y uno de los factores que destaca de su padre es que le regala libros que él atesora.
También en Nos rodeaban palmeras que, por su construcción, es el más diferente del conjunto, ya que en él la evocación que hace el narrador es más inmediata y no se aleja hasta la niñez y adolescencia, también está contenido algún elemento puramente literario, ya que el protagonista, en la página 29, acaba citando a Conrad y su novela El corazón de las tinieblas. Por cierto, aquí, y estoy especulando, también intuyo otra apropiación de lo real para la construcción de la ficción: En Tiempo de vida el narrador realiza un viaje a África junto a su mujer y su padre, e imagino que el lugar visitado en ese viaje es el descrito en este relato. Y así funciona este juego de la ficción.

El final del amor es un logrado conjunto de cuentos, en el que al menos uno de ellos, Nos rodean Palmeras, o tal vez dos, Joanna, se acercan mucho a ser cuentos verdaderamente muy logrados.

1 comentario:

  1. Hola, David.

    Tengo pendiente desde el año pasado la lectura de PARÍS, que hice traer al librero. Quizá lo ataque este año. Lo cierto es que uno de mis eternos pendientes es el abuelo, Torrente Ballester, y, no sé, quizá haga experiencia mezclando lecturas de ambos, no sé, no sé...

    Mientras leía la reseña que hacías del primer relato también pensé en TIEMPO DE VIDA. Tiene buena pinta este EL FINAL DEL AMOR, y ya me va entrando mono de Giralt Torrente pero, chico, se me acumulan las lecturas...

    Que firmes (o hayas firmado cuando leas esto) muchos ejemplares de SIEMPRE NOS QUEDARÁ CASABLANCA.

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