Los gozos y las sombras, de Gonzalo Torrente Ballester
Editorial Círculo de lectores. 1.356
páginas. Novelas publicadas entre 1957 y 1962
De Gonzalo
Torrente Ballester (Ferrol, 1910 – Salamanca, 1999) tenía comprados en casa
dos libros: La saga/fuga de J. B. (1972) y Cuadernos de La Romana
(1975), ambos de segunda mano y con una letra microscópica; sin embargo, pensé
que la forma más adecuada de entrar en su obra era con su extensa novela Los
gozos y las sombras, formada por El señor llega (1957), Donde
da la vuelta el aire (1960) y La Pascua triste (1962). Además, una
de mis compañeras de trabajo es Helena
Torrente, sobrina del autor, y que forma parte de una fundación que vela
por su memoria, y, desde hace tiempo, le tenía prometido leer a su tío. Este momento
ha llegado en el verano de 2023, cuando –sobre todo durante el mes de agosto– suelo
dejarlo reservado para leer una novela extensa, que, en la mayoría de los
casos, supera las 1.000 páginas.
Ahora mismo, existe una edición de Los
gozos y las sombras en un solo volumen, que vende la editorial Alfaguara, pero yo encontré,
en la librería de segunda mano Ábaco
(mi favorita de Madrid), una edición conmemorativa del treinta aniversario de
la publicación de la tercera parte (1992), en tres volúmenes, con caja e
ilustrada por Julián Grau Santos,
por 15 €, lo que me pareció un gran precio, así que la compré. Empecé con ella
a finales de julio y terminé a finales de agosto. Le he dedicado un poco más de
un mes.
Los gozos y las sombras, pese a su
fuerte unidad temática, apareció ante el público dividida en tres partes, El
señor llega en 1957, Donde da la vuelta el aire en 1960 y
La
Pascua triste de 1962.
De entrada, voy a comentar que en Los gozos y las sombras existen dos
narradores: un narrador en tercera persona, que contará una historia de forma
lineal al lector, durante más de 1.300 páginas (es decir, durante más del 98%
del total), pero también existe un narrador coral (habla de sí mismo en primera
persona del plural), que ocupa unas 30 páginas del libro. Este segundo narrador
aparece en las primeras páginas de El
señor llega, no lo hace en la segunda parte, y en tres cortes de La Pascua triste, al principio del
libro, en el medio y al final. La aparición de este segundo narrador coral –que
se correspondería con la voz colectiva de la clase acomodada de pueblo Pueblanueva
del Conde, lugar donde se desarrolla la acción– está mostrada mediante letra
bastardilla en el texto.
El primer narrador se correspondería con
la figura del escritor, que acompaña a los personajes de cerca, saltando de una
escena a otra; y la voz colectiva marcará tránsitos de tiempo más largos que
los anteriores. Es decir, mientras que en el ritmo normal de la novela se narra
el día a día de los personajes, de los que se siguen sus andanzas durante días,
en la segunda voz se amontonan los meses y el lector podrá saber, a grandes
rasgos, cómo ha avanzado la trama de la historia, cómo han sido sus momentos
valles, momentos en los que el lector ha de considerar que el narrador
principal no consideraba importante registrar con minucia.
La acción narrativa de la novela va
desde los últimos meses de 1934 hasta la primavera de 1936. Torrente Ballester
va a usar de fondo para contar su historia los últimos años de la segunda
república española, el llamado «bienio radical-cedista» donde gobierna la CEDA
(derecha), una vez que ha tenido lugar la «Revolución de Octubre» de 1934 y el
periodo que va desde el triunfo en las elecciones de febrero de 1936 del Frente
Popular (izquierda) hasta las puertas de la guerra civil. La cada vez más
radicalización política de la época se irá filtrando en la novela.
El título de El señor llega hace referencia a la llegada al pueblo gallego de Pueblanueva
de Carlos Deza, de treinta y cuatro años, quien ha estado fuera de la localidad
durante los últimos quince años. Carlos ha estudiado medicina en Viena,
especializándose en psiquiatría, y allí ha conocido y tomado clases del
mismísimo Sigmund Freud. En la novela, Torrente Ballester no parece hacer
distinción entre las profesiones de psiquiatra y psicología. La madre de
Carlos, recientemente fallecida, tuvo que realizar un gran esfuerzo para que su
hijo pudiera llegar a ser médico, una profesión por la que Carlos no siente
pasión, sino que lamenta que, en toda su vida, se ha sentido dirigido por la
voluntad de otras personas (sobre todo por la de su madre y luego por la de una
amante). Su padre es un personaje ausente, que abandonó a la madre y al hijo,
en la infancia de éste. Ahora que la madre ha muerto, Carlos regresa (por un
tiempo que, en principio, él considera que va a ser breve) al pueblo para
arreglar sus asuntos y también invitado por un tema que considera freudiano: en
la niñez, su madre tapió la puerta de una torre de la casa, que su padre había
usado como despacho. Carlos siente ahora, ya adulto, la necesitad de saber qué
se esconde tras esa puerta. En Villanueva va a entablar relación, en primera
instancia, con Mariana Sarmiento («la Vieja»), una pariente lejana y protectora
de su madre, que le acogerá en su casa hasta que decida qué va a hacer con la
suya (cerrada desde hace años), y con su vida.
«El señor llega» también es una
referencia bíblica: los habitantes del pueblo creen que, tal vez, Carlos Deza
pueda hacer frente a Cayetano Salgado, un hombre de su edad, dueño del próspero
astillero local, y que es el cacique de Pueblanueva. Además de poder contratar
y despedir a su antojo a los trabajadores del pueblo, Cayetano es también el
Don Juan local, que periódicamente se encapricha de chicas, que han de ceder a
sus deseos sexuales, posición que hará que ellas o sus familiares consigan
ventajas económicas. También ha conquistado a más de una mujer casada, y todos
los varones del pueblo piensan que Cayetano los puede humillar cuando quiera
convirtiéndolos en cornudos.
Carlos Deza es además uno de los últimos
descendientes de los Churruchaos, que en el pasado habían ejercido el control
de Pueblanueva como nobles rurales. Son varias las ramas de los Churruchaos que
aún perduran –aunque ninguno de ellos conserve directamente este apellido–, los
hermanos Juan, Inés y Clara Aldán (sumidos en la pobreza), el monje Eugenio
Quiroga (que pinta imágenes religiosas) y Mariana Sarmiento, con familiares en
París: Gonzalo Sarmiento y su hija Germaine.
Los Churruchaos son reconocibles por
mantener algunas similitudes físicas: son pelirrojos, altos, huesudos y de
grandes narices. Hasta la llegada de Carlos, la posición económica de Mariana
Sarmiento funciona como un contrapoder de Cayetano: Mariana, además de ser
dueña de tierras e inmuebles, es la dueña de los barcos del pueblo. En ellos
emplea a unos hombres, que representan unas sesenta familias de Pueblanueva,
fuera del control salarial de Cayetano. Aunque el negocio de los barcos no le
da dinero, Mariana lo mantiene para que su rival no sea el dueño absoluto del
pueblo. Además, los Churrichaos tienen el privilegio de poder sentarse en una
iglesia, propiedad de doña Mariana, en un banco cercano al presbiterio; algo
que desagrada a Angustias, la religiosa madre de Cayetano.
Aunque el pueblo tenía esperanzas de que
Carlos Deza tuviera fuerzas para enfrentarse a Cayetano, pronto se mostrará
como una persona indolente, que no desea plantar cara a nadie, alguien que
tampoco tiene deseos de ejercer como médico o psicólogo, y que quiere
encerrarse en su casa, medio en ruinas, para revisar los papeles de su padre y,
tal vez, escribir un libro sobre Pueblanueva; pero también es alguien capaz de
envolver a los demás con su dialéctica. Esto le dirá Carlos a Cayetano, cuando
éste trate de contratarle como médico de sus astilleros: «No estoy dispuesto a
que me consideres como uno de ésos, algo así como súbdito tuyo, ni tampoco como
enemigo. Deseo permanecer al margen; ya lo sabes. Acabo de hablarte de mi
libertad.» (pág. 188, libro I)
Sin embargo, Carlos Deza –personaje
existencialista– que, en principio, parecía estar de paso por Pueblanueva se va
viendo arrastrado por el ritmo vital del pueblo y su partida se irá retrasando,
como en una especie de Montaña Mágica gallega.
Torrente Ballester ha querido simbolizar
en el enfrentamiento entre los Currachaos y Cayetano un cambio de era. Los
terratenientes, ricos gracias a la explotación de los recursos de la tierra y
el mar, con aires nobiliarios, están en decadencia y tienen que abrir paso a
una nueva época de burgueses industriales, representados por Cayetano y su
astillero. Cayetano no se ha criado en la pobreza, puesto que su padre ya era
el dueño del astillero, y él ha podido estudiar ingeniería en Inglaterra, pero
sí que arrastra un complejo de clase contra los Churrachaos (en una escena
significativa, Cayetano le echará en cara a Carlos que, cuando eran niños,
cuando eran amigos, Carlos Deza y Juan Aldán fueron a visitar las ruinas del
castillo de los Churrichaos y a él le dejaron fuera de la excursión por no
pertenecer a su estirpe). Cayetano está convencido de que es rico gracias a su
trabajo y su empuje.
En algún momento me ha chocado que
Torrente Ballester dibuje a Cayetano, el cacique local, que actúa (sobre todo
en su trato con las mujeres) como un reyezuelo medieval, como perteneciente a
la ideología socialista. Es cierto que Cayetano, pese a la arbitrariedad con la
que contrata o no en su empresa a los habitantes de Pueblanueva, es un empresario
que cumple con los horarios laborales y paga mejor que la media del sector a
sus trabajadores, a los que piensa que ha de tener contentos para que rindan
más. En la segunda parte, hay algunos capítulos en los que la acción se
traslada de Galicia a Madrid, y cuando alguno de los personajes de Pueblanueva
le explique la ideología de Cayetano a un profesor de universidad madrileño,
simpatizante socialista, éste dirá que estas cosas solo pueden pasar en España.
Aunque Carlos ha mostrado su deseo de permanecer
al margen de las guerras locales, el enfrentamiento con Cayetano se hará
inevitable, propiciado por las relaciones que ambos establecerán con algunas de
las mujeres de la localidad.
En la novela se muestra más de una
situación machista, propiciada principalmente por la mirara de Cayetano sobre
las mujeres de Pueblanueva, a las que considera como una propiedad de la que
puede disfrutar a su antojo. Sin embargo, la mirada del narrador es crítica con
estas situaciones. Torrente Ballester dibuja en su novela a personajes
femeninos fuertes; empezando por Mariana Sarmiento, que llegará a decir: «No me
importa nada, más que la libertad, y sabía que al casarme con quien fuese, la
perdería.» (pág. 140, Libro I). Mariana es una mujer moderna, adelantada a su
tiempo y a las costumbres locales, que, en más de un momento, será mostrada por
el narrador con rasgos masculinizantes. Otro personaje femenino fuerte será
Clara Aldán, uno de los personajes más memorables del libro, una joven
atractiva y vista por el pueblo como «una perdida», por su pobreza y por las
faltas de respeto que tiene que soportar de algunos de los habitantes del
pueblo.
A diferencia de lo que solía ser
habitual en la novelística del siglo XIX, el narrador de Los gozos y las sombras no interviene de forma directa en el texto.
A veces describe, con ligeras pinceladas los pensamientos de los personajes,
pero no al nivel de introspección de los escritores del XIX. En gran medida,
Torrente Ballester dejará que sus personajes se definan a través de sus
palabras. La novela es muy rica en diálogos significativos. En este sentido, la
mirada del autor es bastante cinematográfica. No es de extrañar que RTVE
hiciera una serie de éxito con esta novela, porque es un texto que invita a
ello.
El lenguaje es de ritmo ágil, de estirpe
barojiana, y es de destacar la riqueza de vocabulario, que describe realidades
rurales o del mundo de la pesca.
Considero que la descripción del clima
cumple una función simbólica en la novela. Carlos Deza lleva a Pueblanueva
envuelto en lluvia, frío y niebla y éste será el telón de fondo de los dramas
desarrollados en la historia. De hecho, una de las escenas claves del libro
–que será fundamental en la trama– tiene lugar durante una borrasca en la que
los barcos de doña Mariana no pueden salir a faenar.
Donde
da la vuelta el aire comienza al día siguiente que finaliza El señor llega, y en él sigue el
invierno. La Pascua triste comienza
con el narrador plural (marcado con letra bastardilla) adelantando unos meses,
en los que la historia se salta, y resume, lo que ocurren en la primavera y el
verano de 1935, y hace comenzar otra vez la acción cuando llega el mal tiempo,
a finales de 1935. La excepción al tema climatológico se producirá solo en el
último tramo de la novela, cuando sí se vea algún día soleado en Pueblanueva en
la primavera de 1936, que parece marcar la calma justo antes de la tormenta
histórica.
La novela está escrita en tono realista,
que puede recordar a la obra de Benito
Pérez Galdós, y en algunas descripciones de personajes a vuelapluma también
se puede sentir la influencia de Pío
Baroja. Me han encantado unas cincuenta páginas centrales de Donde da la vuelta el aire, en las que
la acción se traslada a Madrid. En pleno 1935, en estas páginas ambientadas en
la capital se dejan ver las tensiones políticas, y los enfrentamientos
callejeros, que van a conducir a la guerra civil menos de un año después. En
Pueblanueva, más detenida en el tiempo, las tensiones políticas parecen más
lejanas.
Los
gozos y las sombras es una novela realista, pero, sin embargo, contiene
algunos pequeños detalles en los que ese realismo queda un tanto diluido, al
estilo semifantástico de los escritores gallegos. Así, por ejemplo, Carlos
Deza, pese a su ateísmo, cree, en algún momento, sentir la presencia cercana
del demonio, o Paquito el Relojero,
el loco oficial del pueblo, cada primavera siente la llamada de iniciar un
viaje hasta otra localidad cercana, en la que se encuentra con otra loca, con
la que comparte una pasión amorosa en el bosque, y luego regresa siempre a
Pueblanueva.
Los
gozos y las sombras, pese, como ya he dicho, ser una novela realista, no es
puramente costumbrista, ya que los estudios de Carlos Deza en Viena y la carga
mental del personaje, la adentran en algunos presupuestos del sinsentido
existencialista.
El narrador principal, sobre todo al
principio, sigue las andanzas de Carlos Deza, pero, según avanza la novela, su
mirada se detiene sobre otros personajes y Carlos sale del foco principal. Me
parece magistral el control que tiene Torrente Ballester sobre un gran número
de personajes, que puede superar la treintena.
Es frecuente encontrarse con Los gozos y las sombras en las listas de
mejores novelas españolas del siglo XX, una inclusión que me parece plenamente
justificada. Hace unos meses grabé para mi canal literario en YouTube Bienvenido, Bob un vídeo en el que
proponía una lista con mis 10 novelas españolas favoritas. Si lo volviera a
hacer ahora, creo que encontraría un hueco en ella para Los gozos y las sombras, una grandísima novela que se va directa a
mi lista de «mejores lecturas del 2023».
¡Hola! Tengo pendiente a este escritor desde años, espero darle una oportunidad dentro de poco, muy buen análisis del libro. Un abrazo ❤️
ResponderEliminarPosdata: te sigo y dejo mi blog por si te quieres pasar: http://aborboletaturquesa.blogspot.com/