domingo, 21 de mayo de 2023

La celda de cristal, por Patricia Highsmith

 


La celda de cristal, de Patricia Highsmith

Editorial Anagrama. 286 páginas. 1ª edición de 1964; ésta es de 2016

Traducción de Amalia Martín-Gamero

 

De Patricia Highsmith (Fort Worth, Texas, 1921 – Locarno, Suiza, 1995) había leído hasta ahora su primera novela, Extraños en un tren (1950) y La coartada perfecta

(1956). La primera era la edición española de Anagrama, de 1983, que compré en la cuesta de Moyano y que leí en 2008. Me sorprendió muy gratamente. Tuve la sensación de que su nivel de escritura superaba con creces al de la novela negra convencional y sus planteamientos se acercaban a los de las novelas de Fiódor Dostoyevski. La coartada perfecta lo tengo en una edición de quiosco, que se vendía asociada al periódico El Mundo y de ella lo cierto es que no recuerdo nada. Creo que la leí antes de Extraños en un tren.

 

La celda de cristal la compró mi mujer, Almudena, y según lo iba leyendo me comentaba sus impresiones. Me dijo que le gustaría que yo la leyera para poder comentarlo en serio. Y después de acabar con el libro con el que yo estaba decidí ponerme con el de Highsmith, porque casi nunca coincido en lecturas con Almudena y me apetecía que esta vez ocurriera y también porque, hacía no mucho, había visto en la plataforma Filmin el reportaje Amando a Highsmith, y me había apetecía volver con esta autora.

 

El protagonista de La celda de cristal se llama Philip Carter; es un ingeniero de Nueva York y tiene treinta años. Cuando empieza la novela se encuentra recluido en una cárcel de una ciudad del sur de los Estados Unidos. Carter trabajaba como ingeniero jefe en la construcción de un colegio, Carter ya había advertido a sus jefes de que los materiales que le estaban enviando para la construcción no eran de buena calidad. La comisión de seguridad declaró que el edificio no era acto para dar clases a niños, se empezó a investigar y se descubrió un desfalco de 250.000 dólares. Wallace Palmer, que podía ser el máximo responsable del engaño, había muerto antes del juicio. Carter sospecha que Gawill, otro de los encargados, y amigo de Palmer, no podía ser ajeno al tema. Pero, de un modo confiado, Carter firmó todos los papeles que le pusieron delante y acaba siendo culpable de estafa ante la ley, aunque no se le pueda vincular al dinero desaparecido.

El narrador, desde el comienzo de la novela, le deja claro al lector que Carter es inocente del crimen que se le imputa.

 

Durante la primera parte de la novela se nos contarán las desventuras de Carter en la cárcel, sometido a un sistema del que desconoce las normas más elementales para evitar meterse en problemas. En las primeras páginas, dos carceleros le arrastran hasta las antiguas salas de tortura de la prisión y le cuelgan de sus pulgares, lo que hará que se le deformen de por vida y que se vuelva adicto a la morfina en la enfermería de la prisión.

«La perspectiva era terrible, era como una pesadilla.», leemos en la página 68, y esta es la sensación que tiene el lector durante casi todas las páginas en las que se narra la estancia de Carter en la cárcel.

La vida de Carter parece mejorar un poco cuando conoce a Max, un preso, de origen francés, con el que empezara a practicar sus conocimientos de este idioma. Además recibe las visitas de Hazel, su esposa, una mujer muy atractiva, y de David Sullivan, un abogado que le está ayudando con su caso; pero del que Gawill, su compañero en la empresa de construcción, le empieza a contar que está seduciendo a Hazel. Carter no puede fiarse de nadie, ni dentro ni fuera de la cárcel.

 

Un poco antes de llegar a la mitad de la novela, Carter sale de la cárcel, tras cumplir una condena de seis años. El lector ha recibido la información de hasta el momento en el que fue acusado injustamente de malversación de fondos públicos, había sido un norteamericano con suerte, un joven con éxito con las mujeres, en los estudios, y al que la vida sonreía, criado con unos tíos. Estos tíos han muerto y Carter al salir de la cárcel dispone del dinero de la herencia.

La novela está planteada de tal modo que el lector no sabe qué va a ocurrir con Carter en libertad, ¿va a tratar de esclarecer los hechos que le condujeron de un modo injusto a la cárcel? ¿Va a tratar de olvidarse del pasado y seguir adelante con su vida, con su mujer y su hijo? ¿Los sucesos del pasado van a volver a él aunque trate de evitarlos? ¿Puede ser que Hazel, su mujer, haya tenido una relación y, quizás la siga teniendo con Sullivan, su abogado, que trata ahora de ayudarle a encontrar un empleo?

 

Lo cierto es que Patricia Highsmith no le da tregua al lector en La celda de cristal, que es una narración muy tensa y oscura, con un personaje ‒Philip Carter‒ siempre al borde del abismo, siempre en un callejón sin salida. He leído en internet, que el origen de este libro es una amistad epistolar que la autora estableció con un recluso que leía su obra. El recluso informaba en sus cartas a Highsmith de las condiciones de vida en una prisión. Este es un tema que se trata en la novela con gran profusión de detalles, y el lector siempre tendrá la sensación de que la autora le habla de temas que conoce. También he leído que en la versión original la parte de la cárcel era más extensa, y que el primer editor del libro le pidió que la recortara.

Además de como una gran novela negra, La celda de cristal se puede leer también como un profundo alegato contra el sistema penitenciario que puede conseguir, parece decirnos Highsmith, que un hombre inocente salga de allí con capacidad para convertirse en un delincuente, sirviendo, entonces, para lo contrario que se supone que ha de servir; es decir, para reformar a los delincuentes.

 

Cuando al principio he comentado que a Almudena le apetecía comentar el libro conmigo, he de decir que una vez leído hemos hablado de un tema, quizás subterráneo que lo recorre, y es el de la homosexualidad. En algún momento, Highsmith parece sugerirnos que la relación de Carter en la cárcel con Max puede tener que ver con una tendencia homosexual reprimida de Carter, algo que quizás está percibiendo su mujer Hazel, y que no dudará en echarle en cara. Quizás la segunda parte, con Carter fuera de la cárcel, se pueda entender como una búsqueda del protagonista de recuperar su hombría ante los ojos de su mujer. Y en este caso Hazel se convertiría en la verdadera mujer fatal de la novela, capaz de mover las pasiones más salvajes en los hombres.

 

El interés y la tensión narrativa no decaen hasta la última página de la novela. Me ha gustado La celda de cristal y me ha dejado con ganas de seguir con Patricia Highsmith. Creo que me gustaría leer la serie de Mister Ripley; de hecho, he visto que Anagrama ha sacado las cincos novelas en uno de sus volúmenes rojos de rescates y también he visto que lo tienen en una biblioteca pública cerca de casa.

 

domingo, 14 de mayo de 2023

Alberto Olmos habla de mi blog y mi canal en Hotel Z

 El escritor y periodista Alberto Olmos ha tenido a bien escribir un artículo para Hotel Z, en el que habla de mi blog y mi canal de YouTube.





Lo dejo aquí

 

«LOS QUE LEEMOS DE VERDAD  HEMOS AGUANTADO DEMASIADO

ALBERTO OLMOS

 

Como llevo muchos años en el mundo de los libros, he visto sobre todo gente que no lee. Un libro puede circular perfectamente a lomos de la no lectura, y acabar por siempre no leído en la Biblioteca Nacional. Su editor no lo leyó, porque contrata las novelas de oídas, por amistad, por amoríos, por tentar a la suerte; el entrevistador ocasional que lo saca en el periódico no tiene tiempo (ni ganas) de leerlo, porque para entrevistarlo basta la sinopsis y el dossier de prensa; el crítico hace lo mismo, pues para poner bien un libro no hay nada más apropiado que no leerlo; finalmente los lectores lo compran porque lo publica un editor del que se fían (que no ha leído el libro), porque su autor es entrevistado en las páginas de cultura de un periódico del que se fían (nadie en la redacción leyó el libro) o porque el crítico del que se fían (no lo leyó) lo recomienda. El lector lo deja en las primeras páginas porque finalmente se fía de sí mismo.

Esta sobre-abundancia de no lecturas o de lecturas demediadas o de tránsitos eternamente truncados que caracteriza al mundo del libro me ha llevado estos días a pensar en un lector de verdad. Su nombre, David Pérez Vega.

Resulta que Pérez Vega, después de años con un blog de reseñas y varias publicaciones en distintos géneros literarios, abrió un canal en Youtube donde habla de libros. Hace un mes celebró con una nueva grabación los tres años del disparate: hablar a solas de sus lecturas mirando a la cámara de su ordenador. El disparate cuenta con casi 18.000 suscriptores.

Tener 18.000 suscriptores en Youtube deshojando tus impresiones sobre una novela, y hacerlo en plano fijo y sin cortes ni efectos de edición de ningún tipo, y siendo, como reconoce el propio David, una persona tímida y nada pizpireta o estrafalaria tiene —acabemos la larga frase dando el valor exacto a cierta esdrújula— mérito.

Bienvenido, Bob, que así se llama el canal literario, compite con miles de canales sobre temas más apasionantes que el de pasar una tras otra las trescientas páginas de un libro. Compite con jóvenes muy guapos o muy guapas y con esas luces LED de colorines obligadas a sus espaldas mientras gritan, jadean, jalean o ponen morritos a la cámara. Compite con gente que sabe hacer vídeos, maneja editores o invita a personajes relevantes a llenarles varias horas de programación doméstica. El hecho de que Bienvenido, Bob vaya camino de los 20.000 suscriptores, y de que algunos de sus vídeos cuenten con más de 40.000 visualizaciones, me enternece. Es como si la gente, sin saberlo, supiera que ese tipo de ahí se lee los libros enteros. Sólo ese tipo de ahí.

Una prueba graciosa sería coger a un crítico a voleo por una reseña suya cualquiera y pedirle que hablara, de pronto y sin aviso, de ese libro que acaba de reseñar la semana pasada en el periódico. ¿Creen que ese crítico podría estar, como David, doce o quince minutos seguidos hablando del libro?

Hace poco me invitaron a participar en un jurado para elegir los mejores libros de 2022. Éramos doce o trece jurados. Leyendo sus nombres, pensé en primer lugar en la cantidad de libros que toda esa gente no habría leído, y en lo gracioso que era que fueran llamados a proclamar los mejores libros del curso. Después, descubrí que los libros que optaban al premio serían los que las editoriales decidieran. Se nos envió una lista que incluía varios géneros. Yo dominaba, si quieren, las novedades de narrativa, pero no tenía ni idea de ensayo internacional, por ejemplo. No había tiempo para leerse todos los libros nominados (harían falta más o menos dos años para leérselos todos), de modo que supuse que lo que se esperaba de mí era una gran flexibilidad moral. Gracias a ella, podría votar como mejor libro del año en ensayo internacional uno que no había leído, pero cuyo autor me caía bien, o cuyo sello editorial me caía bien, o cuya portada me gustaba, o cuya fama precedente me convenciera. Esto, sumado a otros motivos que no vienen al caso (y que por supuesto me encantaría contar) me hicieron darme de baja del jurado. Nadie más se dio de baja. Todos los demás jurados, hombres y mujeres ocupadísimos y que habrían leído apenas la mitad que yo en 2022 (todos juntos), continuaron; y votaron y refrendaron lo mejor del año de entre un montón de libros que no habían leído. Así funciona.

A David Pérez Vega nunca le invitan a votar lo mejor del año, siendo una de las personas que, con toda seguridad, más novelas españolas ha leído de entre las publicadas en el siglo XXI. También es probable que sepa más de literatura latinoamericana que casi cualquier otro lector español (quizá sólo le supera Jorge Carrión). Pero Pérez Vega no cuenta porque no es nadie en el mundillo, precisamente porque es un lector de verdad. ¿Qué tiene de interesante la opinión literaria de alguien que lee los libros enteros?

Recuerdo unas charlas que tuvieron lugar hace años alrededor de blogs y literatura, y donde yo estaba invitado y David también. En su charla participaba un editor, y alguien más que no recuerdo. El editor estaba incómodo, se le notaba incómodo, como fuera de sitio. Cada vez que Pérez Vega opinaba, el editor procuraba aplastarlo. No debatía con él, no surfeaba sus argumentos hasta la feliz ocasión de desmontarlos: directamente expresaba su desprecio por David Pérez Vega, que no era nadie, pues él era un gran editor, con plaza preferente en Babelia, y no era de recibo tenerlo ahí con un tipo que escribía en su blog sobre lo que leía.

Por supuesto, cuando se entrega o falla el premio Nacional, lo fallan personas que no han leído nada, en primera instancia, y desde luego nada en comparación con lo que ha leído David Pérez Vega o, como es obvio, yo mismo. Sin embargo, esas personas no sienten la menor vergüenza en elegir un libro como el mejor del año por todos los motivos imaginables salvo el que se derivaría, puro y afilado, de su simple lectura. De hecho, todas esas personas, esos jurados, esos editores divinos, esos periodistas culturales sin cultura alguna conocida miran con indisimulado desdén la labor y la figura de David Pérez Vega. Si no es invitado a un cóctel, ¿cómo va importar su opinión sobre Bolaño?

Según yo lo veo, tendría que ser gente como David Pérez Vega quien votase siempre lo mejor del año, el premio Nacional, el premio regional y cualquier otro ranking o reconocimiento que exista en España para los libros. Pero todo está tan desviado de la virtud que quien no lee decide qué debe leerse, y, en consecuencia, quien no sabe escribir consigue que nadie se entere nunca.»


DEJO UN ENLACE A HOTEL Z: AQUÍ

domingo, 7 de mayo de 2023

Mis compras en Ábaco, mi librería favorita de Madrid

En el siguiente vídeo de mi canal de YouTube, hablo de los libros que compré en mi visita a las dos librerías Ábaco de Madrid:



 

domingo, 30 de abril de 2023

Siete casas vacías, por Samanta Schweblin


Siete casas vacías
, de Samanta Schweblin

Editorial Páginas de Espuma. 123 páginas. 1ª edición de2015; ésta es de 2022.

 

El premio Ribera del Duero al mejor libro de relatos se fundó en 2008 y se convoca cada dos años. Por ahora tiene siete ganadores, y yo he leído cinco: El final del amor (2011) de Marcos Giralt Torrente, Siete casas vacías (2015) de Samanta Schweblin, La vaga ambición (2017) de Antonio Ortuño, La claridad (2019) de Marcelo Luján, y ahora leo Ustedes brillan en lo oscuro (2021) de Liliana Colanzi (Santa Cruz, Bolivia, 1981).

 

En 2015, cuando Samanta Schweblin (Buenos Aires, 1978) ganó el premio Ribera del Duero con Siete casas vacías, yo leí su anterior libro de cuentos, Pájaros en la boca (2009), editado en España por Lumen. No recuerdo si lo leí antes o después del fallo del premio. Pájaros en la boca estaba formado por dieciocho narraciones, y muchas de ellas estaban ambientadas en el campo argentino. Se encuadraba en esa corriente latinoamericana actual del cuento que se llama el «neofantástico», donde los personajes se comportan de un modo extraño, pero no acaban de ser cuentos abiertamente fantásticos. Me gustó ese libro, y no sé por qué no leí en su momento Siete casas vacías. Me imagino que guarda alguna relación con mi lucha por dejar de leer novedades y leer más clásicos. Sin embargo, en 2022 Siete casas vacías ha ganado el Nacional Book Award en Estados Unidos al mejor libro traducido y la autora vino a principios de 2023 a hablar de él en la Casa de América de Madrid y me apeteció acudir. En el salón principal del palacio había más de trescientas personas. Me sorprendió gratamente que un libro de relatos pudiera levantar tanto interés, porque no suele ser lo habitual. Así que me compré el libro y al final de la charla me acerqué para que Schweblin me lo firmara. No pude llevar el de Pájaros en la boca porque fue un libro que me prestaron.

 

El libro está formado por siete relatos, pero al premio se presentó con seis y uno más fue añadido al conjunto en el proceso de edición.

 

El primer cuento se titula Nada de todo esto. La narradora es una chica joven que sale con su madre en coche para visitar barrios más caros que el suyo y contemplar casas. La madre atranca el coche en el barro de un jardín, y la asustada dueña de la casa sale para ver qué pasa. La madre, que no se encuentra bien, aprovecha la situación para adentrarse en la casa de esa mujer. El relato juega continuamente al extrañamiento y se genera una gran tensión, porque el lector no sabe por dónde van a salir los personajes. Como ocurría en los relatos de Pájaros en la boca, Nada de todo esto no es un relato fantástico, pero sus personajes actúan de modos extraños. Es un buen relato.

 

En Mis padres y mis hijos, un hombre divorciado ha de enfrentarse a una rocambolesca situación: sus padres corretean desnudos en el jardín de una casa de verano, y sus hijos –cuya custodia tiene la madre, de la que se ha separado recientemente– llegan a casa y su exmujer no quiere que se encuentren con sus abuelos desnudos. Además, el hombre tiene que conocer, por primera vez, a la nueva pareja de su exmujer. De nuevo, la situación creada es extraña y tensa. Ya se perfilan aquí, tras una serie de solo dos relatos, algunas de las obsesiones de Schweblin: las relaciones extrañas que se establecen en el seno de una familia. De nuevo un gran relato lleno de tensión.

 

En Pasa siempre en esta casa unos vecinos, que han perdido un hijo, al discutir, de forma continuada, acaban tirando la ropa del hijo muerto al jardín de la vecina y el hombre ha de llamar a la casa de la narradora para recogerla. Es un buen relato, pero tras los otros dos quizás su composición es demasiado similar a las anteriores y esto hace que me haya gustado un poco menos, sin ser un mal relato.

 

La respiración cavernaria, con sus 52 páginas, es la composición más larga del conjunto y podría ser considerada ya una novela corta, más que un relato. Los protagonistas son un viejo matrimonio, que llevan cincuenta y siete años casados. La historia nos acerca sobre todo a Lola, la mujer, que está empezando a sufrir demencia senil y sus confusiones mentales le juegan malas pasadas. Su mundo se verá alterado cuando se instalen en la casa de al lado una mujer con su hijo, a los que Lola siente como una amenaza. La desconexión de Lola con la realidad la convierten cada vez más en una persona muy perdida y vulnerable. Los estragos de la demencia senil nos acercan a los presupuestos de lo que podría ser un relato de terror. La respiración cavernaria es el relato que más me ha gustado del conjunto.

 

Cuarenta centímetros cuadrados trata de la relación de una mujer, que acaba de regresar a Buenos Aires, con su suegra, que le envía a la farmacia cuando ya se está haciendo de noche en un barrio que no conoce y que puede ser peligroso. Este relato sí que tiene un sabor local y el lector sabe que se sitúa en Buenos Aires, porque, por ejemplo, el primero, Nada de todo esto, podría ubicarse en cualquier ciudad.

De hecho, Schweblin que, actualmente, vive en Alemania, comentó en la charla a la que fui en la Casa de América, que empezaba a tener conflictos con el registro del español que debía usar, porque pensaba que si usaba el bonaerense de antes de su partida a Europa quizás resultara impostado para un argentino actual. Diría que el lenguaje de estos relatos, en general, tiende al de un español neutro y que, a diferencia de muchos autores latinoamericanos o españoles actuales, no se centra en los localismos lingüísticos.

Cuarenta centímetros cuadrados es un buen cuento, pero no una de las piezas más destacadas del libro.

 

Un hombre sin suerte es el cuento que no estaba en el libro inicial presentado al premio y que se añadió en el proceso de edición. Me ha gustado mucho. Habla de una chica joven que recuerda un suceso que le ocurrió cuando era una niña y se relación durante un breve periodo de tiempo con un hombre adulto. El lector siente que este hombre puede ser un pederasta y la tensión que se consigue en el relato es muy grande.

 

Salir es el último cuento y, en él, una mujer que acaba de salir de la ducha, decide salir de casa con una bata, pero sin ropa debajo. En la calle empezará a hablar con el nuevo bedel del edificio y de nuevo el relato se adentrará en los presupuestos del extrañamiento y la tensión narrativa.

 

En las redes sociales he leído algún comentario de lectores que se habían acercado a este libro alentados por su creciente prestigio y su veredicto era que se trataba de un buen libro, pero que quizás su fama se había vuelto ya excesiva. A mí Siete casas vacías me ha parecido un logrado conjunto de relatos. Diría que es uno de los Premios Ribera del Duero que más me ha gustado y, sabiendo lo complicado que es que el sistema editorial apueste por libros de relatos, me alegro de que uno de ellos se levante por encima del mundo de la novela y consiga lectores y reconocimiento.

domingo, 23 de abril de 2023

Ustedes brillan en lo oscuro, por Liliana Colanzi


Ustedes brillan en lo oscuro
, de Liliana Colanzi

Editorial Páginas de Espuma. 113 páginas. 1ª edición de 2022.

 

El premio Ribera del Duero al mejor libro de relatos se fundó en 2008 y se convoca cada dos años. Por ahora tiene siete ganadores, y yo he leído cinco: El final del amor (2011) de Marcos Giralt Torrente, Siete casas vacías (2015) de Samanta Schweblin, La vaga ambición (2017) de Antonio Ortuño, La claridad (2019) de Marcelo Luján, y ahora leo Ustedes brillan en lo oscuro (2021) de Liliana Colanzi (Santa Cruz, Bolivia, 1981).

 

De Colanzi había leído los tres primeros cuentos del libro Vacaciones permanentes (editorial Tropo, 2012). Los leí en los asientos de La Casa del Libro de Gran Vía, un día que había quedado con un amigo y llegaba pronto. Me parecieron unos cuentos muy de corte norteamericano; correctos, pero no excepcionales. Más tarde pensé en leer Nuestro mundo muerto (Eterna Cadencia, 2016), que sonó más y quedó finalista del Premio de Cuentos Gabriel García Márquez en Colombia.

En el verano de 2022 me cambié algunos mensajes con Juan Casamayor, el editor de Páginas de Espuma, y quedamos en que me enviaría Ustedes brillan en lo oscuro para que pudiera reseñarlo.

 

El libro que se presentó al premio contaba con cinco cuentos y, en el proceso de edición, se le añadió un sexto, el titulado Los ojos más verdes, como se explica en una nota que acompaña al texto.

 

El primero cuento es La cueva. En él, el lector asistirá a diversas escenas que tienen lugar en una cueva, que acaba siendo la protagonista del relato, en diversas épocas, desde la prehistoria hasta el futuro. Algunas de las escenas seleccionadas son violentas, y me gustan, sobre todo, aquellas en la que se insinúa una realidad fantástica –con unos murciélagos mutantes, por ejemplo– pero de tan baja presencia fantástica que nadie llega a percatarse de ella y no influye en los acontecimientos del mundo.

A mí normalmente me suelen gustar los cuentos donde se plantea un nudo de relaciones intensas entre los personajes, y se insinúa un río de corrientes subterráneas que apenas asoman en la superficie y, desde luego, La cueva no es de este estilo. Sin embargo, me parece un relato original y con alguna escena bella y evocadora.

 

Atomito, con sus casi 30 páginas, es el cuento más largo del conjunto y en él se habla de la vida de una ciudad latinoamericana indeterminada que ha de convivir con una planta nuclear. Algunas palabras inventadas y algunos términos chocantes trasladan al lector a un escenario ligeramente futurista, de un futurismo desastrado y caótico. En sus apenas 30 páginas se entrelazan muchos personajes y escenas. El ritmo es trepidante. De nuevo, Colanzi no presenta aquí la evolución psicológica de unos personajes, pero la apuesta por crear un escenario futurista es potente. Al final, acaba siendo un cuento abiertamente fantástico y me gusta esta libertad. Me ha recordado a alguno de los del argentino Elvio Gandolfo, que también inventa futuros ligeramente distópicos.

 

La deuda es un cuento más clásico, ya que está narrado en primera persona por una chica joven que acompaña a su tía a su pueblo natal. Han de buscar a un familiar, que se supone que se internó en la selva, para solucionar el problema de una herencia. Está muy bien descrito el ambiente del pueblo, y según avanzan las páginas descubriremos algunos secretos familiares que se ocultan entre la tía y la sobrina. Muy buen cuento.

 

Los ojos más verdes es el cuento añadido en el proceso de edición y es el más corto del conjunto. La protagonista es una niña que va a celebrar su décimo cumpleaños, en un pueblo de la selva donde pasa las vacaciones, y ella se siente más libre que en la ciudad. El tema de este cuento es el del racismo de una sociedad que hace que una niña piense que tuvo mala suerte al no heredar los ojos verdes de su padre, hijo de campesinos italianos. Una niña que va a estar, literalmente, dispuesta a vender su alma al diablo por conseguir esos ojos verdes. Es un cuento correcto, pero siguiendo una línea similar al anterior, prefiero La deuda.

 

El camino angosto es el cuento que, de forma más clara, elige la ciencia ficción para desarrollarse. Una ciudad de Bolivia está separada del resto de la población por un campo eléctrico, y la población luce «collares de obediencia»; sin embargo, algunos jóvenes han encontrado la forma de pasar de un lado a otro sin achicharrarse con el campo eléctrico. Este cuento es una crítica a las urbanizaciones cerradas de algunas ciudades latinoamericanas que dividen a la población por clases sociales, personas que aunque viven en un mismo país no llegan casi ni a encontrarse en ningún ámbito. En algún momento se habla de que la gente que vive dentro del campo eléctrico (que tienen apellidos centroeuropeos) se refieren a las personas de fuera como «razas inferiores». Me gusta este cuento. De nuevo me ha hecho pensar en la apuesta narrativa de Elvio Gandolfo.

 

El sexto y último cuento es Ustedes brillan en lo oscuro, que habla de un accidente radiactivo que tuvo lugar en 1987 en la ciudad brasileña de Goiânia. La estructura es similar a la del segundo cuento, Atomito, como muchos personajes que recorren sus escenas. Aunque el sustrato de Ustedes brillan en lo oscuro es más realista que el de Atomito, una corriente de futuro terror apocalíptico los une. En este último cuento, parece decirnos Colanzi que hemos leído algunos de los anteriores pensando que eran fantasías de ciencia ficción, pero que esas fantasías han ocurrido ya en Latinoamérica y que en realidad forman parte de su pasado y, tal vez, también de su futuro.

 

Este volumen de cuentos es, desde luego, una decidida vuelta de tuerca al folclore del realismo mágico latinoamericano, con unos escenarios más propios de la saga Mad Max que de Cien años de soledad.

Igual que otras escritoras latinoamericanas, compañeras de generación, como podrían ser Mariana Enriquez, Dolores Reyes o Samanta Schweblin, Liliana Colanzi ha decidido tomar los géneros fantásticos (terror o ciencia ficción) para hablar de miedos reales de las actuales sociedades latinoamericanas en constante mutación. Ustedes brillan en lo oscuro es un libro estimulante y original, como son los premios Ribera del Duero que he leído hasta ahora, donde el nivel es alto.

domingo, 16 de abril de 2023

Días de llamas, de Juan Iturralde

 En mi canal de YouTube, Bienvenido, Bob, hablo hoy de Días de llamas (1979), de Juan Iturralde, la que para mí es una de las mejores novelas que se han escrito sobre la guerra civil española.

Esta novela estaba descatalogada y la acaba de reeditar la editorial madrileña Malas Tierras


Dejo aquí el vídeo:



domingo, 9 de abril de 2023

Persecución, por Toni Sala

 


Persecución, de Toni Sala

Editorial Trotalibros. 396 páginas. 1ª edición de 2019; ésta es de 2023.

Traducción de Carlos Mayor

 

 

Ya he comentado que Jan Arimany, el editor de Trotalibros, me envió, junto a Soledad de Víctor Catalá, la novela Los chicos (2014) del escritor gerundense –que escribe en catalán– Toni Sala (Sant Feliu de Guíxols, 1969). La leí durante la segunda semana de 2023. Me sorprendió mucho la gran factura de la novela de Sala. Por este motivo, cuando vi que Trotalibros sacaba un nuevo libro de Toni Sala, Persecución (2019), me apeteció solicitárselo y así poder reseñarlo. Persecución sería la segunda parte (la primera es Los chicos) de una trilogía en la que Sala se ha propuesto indagar sobre «el mal». Estas tres novelas (creo que la tercera aún no está publicada en catalán) tienen algunos puntos temáticos en común, pero son historias independientes.

 

Persecución tiene un comienzo muy impactante:

«Salí con un hombre durante un año, hasta que me enteré de que había matado a su mujer. Él mismo me lo dijo. Hacía diez años, con un cuchillo, y había pasado por la cárcel. No pude seguir escuchándolo. Lo acompañé hasta la puerta, le di su chaqueta, abrió y se marchó.

Me metí en la cama vestida. Por la mañana había cambiado las sábanas por él, la funda de la almohada olía a suavizante y me quedé como narcotizada con el perfume de las flores estampadas en las sábanas, de las flores de la camiseta y los pantalones que no me había quitado. El olor de las guirnaldas de la pantalla de la lámpara que había en la mesita, el olor de las cenefas de las paredes, de los ramos de flores de las cortinas, de las coronas de flores del mosaico. Me dormí en una nube de pétalos, como si la muerta fuera yo.»

 

La narradora es Elia, una mujer de unos cuarenta años, hija de un pescador que murió en el mar (o eso le han contado que ocurrió, aunque ella algunas veces lo duda), que nunca, hasta conocer a Albert Jordi (el hombre del que se habla en el primer párrafo) había tenido una pareja estable. Elia es la dueña de una inmobiliaria. Este hecho le va a permitir a Sala hablar de los años de la burbuja inmobiliario y a hacer crítica social, como ya ocurría en Los chicos. Como ya dije, en este sentido se puede emparentar la prosa de Toni Sala con la de Rafael Chirbes.

 

Los chicos estaba dividido en cuatro partes, y en cada una de ellas el narrador, gracias al recurso del estilo indirecto libre, nos acercaba a un personaje más o menos relacionado con la tragedia que había acontecido en el pueblo de Vidreres: la muerte en accidente de coche de dos hermanos de veinte y veintidós años. A pesar de escribir usando la tercera persona en Los chicos, Sala casi le ofrecía al lector el flujo de conciencia de sus personajes. En Persecución usa la primera persona, y en total dará voz a cuatro personajes a lo largo de doce capítulos. En la primera y la tercera parte se alternarán las voces de Elia y Albert Jordi, ocupando cada una cuatro capítulos. La primera parte será abierta con un capítulo en el que habla Elia y la tercera con uno en el que habla Albert Jordi. Por tanto, la voz narrativa de Elia abre y cierra el libro. En la segunda parte, hablan Teresa, una exazafata de aviones, que ahora trabaja de recepcionista de un hotel, y Mercury, un sesentón que fue compañero de Albert Jordi en la cárcel. La voz de cada uno ocupará dos capítulos.

 

La voz narrativa de Albert Jordi, el hombre que mató a Sara, su mujer, hace diez años, es la más incómoda del conjunto. En principio, parece un hombre sensato, un lector literario que trabajaba como librero, alguien diez años mayor que Elia, y con el que ésta sentía que podía aprender.

Sobre su crimen dice Albert Jordi: «Llevábamos una vida corriente en la mesa y en la cama. No sabíamos si el otro estaba o no al tanto de la intensidad del odio que nos teníamos. Entendía el resto del mundo por contraposición a ese núcleo de odio disfrazado de celos. No podía mirar el odio directamente a los ojos. Me parecía que sin el punto ciego del odio me calmaría. A veces pienso que la maté en defensa propia. A veces pienso que no la maté yo. El odio y los celos son los guantes que utilizó el asesino de verdad para no dejar pistas.» (pág. 53). En la página 110 dirá: «No fue un crimen de odio, sino un crimen de liberación.» Al lector no le acabará quedando claro por qué Albert Jordi asesinó a su mujer; es como si hubiera establecido un punto de fuga sobre ese momento, un punto de enajenación o extrañamiento. Como decía, Albert Jordi es un personaje incómodo. En esta novela los personajes masculinos son machistas y también racistas. Mercury guarda algunos paralelismos, en su construcción como personaje, con Miqui, el camionero treintañero de Los Chicos. Los dos son personas en gran medida asociales e inmorales, con características de psicópatas.

 

Tanto Elia, como Teresa y Mercury, por distintos motivos, empezarán a perseguir a Albert Jordi, al que tan solo parece dar alcance el lector. La acción principal del libro se sitúa en el verano de 2017. Como telón de fondo nos encontraremos con los atentados terroristas del 17 de agosto de 2017 en las ramblas de Barcelona, a cargo de unos yihadistas que conducían una furgoneta que atropelló a viandantes. Además, la sociedad catalana se está preparando para la diada de septiembre y la votación del proceso de independencia que tuvo lugar el 9 de noviembre de ese año. Todos estos temas contribuirán a crear en la novela un clima de extrañamiento y amenaza.

 

Si Los chicos se articula en torno a la muerte de dos jóvenes de un pueblo, personajes ausentes del libro, lo mismo ocurre en Persecución que se fundamenta, en gran parte, en la ausencia de una muerta, Sara, la mujer a la que mató Albert Jordi.

 

Como ocurría en Los chicos, en Persecución Sala también usa metáforas orgánicas no agradables, con gran presencia de palabras como «larvas», «gusanos» o «escorpiones». En el caso de Elia estas metáforas suelen evocar a animales del mar, puesto que ella proviene de una familia de pescadores y tiene un trauma con la muerte de su padre mientras faenaba.

 

Un rasgo llamativo de la construcción de Persecución es que el flujo de conciencia de los personajes acaba desbordándose sobre la realidad. En algún momento, cada uno de los cuatro personajes inicia un discurso oral, dirigido a otro de los personajes, donde da rienda suelta a sus pensamientos, durante varias páginas. Lógicamente, mediante este recurso Sala no aspira a la verosimilitud narrativa, sino a crear una realidad propia, próxima a los presupuestos del expresionismo. Además, el lector no debe fiarse del todo de los narradores, pues al final comprenderá que alguno de ellos ha de mentir o que, más bien, le está hablando de una realidad alucinada, que tiene más que ver con un delirio personal que con lo que ocurre a su alrededor.

 

Al hablar de Los chicos comenté que una de las influencias sobre esa novela era la obra de William Faulkner y los monólogos interiores de sus personajes. Esta influencia se mantiene en Persecución, pero he detectado la presencia beneficiosa de otro clásico, la obra de Fiódor Dostoievski, con sus locos y sus asesinos atormentados. En la página 281 de Persecución, a través de la voz de Albert Jordi, leemos: «¿Hay algún marido que nunca se haya imaginado que mataba a su mujer?» Esta frase es un trasunto de una muy famosa que se encuentra en Los hermanos Karamazov: «¿Quién no ha querido matar alguna vez a su padre?»

 

Estuve buscando información sobre Toni Sala en internet, y descubrí que había sido traducido antes al croata y al inglés que al castellano. Los chicos fue una novela que tuvo éxito en Estados Unidos y su editor de allí había comprado los derechos para editar Persecución. Sin embargo, tras los sucesos del Black Lives Matter, la editorial norteamericana se echó para atrás. Como ya dije, los personajes masculinos de Persecución, además de machistas son racistas y los editores pensaron que no era el momento adecuado para lanzar la novela. Persecución es un libro incómodo, que no tiene problemas para adentrarse en las capas más turbias de la conciencia de sus personajes.

 

Toni Sala, del que no tenía referencias, me sorprendió muy positivamente con Los chicos, y en Persecución me ha confirmado que es uno de los grandes escritores españoles de la actualidad. Lejos de una literatura complaciente, Persecución es alta literatura.

domingo, 2 de abril de 2023

BIENVENIDO, BOB, MI CANAL DE YOUTUBE EN LA CALLE

 Por primera vez he grabado un vídeo para mi canal de YouTube en la calle, hablando de Maurice de E. M. Forster y de una de mis últimas novelas inéditas:




domingo, 26 de marzo de 2023

RESEÑA DE "EL HOMBRE AJENO" EN EL BLOG LAS RUINAS DEL CÁLAMO

 


RESEÑA DE MI SEGUNDA NOVELA, "EL HOMBRE AJENO" EN EL BLOG LAS RUINAS DEL CÁLAMO

Hay personas, sobre todo de Latinoamérica, que me preguntan por las versiones digitales de mis libros. Esta novela sí la tiene. Dejo aquí la reseña: "«Le interesaban las vidas rotas de escritores, sus trayectorias truncadas, las caídas en los pozos del alcoholismo y la desgracia, la incomprensión de su obra, su deslizamiento hacia trabajos inferiores y ajenos a su talento». Confieso que a veces siento mucha pereza de leer a autores actuales. No porque no crea que no existe calidad. Bien sé que el mundo editorial está patas arriba y que lo marginal y lo semidesconocido es lo que tiene más validez hoy a nivel creativo, sino porque acostumbro mucho a releer y eso no me deja mucho tiempo para, aparte de las novedades ineludibles de mis consagrados y favoritos, leer a autores vivos. A David Pérez Vega llevo siguiéndolo un tiempo. Leyendo sus reseñas literarias y viendo de vez en cuando sus aportaciones por su canal de YouTube. Por eso intuía de antemano, coincidimos en algunos gustos literarios, que no me iba a disgustar. Aprovechando un viaje tedioso me compré una versión digital de una de sus obras, “El hombre ajeno”, su segunda novela, editada por la editorial canaria Baile del Sol, y empecé a leerla sin tener de antemano casi ninguna referencia sobre la obra. Básicamente ninguna, salvo la sinopsis del propio libro. Me he llevado una grata sorpresa de descubrir a un apasionado narrador. Porque sí, pues igual que hay escritores para los que el lenguaje y el estilo lo son todo, también los hay con gusto y elegancia por narrar, por contar una historia, como se suele decir, y creo que sin sacar conclusiones (leer una sola obra de un autor es muy poca cosa) podría no estar muy mal desencaminado. David Pérez Vega es un narrador genuino y con algo que no suele ser muy común en la literatura actual en lengua castellana: con unas preocupaciones sociales visibles y latentes. De hecho, asistiremos a los devenires profesionales y sentimentales de jóvenes del extrarradio, lo que se suele conocer (sobre todo en Francia) como suburbios, y aquí aun siendo casi lo mismo o muy parecido pues se le suele nombrar con otros epítetos, quizá queriendo disfrazar y ocultar la realidad del asunto: barrios de obreros receptores de inmigración en los que se trabaja mucho y muy en precario, se cobra poco, y se tienen pocas o muy escasas expectativas en la vida. Carne de cañón para el capitalismo feroz e inmisericorde que nos asola. El autor no se anda con remilgos ni edulcoramientos y ya la primera parte de la novela se titula “El viento del suburbio”. Se refiere a todo ese entorno del sur de la comunidad de Madrid, eminentemente obrero; pero los hay similares en todas las grandes ciudades, por lo que son perfectamente reconocibles. Una de las cualidades de David Pérez Vega es que parece un autor que da la sensación “de que pisa el terreno”, que conoce bien esos barrios, por lo cual el marco geográfico está conseguido y es perfectamente reconocible. Sin duda para el realismo social y literario, que creo que el estilo al que podríamos asociar esta obra, eso es fundamental. Y es algo que consigue el autor de forma notable. Por otro lado, la prosa es clara y nítida, resultante de un trabajo previo de poda. Quizá por su condición de profesor, o quizá por sus veleidades y gustos literarios, los protagonistas suelen provenir del entorno universitario o han cursado estudios de filología o filosofía y se encuentran, a la vez que haciendo la tesis, en trabajos basura de carga y descarga o de teleoperadores. Esto le sirve a David Pérez Vega para hablar de literatura y establecer un puente de conexión entre el personaje principal, Juan, y los gustos literarios del propio autor. Esto es muy Bolaño, podríamos decir. Se citan autores muy conocidos como Mario Vargas Llosa, Rodrigo Rey Rosa, Juan Villoro, y otros más malditos y cercanos a la leyenda como Roque Dalton y Héctor Meier Peláez, este segundo (creo) ficticio, a la manera o parecido de ese personaje espléndido de Roberto Bolaño que fue Benno von Archimboldi (2666), en realidad el soldado prusiano Hans Reiter, o cualquiera de los poetas desaparecidos y errantes que pululan en “Los detectives salvajes” y en otras obras del escritor chileno. A través de la figura de Héctor Meier Peláez nos adentraremos en el corazón de la violencia salvadoreña, que es como decir en parte de la violencia de todo un continente. Este poeta-guerrillero, que tanto tiene que ver con la figura de Roque Dalton como con el universo de influencia literario de Bolaño, irá creciendo a lo largo del libro. Al hablar de poetas y escritores salvadoreños yo tenía muy presente al autor que más he leído de ese país, Horacio Castellanos Moya, uno de los pocos autores salvadoreños a los que suelo leer habitualmente y del que conozco y he leído, al menos que yo recuerde ahora, cinco libros. Destaco dos de ellos: la mordaz y espléndida “El asco. Thomas Bernhard en El Salvador” y “Con la congoja de la pasada tormenta”, que es una reunión de casi todos sus relatos, algunos espléndidos. De los demás autores salvadoreños tengo lagunas tremendas, salvo del poeta Roque Dalton, cuya leyenda y muerte por sus propios compañeros revolucionarios sigue siendo a día de hoy un escándalo. Dividida en tres partes creo que el ensamblaje de las mismas no resulta del todo muy conseguido, y me parece lo más deficitario en el libro, sin que eso desmerezca el conjunto, que se lee con agrado e interés. Me ha resultado mucho más interesantes las partes de la vida de Juan, con familia ochentera y currante y un hermano caído en la drogadicción, aparte de la relación del protagonista con su amigo Rafa y con una inmigrante ucraniana, Irina, que las partes digamos dedicadas a la tesis sobre el poeta salvadoreño, con la inclusión de su primo. De alguna manera las piezas no quedan del todo encajadas, o al menos esa sensación tuve durante la lectura. También es verdad que no es lo mismo leer un libro en versión digital que leerlo en el formato libro de toda la vida, y no sé si esto tiene que ver algo con mis sensaciones. No obstante, el libro se lee con interés y es recomendable para cualquier lector. Yo, al menos, la recomiendo con entusiasmo y me agrada descubrir a narradores que en vez de dejarse guiar por lo que a la industria editorial le interesa lo hacen por sus influencias y gustos y obsesiones. Ese es el camino para hacer buena literatura y no productos perecederos de consumo rápido. Ojalá todos los que escribimos tuviésemos esto tan claro como sí parece tenerlo este autor. La autenticidad es el único camino digno. Yo, al menos, así lo veo y lo considero."

domingo, 19 de marzo de 2023

Cartas I, por H. P. Lovecraft

 

Cartas I, de H. P. Lovecraft

Editorial Aristas Martínez. 537 páginas. 1ª edición de 2023.

Traducción y edición de Javier Calvo

 

 

En el verano de 1990 leí por primera vez a H. P. Lovecraft (Providence, 1890-1937). Lo descubrí gracias a la solapa de un libro de cuentos de Stephen King. Me gustaba el terror por entonces; pero al encontrarme con Lovecraft, el adolescente que yo fui descubrió que el terror era, más que una cuestión de trama, una cuestión de atmósfera. Y Lovecraft era el maestro de la atmósfera terrorífica. En los años 90 lo leí en las ediciones de Alianza, y cuando ya andaba yo por los treinta y cinco años leí los dos tomos con sus narraciones completas que sacó la editorial Valdemar con las traducciones de Francisco Torres Oliver, José María Nebreda y Juan Antonio Molina Foix. De adolescente leí bastantes de los relatos de Lovecraft, pero no todos, y estas obras completas me encantaron. Con algún altibajo, me lo pasé muy bien con ellas. De hecho, me di cuenta de que de adolescente se me habían pasado algunas narraciones que ahora me parecen de las más punteras del autor.

 

Creo que hace años, la editorial Valdemar anunció que iba a sacar las Cartas de Lovecraft, pero de algún modo aquel proyecto se truncó y ha sido la editorial Aristas Martínez quien las acabado sacando en España. El editor y traductor ha sido Javier Calvo, traductor de, entre otras, de la obra de David Foster Wallace en España. Aristas Martínez va a sacar tres volúmenes de cartas.

 

Las primeras cincuenta páginas del libro son un prólogo, a cargo de Javier Calvo, donde éste nos cuenta algunos detalles de la vida y la obra de Lovecraft, y la historia de la edición de las cartas en el mundo anglosajón, así como sus temas. Calvo afirma que el 99% de la escritura de Lovecraft fueron cartas. Su obra narrativa es relativamente exigua (consta de 52 relatos o novelas cortas) y Lovecraft murió sin conocer el éxito literario en vida. Publicó siempre en revistas baratas que detestaba y también le rechazaban continuamente sus obras, y se dedicaba a escribir cartas, donde sentía que no tenía cortapisas. Lovecraft no fue al colegio, porque su madre pensaba que su débil salud no se lo permitía, y Calvo afirma también que, aunque llegó a estar dos años casados, murió sin haber mantenido relaciones sexuales. Vivió un corto periodo de tiempo en Nueva York, ciudad de que acabó abominando, y el resto de su vida la pasó en su Providence natal, donde convivía con alguna tía, después de la muerte de su madre, y la escritura de cartas representaba su vida social. Podía escribir de cinco a quince cartas al día, y algunas llegaron a tener una extensión de 70 u 80 páginas; cartas en las que describía sus viajes por la costa Este norteamericana. Algunos de sus amigos retenían un tiempo sus respuestas con la idea de que Lovecraft se centrara más en escribir ficción que cartas.

 

Las últimas estimaciones indican que Lovecraft escribió unas 75.000 cartas, de las que se conservan 10.000. En Estados Unidos existe una edición completa de las Cartas de Lovecraft, que llega a los 23 volúmenes. Javier Calvo afirma que el conjunto total de las cartas contiene más de una repetición y también información poco relevante. Él ha seleccionado el material, para este primer volumen, de tal modo que principalmente se muestren las ideas que tenía el autor sobre escritura, sobre su obra, la de sus amigos o el género de terror en general. Calvo identifica los siguientes temas en las cartas de Lovecraft:

1) Textos didácticos sobre escritura

2) Reflexiones sobre la literatura extraña y construcción de un canon de sus obras

3) Reflexiones sobre la literatura Pulp

4) Reflexiones sobre la expresión literaria genuina

5) Diatribas contra el mercado y la escena literaria americanos

6) Diatribas contra escritores y escuelas literarias

7) Laboratorio de colaboraciones literarias

8) Debates intelectuales

9) Diatribas sociológicas

10) Narración de sueños

11) Diarios de viajes

12) Reflexiones sobre urbanismo y arquitectura

 

Calvo además de elegir unas cartas sí y otras no, también elige párrafos significativos dentro de estas, y ha dejado fuera algunos de los temas, como el de los sueños y los diarios de viajes.

 

La selección de las cartas empieza en 1919. Durante la década anterior, hasta 1917, Lovecraft, después de unos escarceos adolescentes, no había escrito ficción extraña. Se había dedicado a la prensa amateur y a la poesía. En 1917 escribió algunos relatos, animado por W. Paul Cook, que era editor de una revistilla amateur (de lo que ahora sería un «fanzine») y escribió La tumba (1917), Dagon (1917) y Polaris (1918). Las cartas recogidas aquí, empiezan cuando Lovecraft visita, junto a unos amigos del periodismo amateur, Boston para escuchar una charla del escritor inglés Lord Dunsany, que le causará fascinación y será una inspiración para él. Poco después escribirá La nave blanca, su primer relato claramente dunsaniano.

En 1918 empieza a trabajar revisando textos ajenos para revistas. En algunos casos, estas revisiones eran trabajos de negro literario encubierto. De hecho, llego a hacer de negro literario para un personaje tan popular en la época como era el escapista Harry Houdini.

 

Las primeras cartas están dirigidas a amigos de su círculo de periodistas amateurs, como Rheinhart Kleiner. Pero pronto empezará a formarse lo que acabará siendo el llamado «Círculo de Lovecraft» y los destinatarios de sus cartas pasarán a ser jóvenes, adolescentes en muchos casos, que conoce a través de su lectura de las revistas pulp y con los que empieza a intercambiar relatos e impresiones sobre literatura. Uno de los primeros será Frank Belknap Long, un joven estudiante de Nueva York, interesado en la escritura extraña.

 

Al final de cada año de cartas hay una ilustración, dibujada por Lovecraft, o una portada de alguna de las revistas en las que aparecieron sus relatos. Cada año comienza con una introducción de Javier Calvo para informarle al lector del momento vital que va a atravesar el autor durante los siguientes doce meses, cuáles han sido sus peripecias vitales más importantes y quiénes son las nuevas personas que ha conocido y que se van a incorporar a su grupo de intercambio de cartas (las cartas llegarán a sumar 97 interlocutores). Estas introducciones acaban formando una especie de biografía que le va a resultar muy útil al lector para contextualizar el contenido de las cartas que va a leer.

A Frank Belknap Long le escribe en 1921: «Igual que a ti, me abruma la futilidad de todo esfuerzo, y la única razón por la que leo o escribo algo es que sería todavía más infeliz si no lo hiciera.» (pág. 113).

En agosto de 1922 Lovecraft le envía una primera carta al californiano Clark Ashton Smith solicitándole amistad, tras ver unos dibujos y unos poemas suyos, mostrados por Samuel Loveman en Cleveland. En esta primera carta le escribe: «Lo cierto es que soy alguien que odia la realidad, un enemigo del tiempo y del espacio, de la ley y la necesidad. Ansío un mundo de misterios, esplendores y terrores gigantescos, donde no reine más limitación que las de la imaginación sin cortapisas. La vida y las experiencias físicas, con el estrechamiento de la visión artística que generan en la mayoría de personas, son objetos de mi desprecio más profundo. Es por esta razón por lo que desprecio a los bohemios, que creen esencial para el arte llevar vidas desenfrenadas. Mi desprecio no se basa en la postura de la moral puritana, sino en la de la independencia estética; me repugna la idea de que la vida física tenga algún valor o significado.» (pág. 142)

Este será el comienzo de una de las grandes amistades epistolares de su vida. A Smith le hablará del rechazo que le causa su obra Herbert West, reanimador, que escribió por dinero, y serializándola, algo que Lovecraft odiaba.

 

En 1923 Lovecraft va a contactar con la revista Weird Tales, que será fundamental para él. Escribe a la revista presentándose en una curiosa carta en la que parece que trata de conseguir no publicar allí en vez de publicar. Además, se muestra arrogante, despreciando a la revista que, en gran medida, va a ser su casa literaria. Lovecraft mantuvo una relación cuanto menos ambigua con las revistas de literatura extraña. En gran medida, despreciaba lo que publicaban, historias trilladas de trama, para un público poco cultivado, aunque entre sus páginas se acabasen colando, de vez en cuando, lo que él entendía por relatos extraños genuinos y artísticos.

 

En 1924 Lovecraft se va a mudar a Nueva York, tras casarte con Sonia Green en Manhattan, a la que ha conocido en el círculo de los periodistas amateurs. Lovecraft no va a conseguir ganarse la vida en la gran ciudad, no le van a contratar en una agencia literaria ni como redactor.

En sus cartas escribirá en contra de la velocidad de escritura que exigen las revistas pulp, cuando él piensa que los escritores de verdad escriben sin prisas.

En 1925 su mujer se va de Nueva York por trabajo y él sigue sin encontrar, o buscar, uno. Por extraño que parezca en la biografía que conocemos de Lovecraft, al que siempre identificamos como ermitaño, durante un periodo de seis meses, saldrá todas las noches con sus amigos de Nueva York, hasta que acabe rechazando este tipo de vida. Durante este periodo escribe pocas cartas y sobrevive en la pobreza.

En 1926 escribe las 30.000 palabras del ensayo El horror en la literatura.

Su empleo mejor remunerado en Nuevo York duró dos semanas y media y consistió en escribir direcciones postales en sobre para los encargos de una librería.

En 1926, desencantado de Nueva York y deshecho su matrimonio, vuelve a Providence. «No hay posibilidad de que Providence me ilusione o me desilusione; sé lo que es, y mentalmente nunca he vivido en otra parte (…) Siempre seré un inadaptado.», le escribe a Lillian D. Clark en marzo de 1926 y en la misma carta escribe su famosa alocución «Yo soy Providence», que aparecerá muchos años después como inscripción sobre su tumba.

 

De 1926, tras fracasar en Nueva York y volver a su ciudad natal, son también algunas de sus diatribas más duras contra la ciudad, y algunos de sus comentarios más racistas, que se deben entender como las palabras de una persona profundamente frustrada, en una sociedad, la norteamericana de 1920, que, no lo olvidemos, era en general racista. Llega a llamar a Nueva York «perrera de mestizos febriles» (pág. 238), y se enroca en un provincianismo patriótico, en el que, según él, el arte verdadero solo puede proceder del contacto con los antepasados. «Todo arte genuino es local» (pág. 239), le escribirá a Bernard Austin Dwyer.

En 1926 comenta en alguna carta que le está aburriendo la escritura de su novela corta La búsqueda en sueños de la ignota Kadath (uno de los relatos de Lovecraft que menos me gusta) y con él finalizará su etapa dunsaniana.

En 1926 empezará a cartearse con el escritor August W. Derleth, a quien le escribe aconsejándose sobre cambios en algunos de sus relatos tempranos y le insinúa que en un relato de terror lo más importante es la atmósfera.

 

Los autores favoritos de Lovecraft son Edgar Allan Poe, Arthur Machen y Algernon Blackwood.

Tras su regreso a Providence pasa de llamarse a sí mismo «abuelo» a «anticuario», la mayoría de sus interlocutores siguen siendo más jóvenes que él.

Extrañamente, en algunas de sus cartas, Lovecraft deja ver un peculiar sentido del humor. Siempre habló en términos despectivos de su propia obra, y ensalzaba hasta la exageración ridículas la de sus amigos. «Me produce un orgullo propio de un abuelo ver a algunos de esos niños florecer y convertirse en autores y hombres de intelecto; y es que produce satisfacción ver la genialidad reconocida en su juventud. También me ha gratificado el hecho de que ninguno de mis “descendientes adoptivos” se haya vuelto un notorio libertino ni un atracador popular.» (pág. 282), carta a Zealia Brown Reed.

 

En 1929 es cuando empieza a escribir las cartas de 70 o 80 páginas donde le narra a su interlocutor sus viajes, y que Javier Calvo no ha seleccionado aquí.

En 1930 conoce a Robert E. Howard, el texano creador de Conan el Bárbaro, que será otro de sus grandes amigos epistolares. También comienzan él y sus amigos a escribir relatos donde aparecen los «dioses primigenios» que crea Lovecraft, pero también Clark Ashton Smith, por ejemplo. Una cosa que me ha parecido bastante divertida: Lovecraft empieza a meter estas referencias a sus dioses primigenios en los relatos que revisa de otros o que escribe como negro literario, y de esta forma empieza a expandir por el mundo de las revistas pulp sus criaturas de referencias.

En octubre de 1930 le dirá a Robert E. Howard que, para él, el mejor relato de terror es Los sauces de Blackwood. Un relato que leí porque tenía esta referencia de Lovecraft y que me pareció muy bueno.

 

En 1931 escribirá algunas de sus obras más recordadas, como En las montañas de la locura y La sombra sobre Innsmouth, pero se las rechazarán y esto empezará a minar definitivamente la moral artística de Lovecraft. Empieza a barajar la idea de dejar de escribir o de escribir solo para él. En noviembre de 1931 le escribirá a Clark Ashton Smith una de sus cartas más amargas. Escribirá: «El problema de la mayor parte de mi obra es que queda a medio camino entre dos categorías: el modelo abyecto de las revistas, la asociación con Weird Tales ha injertado de forma inconsciente en mi método, y el relato genuino. Mis relatos no son lo bastante malos para los editores baratos ni tampoco lo bastante buenos como para obtener una aceptación y reconocimiento estándares.» (pág. 384).

 

En 1932 morirá su tía Liliana, con la que vivía en Providence.

En una carta a Robert Barlow, fechada en agosto de 1933, escribirá un párrafo que me ha parecido de los más hermosos del libro: «Yo soy uno de los que no cambian; no hay en mi psicología gusto ni interés alguno que no tuviera ya en mí, de una forma u otra, antes de cumplir los cinco años. Mi estilo tanto en prosa como en verso ya era “básicamente” el mismo a los 11 o 12 años que ahora (aunque, por supuesto, por entonces mi tratamiento de las ideas y las imágenes era ridículamente inmaduro), y mi recuerdo continuo de aquellos días lejanos es tan nítido que todavía puedo acceder a todos aquellos pensamientos y sensaciones. No me cuesta esfuerzo alguno –sobre todo cuando estoy en ciertos bosques y prados que no han cambiado en absoluto desde mi infancia– imaginarme que todos los años transcurridos desde 1902 o 1903 son un sueño… que sigo teniendo 12 años y que cuando me vaya a casa será atravesando las calles más tranquilas y de pueblo de aquellos años; pobladas por caballos y carretas, y pequeños tranvías de colores con las plataformas abiertas, y con mi vieja casa del 454 de Angell Street esperándome en el horizonte; y que mi madre, mi abuelo, mi gato negro y otros compañeros que ya no están siguen vivos y no han cambiado.» (pág. 432)

 

El tramo final del libro es realmente emocionante y triste, con un Lovecraft cada vez más agotado, que sufre continuos rechazos editoriales, mientras sus amigos más jóvenes están triunfando en la literatura. Cada vez más aislado y solo. Sin embargo, no duda en ayudar a todos los principiantes que le piden consejo, como al adolescente Robert Bloch, que luego escribiría Psicosis. Y también ayudará a algunos ancianos a arreglar sus relatos, y que necesitan alguna influencia que los anime. Esto se lo cuenta a Robert H. Barlow en una carta de septiembre de 1934.

Hay algún momento hermoso cuando en 1935 Lovecraft consigue vender En las montañas de la locura. Sin embargo, la novela corta se publicaré en tres partes, en tres meses consecutivos de una revista, y sobre todo la última parte apareció con muchas mutilaciones y erratas, lo que deprimió a Lovecraft.

La sombra sobre Innsmouth aparecerá en forma de libro, pero con tantas erratas y con tan poca distribución que volverá a sumirle en la depresión.

En 1936 no acudirá al médico pese a sus dolores estomacales. A principios de 1937, fallecerá a los 46 por un cáncer intestinal. A su funeral acudirán tres personas.

 

Yo he sido siempre muy fan de Lovecraft, desde que, como apunté al principio, le descubrí en 1990. He llegado a ir a Providence en 2011 y he buscado, con una guía, todos los lugares en los que vivió o que hizo aparecer en sus relatos. Me llegué a alojar en el hotel Biltmore, que sale en alguno de los relatos de Lovecraft. Lo que quiero decir es que yo no soy objetivo con Lovecraft, ya que para mí es alguien que pertenece a un selecto ramillete de escritores que, con sus virtudes y defectos, está más allá del bien y del mal. Me han encantado este primer volumen de las cartas. Ha sido muy emocionante poder entrar en la intimidad de un de los artistas a lo que más admiro. Y me ha parecido muy buena la edición de Javier Calvo, con su extenso prólogo y sus notas aclaratorias antes de empezar cada año, y sus ilustraciones. Cartas I se puede leer como una suerte de diario o biografía que va a hacer las delicias de cualquier fan del autor. La edición de Aristas Martínez es un lujo. Creo que estoy, ya en marzo, ante uno de los libros del año.