Bajo este sol tremendo, de Carlos Busqued
Editorial Anagrama. 182 páginas. 1ª edición de 2009.
Hace unas semanas publiqué una
reseña de Magnetizado, la segunda novela de Carlos Busqued (Roque Peña, Chaco, Argentina, 1970), publicada en
2018 en Anagrama. Magnetizado era una
novela de no ficción, en la que Busqued entrevistaba a un famoso asesino en
serie de la década de 1980 en Argentina. Ya comenté que me pareció que esta
obra tenía algunas páginas realmente interesantes y que me quedaba con ganas de
leer la primera novela de este autor. Hacía tiempo que me venía fijando en Bajo este sol tremendo, que se publicó
en 2009, tras quedar entre las novelas finalistas del premio Herralde de 2008.
Ese año ganó Casi nunca de Daniel
Sada y quedó finalista Un lugar llamado Oreja de Perro de Iván Thays. Leí estas dos novelas. De
las novelas que habían pasado a la deliberación final se llegaron a publicar
tres: Temporada de caza para el león negro de Tryno Maldonado (que también leí), Asuntos propios de José
Morella y Bajo este sol tremendo de Carlos
Busqued. Si bien las dos últimas no las leí en su momento, sí que las hojeé
varias veces y leí reseñas sobre ellas. Sabía que Bajo este sol tremendo estaba en la biblioteca de Móstoles y que,
más tarde o más temprano, la acabaría leyendo. Ahora le llegó su momento.
La novela empieza con Javier Cetarti,
un cuarentón indolente y solitario, viendo documentales sobre naturaleza en la
televisión y fumando porros. Está a punto de recibir una llamada terrible: su
madre y su hermano han sido asesinados por disparo de bala en el pequeño pueblo
de Lapachito, en la provincia del Chaco. Cetarti debe viajar hasta allí para
reconocer los cadáveres. En realidad, el primer párrafo de la novela es una
descripción de la pesca de calamares que está emitiendo Discovery Channel. Este
primer párrafo, copiado del audio del documental, y por tanto ajeno a la voz
narrativa, introduce ya al lector en un mundo de extrañeza y violencia.
De hecho, en Bajo este sol tremendo los animales van a tener una carga simbólica
cada vez mayor: o bien son animales de los que los protagonistas tienen noticia
gracias a los documentales o bien aparecen en las escenas narradas. Los
animales siempre sufren violencia en esta novela: desde el insecto que es
pisoteado, hasta unos perros que serán golpeados y matados, hasta los peces de
una pecera que morirán por falta de atenciones. La doble sensación de estar
atrapados y sufrir violencia que Busqued confiere a los animales de su novela
se irá constituyendo en el sustrato moral y corpóreo de este libro. Los
personajes también van a estar atrapados y sufrir violencia.
Cetarti viaja desde Córdoba
(Argentina) hasta Lapachito y allí se encontrará con Duarte, un militar
retirado que se le presentará como el albacea de Daniel Molina. Molina es el
hombre que convivía con la madre de Cetarti y que mató a la madre de Cetarti y
a su hermano para posteriormente suicidarse. Desde el primer momento, Duarte es
un hombre de aire siniestro, cuya afición –sabrá Cetarti– es ver pornografía
violenta. Cetarti vomitará al ver los cadáveres, aunque las muertes de sus
familiares no parecerá afectarle demasiado a nivel emocional. Es más, le
empezará a ilusionar la insinuación de Duarte de que pueden cobrar un seguro
por sus muertes.
La descripción de Lapachito es
desoladora: los árboles han muerto y las calles están embarradas, sin haber
llovido. Los pozos sépticos de la ciudad se han roto y los desechos de las
cañerías anegan las calles. Cetarti está en paro y se trasladará a la casa que
tenía su hermano alquilada en un barrio humilde de Córdoba. La descripción del
interior de la casa, con montañas de papeles y basura llenándolo todo, y del
barrio tampoco son muy halagüeñas: todo parece ser feo, sucio, violento y
corrupto en esta novela.
Además de Cetarti y Duarte aparecerá
un tercer personaje principal: Danielito, el hijo del asesino Daniel Molina.
Duarte y Danielito tienen una estrecha relación entre ellos, que según avanza
la novela se irá tornando más oscura.
Si bien al principio el protagonista
principal era Cetarti y el narrador, a través de cortos capítulos, le seguía a
él, al acercarnos a la mitad los capítulos se van alternando entre los que
describen lo que hace Cetarti y los que hablan de Danielito y Duarte. Quizás
hacia la mitad del libro los capítulos que hacen avanzar la trama de un modo
más claro son los de Danielito y Duarte. Los que hablan de Cetarti parecen algo
más morosos, algo más fuera de una lógica narrativa clara. Por pura lógica
narrativa, el lector intuye que los destinos de Cetarti (en Córdoba) y de
Danielito y Duarte (en Lapachito) han de volver a encontrarse en el tramo final
de la novela, como así será.
Nuestros tres personajes principales
son adictos a los porros: esto puede explicar el aire errático y nebuloso de
sus pensamientos y acciones. «Duarte le siguió hablando. Cetarti lo escuchaba
como si la voz le llegara de un lugar muy lejano. De tanto en tanto incluso se
escuchaba responderle» (págs. 163-164).
En el prólogo del libro de cuentos La
hora de los monos de Federico
Falco (Salto de página, 2014), el escritor y crítico Antonio Jiménez Morato habla de un grupo de narradores jóvenes del
interior de Argentina, afincados en Córdoba. Apunta que estos escritores han
roto con los convencionalismos del realismo y se han abierto a nuevos espacios
de lo fantástico, un «espacio fantástico» sutil que no tiene nada que ver con
la exuberancia del «realismo mágico» de Gabriel García Márquez, por ejemplo. En
esta nueva corriente del cuento «neofantástico» argentino, Jiménez Morato sitúa
a escritores con Federico Falco o Carlos Busqued. En La hora de los monos, Falco escribe un cuento sobre un circo que
deja abandonado a un elefante en un pueblo. El lector puede imaginar esas
escenas, pero la naturalidad con la que los habitantes del pueblo asumen la
presencia del elefante no acaba de ser realista. En Bajo este sol tremendo también hay un elefante abandonado en un pueblo,
un elefante que a estas alturas ya parece una broma privada entre escritores
cordobeses que se quieren saltar las normas del realismo. Además, en Bajo este sol tremendo los personajes también
hablan sobre un documental de animales en el que unos elefantes maltratados de
la India llaman con la trompa a las puertas de las casas y cuando les abren
matan a golpes a las personas. Un documental que no parece tampoco muy
realista.
La prosa de Bajo este sol tremendo es concisa, escueta, algo gélida. Describe
lo sórdido y lo oscuro del mundo (representado por la vida animal) de un modo
muy vívido. Los personajes parecen anestesiados, o bien por la droga o por el
propio peso de su distanciamiento del mundo y su zozobra. Teniendo en cuenta
las imágenes simbólicas de animales que jalonan el libro, el homenaje final a
Julio Cortázar con un hombre y un ajolote que parecen intercambiar sus papeles
me ha parecido bastante bueno.
Después de leer Magnetizado y Bajo este sol
tremendo siento que Carlos Busqued, ingeniero de profesión y nacido en un
pueblo del interior de Argentina, se ha convertido en uno de esos autores
escondidos, casi secretos y poco prolíficos a los que merece la pena seguir la
pista.
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