Actos humanos, de Han Kang
Editorial Random House. 202 páginas; primera edición de
2014, ésta es de 2024.
Traducción de Sunme Yoon
De Han Kang
(Gwangju, Corea del Sur, 1970), Nobel de Literatura 2024; leí en octubre,
cuando se produjo el fallo del premio, dos novelas: La vegetariana (2007) y La
clase de griego (2011). En diciembre de 2024, la editorial Random House
publicó dos más: Imposible decir adiós (2021) y Actos humanos (2014). Estas
dos últimas las he leído de más moderna a más antigua, y creo –aunque tampoco
importa demasiado– que quizás debería haber seguido el orden cronológico, ya
que la protagonista de Imposible decir
adiós, que es una escritora, cuando empieza su narración sufre pesadillas
porque en el pasado, en 2014, publicó una novela sobre las matanzas de mayo de
1980 en la ciudad coreana de Gwangju.
El lector conocerá, en las últimas páginas de la novela, las
circunstancias históricas que conducirán a los sucesos narrados; pero creo que,
con el fin de contextualizar el argumento, voy a hablar ya de estos hechos: en
octubre de 1979 muere asesinado el dictador de Corea del Sur, Park Chung-hee.
En diciembre de 1979, el militar Chun Doo-hwan dio un nuevo golpe de estado. En
1980 disolvió la Asamblea Nacional y se presentó a las elecciones
presidenciales como candidato único. Entre el 18 y el 27 de mayo de 1980 se
produjo en la ciudad de Gwangju el llamado «Levantamiento de Gwangju», que
condujo a la represión estatal y a la llamada «masacre de Gwangju». Murieron
entre 1.000 y 2.000 civiles, muchos de ellos estudiantes que pedían democracia
para Corea del Sur, y que fueron acusados de ser extremistas comunistas.
La novela se divide en siete partes. En cada una de ellas
Kang se va a acercar a un personaje diferente. El primero será Dongho, un
estudiante de secundaria de quince años. Kang narra este capítulo en segunda
persona y tiempo presente. Dongho está buscando a su amigo Jeongdae, otro
estudiante que, junto con su hermana, alquiló una habitación en la casa
familiar de Dongho. Dongho sabe que Jeongdae ha muerto, tras recibir disparos
de los militares y está buscando su cadáver. Dongho se siente culpable porque
al sentir que Jeongdae caía al suelo se fue a refugiar y dejó su cuerpo sobre
la calle. Dongho ha tomado la tarea de llevar un registro de los cadáveres sin
identificar, que se encuentran en el Gobierno Provincial o en un gimnasio
cercano. «Y era cierto, tu trabajo no era duro. Seonju y Eunsuk se ocupaban de
poner planchas de madera aglomerada o poliestinero en el suelo y extender una
lámina de plástico para colocar encima los cadáveres. Les limpiaban la cara y
el cuello enmarañados con un peine fino y los envolvían con el plástico para
evitar que despidieran olor. Mientras tanto, tú anotabas en el libro de
registro el sexo, la edad aproximada, la clase de vestimenta y el calzado que
llevaban y les asignabas un número.» (pag. 18). Estas chicas, Seonju y Eunsuk
va a ser las protagonistas de otras de las partes del libro.
Actos
humanos
es una novela que requiere de un lector atento para disfrutarla plenamente. Los
protagonistas de todas las partes están relacionados entre sí y, no estoy del
todo seguro, pero creo que en esta primera, titulada Las avecillas, ya aparecen todos los personajes de los que más
adelante Han Kang nos va a contar su historia.
La primera parte, que es la más extensa, no da tregua. Desde
la primera página, el lector siente la tensión narrativa. El ejército ha matado
ya a bastantes civiles y se nos ha hablará de la logística desarrollada para
poder identificar los cuerpos, pero además se empieza a rumorear que el
ejército va a entrar de nuevo en la ciudad para cargar contra las personas que
se encuentran en el Gobierno Provincial. Se recomienda a los más jóvenes –a los
menores de diecinueve años– que se vayan a sus casas, pero algunos, como Dongho,
no quieren obedecer esta orden.
La segunda parte se titula El hálito negro y está narrada en primera persona por Jeongdae, el
amigo al que buscaba Dongho en la parte anterior. «Nuestros cuerpos estaban
apilados en forma de cruz.» (pág. 47) es la primera frase. Jeongdae está muerto
y su alma flota cerca del que ha sido su cuerpo. Como ocurría en Imposible decir adiós, Han Kang no duda
aquí en usar un elemento no realista en una narración profundamente realista y
que aspira a hablar de un hecho histórico. Dongho, en la primera parte, sentía
inquietud por el alma de su amigo y aquí nos la encontramos.
Como también ocurre en otras de sus novelas –en La clase de griego e Imposible decir adiós– en Actos humanos Han Kang también hace uso
de poemas para expresar algunos sentimientos. Esta segunda parte es
especialmente espeluznante, sobre todo cuando el personaje nos cuenta cómo los
militares queman los cadáveres.
La tercera parte se titula Las siete bofetadas. Está
narrada en tercera persona y su protagonista es Eunsuk, chica que aparecía en
la primera parte del libro. Eunsuk trabaja en una pequeña editorial y esto le
permitirá al lector conocer cómo funcionaba en ese momento la censura en Corea
del Sur sobre las publicaciones artísticas. De este modo, debe reunirse en la
clandestinidad con un traductor de un texto occidental y, más tarde, será
interrogada –y recibirá las siete bofetadas que adelantaba el título del
capítulo– sobre su paradero.
En Hierro y sangre conoceremos el
destino de los detenidos por las manifestaciones y así sabremos de las torturas
que van a sufrir en la cárcel. En este caso, la narración está escrita en
primera persona, pero ahora se usa el tiempo pasado, porque a partir de aquí la
novela ya no habla de la masacre de Gwangju desde el presente de mayo de 1980,
sino que esos acontecimientos empezarán a ser una evocación, un recuerdo
traumático en la vida de las personas que participaron en ellos. Personas que
van a sufrir soledad, pesadillas, depresiones… y algunas se acabarán
suicidando. «Cuando me llamó por teléfono, usted me dijo que Jinsu no era un
hecho aislado. Que era muy probable que muchos más de nosotros acabáramos
quitándonos la vida.» (pág. 104). Además, en esta cuarta parte, sabremos que a
los protagonistas los está contactando alguien –un periodista, la propia
escritora Han Kang– para que le cuenten su historia. Las consecuencias de los
hechos históricos, aunque en apariencia puedan ser olvidados, siguen vigentes
en la realidad, parece decirnos Han Kang en esta segunda mitad de la novela.
También sabremos que algunos de los militares que fueron
enviados a Gwangju, para reprimir las protestas de la población civil, eran
veteranos de la guerra de Vietnam, que tildarán a sus compatriotas de «malditos
rojos» y actuarán contra ellos de una forma completamente fanatizada.
En Donde se abren las flores, una mujer
ha de enfrentarse a la disyuntiva de atender los requerimientos de una persona,
a la que rechazó en el pasado, para hacer un reportaje sobre la masacre de
Gwangju o no hacerlo.
Donde se
abren las flores
nos acerca a la madre de Dongho, el protagonista de la primera parte, que desde
la actualidad recuerda a su hijo, asesinado a los quince años. Esta es una de
las partes más emotivas del libro.
En La vela cubierta de nieve la
protagonista será la propia Han Knag, originaria de Gwangju. En esta parte
final del libro nos hablará de cómo llegó a conocer los acontecimientos que
ocurrieron en su ciudad cuando ella era una niña y aportará algo de contexto
histórico.
Actos
humanos,
como también ocurría en Imposible decir
adiós, es una dura y profunda indagación sobre la condición humana, sobre
lo que una persona es capaz de hacerle a otra. La entrega, el dolor, el
remordimiento, pero también la violencia y el odio se mezclan en esta tensa
novela, de la que cuesta apartar la mirada, igual que cuesta apartarla de un
accidente en la carretera. Actos humanos
me ha parecido otra gran novela de Han Kang.