Cómo dejar de escribir, de Esther
García Llovet.
Editorial Anagrama. 128 páginas. 1ª edición de 2017.
Encontré Sánchez, la última novela de Esther García Llovet (Málaga, 1963) en
la Feria del Libro Antiguo y de Ocasión de Recoletos, a pesar de ser una
novedad literaria. Justo ese mismo día había leído una reseña muy elogiosa
sobre ella y me apeteció leerla. Me gustó mucho Sánchez, me pareció una novela corta muy redonda, muy tensa, madura
y bien construida. El mismo día que la acabé, me pasé por la biblioteca de
Pueblo Nuevo y además de El monarca de las sombras de Javier Cercas saqué Cómo
dejar de escribir, que García Llovet había publicado dos años antes en
la editorial Anagrama. Hasta ahora,
García Llovet había publicado en diversas editoriales (Lengua de Trapo, Salto de
Página, Ediciones del Viento y Malpaso) y sólo ha repetido editorial
con Anagrama, si no me equivoco. Era una autora de la que había leído, hasta estos
dos libros de Anagrama, solamente un cuento en una antología (que creo que
pertenecía al volumen Submáquina), un cuento que me había
gustado y que me había hecho pensar que, más tarde o más pronto, me acercaría a
sus libros.
El narrador de Cómo dejar de escribir es
Renfo Ronaldo, un joven de veintitrés años, hijo de «el gran Ronaldo, el mayor
escritor latinoamericano de su generación, el Ronaldo de la chupa de cuero. Mi
padre.» (pág. 14). El gran Ronaldo ha muerto hace unos años y se ha convertido
en una leyenda. Renfo vive solo en la que fue la casa de su padre, en un
antiguo chalet de una colonia de Arturo Soria. Cómo dejar de escribir es una novela de ubicación tan madrileña
como lo era Sánchez, de un Madrid de
oscuridades de la Gran Vía y los barrios pudientes, y también de localizaciones
más periféricas, como la parte de atrás del Jumbo de Arturo Soria (lugar para
el botellón de muchos colegios de la zona durante décadas, un dato que no
aparece en la novela y que yo como madrileño conozco, igual que lo conoce
García Llovet, pero no lo cuenta).
Renfo no estudia, no trabaja y no
tiene amigos de su edad. En la novela no se aclara cómo consigue el dinero (ni
otros datos, como, por ejemplo, quién es o dónde está su madre), pero se supone
que ha heredado de su padre escritor, quien llegó a tener mucho éxito en vida.
Renfo se relaciona con Curto, un amigo escritor de su padre, que estuvo en la
cárcel; va a algunas fiestas, celebradas en chalets de Arturo Soria, en las que
no parece conocer a nadie o casi nadie; va a presentaciones de libros; habla
con un mendigo llamado VIPS, porque pide a las puertas de estos restaurantes; y
le gusta una chica a la que ve por el barrio. Además Renfo trata de escribir
una biografía de su padre. A pesar de hablarle al lector de maratones de más de
sesenta horas escribiendo sobre su padre, en el tiempo de la novela Renfo no
escribirá. El lector lo verá deambulando por escenarios nebulosos, que en gran
medida son sombras de las zonas ricas y residenciales de Madrid, unas sombras
en las que se agazapan los marginados y los delincuentes. Curto está
obsesionado con encontrar un supuesto manuscrito perdido de su amigo, el gran
Ronaldo, y a esta búsqueda quimérica se dedicarán, en parte, él y Renfo en el
tiempo de la novela. Además Renfo va a entrar en contacto con su abuelo Pascal
Ronaldo, un famoso y escurridizo actor, que tuvo a su hijo cuando contaba
diecisiete años y que nunca se ocupó mucho de él, igual que éste no se ocupó
mucho de Renfo, al que mandó a un colegio interno en Ginebra.
Cuando comenté Sánchez ya dije que, en sus entrevistas, García Llovet declara que
el primer autor que le llevó a escribir fue Roberto Bolaño. Esta influencia se notaba en Sánchez, más que en la elección de los temas (que también, porque
habla de personas marginales y perdidos), en la sensación de amenaza y misterio
que conseguía crear en cada párrafo, al mostrar escenas no explicadas del todo.
Si la herencia de Bolaño se percibía en Sánchez,
he de apuntar que en Cómo dejar de
escribir resulta abrumadora. Directamente esta novela está concebida como
un homenaje a Roberto Bolaño, puesto que el escritor al que se identifica en el
texto como «el gran Ronaldo», de origen chileno, es un claro trasunto de
Bolaño.
En Cómo dejar de escribir también García Llovet juega con la idea tan
bolañesca de crear una sensación constante de amenaza y misterio. Renfo y Curto
son dos escritores aficionados que hacen de detectives persiguiendo un manuscrito
perdido. Los dos se relacionan con delincuentes, unos de ellos –apodados Los
Maridos– de nombres Pato y Carnicero parecen un trasunto (u homenaje) del Lobo
y el Cordero de la novela El tercer Reich de Bolaño. Los
juegos metaliterios con la obra de Bolaño son constantes, incluso una última
frase de un capítulo está formada por dos palabras que son el título de uno de
sus libros de cuentos (Llamadas
telefónicas).
La influencia de la prosa de Bolaño
sobre la de García Llovet resulta apabullante. García Llovet posa su mirada
sobre personajes que hacen cosas aparentemente absurdas, que son seguidores de
deportes extremos, por ejemplo, y lo remata con alusiones literarias. Diría
además que la gran influencia sobre la escritura de Cómo dejar de escribir más que la obra de Bolaño en general es,
concretamente, la primera parte de la obra de Bolaño. La fragmentación de Cómo dejar de escribir y las escenas que
no son explicadas nos pueden hacer pensar en obras como Amberes. La elección del
personaje, ese joven solitario, que vive fuera del círculo protector de los
adultos, y la elección de temas, un mundo de marginados, me ha hecho pensar
también en Una novelita Lumpen.
Hasta tal punto Cómo dejar de escribir me ha hecho pensar en la primera etapa de la
obra de Roberto Bolaño que he llegado a pensar que Esther García Llovet se
había propuesto escribir una novela inédito de Bolaño, una de esas novelas
juveniles que los lectores de Bolaño sabemos que han estado durmiendo en el
fondo de su ordenador durante décadas y que sus herederos y agente literario
rescatan de vez en cuando.
Siento curiosidad por el resto de
libros de García Llovet. No sé hasta qué punto la presencia de Roberto Bolaño
se notará en Coda, Submáquina, Las crudas y Mamut.
Me gustó mucho Sánchez, repito que me ha parecido una novela corta muy redonda,
muy destacada, y Cómo dejar de escribir
me ha gustado también, pero no lo sitúo a la altura de Sánchez. En esta novela, que transcurría en una sola noche, todo
estaba más hilado y era trepidante y repleto de ritmo. En este sentido, no
funciona tan bien la fragmentariedad de Cómo
dejar de escribir, siendo sin embargo una buena novela, quizás demasiado
deudora de Bolaño, pero, en definitiva, una buena novela.
Después de leer tu reseña me decidí finalmente a hacerme con ella. Bolañismo o barbarie.
ResponderEliminarYa te contaré.
Un abrazo y muchas gracias por la recomendación.
Hola Víctor:
EliminarYo te recomiendo que te acerques a la de "Sánchez", que es mejor que esta, pero las dos están bien.
Un abrazo