Cuentos, de Antón P. Chéjov
Editorial Alba, 871 páginas. Primera
edición de 1883-1902; esta es de 2023
Traducción de Víctor Gallego Ballesteros
Leí mis primeros
cuentos de Antón P. Chéjov
(Taganrong, 1860 – Badenweiller, 1904) en un pequeño librito de la editorial Alianza –dentro de su
colección Alianza Cien– que se titulado La corista y otros cuentos, que solo
contenía cuatro cuentos, y que compré en El Corte Inglés, exactamente el 10 de
febrero de 1996 (al abrir el librito estaba el ticket en la primera página).
Los cuentos eran: La corista, El hombre enfundado, Enemigos
y La
señora del perrito, que son cuatro de sus relatos más significativos.
Por esos mismos días descubría yo los cuentos de Juan Rulfo y sentí que los de este último me parecían mucho mejores
que los de Chéjov. Aún tendrían que pasar unos años para que yo me enamorara de
Chéjov. Leí, más tarde, en marzo de 2005, una antología más extensa de Alianza
que se titulada La señora del perrito y otros cuentos, que tenía diez; y
también Cuentos imprescindibles,
seleccionados por Richard Ford, que
también leí en marzo de 2005, y que en España editó Debolsillo. Esta última, que contaba con veinte cuentos, fue la
selección que finalmente me hizo caer subyugado ante el encanto de Chéjov. En
2016 y 2017 leí dos libros de Chéjov de la editorial Alba, titulados Cinco
novelas cortas y La estepa / En el barranco, que
contenían siete novelas cortas de Chéjov, que me encantaron y que me parece que
es una parte de su obra que se conoce mucho menos.
En casa tengo sin
leer, desde hace ya bastantes años, otra antología de cuentos de Chéjov en la editorial Pre-Textos, y que contiene
diez piezas. Sin embargo, antes de acercarme a este libro me apeteció pedirle a
la editorial Alba una de sus
novedades en Alba Minus, que apareció en marzo de 2023, y es este Cuentos
de Chéjov, que hoy reseño, que contiene 60 cuentos, con 871 páginas, y que
están traducidos por Víctor Gallego,
que es el autor de las estupendas traducciones de los rusos para Alba.
De la introducción
me llaman la atención unas palabras: no es fácil realizar una antología de los
cuentos de Chéjov, debido a su gran producción, y a que ni siquiera los grandes
autores clásicos se ponen de acuerdo sobre cuáles son sus mejores cuentos. De
hecho, he comprobado que de los diez cuentos de la antología de Pre-Textos no
coinciden muchos con los de Alba.
Los primeros
cuentos de esta antología están fechados en 1883; es decir, cuando Chéjov tenía
veintidós o veintitrés años. Los orígenes de Chéjov son humildes y, desde muy
joven, ha de ganar dinero publicando cuentos en revistas, para costearse sus
estudios de Medicina y poder ayudar económicamente a sus padres y hermanos.
En la barbería es el primer
cuento y acaba siendo una pequeña crítica de costumbres de personajes rusos,
más o menos esperpénticos, escrito con intención cómica. Debo decir, desde ya,
que me gusta que la selección de Alba pretenda abarcar una muestra
significativa de todas las etapas creativas de Chéjov y que no solo ha
seleccionado los cuentos que se suponen que son más brillantes, aquellos en los
que Chéjov dominaba perfectamente su arte. De este modo, En la barbería es un cuento que está muy lejos de ser uno de los
que entendemos como representativos del autor. Se lee con simpatía, porque el
lector sabe de qué es capaz el autor, y que aquí, aún, no ha conseguido.
Esto mismo va a
ocurrir con los siguientes cuentos: La muerte de un funcionario y La
hija de Albión. Además, son cuentos bastante más cortos que los que van
a ser sus piezas más significativas.
El cuarto es La
cerilla sueca y me parece que destaca un poco, respecto a los
anteriores, porque es más largo y mantiene una pequeña trama de detectives. Sin
embargo, será de nuevo una pequeña crítica de costumbres, sobre personajes
perdidos que no consiguen alcanzar sus aspiraciones.
Cirugía es de 1884 y
seguimos con lo mismo: dos personajes comienzan hablando amablemente para
acabar enfadándose.
En El
camaleón se critica a ese tipo de personas que apoya una causa u otra
según la capacidad que esta tenga para generarle o no problemas. Las
intenciones son demasiado claras y Chéjov sigue sin brillar. Igual ocurre con De
mal en peor, donde se critica a un hombre intratable.
El octavo relato
es Las ostras (1884), que, a
diferencia de los otros, está escrito en primera persona. En él, desaparece el
humor y la melancolía gana espacio a la crítica de costumbres, sin llegar ésta
a desaparecer. Un hombre evoca un recuerdo de niño, en el que va a sufrir una
cruel humillación. Aquí se ha producido ya un salto de calidad.
En De
mal humor, un cuento de apenas tres páginas, volvemos al principio. Más
simpático me parece Los nervios, que introduce el tema del espiritismo y el miedo,
y acaba siendo una comedia un poco pícara.
Los cuentos de
1885 empiezan a ser un poco mejores. Los simuladores es, de nuevo, una
crítica de costumbres con tintes cómicos, pero me ha parecido mejor que otros
cuentos anteriores. Algo parecido siento con Apellido de caballo, El
cazador, El Malhechor (quizás este es el mejor cuento de los
seleccionados en este año) y ¡Qué público!
En 1886, en la
página 137 del libro, se produce el salto definitivo. El Chéjov que conocemos,
gracias a las antologías clásicas, empieza aquí su andadura real, cuando tenía
veinticinco o veintiséis años. Alguien podría pensar ¿y por qué no empezar el
libro aquí? Podría ser una idea, pero, como ya he apuntado antes, no me ha gustado
conocer todas las etapas creativas por las que pasó el genio de Chéjov.
De los cuentos de
1886, el primer seleccionado es Tristeza y creo que
aquí estamos ya ante la primera obra maestra. Un cochero, al que se le acaba de
morir su hijo, busca clientes en las oscuras calles de una ciudad, mientras
está empezando a nevar. El cochero no parece encontrar a nadie que quiera
escuchar su triste historia. Es un cuento muy bello y melancólico sobre la
soledad. El humor inocente de los primeros cuentos ha desaparecido aquí y la
melancolía que apareció en Las ostras
domina ya la composición del relato.
En cuentos como Aniuta
(sobre una joven que suele convertirse en acompañante de estudiantes) o Iván
Matveich (sobre un profesor que sufre los continuos retrasos de su
joven escriba) –ambos cortos– Chéjov ha dejado atrás el humorismo de trazo
grueso anterior, y aparece la compasión hacia sus personajes, que será un
sentimiento que va a acompañarnos en la mayoría de sus relatos.
La bruja es un relato más
largo y, sin ser uno de los más destacados del libro, aquí sí que empieza a
brillar el Chéjov adulto, que muestra las frustraciones y la infelicidad vitales
de las personas. Me ha parecido muy moderno el modo en el que Chéjov nos
muestra el deseo sexual femenino. Agafia también nos habla del deseo
de las mujeres en una sociedad de 1886 que, pese al machismo de la época,
consigue ser más moderna, que, por ejemplo, la España de 1940. Un atractivo de
este cuento es que está escrito en primera persona y Chéjov cuenta la historia
a través de un narrador testigo. Una mujer casada joven siente la tentación de
acostarse con un atractivo joven de la localidad, que vive casi como un
vagabundo. El relato acaba antes del estallido final, insinuando la violencia,
pero sin mostrarla.
En el prólogo, que
no aparece firmado, pero que supongo que se debe al traductor Víctor Gallego,
se afirma: «Pueblan los relatos de Chéjov unos seres extraños, inútiles, llenos
de buenas intenciones, pero incapaces para la acción» (pág. 18). Esta
definición se puede aplicar perfectamente al cuento Pesadilla, donde un
hombre, miembro de la comisión de asuntos rurales de su localidad va a visitar
al nuevo cura y le avergüenza su aparente falta de tacto y elegancia. Empezará
considerando que no es una persona adecuada para el cargo que ocupa, para
acabar comprendiendo las condiciones miserables en las que vive, tratar de
ayudarle y darse cuenta, en realidad, de que solo ha tenido capacidad para
perjudicarlo.
La noche de Pascua, en el que un
barquero pasa a gente de una orilla del río a otra, donde se celebra una
fiesta, el mismo día que ha muerto su amigo, parece una versión extendida de Tristeza. De nuevo el hombre en soledad,
sin poder compartir su dolor, frente a la indiferencia del mundo.
Normalmente se
considera La corista una de las cumbres
creativas de Chéjov. En este relato una joven corista, que habitualmente se
encuentra rodeada de admiradores, recibe en su casa la inesperada visita de la
mujer de uno de estos admiradores. Me parece bueno, pero los hay mejores en
este libro.
Por casualidad está escrito con
la técnica del narrador testigo y en él se cuenta la historia de un amor
desgraciado entre dos personajes maduros. Es un relato bello y melancólico.
En Pequeñeces
de la vida un hombre que visita a una mujer con un hijo, separada de su
marido, va a descubrir lo que opina este último de él, a través del hijo
pequeño, que al final del relato se sentirá traicionado, «era la primera vez en
su vida que se enfrentaba cara a cara, de forma tan brutal, con la mentira»
(pág. 249)
Vanka es un cuento
corto sobre los abusos que sufre un niño de nueve años que trabaja de aprendiz
de zapatero. Un cuento muy dickensiano.
La helada que muestra la
pobreza física de algunos personajes, que tratan de ocultarla, me ha parecido
más flojo que los anteriores.
Enemigos
(1887) es una de las cumbres del libro. Un médico al que se le acaba de morir
su único hijo de difteria recibe la visita de un hombre alterado que necesita
que vaya a su casa a ayudar a su mujer que ha caído gravemente enferma. No sé
si me había dado cuenta en las veces anteriores que he leído este relato, pero
en esta ocasión me he percatado de la relación compositiva que tiene con el
cuento Parece una tontería de Raymond
Carver. Es decir, Carver declarado admirador de Chéjov, había leído Enemigos y había querido darle una
vuelta de tuerca. En Enemigos un
personaje trata de explicarle su desgracia a otro, lo que hubiera sido todo un
alivio para él, pero el otro, lejos de querer entenderle, elije ofenderse, y
los dos pasarán a ser enemigos para siempre. En Parece una tontería, los personajes empiezan como enemigos y al
final la pareja que ha perdido a su hijo sí que encontrarán consuelo al ser
escuchados por el tercer personaje, el pastelero. Dos obras maestras del cuento,
que conversan entre sí.
En Enemigos me gustaría destacar también
las descripciones de los paisajes nevados. En muchos cuentos de Chéjov, las
descripciones de paisajes dan a la composición un toque muy bello y poético.
Me gusta la
composición de Vérochka, ya que, aunque se narra algo que ocurre aparentemente
en el presente narrativo del relato, en realidad el personaje está recordando
algo que le ocurrió en el pasado, cuando se dio cuenta de que era una persona
incapaz de amar y comprometerse. Un buen cuento sobre los desencuentros
vitales.
Tifus, sobre la
desgracia de la muerte, me parece un cuento inferior a otros.
El juez de instrucción, donde un hombre
descubre que la vida (al menos la suya) ha dependido más de las causalidades
que de las casualidades es un duro cuento, con el anticuado truco de la
sorpresa final.
Volodia es el relato de
un joven de diecisiete años, poco agraciado, que durante un día podrá jugar a
sentirse todo un conquistador. Un cuento con un final exageradamente trágico.
De Un
trotamundos me gusta la originalidad de los personajes, un joven judío
que ha cambiado de religión y su peregrinaje a un convento. Original.
El caramillo es un cuento
curioso en el que un administrador de finca se encuentra con un anciano que
sufre de ecoansiedad, ya que siente que cada vez hay menos animales en la
región en la que vive.
El beso
es
uno de mis cuentos favoritos de Chéjov, en el que un poco agraciado oficial del
ejército recibe un beso por equivocación. Algo que no le había ocurrido nunca
va a disparar su imaginación y sus anhelos hacia sueños que solo pueden acabar
en la decepción. «Todas las cosas con las que sueño y que me parecen imposibles
e irreales, en realidad son absolutamente comunes –pensaba Riabóvich, mirando
la nube de polvo que el coche del general dejaba a su paso–. Son cosas
ordinarias y les suceden a todos». (pág. 387) Es un cuento bellísimo.
Relato de la señorita N. N. destaca porque es
el único que está narrado por la primera persona de una mujer. Es un cuento
sobre la vida que no tiene vuelta atrás y el lamento por las decisiones del
pasado.
Ganas de dormir es un cuento
sobre los abusos que sufre una niña de trece años que trabaja de niñera,
similar a Vanka, pero con un final mucho más terrible. Es un cuento
inferior a otros del conjunto.
Luces,
con sus casi 50 páginas, es el cuento más largo del libro. Un hombre mayor
previene a otro joven sobre dejarse llevar por ideas nihilistas. Como ocurre en
otros relatos, los personajes citan a autores de la literatura rusa como Gogol,
Tolstoi o Dostoievski. Existe aquí un interesante juego de dos narradores, con
un relato dentro del relato. Es una gran novela corta sobre la asimilación de
las consecuencias de nuestros actos.
En El
zapatero y el diablo hay un desarrollo casi fantástico (que acaba
siendo un sueño) y esto ha hecho que el cuento me parezca inferior a otros.
La apuesta es un cuento
extraño, que no parece de Chéjov, donde un hombre apuesta con otro permanecer
aislado en una celda por dos millones de rublos. Es un cuento sobre las
casualidades que me ha parecido más comercial que otros. Es curioso cómo, a
veces, he tenido la sensación que los peores cuentos del libro eran más
efectistas, como si estuvieran escritos de un modo más apresurado con la
intención de ganar un dinero fácil. Sin embargo, este no es un mal cuento.
En La
princesa aparece de nuevo el tema de las buenas personas que son
incapaces de aportarle algo útil al mundo, pero que no dejan de salir de su
complacencia.
Gúsiev es un cuento
extraño, que transcurre en altamar y que nos presenta una conversación entre
unos soldados que regresan a casa desde China aquejados de tuberculosis. No he
conseguido entrar en él.
Campesinas es un cuento con
narrador interpuesto que habla de violencia machista, donde una mujer que ha
tenido un amante acabará repudiada por el marido y por el amante amante. Es
duro, un buen cuento.
La cigarra
es
otro de los mejores cuentos del libro sobre una mujer que se casa con un
médico, que cuido a su padre, pero al que no aprecia mucho, ya que ella quiere
ser famosa y estar rodeada de artistas. Hasta cierto punto parece que aquí
Chéjov se desdobla en dos personalidades, la del artista y la del médico, y al
final retrata a los artistas como vanidosos e inútiles y elogia la dedicación y
el sacrificio del médico. Muy emocionante.
En deportación nos llega a un
clima extremo y al trabajo de los barqueros, de nuevo. Es un cuento sobre las
diferencias sociales y la pobreza.
Vecinos
es otros de mis cuentos favoritos del libro. En él un joven lamenta que se su
hermana se ha ido a vivir con su vecino, un hombre casado. El joven se acabará
dando cuenta de lo vacía que está su vida. La última página del cuento es
demoledora: «Toda su vida le pareció de pronto tan oscura como esas aguas en
las que se reflejaba el cielo nocturno y en las que se entrelazaban las plantas
acuáticas. Y tuvo la impresión de que aquello no tenía remedio» (pág. 594)
Terror, donde un
narrador acaba sintiéndose atraído por la mujer de su amigo, al que no quiere
traicionar, pero que no está seguro de si acabará haciéndolo o no, también es
muy bueno.
El monje negro (1894) trata de un joven licenciado en
filosofía, enfermo de los nervios, que decide visitar en el campo a su antiguo
maestro, quien está obsesionado con el cuidado de un huerto. El protagonista
sucumbirá a las alucinaciones, cuando se desarrolle la enfermedad mental que
sufre. Es un cuento muy inquietante.
Como leemos en la
introducción, a mediados de la década de 1890 Chéjov sabe que ha contraído tuberculosis
y que lo más normal es que no viva muchos años. Por eso, la muerte empieza a
estar muy presente en sus cuentos de la última década, pero también el deseo de
apresar la belleza de la vida.
En El violín de Rothschild el
personaje es un hombre que vive de fabricar ataúdes, además toca el violín en
una orquesta, que le tolera pese a su odio hacia los judíos, religión que siguen
algunos de sus otros miembros. Es un cuento que plantea una hermosa reflexión
sobre la muerte y la trascendencia de la vida.
El estudiante es uno cuento muy
corto y más intrascendente.
Ariadna, donde un ruso le
cuenta su historia a otro ruso en el trayecto en barco entre Odesa y Sebastopol
es, otra vez, un gran cuento. De nuevo aparece aquí el tema de las personas que
necesitan ser admiradas y que se empeñan en vivir por encima de sus posibilidades.
Casa con desván parece prevenir,
de nuevo, a la juventud sobre los peligros del nihilismo. Sus ideas
desesperadas harán a un joven pintor perder a la que podría haber sido el amor
de su vida.
En el carro nos presenta,
como excepción, a un nuevo protagonista femenina, a una maestra de un pueblo
que, tal vez, podría haber sido feliz si hubiera conseguido conquistar a un
hombre que le gustaba.
El hombre enfundado no me gustó mucho
cuando lo leí la primera vez, hace ya casi treinta años, pero me ha gustado
ahora, sin llegar a parecerme uno de los cuentos más destacados del libro, creo
que su metáfora sobre el hombre que trataba de protegerse es demasiado
evidente.
Las grosellas y Del amor, de 1898, y que
aparecen seguidos en el libro, son dos cuentos entrelazados, ya que en ellos
hay dos cazadores, los mismos en los dos relatos, que reciben el peso de una
historia. Las grosellas trata sobre la posibilidad de que alguien se
pierda dentro de sus sueños y no sea capaz de ver el sufrimiento de los demás.
En Del amor un hombre no se decide a
amar a la mujer de su amigo y acabará pensando que lo que le frenó fue algo
inútil. En realidad, La dama del perrito
es una contestación a este cuento, Del
amor.
Una visita médica es un cuento de
1898, donde ya aparecen los teléfonos, y donde se critican las condiciones en
las que viven los trabajadores de una fábrica. Esto me ha recordado a la novela
corta de Chéjov En el barranco, que era de 1900, y también se criticaba cómo la
modernidad del humo de las fábricas parecía pervertir la belleza de los
paisajes rusos. De nuevo un cuento sobre personas aparentemente bondadosas que
no consiguen hacer el bien.
La nueva dacha, donde el
protagonista es un ingeniero que construye un puente en un río, y acaba
comprando un terreno, en un pueblo cercano, para hacerse una casa, es un cuento
sobre la envidia y el miedo al progreso en el campo ruso.
La dama del perrito es de 1899 y lo he debido de leer ya por
cuarta vez. No me entusiasmó en su primera lectura de los años 90, y luego me
encantó más tarde. Richard Ford
decía en el prólogo de su antología que eso fue lo que le pasó a él: que La dama del perrito fue un cuento que le
dejó frío con dieciocho años, pero que amó con treinta. Quizás se necesita
haber vivido ya algo para apreciar la sutileza de esta gran pieza.
En fiestas es un cuento
corto sobre las relaciones familiares entre la aldea y los emigrados a la
ciudad. Es inferior a otros tratados aquí.
El obispo de 1902 es el
último cuento que escribió Chéjov, que moriría dos años más tarde. Un hombre,
que ejerce de obispo, se encuentra cercano a la muerte y lo que le apetece es
sentir el calor de su madre, de los suyos, pero el puesto que ocupa en la
sociedad hace que sus seres queridos se acerquen a él de un modo demasiado
respetuoso y poco natural. Es un bello cuento crepuscular.
Dejo aquí una lista, como recordatorio para el futuro
de los que me han parecido los mejores cuentos: Las ostras, Tristeza, La corista, Enemigos, El beso, Luces, La cigarra, Vecinos, El monje negro, El violín de Rothschild, Las
grosellas, Del amor y La dama del
perrito.
En general,
destacaría la modernidad de los cuentos de Chéjov, la sutileza de sus
planteamientos, donde lo más importante de las relaciones entre los personajes
transcurre en la historia a un nivel subterráneo, y raramente explotan todos
los dramas como podrían explotar. Yo leí durante los años 90 a muchos
cuentistas norteamericanos, que se acabarían convirtiendo en algunos de mis
escritores favoritos: Raymond Carver,
Richard Ford o Tobias Wolff, y los tres han bebido de Antón P. Chéjov, que es el
autor que ha creado la mirada moderna sobre el relato de ficción. Estos Cuentos de Antón P. Chéjov han sido una
de mis grandes lecturas de 2023.
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