El mundo que Jones creó, de Philip K. Dick.
Editorial Minotauro. 201 páginas. 1ª edición de 1956, ésta es de 2019.
Ya he comentado más de una vez que Philip K. Dick (Chicago, 1928 – Santa
Ana, 1982) es uno de los escritores de mi vida, un escritor al que descubrí con
dieciséis años, con la novela Ubik, y del que he leído casi todas
las novelas que escribió, que hacen un total que supera la veintena y que le
convierten en el escritor del que más libros he leído. Así que cuando vi en
internet que la editorial Minotauro
rescataba una de sus obras que no había leído no dudé en ponerme en contacto
con ellos para solicitarla, leerla y escribir una reseña. Hace años existió una
traducción de este libro con el título de El tiempo doblado, pero ahora mismo
era inencontrable y por tanto es de celebrar que la editorial Minotauro la haya
rescatado con una nueva traducción.
El mundo que
Jones creó es la segunda novela publicada de Philip K. Dick, lo que ocurrió en 1956,
después de Lotería solar (1955). La
acción de El mundo que Jones creó se
sitúa en 2002, un 2002 en el que las personas pueden comunicarse con teléfonos
móviles (repito: esto está escrito en 1956). Si bien, Dick acertó en esta
predicción tecnológica, el mundo que dibuja en esta novela es tremendamente
fantasioso e imaginativo. Estados Unidos ha sido asolado (durante la década de
1970 y 1980) por una guerra nuclear que ha generado la existencia de personas
mutantes. Sin embargo, los poderes con los que ha nacido Jones no parecen
guardar relación con la guerra. Jones puede precognizar el futuro hasta un año
desde su presente. Jones sabe que el futuro es estático, «¿Cambiarlo? Está totalmente
inmóvil. Es más inmóvil, más permanente que esta pared.» (pág. 43)
En el mundo que Dick plantea las
autoridades norteamericanas persiguen cualquier tipo de fundamentalismo, algo que
consideran que conduce a la guerra. Si usted quiere predicar que Dios existe,
tendrá que estar en condiciones de poder demostrarlo, porque de lo contrario
puede acabar en la cárcel. Esta sociedad se guía por el libro de Hoff, que
propone la doctrina del relativismo, enfrentada al fundamentalismo de cualquier
tipo. La policía secreta investiga y detiene a Jones porque está empezando a
tener seguidores que le consideran un profeta, pero ha de ponerle en libertad
porque no incumple ninguna ley: él conoce
el futuro y, por tanto, sus intervenciones públicas se basan en certezas y
no en especulaciones.
Además, en el 2002 que nos propone
Dick sobre la Tierra están cayendo unos cuerpos del espacio llamados derivos.
«Es un organismo unicelular gigantesco que utiliza el espacio como medio de
cultivo. Flota utilizando alguna clase de mecanismo de propulsión poco
definido. Es algo absolutamente inofensivo. Es una ameba. Mide poco más de seis
metros de ancho. Posee una especie de cáscara resistente para mantenerse
aislado del frío. No se trata de una invasión ominosa. Esas pobres criaturas
simplemente vagan sin rumbo fijo.» ¿Tiene razón el personaje que, en la página
49, describe así a los derivos? ¿Realmente no se trata de una «invasión
ominosa»? Averiguarlo será una de las subtramas de la novela.
Además, y esto lo conocemos en el
primer capítulo, existen, a las afueras de San Francisco, ocho personas
encerradas bajo una cúpula, a la que sienten como un «útero» que no pueden
salir de su refugio porque la atmósfera de la Tierra acabaría con ellos. ¿Son
mutantes producidos por la guerra? ¿Forman parte de un experimento estatal? Y,
en caso de que sea cierta la segunda afirmación, ¿cuál es el fin del
experimento? ¿Tiene que ver algo con la colonización de otros planetas?
Como apunté al principio, ésta es la
segunda novela de ciencia ficción que Dick publicó. Y en ella el lector
habitual de sus obras siente una acumulación de sus elementos narrativos, como
si aún no controlara del todo la fuerza de sus recursos y no consiguiera
dosificarlos.
Como es normal en sus obras, nos
encontramos aquí con un personaje –Cussick– cuya vida se halla en
descomposición. Trabaja como policía secreto, y siente que el Estado controla
su destino hasta un punto que le resulta desagradable, y a nivel privado se ha
casado hace no mucho con una mujer rubia –Nina– que parece despreciar su
trabajo y ante la que se siente castrado. Hacia la mitad de la novela aparecerá
el personaje de Tyler, una joven morena de diecisiete años, que puede
representar la esperanza y la salvación personal para él. He marcado estas
características capilares de las protagonistas femeninas («rubia» y «morena»)
porque es un binomio («rubia» castradora, que apabulla al protagonista y
«morena» desequilibrada y sanadora) que se repite en las novelas de Dick. Según
leí en la recomendable biografía que sobre Dick escribió Emmanuel Carrère, Yo estoy vivo y vosotros estáis muertos,
la «rubia» representaba a Anne, la segunda mujer de Dick (de un total de cinco),
con la que se sintió bastante infeliz, y la «morena» representaba a su hermana
melliza muerta al nacer.
Recuerdo que hace unos años le hablé
de mi pasión de Philip K. Dick a una compañera de la asignatura de Lengua del
colegio en el que trabajo, y le dejé algunos de sus libros. Me los devolvió
tras dejar la primera de sus novelas prestadas (era Los tres estigmas de Palmer Eldritch)
a la mitad. No le gustaba, porque Dick le parecía un escritor machista. Lo
cierto es que me dejó algo descolocado, porque yo a Dick siempre le había visto
como un autor muy imaginativo, con unas obsesiones sobre el mundo muy
atractivas (el control estatal, la descomposición y relatividad de la realidad,
la naturaleza del tiempo y el espacio, las religiones, la inteligencia
artificial, el sentido de nuestra presencia en el universo…), que me había
hecho disfrutar muchas horas de mi adolescencia y también de mi vida adulta.
Es cierto, que los protagonistas
principales de las novelas de Dick son hombres, y que algunos de ellos sí que
miran de un modo machista a las mujeres. Así, por ejemplo, cuando se habla del
hijo que han tenido Cussick y Nina, el primero dice: «El ser humano perfecto:
mi poderoso intelecto y su belleza.» (pág. 80). Páginas más tarde, Dick reserva
para Nina algunos de los diálogos más inteligentes del libro, unas páginas en
las que Nina se presenta como un personaje más rebelde y cuestionador de la
realidad que Cussick. Esto me hace pensar que, aunque Cussick sea un personaje
machista, no lo sea la obra de Dick. Aunque ya he apuntado también que casi
todos los personajes principales de Dick son hombres, y diría que son una
trasposición de sí mismo. Sin embargo, no debemos olvidar que una novela como El mundo que Jones creó está publicada
en 1956 y que, en gran medida, aunque esté ambientada en 2002, es una obra que
refleja las inquietudes de su época (como ese temor a la bomba nuclear y sus
consecuencias) y también la configuración social de su tiempo.
Me ha resultado curioso hacer esta
lectura de género de una novela de Dick, pero lo cierto es que prefiero
quedarme con sus inquietudes metafísicas, sobre la búsqueda del lugar del ser
humano en el universo, sus reflexiones sobre el relativismo del tiempo y del
concepto de realidad. Me ha parecido que Dick se muestra ambicioso en esta
segunda novela de ciencia-ficción (leí Lotería
solar hace tiempo, pero diría que El
mundo que Jones creó es una novela mejor que aquella), pero también debería
añadir que aún no controla del todo sus recursos y los temas se dispersan un
tanto. Aún le queda a Dick un camino por recorrer hasta llegar a sus grandes
obras de la década de 1960, obras como El hombre en el castillo, Tiempo
de Marte, Los tres estigmas de Palmer Eldritch, El doctor Moneda Sangrienta
o ¿Sueñan
los androides con ovejas eléctricas? Sin embargo, también he de decir
que El mundo que Jones creó no
defraudará para nada a los seguidores de Philip K. Dick, porque se trata de una
novela primeriza –imaginativa y de ritmo acelerado– que ya contiene todos los
temas de su obra y es perfectamente disfrutable.
Es alucinante que esta señora profesora descalifique a un escritor por ser "machista", que segun el canón actual, definido por el ultrafeminismo, comprende al 99% de los hombres. Pronto quemarán los libros de Dick, de Cervantes, de Shakespeare, Quevedo, Borges, Cortazar, Sabato, Bolaño...Es imposible no encontrar un libro donde no haya personajes "machistas", segun las más ultras del feminismo, que son las que cortan el bacalao en los mass media
ResponderEliminarBueno, tampoco hay que ponerse dramáticos. Cada persona lee lo que le apetece y ya está.
EliminarSaludos