Eisejuaz, de Sara Gallardo
Editorial Malastierras. 200 páginas. 1ª edición de 1971; ésta es de
2019.
Ya conté la semana pasada que los
editores de Malastierras me enviaron
juntos los dos libros que, por ahora, han rescatado, y sacado en España, de la
escritora argentina Sara Gallardo
(Buenos Aires, 1931 – 1988), que son Enero (1958) y Eisejuaz (1971). Después
de la buena impresión que me dejó Enero,
su primera novela, decidí continuar con su obra de madurez, Eisejuaz.
De entrada voy a decir que me costó
entrar en el libro. Debido a un problema familiar grave, no leí los primeros
capítulos con la atención y la cercanía temporal necesaria y tuve que empezar
el libro dos veces; además de retomar la lectura –en otras dos ocasiones– un
capítulo antes de donde la había dejado el día anterior. Es decir, las
circunstancias de lectura no fueron las óptimas debido a un problema externo y
completamente ajeno al libro de Sara Gallardo. Sin embargo, aunque sopesé la
idea de abandonarlo y retomarlo más adelante, consideré finalmente que debía
leerlo entero en ese momento y lo acabé. Creo que fue una buena decisión; pese
al accidentado comienzo, acabé disfrutando bastante de esta novela.
El protagonista de este libro es un
indio americano, llamado Eisejuaz entre los indios, y Leandro Vega entre los
blancos. Los protagonistas indios de Eisejuaz tendrán siempre dos
nombres; es decir, dos identidades que suponen para ellos un desdoblamiento de
su personalidad, de sus costumbres y lealtades. Este desdoblamiento va a ser
especialmente acusado y dramático en el caso de Eisejuaz.
Eisejuaz ha sido educado en el
cristianismo en una comunidad de misioneros noruegos. Ideas religiosas mal
entendidas, o demasiado mezcladas con otras ideas animistas propias de la
cultura de su gente, van a hacer que crea vivir apariciones del Señor. Eisejuaz
considera, por ejemplo, que el Señor le habla de forma directa cuando está
fregando los platos en la cocina del hotel en el que se encuentra empleado. El
mensaje del Señor llevará a Eisejuaz a rescatar de una zanja al Paqui. Me he
quedado sin saber si el término «Paqui» significa algo especial para Eisejuaz;
si en lenguaje coloquial argentino de 1970 «Paqui» tiene algún significado. El
Paqui es un viejo blanco, que Eisejuaz se empeñará en «salvar» por encomienda
del Señor. Sin embargo, el Paqui en realidad se acabará sintiendo secuestrado
por Eisejuaz, quien se lo acabará llevando al monte, donde los dos vivirán en
una cabaña construida por el segundo, y alimentándose ambos de las alimañas que
puede cazar Eisejuaz.
Es cierto que, a pesar del problema
personal que tuve al comienzo de la lectura, Gallardo le suministra, al menos
en los primeros capítulos, una información no demasiado clara al lector. La
autora dibuja escenas alucinadas, con un aire onírico, donde los pensamientos
extravagantes y mesiánicos de Eisejuaz se mezclan con descripciones poéticas de
la naturaleza. Como ya ocurría en Enero,
las descripciones del paisaje o el ambiente natural acaban siendo importantes
para describir el carácter o la sensación de opresión de las situaciones
dibujadas. Mientras que en los días que se retrataban en la trama de Enero predominaba la canícula, en Eisejuaz, cuyo arco temporal es mayor,
convive el calor extremo con el frío extremo. Las condiciones naturales
extremas parecen pruebas a las que el Señor somete a Eisejuaz.
Si al principio tenía la impresión
de que Gallardo narraba momentos de la vida de Eisejuaz sin demasiado nexo
entre sí, una vez superados los primeros capítulos el lector si percibirá que
existe aquí una estructura más o menos narrativa fuerte y que la trama y el
personaje van a avanzar hacia el final de la novela.
Pese a que las intenciones de los
actos de Eisejuaz son nobles y sacrificadas, casi siempre acaba siendo mal
considerado por todas las comunidades con las que tiene contacto: los indios
renegarán de él porque había de ser un gran jefe y se fue con los blancos, los
misioneros le rechazarán porque consideran que no sigue de forma adecuada los
preceptos de su fe, y en su pueblo por ser un paria, por hacer secuestrado al
Paqui. El camino de rectitud que ha elegido Eisejuaz para la salvación propia o
la de quienes le rodean acabará siempre en la incomprensión y en la
marginalidad para Eisejuaz. «Mi pueblo me odia; el blanco no me quiere; y tengo
que servir todavía a ese que me entregaron y que no sé dónde está.» (pág. 170)
Eisejuaz se preocupará a lo largo de
la novela porque las voces que escucha (y que él considera que provienen de «el
Señor») le abandonan periódicamente y él siempre desea que vuelvan.
La prosa de Gallardo es aquí más
rica y mucho menos contenida que la que empleó para escribir Enero. De hecho, en más de un caso las
construcciones son extrañas; por ejemplo: «Nadie no me contestó» (pág. 39) o
«Nadie no podrá» (pág. 38) o «él tampoco no la tuvo» (pág. 40). Estas
expresiones pretender reflejar el funcionamiento de la mente perturbada de
Eisejuaz. Desde un punto de vista clínico, el protagonista de esta novela
posiblemente sea un esquizofrénico, alguien que oye voces que le ordenan hacer
cosas, y alguien que se encuentra con presencias en la noche contra las que tiene
que combatir. Desde un punto de vista poético, Eisejuaz es un hombre perdido
entre varios mundos, alguien en quien se manifiestan presencias del pasado,
fantasmas inconclusos.
La tercera persona se alterna con la
primera. La narradora nos habla de Eisejuaz, o él mismo nos cuenta sus
impresiones sobre la realidad en la que cree vivir. Además, la prosa de
Gallardo sufre aquí más desdoblamientos: puede ser la narradora la que hable de
Leandro Vega, o bien Vega y Eisejuaz hablan de sus sensaciones como si fueran
personas distintas.
Si bien en Enero la acción se situaba en un pueblo indeterminado del interior
de Argentina, en Eisejuaz sí que se
nombran algunas poblaciones concretas: Salta, Orán Tartagal. Es éste un
contraste curioso, puesto que la narración de Enero es mucho más realista que la onírica de Eisejuaz.
«Lugares tristes hay muchos y los
conozco todos», nos acabará diciendo Eisejuaz en la página 161, cerca ya del
fin de sus fuerzas. Eisejuaz es una
novela profundamente poética; una novela desolada sobre la marginación, la
inadaptación y la incomprensión del mundo. También es una novela que encierra
un misterio hondo, un misterio que el lector siempre piensa que va a poder
tocar, pero que siempre se le acaba escurriendo entre los dedos. Eisejuaz se acabará
convirtiendo en el arquetipo de los indios perdidos y marginados de América,
desde Canadá hasta la Patagonia. En la contraportada del libro, la escritora Liliana
Colanzi dice que Eisejuaz es «uno de los personajes más enigmáticos e
inolvidable de la literatura latinoamericana.» Creo que lo mismo podría decirse
de Sara Gallardo, una escritora enigmática e inolvidable que murió, nada menos,
que en 1988 y que hasta, que no lo ha hecho la nueva y pequeña editorial
Malastierras, nunca había sido publicada en España. Qué gran labor hacen estas
editoriales para enriquecer el panorama literario.
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