domingo, 27 de julio de 2025

Tarántula, por Eduardo Halfon


Tarántula
, de Eduardo Halfon

Editorial Libros del Asteroide. 181 páginas. 1ª edición de 2024.

 

En 2024 Eduardo Halfon (Ciudad de Guatemala, 1971) ha publicado una nueva novela de su serie protagoniza por el personaje Eduardo Halfon, que sería alguien muy parecido a él mismo, pero con algunas diferencias en su personalidad; así, por ejemplo, el Halfon escritor no es fumador y el Halfon personaje sí. El Halfon escritor juega de forma continua a la idea de la autoficción; es decir, al hablar de un personaje que se llama como él, que también es escritor y cuyas circunstancias vitales son similares a las del autor, el lector tiende a pensar que las novelas del Halfon escritor son autobiográficas. De hecho, casi, más que de una nueva novela de Eduardo Halfon, deberíamos hablar de un nuevo capítulo dentro de la gran novela que Halfon lleva escribiendo durante los últimos años. Toda esta construcción narrativa, en la que las breves novelas que va sacando son coherentes con las anteriores y el narrador es el mismo, no empezó a funcionar desde la primera obra de Halfon, pero según fueron pasando los años, el autor guatemalteco afinó la idea y, ahora mismo, su obra es una gran novela en construcción con el mismo narrador y el mismo mundo ficcional.

 

De este modo, hay hechos vitales en la biografía del Eduardo Halfon personaje (que deben coincidir, en gran medida, con el Eduardo Halfon autor) de los que se habla, de forma recurrente, en cada nueva entrega de su obra. Por ejemplo, en Tarántula vuelve a aparecer el abuelo polaco, que estuvo en un campo de concentración nazi, del que ha hablado principalmente en El boxeador polaco, pero en esta ocasión se nos habla de cómo fue su entierro en Guatemala, una escena que no recuerdo que haya aparecido en otros libros de Halfon.

 

Tarántula empieza con un Eduardo Halfon de trece años. Estamos; por tanto, estamos en 1984. En 1981, la familia dejó Guatemala, por su clima de violencia, y emigró a Estados Unidos. Esto ha sido contado ya en el libro Mañana nunca lo hablamos y aparece como tema en alguno de los relatos de Un hijo cualquiera (la entrega de 2023). En 1984, después de tres años fuera del país, los padres de Halfon consideran que es una buena idea que él y su hermano, de doce años, vuelvan al país, durante las vacaciones escolares de Navidad, para participar en un campamento para niños judíos, principalmente guatemaltecos, pero también de otros países latinoamericanos. Como suele ser habitual en los cuentos y novelas de Halfon, en Tarántula la tensión narrativa comienza siempre fuerte. «Nos despertaron a gritos» es la primera frase del libro. Doce niños son despertados de forma violenta en la tienda del campamento. A ella entra Samuel Blumm, el monitor. «En su brazo izquierdo, tardé en notar, caminaba una enorme tarántula.» Con esta otra frase acaba la primera escena. Desde ahí, Halfon nos contará la historia de como su familia dejó (o «huyó de») Guatemala y de cómo, tres años después, los padres han querido que vuelva al campamento. De hecho, Halfon ya habla casi siempre en inglés y le cuesta volver a usar el español.

Acaban de aparecer ya en estas primeras páginas dos de los temas principales y recurrentes de Halfon: el de su condición de judío y el tema de su búsqueda de la identidad. Halfon ha nacido en Guatemala, pero sus abuelos son judíos que proceden del Este de Europa y de Oriente Medio. En gran medida, su obra propone una reconstrucción del árbol familiar, sus mitos, historias y orígenes; y, como todo esto ha marcado su propia existencia. De nuevo en Tarántula nos vamos a encontrar con un niño que, en gran medida, rechaza su herencia judía, porque le resulta de un peso excesivo y le exige el cumplimiento de unas normal y tradiciones que son incomprensibles para él.

 Con diez años Halfon dejó el país, sobre el que principalmente escribe, y en Tarántula nos cuenta que, tras tres años, le cuesta hablar español, idioma en el que, en el futuro, se va a convertir en un escritor relevante. La lucha por conquistar la identidad está presente también en esta idea. En la página 12, hablando de sus padres, leemos: «Yo rechazaba sus horarios, sus reglas, sus gustos, sus dietas, sus deportes, sus ideas, incluso su lenguaje: desde que habíamos llegado a Estados Unidos, yo me negaba a hablarles en español; ellos me hablaban en español y yo les respondía en inglés. Pero mi más grande rechazo, y sin duda el más escandaloso, fue hacia el judaísmo.»

 

Eduardo Halfon organiza Tarántula mostrando pequeñas escenas que pivotan en torno a una escena central: ¿qué pasó en el campamento para niños judíos en 1984 que, desde unas enseñanzas para sobrevivir al aire libre, devino en violencia? Así, años después, se encontrará en París con Regina, una niña que también fue a ese campamento, con la que hablará del pasado. Y Regina le llevará hasta el monito Samuel, con el que Halfon se encontrará en Berlín, ciudad en la que actualmente reside el Halfon autor y el Halfon personaje. Las escenas están cortadas y entreveradas con otras. Es decir, el encuentro en París con Regina no se narra de un modo lineal, sino que para contar esa escena, aparecen otros cortes de otras escenas entre medias. Lo mismo ocurre con el encuentro con Samuel. Diría que Halfon escribe de forma lineal cuatro o cinco escenas principales y luego, al ordenar la novela en su versión final, las trocea y las entrevera entre sí. Como cada corte acaba con un misterio o una insinuación de violencia, esto hace que el lector se acelere al leer la siguiente microescena para conseguir descubrir la continuación de la anterior.

 

En relación a la temática del judaísmo y la identidad, otra de las características del Halfon escritor es hablar en sus libros del cosmopolitismo: así, por ejemplo, Samuel y Eduardo hablarán sobre sus días en común en el campamento de Guatemala en un restaurante o prostíbulo tailandés en Berlín. Y, como pasa en otros libros, uno de los mayores misterios a los que se enfrentarán el narrador es al de las palabras y ritos mayas de su tierra de origen.

Las escenas que crea Halfon se debaten (menos en pequeños momentos explicativos) entre la tensión narrativa que genera el posible estallido de la violencia y la presencia de un misterio por resolver en el texto. ¿Qué pasó aquel día de 1984 en el campamento de Guatemala?

 

Uno de los recursos literarios de los que suele valerse es el de las repeticiones de palabras, lo que hace que resalte una idea o sensación. En la página 134, por ejemplo, leemos: «Soñé que estábamos caminando mi padre y yo por un bosque lleno de luz. Él estaba vestido con pantalones negros y saco negro y corbata negra y sombrero negro.» Otro recurso es el de que el narrador duda de sus propios recuerdos, y estos pueden ser reconstruidos de un modo diferente por distintos testigos. El enfrentamiento de distintas versiones de los mismos hechos contribuirá también a generar una sensación de misterio.

 

Cuando en 2023 comenté Un hijo cualquiera, el anterior libro de Halfón, que, en ese caso, se trataba más de un libro de relatos que de una novela, dije que quizás su modelo de escritura estaba empezando a mostrar síntomas de agotamiento. Al ser la propia vida de Halfon y de su familia la materia prima de los relatos, estas no pueden ser, por lógica, infinitas. Diría que el conflicto en torno al campamento de niños judíos de Tarántula no está tomado de la memoria del Halfon escritor, sino que en este caso se trata de un suceso totalmente inventando. No quiero desvelar la naturaleza del problema que se plantea en el libro, en la escena central del campamento, y que, como en otras ocasiones, le servirá al autor para reflexionar y exponer la persecución de los judíos (sobre todo en los días del nazismo), pero por un lado he sentido cierta sensación de inverosimilitud (el conflicto planteado no puede ser real) y por otro lado también he sentido cierta sensación de incoherente en relación al conjunto completo de la obra de Halfon. Es decir, al haber leído todos los libros de Halfon y recordar bastante bien la historia familiar del personaje, considero que si lo contado en Tarántula fuese real, estos hechos habrían aparecido, aunque fuera de refilón, en alguno de sus libros anteriores, igual que aparece, por ejemplo, de forma recurrente, el abuelo polaco con el tatuaje en el antebrazo de su número del campo de concentración. Dicho lo anterior, esto no significa que no haya disfrutado de Tarántula, que sí lo he hecho y mucho. Tarántula me ha gustado más, sin duda, que Un hijo cualquiera, la anterior obra del autor. La construcción de Tarántula, con sus escenas poéticas, misteriosas y con la tensión narrativa de la posible violencia siempre a punto de estallar, entreveradas entre sí, es un pequeño prodigio de ingeniería narrativa; como por otro lado, ya había hecho en otras de sus obras, como, por ejemplo, en Canción, a cuya estructura se parece mucho Tarántula. Creo que como yo sé que acabaré escribiendo una reseña sobre cada libro que leo y voy tomando notas sobre su construcción, me fijo en detalles que es muy posible que un lector más puro no se fije. En este sentido, Tarántula es una gran novela corta, perfectamente disfrutable por los seguidores de Halfon o por cualquier lector nuevo que se acerque a su obra, y que no desmerece a sus grandes novelas como Monasterio o Duelo.

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