Editorial Salamandra. 156 páginas. Edición original 2005. Ésta edición: 2007.
Del nombre de James Salter tomé nota, en un papel que encontré en la cartera y guardé en la funda del abonotransporte, la noche del 23 de abril –la Noche de los Libros- en el Centro Asturiano de Madrid. Allí asistí a una charla en la que narradores asturianos recomendaban alguna lectura a los oyentes, y tanto Jon Bilbao como Ignacio del Valle hablaron con entusiasmo de este autor norteamericano. Me sorprendió que no me sonase, no suele ocurrirme.
Decidí empezar con él a través de este conjunto de 10 relatos, La última noche, que la editorial Salamandra vende con una banda roja cuajada de encendidos elogios; tras acabar el libro, considero que merecidos.
Los relatos de este libro se vertebran principalmente gracias a un tema común: la infidelidad. Es decir, son relatos que hablan del alma humana. Y esto es quizás lo que más me llama la atención de la tradición cuentística norteamericana: no tratan de elegir grandes temas, el abuso de poder, la inmigración, la lucha de géneros, la lucha de clases… simplemente hablan de la relación de una mujer y un hombre, de un padre y un hijo… Es decir, los cuentistas norteamericanos confían en la historia que tienen que contar y no necesitan apoyarse en lugares comunes. Gracias a su precisión, economía de medios y trabajo de orfebre consiguen piezas exquisitas sobre la condición humana.
Salter no es ajeno a esta tradición, más bien consigue a través de estos cuentos magistrales situarse en el centro de la narrativa breve norteamericana, junto a Raymond Carver, Tobias Wolff, Richard Ford, Ernest Hemingway, Sherwood Anderson…
Su estilo es sobrio, a veces parco. Las concesiones son pocas, durante las breves páginas que dura cada relato el lector debe permanecer muy atento a la lectura, si no lo hace en algún momento no sabrá a qué personaje se refieren las escuetas descripciones, que pueden cambiar de escenario o de tiempo en unas breves líneas de texto.
En la página 35 una actriz decadente afirma ante un posible amante que puede acabar la noche siendo infiel a su mujer: “Uno nunca tiene la compañía humana que desea. Siempre es algún sustituto”. Quizás esta frase demoledora marque el tono del libro, donde hombres y mujeres, en su mayoría maduros, han de enfrentarse a extraños momentos en los que estarán dispuestos a echarlo todo por la borda (matrimonio, hijos, casa, trabajo, seguridad…) por lo efímero de un deseo instantáneo. O se pasarán la vida recordando el momento del pasado en el que saborearon las mieles de ese deseo y han de vivir sabiendo que ya nunca podrán vivirlo de nuevo.
En el relato titulado Palm Court, un hombre maduro acabará rechazando a la mujer que de joven le rechazó a él, tras descubrir que nunca podrá conseguir aquella compañía humana deseada: la mujer madura que ahora tiene enfrente no podrá ser ya más que una sustituta de la que ella misma fue en el pasado.
Salter nos enfrenta a nuestros propios temores ante el envejecimiento, la pérdida del deseo, lo irrecuperable de la felicidad pasada, lo acomodaticio de una vida convencional a salvo de la verdadera pasión ante la vida. Incidiendo en esta última idea, en dos relatos toma la figura del poeta como símbolo de la persona pasional, capaz de una vida más honda, pero inadaptado a la cotidianidad.
El anterior libro de ficción de Salter había aparecido en Estados Unidos en 1988, tras 17 años entrega al editor este conjunto de apenas 150 páginas. La sabiduría humana contenida en ellas bien merecen 17 años de reflexiones y trabajo artístico.
Del nombre de James Salter tomé nota, en un papel que encontré en la cartera y guardé en la funda del abonotransporte, la noche del 23 de abril –la Noche de los Libros- en el Centro Asturiano de Madrid. Allí asistí a una charla en la que narradores asturianos recomendaban alguna lectura a los oyentes, y tanto Jon Bilbao como Ignacio del Valle hablaron con entusiasmo de este autor norteamericano. Me sorprendió que no me sonase, no suele ocurrirme.
Decidí empezar con él a través de este conjunto de 10 relatos, La última noche, que la editorial Salamandra vende con una banda roja cuajada de encendidos elogios; tras acabar el libro, considero que merecidos.
Los relatos de este libro se vertebran principalmente gracias a un tema común: la infidelidad. Es decir, son relatos que hablan del alma humana. Y esto es quizás lo que más me llama la atención de la tradición cuentística norteamericana: no tratan de elegir grandes temas, el abuso de poder, la inmigración, la lucha de géneros, la lucha de clases… simplemente hablan de la relación de una mujer y un hombre, de un padre y un hijo… Es decir, los cuentistas norteamericanos confían en la historia que tienen que contar y no necesitan apoyarse en lugares comunes. Gracias a su precisión, economía de medios y trabajo de orfebre consiguen piezas exquisitas sobre la condición humana.
Salter no es ajeno a esta tradición, más bien consigue a través de estos cuentos magistrales situarse en el centro de la narrativa breve norteamericana, junto a Raymond Carver, Tobias Wolff, Richard Ford, Ernest Hemingway, Sherwood Anderson…
Su estilo es sobrio, a veces parco. Las concesiones son pocas, durante las breves páginas que dura cada relato el lector debe permanecer muy atento a la lectura, si no lo hace en algún momento no sabrá a qué personaje se refieren las escuetas descripciones, que pueden cambiar de escenario o de tiempo en unas breves líneas de texto.
En la página 35 una actriz decadente afirma ante un posible amante que puede acabar la noche siendo infiel a su mujer: “Uno nunca tiene la compañía humana que desea. Siempre es algún sustituto”. Quizás esta frase demoledora marque el tono del libro, donde hombres y mujeres, en su mayoría maduros, han de enfrentarse a extraños momentos en los que estarán dispuestos a echarlo todo por la borda (matrimonio, hijos, casa, trabajo, seguridad…) por lo efímero de un deseo instantáneo. O se pasarán la vida recordando el momento del pasado en el que saborearon las mieles de ese deseo y han de vivir sabiendo que ya nunca podrán vivirlo de nuevo.
En el relato titulado Palm Court, un hombre maduro acabará rechazando a la mujer que de joven le rechazó a él, tras descubrir que nunca podrá conseguir aquella compañía humana deseada: la mujer madura que ahora tiene enfrente no podrá ser ya más que una sustituta de la que ella misma fue en el pasado.
Salter nos enfrenta a nuestros propios temores ante el envejecimiento, la pérdida del deseo, lo irrecuperable de la felicidad pasada, lo acomodaticio de una vida convencional a salvo de la verdadera pasión ante la vida. Incidiendo en esta última idea, en dos relatos toma la figura del poeta como símbolo de la persona pasional, capaz de una vida más honda, pero inadaptado a la cotidianidad.
El anterior libro de ficción de Salter había aparecido en Estados Unidos en 1988, tras 17 años entrega al editor este conjunto de apenas 150 páginas. La sabiduría humana contenida en ellas bien merecen 17 años de reflexiones y trabajo artístico.
Hola, David.
ResponderEliminarBueno, se muestra interesante este libro según tu reseña. Es paradójico que hablar de las cosas más profundas requiera simplificar tramas y contextos, con la dificultad que conlleva plasmar un discurso atractivo en estas circunstancias.
Qué tal en el Retiro. ¿Te tocó algún peso pesado al lado o pudiste sostener la mirada más acá del horizonte?
Hola Peri Lope:
ResponderEliminarEl libro de Salter es estupendo.
En el Retiro la cosa fue bien. Yo estaba muy nervioso y hacía mucho calor. Pero vinieron muchos conocidos y el libro se vendió bien (incluso vendí 5 ó 6 a desconocidos, lo que parece impresionante). Es bonito ver como hay tanta gente cercana que te apoya.
Quizás hacia el fin de la feria escriba una entrada contando la experiencia.
Gracias por preguntar.