domingo, 13 de julio de 2025

Kitchen, por Banana Yoshimoto


 Kitchen, de Banana Yoshimoto

Editorial Tusquets. 206 páginas. 1ª edición de 1988; esta es de 1994

Traducción de Junichi Mattsuura y Lourdes Porta

 

Ya he contado que, tras realizar un vídeo para mi canal de YouTube, titulado 10 grandes novelas japonesas, pensé que debía leer a más mujeres japonesas. En este contexto, empecé a buscar referentes, y me decidí a leer, por primera vez, a Banana Yoshimoto (Tokio, 1964), y elegí su ópera prima Kitchen (1988), que aparecía en varias listas de las novelas japonesas más representativas. Alguna vez había hojeado Kitchen en la biblioteca de Móstoles. Creo que el hecho de que esta novela japonesa estuviera titulada con una palabra en inglés la transformaba a mis ojos en una opción sospechosa. Relacionaba este título en mi mente con Tokio blues de Haruki Murakami. Este hecho de titular en inglés me hacía pensar que la propuesta de ambos escritores aspiraba a la comercialidad. Leí, sin embargo, Tokio blues y, pese a algunos matices que me hacían pensar que me encontraba ante una novela un tanto juvenil, no me disgustó. Así que entré en Iberlibro y pedí, para que me enviaran a casa, un ejemplar de segunda mano barato de Kitchen. Me costó poco, cuatro o cinco euros, y en unas dos semanas me llegó a casa.

 

En principio, deberíamos apuntar que la novela comercializada en España con el título de Kitchen (igual que en otros países), contiene una novela corta, titulada igual que el libro, de unas 140 páginas, y un relato, titulado Moonlight Shadow, de unas 60.

 

La protagonista de Kitchen se presenta a sí misma en la segunda página de la novela: «Yo, Mikage Sakuri, soy huérfana. Mis padres murieron jóvenes. Me criaron mis abuelos. Mi abuelo murió en la época de mi ingreso en la escuela secundaria. Desde entonces, vivíamos solas mi abuela y yo.

Hace poco murió mi abuela inesperadamente. Me asusté.»

 

Desde la muerte de su abuela, Mikage se refugia en la cocina de su casa. Es un espacio que se convertirá en simbólico en la novela: Mikage asocia el espacio de la cocina y el bienestar de la comida a su idea de hogar y familia. Quizás, cuando Han Kang publicó en 2007 su novela La vegetariana, he supuesto que podía haber leído Kitchen y que este libro fue una influencia para el suyo. En La vegetariana, al contrario de lo que ocurre en Kitchen, los alimentos, o más concretamente los que provienen de animales muertos, se connotaban negativamente, como símbolo de la violencia social. En Kitchen, en cambio, los alimentos, elaborados en la cocina, serán símbolo de paz y refugio. Pero ambas novelas, desde perspectivas distintas, hablarán de la soledad.

 

Tras la muerte de la abuela, Mikage, joven estudiante universitaria, debe tomar una decisión sobre dónde va a vivir, porque el piso que ambas mujeres compartían era de alquiler. En este contexto, va a recibir la visita de un chico, un poco más joven que ella, y que estudia en su misma universidad, Yuichi Tanabe. Un chico que la ayudó mucho el día del funeral de la abuela. Yuichi trabajaba en la floristería a la que le gustaba a la abuela ir. Yuichi va a invitar a Mikage a visitar su casa. Yuichi vive con su madre, que en realidad es su padre biológico. Sus padres habían crecido juntos y, tras la muerte de su madre, su padre dejó el trabajo y decidió que ya no amaría a nadie más. También empezó a operarse y convertirse en mujer. Más tarde abrió un bar, donde trabajaban mujeres transexuales y travestis.

Este tema del padre convertido en madre de uno de los protagonistas de Kitchen me ha resultado bastante atrevido y moderno para la fecha en la que está publicada la novela, en 1988.

 

La madre de Yuichi y él mismo van a ofrecer a Mikage la posibilidad de que se quede a vivir con ellos, aunque, en principio, sea una desconocida. «Por más jovial que fuera la convivencia entre la niña y la anciana, fui consciente bastante pronto, aunque nadie me lo hubiera explicado, de que un silencio escalofriante que se respiraba en los rincones iba llenándolo todo, y que había un vacío que no se podía llenar», leeremos en la página 33.

Quizás «este vacío que no podía llenar» es el tema principal de esta novela, con sus personajes principales dibujados como seres agobiados por la soledad y la pérdida. En muchas escenas, Mikage acabará fijándose en la luz de las estrellas en la noche; y esta luz se convertirá también en un símbolo de esa soledad que siente, una soledad cósmica, parece indicarnos.

 

La novela esta dividida en dos partes y me ha gustado el modo en el que Yoshimoto ha manejado los tiempos narrativos; ya que entre la primera y la segunda parte se ha producido un salto temporal de unos meses, y al empezar la segunda parte el lector irá recibiendo información sobre lo que ha ocurrido en los meses previos. Este control narrativo me ha recordado al del debut del chileno Alejandro Zambra, Bosái (2006).

 

Al principio he comentado que, desde hace mucho tiempo, simplemente por la elección del título en inglés para sus novelas, sentía que existía una conexión entre Tokio blues de Haruki Murakami y Kitchen de Banana Yoshimoto. Ahora, después de haber leído ambas obras, pienso que mi intuición era cierta y encuentro similitudes entre ambas obras. Tokio blues se publicó en 1987 y fue un gran éxito. ¿Tuvo tiempo Yoshimito de leerla y escribir Kitchen, publicada en 1988, bajo su influjo? En ambas novelas nos encontramos con personajes jóvenes, que han de enfrentarse al comienzo de su vida adulta. Las existencias de estos personajes estarán marcadas por las pérdidas de seres significativos en sus vidas. Toru Watanabe –protagonista de Tokio blues– es un joven melancólico y existencialista, como es también Mikage, la protagonista de Kitchen. Ambos se van a acercar al amor desde el miedo al compromiso y el lector los acompañará, con sus parejas, en largas escenas de amistad que tal vez, o no, se transformen en intimidad sexual.

Cuando hace cinco años reseñé Tokio blues escribí que me había parecido percibir cierta tendencia a la grandilocuencia en los diálogos. Algo parecido he sentido con Kitchen. Así, por ejemplo, en la página 61uno de los personajes dice: «Pues sí, una persona tiene que estar completamente desesperada una vez en su vida y, entonces, sabe a qué cosas de sí misma no puede renunciar. Si no, llegará a la madurez sin saber qué es realmente importante. Yo he tenido suerte, ¿no crees? –dijo ella. El cabello que caía sobre sus hombros ondeaba–. Hay muchas cosas que…, creo que hay cosas tan desagradables que parecen estar podridas. Hay cosas tan duras que dan ganas de apartar la vista. Ni siquiera el amor puede salvarte del todo.»

 

A diferencia de Tokio blues, Kitchen no apela al guiño cultural (referencias musicales y literarias) para agradar al lector. Pero ambas obras sí que usan la idea triste de la muerte y la pérdida para jugar la baza de crear trascendencia existencialista. En la página 72 de Kitchen leemos: «Parece como si, a nuestro alrededor -estas fueron las palabras que salieron de mis labios-, siempre estuviera lleno de muerte.»

 

Moonlight Shadow (también con título en inglés) empieza en la página 145 de este volumen. Al igual que Kitchen, está narrada por una chica joven, que apenas sobrepasa los veinte años. También trata de la asunción de la muerte de seres queridos. En este caso, el muerto es Hitoshi, el novio de la chica durante los últimos cuatro años. La protagonista de esta historia apenas puede dormir, y trata de sortear el insomnio y la depresión madrugando para hacer jogging junto al río. Siempre acabará llegando al lugar en el que vio a Hitoshi por última vez. La protagonista, en el tiempo narrativo del relato, se relacionará con Shu, de dieciocho años, hermano menor de Hitoshi, un chico raro que, como ella, ha sufrido también una pérdida, pero que, en su caso es doble, ya que él ha perdido a su hermano y también a su novia. Ambos murieron en el mismo accidente de coche. Shu se viste con el uniforme escolar femenino que fue de su novia. Como en Kitchen, este asunto de la identidad de género me ha parecido adelantado para la época de publicación del libro.

Los temas tratados en Moonlight Shadow son los mismos que en Kitchen: la asunción de la pérdida como peaje para ingresar en la vida adulta. En Moonlight Shadow se añade además un componente fantástico que, para mí, resta sutilidad a la propuesta, y la hace más juvenil, cayendo, además, en alguna cursilería poco literaria, como esta frase que podemos leer en la página 178: «Hizo aparecer un arco iris en mi corazón».

 

Cuando Banana Yoshimoto publicó Kitchen tenía veinticuatro años. Era realmente muy joven y, pese a caer en una búsqueda, quizás un tanto forzada, de solemnidad y grandilocuencia, al hablar de un modo tan insistente sobre la pérdida de personas cercanas, me ha parecido que sabía contralar bastante bien los tiempos narrativos de sus historias (mejor en Kitchen que en Moonlight Shadow) y que su debut era prometedor. Imagino que habrá limado estos pequeños defectos en sus obras más maduras, quizás me acerque a alguna de ellas para averiguarlo.

 

 

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