domingo, 3 de mayo de 2020

Eisejuaz, por Sara Gallardo


Eisejuaz, de Sara Gallardo

Editorial Malastierras. 200 páginas. 1ª edición de 1971; ésta es de 2019.

Ya conté la semana pasada que los editores de Malastierras me enviaron juntos los dos libros que, por ahora, han rescatado, y sacado en España, de la escritora argentina Sara Gallardo (Buenos Aires, 1931 – 1988), que son Enero (1958) y Eisejuaz (1971). Después de la buena impresión que me dejó Enero, su primera novela, decidí continuar con su obra de madurez, Eisejuaz.

De entrada voy a decir que me costó entrar en el libro. Debido a un problema familiar grave, no leí los primeros capítulos con la atención y la cercanía temporal necesaria y tuve que empezar el libro dos veces; además de retomar la lectura –en otras dos ocasiones– un capítulo antes de donde la había dejado el día anterior. Es decir, las circunstancias de lectura no fueron las óptimas debido a un problema externo y completamente ajeno al libro de Sara Gallardo. Sin embargo, aunque sopesé la idea de abandonarlo y retomarlo más adelante, consideré finalmente que debía leerlo entero en ese momento y lo acabé. Creo que fue una buena decisión; pese al accidentado comienzo, acabé disfrutando bastante de esta novela.

El protagonista de este libro es un indio americano, llamado Eisejuaz entre los indios, y Leandro Vega entre los blancos. Los protagonistas indios de Eisejuaz tendrán siempre dos nombres; es decir, dos identidades que suponen para ellos un desdoblamiento de su personalidad, de sus costumbres y lealtades. Este desdoblamiento va a ser especialmente acusado y dramático en el caso de Eisejuaz.

Eisejuaz ha sido educado en el cristianismo en una comunidad de misioneros noruegos. Ideas religiosas mal entendidas, o demasiado mezcladas con otras ideas animistas propias de la cultura de su gente, van a hacer que crea vivir apariciones del Señor. Eisejuaz considera, por ejemplo, que el Señor le habla de forma directa cuando está fregando los platos en la cocina del hotel en el que se encuentra empleado. El mensaje del Señor llevará a Eisejuaz a rescatar de una zanja al Paqui. Me he quedado sin saber si el término «Paqui» significa algo especial para Eisejuaz; si en lenguaje coloquial argentino de 1970 «Paqui» tiene algún significado. El Paqui es un viejo blanco, que Eisejuaz se empeñará en «salvar» por encomienda del Señor. Sin embargo, el Paqui en realidad se acabará sintiendo secuestrado por Eisejuaz, quien se lo acabará llevando al monte, donde los dos vivirán en una cabaña construida por el segundo, y alimentándose ambos de las alimañas que puede cazar Eisejuaz.

Es cierto que, a pesar del problema personal que tuve al comienzo de la lectura, Gallardo le suministra, al menos en los primeros capítulos, una información no demasiado clara al lector. La autora dibuja escenas alucinadas, con un aire onírico, donde los pensamientos extravagantes y mesiánicos de Eisejuaz se mezclan con descripciones poéticas de la naturaleza. Como ya ocurría en Enero, las descripciones del paisaje o el ambiente natural acaban siendo importantes para describir el carácter o la sensación de opresión de las situaciones dibujadas. Mientras que en los días que se retrataban en la trama de Enero predominaba la canícula, en Eisejuaz, cuyo arco temporal es mayor, convive el calor extremo con el frío extremo. Las condiciones naturales extremas parecen pruebas a las que el Señor somete a Eisejuaz.
Si al principio tenía la impresión de que Gallardo narraba momentos de la vida de Eisejuaz sin demasiado nexo entre sí, una vez superados los primeros capítulos el lector si percibirá que existe aquí una estructura más o menos narrativa fuerte y que la trama y el personaje van a avanzar hacia el final de la novela.

Pese a que las intenciones de los actos de Eisejuaz son nobles y sacrificadas, casi siempre acaba siendo mal considerado por todas las comunidades con las que tiene contacto: los indios renegarán de él porque había de ser un gran jefe y se fue con los blancos, los misioneros le rechazarán porque consideran que no sigue de forma adecuada los preceptos de su fe, y en su pueblo por ser un paria, por hacer secuestrado al Paqui. El camino de rectitud que ha elegido Eisejuaz para la salvación propia o la de quienes le rodean acabará siempre en la incomprensión y en la marginalidad para Eisejuaz. «Mi pueblo me odia; el blanco no me quiere; y tengo que servir todavía a ese que me entregaron y que no sé dónde está.» (pág. 170)
Eisejuaz se preocupará a lo largo de la novela porque las voces que escucha (y que él considera que provienen de «el Señor») le abandonan periódicamente y él siempre desea que vuelvan.

La prosa de Gallardo es aquí más rica y mucho menos contenida que la que empleó para escribir Enero. De hecho, en más de un caso las construcciones son extrañas; por ejemplo: «Nadie no me contestó» (pág. 39) o «Nadie no podrá» (pág. 38) o «él tampoco no la tuvo» (pág. 40). Estas expresiones pretender reflejar el funcionamiento de la mente perturbada de Eisejuaz. Desde un punto de vista clínico, el protagonista de esta novela posiblemente sea un esquizofrénico, alguien que oye voces que le ordenan hacer cosas, y alguien que se encuentra con presencias en la noche contra las que tiene que combatir. Desde un punto de vista poético, Eisejuaz es un hombre perdido entre varios mundos, alguien en quien se manifiestan presencias del pasado, fantasmas inconclusos.
La tercera persona se alterna con la primera. La narradora nos habla de Eisejuaz, o él mismo nos cuenta sus impresiones sobre la realidad en la que cree vivir. Además, la prosa de Gallardo sufre aquí más desdoblamientos: puede ser la narradora la que hable de Leandro Vega, o bien Vega y Eisejuaz hablan de sus sensaciones como si fueran personas distintas.

Si bien en Enero la acción se situaba en un pueblo indeterminado del interior de Argentina, en Eisejuaz sí que se nombran algunas poblaciones concretas: Salta, Orán Tartagal. Es éste un contraste curioso, puesto que la narración de Enero es mucho más realista que la onírica de Eisejuaz.

«Lugares tristes hay muchos y los conozco todos», nos acabará diciendo Eisejuaz en la página 161, cerca ya del fin de sus fuerzas. Eisejuaz es una novela profundamente poética; una novela desolada sobre la marginación, la inadaptación y la incomprensión del mundo. También es una novela que encierra un misterio hondo, un misterio que el lector siempre piensa que va a poder tocar, pero que siempre se le acaba escurriendo entre los dedos. Eisejuaz se acabará convirtiendo en el arquetipo de los indios perdidos y marginados de América, desde Canadá hasta la Patagonia. En la contraportada del libro, la escritora Liliana Colanzi dice que Eisejuaz es «uno de los personajes más enigmáticos e inolvidable de la literatura latinoamericana.» Creo que lo mismo podría decirse de Sara Gallardo, una escritora enigmática e inolvidable que murió, nada menos, que en 1988 y que hasta, que no lo ha hecho la nueva y pequeña editorial Malastierras, nunca había sido publicada en España. Qué gran labor hacen estas editoriales para enriquecer el panorama literario.

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