La poeta y escritora Ariadna G. García leyó mi novela Caminaré entre las ratas y la comentó en su blog El Rompehielos. Dejo aquí su reseña.
Muchas gracias, Ariadna.
«Sostenían los críticos coetáneos de los autores del 98 que Unamuno, Azorín o Ganivet no escribían novelas. Desde luego, no las
redactaban según los parámetros de la narrativa realista. En sus obras tenían
mucho más peso las ideas que la trama. Cristina Morales ganó el premio Herralde en 2018 con un
libro, Lectura fácil, cargado de ideología política y carente de
argumento, polifónico, donde los personajes se expresan por medio de diálogos,
monólogos y debates asamblearios. Se trata de un libro alejado de la poética
tradicional del género, y de las propuestas narrativas que se ofrecen en la
actualidad. Digo esto para trazar la genealogía la última novela de David Pérez Vega, Caminaré entre las ratas. Escrita en primea persona (y en un presente atemporal)
por un narrrador protagonista, la obra avanza hilando escenas costumbristas,
sin un aparente propósito hasta casi la mitad del libro. No estamos ante una
novela de trama, ni de resolución de conflictos entre personajes. El magro de
la acción, de hecho, es realmente escaso (al menos, hasta la página 144). Benveniste clasificaba en dos los tipos de
enunciaciones: de la historia y del discurso, que sirvieron de inspiración a Werlich para su dicotomía entre el mundo narrado y el mundo comentado. Por lo que respecta al primero, noto que
David se demora a menudo en la descripción de escenas intrascendentes y que
recurre sin descanso al flashback. En cuanto al segundo, la voz narradora expone a
los lectores sus diferentes puntos de vista sobre diversos temas de interés y
expresa su opinión sobre los mismos. Esta elección domina buena parte de la
novela. En este sentido, la actitud de David es análoga a la de Ganivet, Azorín
o Morales. O incluso a la de nuestros escritores de diálogos renacentistas,
sobre todo Juan y Alfonso de Valdés. Caminaré entre las ratas es (al menos, en su segunda parte), una estupenda
novela reflexiva de cuño crítico que recoge el ideario de su autor. Así, posee
inteligentes disertaciones sobre motivos que están en la agenda informativa: la
implantación de nuevas tecnologías en el aula, los recortes en educación y
sanidad, el uso de las redes sociales, la corrupción, la inmigración o la lucha
de clases. David pisa sobre seguro, profesor de Economía y narrador de amplia
trayectoria (en la última década ha publicado tres novelas y un maravilloso
libro de relatos, que reseñé AQUÍ), transfiere sus conocimientos al protagonista
del libro (aspirante a docente y licenciado en Administración y Dirección de
Empresas). Con Caminaré entre las ratas, Pérez Vega recorre una zona distinta del
mapa donde también se situan algunos de los relatos de Koundara. Es decir, tiene un mundo propio en el que
ahonda. Dicho esto, esos constantes (y a veces reiterativos) flashbacks que comentaba más arriba tienen un efecto
colateral: pausan el ritmo del relato y llegan a resultar tediosos. Será a
partir de la segunda mitad de la novela cuando el tempo se acelere, debido a un conflicto que dará
coherencia a la historia. Vayamos al argumento: Domingo, un teleoperador de 39
años con estudios de ingeniería, ambiciones literarias y licenciado en ADE,
lleva una vida monótona y alejada de sus expectativas. Sus días transcurren entre
el Facebook, su blog y su prácticas del máster de formación del profesorado. A
esa vida relajada (no exenta de infortunios, como la muerte de un amigo) le
sucede un contratiempo: un viaje erótico a Canarias, cuyas consecuencias le
sumirán en una depresión y aumentarán sus niveles de violencia. A partir de ese
instante, se produce un descenso a los infiernos que se traducirá en el
incremento del vuelo retórico, la confrontación dialéctica y el uso del
sarcasmo, esto es: en una deslumbrante tensión lingüística que hace mucho más
atractiva la lectura de los comentarios y recuerdos del protagonista, cargados
(ahora) de mordacidad y de lucidez. Caminaré entre las ratas, por tanto, gana –y mucho– en su segunda
parte. El libro no deja de ser un aviso para navegantes (para internautas, más bien), así como esboza un retrato
generacional de los nacidos en las localidades de la periferia (como Móstoles)
en los 70-80, a quienes la crisis del 2008 zarandeó durante un lustro. Sólo por
eso, ya merece la pena su lectura.»
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