Kitchen, de Banana Yoshimoto
Editorial Tusquets. 206 páginas. 1ª edición de 1988; esta es de 1994
Traducción
de Junichi Mattsuura y Lourdes Porta
Ya he contado que, tras realizar un vídeo para mi canal de YouTube,
titulado 10 grandes novelas japonesas, pensé que debía leer a más
mujeres japonesas. En este contexto, empecé a buscar referentes, y me decidí a
leer, por primera vez, a Banana Yoshimoto (Tokio, 1964), y elegí su
ópera prima Kitchen (1988), que aparecía en varias listas de las
novelas japonesas más representativas. Alguna vez había hojeado Kitchen
en la biblioteca de Móstoles. Creo que el hecho de que esta novela japonesa
estuviera titulada con una palabra en inglés la transformaba a mis ojos en una
opción sospechosa. Relacionaba este título en mi mente con Tokio blues
de Haruki Murakami. Este hecho de titular en inglés me hacía pensar que
la propuesta de ambos escritores aspiraba a la comercialidad. Leí, sin embargo,
Tokio blues y, pese a algunos matices que me hacían pensar que me
encontraba ante una novela un tanto juvenil, no me disgustó. Así que entré en
Iberlibro y pedí, para que me enviaran a casa, un ejemplar de segunda mano
barato de Kitchen. Me costó poco, cuatro o cinco euros, y en unas dos
semanas me llegó a casa.
En principio, deberíamos apuntar que la novela comercializada en España con
el título de Kitchen (igual que en otros países), contiene una novela
corta, titulada igual que el libro, de unas 140 páginas, y un relato, titulado Moonlight
Shadow, de unas 60.
La protagonista de Kitchen se
presenta a sí misma en la segunda página de la novela: «Yo, Mikage Sakuri, soy
huérfana. Mis padres murieron jóvenes. Me criaron mis abuelos. Mi abuelo murió
en la época de mi ingreso en la escuela secundaria. Desde entonces, vivíamos
solas mi abuela y yo.
Hace poco murió mi abuela inesperadamente. Me asusté.»
Desde la
muerte de su abuela, Mikage se refugia en la cocina de su casa. Es un espacio
que se convertirá en simbólico en la novela: Mikage asocia el espacio de la
cocina y el bienestar de la comida a su idea de hogar y familia. Quizás, cuando
Han Kang publicó en 2007 su novela La
vegetariana, he supuesto que podía haber leído Kitchen y que este libro fue una influencia para el suyo. En La vegetariana, al contrario de lo que
ocurre en Kitchen, los alimentos, o
más concretamente los que provienen de animales muertos, se connotaban
negativamente, como símbolo de la violencia social. En Kitchen, en cambio, los alimentos, elaborados en la cocina, serán
símbolo de paz y refugio. Pero ambas novelas, desde perspectivas distintas,
hablarán de la soledad.
Tras la
muerte de la abuela, Mikage, joven estudiante universitaria, debe tomar una
decisión sobre dónde va a vivir, porque el piso que ambas mujeres compartían
era de alquiler. En este contexto, va a recibir la visita de un chico, un poco
más joven que ella, y que estudia en su misma universidad, Yuichi Tanabe. Un
chico que la ayudó mucho el día del funeral de la abuela. Yuichi trabajaba en
la floristería a la que le gustaba a la abuela ir. Yuichi va a invitar a Mikage
a visitar su casa. Yuichi vive con su madre, que en realidad es su padre
biológico. Sus padres habían crecido juntos y, tras la muerte de su madre, su
padre dejó el trabajo y decidió que ya no amaría a nadie más. También empezó a
operarse y convertirse en mujer. Más tarde abrió un bar, donde trabajaban
mujeres transexuales y travestis.
Este tema
del padre convertido en madre de uno de los protagonistas de Kitchen me ha resultado bastante
atrevido y moderno para la fecha en la que está publicada la novela, en 1988.
La madre de
Yuichi y él mismo van a ofrecer a Mikage la posibilidad de que se quede a vivir
con ellos, aunque, en principio, sea una desconocida. «Por más jovial que fuera
la convivencia entre la niña y la anciana, fui consciente bastante pronto,
aunque nadie me lo hubiera explicado, de que un silencio escalofriante que se
respiraba en los rincones iba llenándolo todo, y que había un vacío que no se
podía llenar», leeremos en la página 33.
Quizás «este
vacío que no podía llenar» es el tema principal de esta novela, con sus personajes
principales dibujados como seres agobiados por la soledad y la pérdida. En
muchas escenas, Mikage acabará fijándose en la luz de las estrellas en la
noche; y esta luz se convertirá también en un símbolo de esa soledad que
siente, una soledad cósmica, parece indicarnos.
La novela
esta dividida en dos partes y me ha gustado el modo en el que Yoshimoto ha
manejado los tiempos narrativos; ya que entre la primera y la segunda parte se
ha producido un salto temporal de unos meses, y al empezar la segunda parte el
lector irá recibiendo información sobre lo que ha ocurrido en los meses
previos. Este control narrativo me ha recordado al del debut del chileno Alejandro Zambra, Bosái (2006).
Al principio
he comentado que, desde hace mucho tiempo, simplemente por la elección del
título en inglés para sus novelas, sentía que existía una conexión entre Tokio
blues de Haruki Murakami y Kitchen de Banana Yoshimoto. Ahora,
después de haber leído ambas obras, pienso que mi intuición era cierta y
encuentro similitudes entre ambas obras. Tokio
blues se publicó en 1987 y fue un gran éxito. ¿Tuvo tiempo Yoshimito de
leerla y escribir Kitchen, publicada
en 1988, bajo su influjo? En ambas novelas nos encontramos con personajes
jóvenes, que han de enfrentarse al comienzo de su vida adulta. Las existencias
de estos personajes estarán marcadas por las pérdidas de seres significativos
en sus vidas. Toru Watanabe –protagonista de Tokio blues– es un joven melancólico y existencialista, como es
también Mikage, la protagonista de Kitchen.
Ambos se van a acercar al amor desde el miedo al compromiso y el lector los
acompañará, con sus parejas, en largas escenas de amistad que tal vez, o no, se
transformen en intimidad sexual.
Cuando hace
cinco años reseñé Tokio blues escribí
que me había parecido percibir cierta tendencia a la grandilocuencia en los
diálogos. Algo parecido he sentido con Kitchen.
Así, por ejemplo, en la página 61uno de los personajes dice: «Pues sí, una
persona tiene que estar completamente desesperada una vez en su vida y,
entonces, sabe a qué cosas de sí misma no puede renunciar. Si no, llegará a la
madurez sin saber qué es realmente importante. Yo he tenido suerte, ¿no crees? –dijo
ella. El cabello que caía sobre sus hombros ondeaba–. Hay muchas cosas que…,
creo que hay cosas tan desagradables que parecen estar podridas. Hay cosas tan
duras que dan ganas de apartar la vista. Ni siquiera el amor puede salvarte del
todo.»
A diferencia
de Tokio blues, Kitchen no apela al guiño cultural (referencias musicales y
literarias) para agradar al lector. Pero ambas obras sí que usan la idea triste
de la muerte y la pérdida para jugar la baza de crear trascendencia
existencialista. En la página 72 de Kitchen leemos: «Parece como si, a nuestro
alrededor -estas fueron las palabras que salieron de mis labios-, siempre
estuviera lleno de muerte.»
Moonlight Shadow (también con título en inglés) empieza en la página 145 de este volumen.
Al igual que Kitchen, está narrada
por una chica joven, que apenas sobrepasa los veinte años. También trata de la
asunción de la muerte de seres queridos. En este caso, el muerto es Hitoshi, el
novio de la chica durante los últimos cuatro años. La protagonista de esta
historia apenas puede dormir, y trata de sortear el insomnio y la depresión
madrugando para hacer jogging junto
al río. Siempre acabará llegando al lugar en el que vio a Hitoshi por última
vez. La protagonista, en el tiempo narrativo del relato, se relacionará con
Shu, de dieciocho años, hermano menor de Hitoshi, un chico raro que, como ella,
ha sufrido también una pérdida, pero que, en su caso es doble, ya que él ha
perdido a su hermano y también a su novia. Ambos murieron en el mismo accidente
de coche. Shu se viste con el uniforme escolar femenino que fue de su novia.
Como en Kitchen, este asunto de la
identidad de género me ha parecido adelantado para la época de publicación del
libro.
Los temas
tratados en Moonlight Shadow son los
mismos que en Kitchen: la asunción de
la pérdida como peaje para ingresar en la vida adulta. En Moonlight Shadow se añade además un componente fantástico que, para
mí, resta sutilidad a la propuesta, y la hace más juvenil, cayendo, además, en
alguna cursilería poco literaria, como esta frase que podemos leer en la página
178: «Hizo aparecer un arco iris en mi corazón».
Cuando
Banana Yoshimoto publicó Kitchen
tenía veinticuatro años. Era realmente muy joven y, pese a caer en una búsqueda,
quizás un tanto forzada, de solemnidad y grandilocuencia, al hablar de un modo
tan insistente sobre la pérdida de personas cercanas, me ha parecido que sabía
contralar bastante bien los tiempos narrativos de sus historias (mejor en Kitchen que en Moonlight Shadow) y que su debut era prometedor. Imagino que habrá
limado estos pequeños defectos en sus obras más maduras, quizás me acerque a
alguna de ellas para averiguarlo.
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