El grito silencioso, de Kenzaburo Oé
Editorial Anagrama. 345 páginas. 1ª edición de 1967; ésta es de 2004.
Traducción de Miguel Wandenbergh
En 1994 ganó
el premio Nobel de Literatura el japonés Kenzaburo
Oé (Uchiko, 1935) y yo leí un libro suyo por primera vez en octubre de
1996, a la edad de veintidós años. Se trataba de La presa (1957). Después
leería Una cuestión personal (1964), Cartas a los años de nostalgia
(1987), Arrancar las semillas, fusilad a los niños (1958) y por último,
en 1999, Dimos cómo sobrevivir a nuestra locura (1966). Cinco libros
publicados por Anagrama que hicieron
que Oé se convirtiera en uno de mis escritores favoritos. En 2009, tras un
largo periodo de espera, apareció una nueva y extensa novela suya, titulada Salto
mortal (1999), con más de 800 páginas. Pero ya no la publicó Anagrama, sino Seix Barral. Sopesé leerla, pero creo que me echó para atrás que Oé
hubiera cambiado de editorial en España. Como si de mi equipo de fútbol se
tratase, consideré entonces una traición ese cambio de camiseta, algo que no
tenía nada que ver con Oé, claro, sino con su agente literario y con la
histórica fama de agarrado del editor Jorge
Herralde.
Llevaba ya
unos años rumiando la idea de volver a Oé, a los nuevos libros de Seix Barral,
a su etapa posterior al premio Nobel, y lo iba posponiendo. Siempre estaba ahí
alguna novedad literaria a la que atender, el libro de un amigo, unos editores
a los que aprecias, un clásico al que debía acercarme, algún nuevo desvío, etc.
Pero este 2022 me he dicho basta. He de leer aquello que «exactamente» quiero
leer. Este es un problema que mi mujer, Almudena, no entiende y creo que yo
tampoco.
Iba a sacar
de bibliotecas públicas los libros de Oé en Seix Barral, cuando me he dado
cuenta de que me faltaba uno de los que sacó en Anagrama (aunque yo creía que
había leído ahí toda su narrativa publicada). Se trataba de El
grito silencioso (1967), que además es uno de los más significativos de
su obra. Así que he decidido volver a Oé rellenando antes los huecos.
El personaje
y narrador de El grito silencioso es
Mitsu, de veintisiete años, que está casado y tiene un hijo, que nació con un problema
mental, y al que han ingresado en un sanatorio. La escritura de Oé contiene un
gran trasfondo autobiográfico, y ya en Una
cuestión personal nos habló del trauma de que el primer hijo de un
matrimonio naciera con un tumor en la cabeza, que al extirparlo provocará que
el bebé pasase a ser prácticamente un vegetal. Una cuestión personal se publicó en 1964 y El grito silencioso en 1967, y este trauma une a las dos novelas,
que es un trauma real en la vida de Oé, cuyo hijo Hikari nació con este
problema. Un asunto que ha estado muy presenta en la obra de Oé. Actualmente
Hikari Oé es un reputado compositor de música de cámara en su país.
En el primer
capítulo, Mitsu no puede dormir, sale de su casa y desciende hasta un poco
semiseco para pensar en su vida abrazado a un perro. Su hermano mayor murió
como soldado en la Segunda Guerra Mundial, el siguiente hermano murió en el
pueblo del que son originarios, por una paliza recibida por un grupo de
inmigrantes coreanos. La siguiente hermana se suicidó. De los cincos hermanos
solo quedan Mitsu y Takashi, su hermano pequeño. Además, otro amigo de Mitsu,
con el que estaba realizando la traducción de un libro, se ha suicidado,
pintándose la cara de bermellón, desnudo, con un pepino en el ano, ahorcándose.
Además, Mitsu es tuerto, un grupo de estudiantes de primaria le tiraron una
piedra y perdió el ojo derecho. Mitsu, en el fondo del pozo, se está imaginando
a sí mismo muerto y enterrado.
Más
adelante, Oé va a encabezar uno de sus capítulos con una cita de Jean Paul Sartre, pero desde el
comienzo esta novela rezuma existencialismo francés. De hecho, sé que Oé
estudió Filología Francesa en la universidad de Tokio, y Sartre fue una de las
lecturas que le deslumbró en su juventud.
Takashi, el
hermano pequeño de Mitsu, participó en las manifestaciones que hubo en Japón a
principios de la década de 1960 en contra del Tratado con los Estados Unidos, a
favor de la cooperación mutua, pero que de hecho permitía establecer a Estados
Unidos bases militares en Japón. Takashi se ha arrepentido de aquello y, con un
grupo de teatro, ha iniciado una gira por los Estados Unidos con una obra en la
que, junto con otros jóvenes como él, muestra a los norteamericanos su
arrepentimiento. Pero Takashi abandonará al grupo y se dedicará, durante unos
meses, a vagabundear por los Estados Unidos. En el segundo capítulo del libro,
Takashi regresa a Japón, y le propone a su hermano volver a su pueblo del
valle, en la isla de Shikoku, para vender sus propiedades heredadas y vivir
allí, en las tierras de sus antepasados. Mitu acepta, y se trasladará al pueblo
con su hermano, su mujer, y una pareja de chicos de dieciocho años, que son
amigos y admiradores de Takashi. Así se describe la entrada del autobús al
valle: «Cierta sensación de miedo indefinido me puso en guardia contra algo
horroroso que podía echárseme encima desde las sombras oscuras de las rocas que
mi ciego ojo derecho levantaba en el campo de mi visión.» (pág. 59). La
sensación de amenaza y posible violencia es contante en este libro.
«Se me
ocurrió entonces que la causa de mi desazón tal fuera que, en el fondo, me daba
cuenta de que quienes les sobreviven no pueden hacer nada por los muertos. Sin
ninguna razón definida, había sido presa de un vago presentimiento desde hacía
algunos meses. Fueron los meses en que murió mi amigo, mi mujer se dio a la
bebida y tuvimos que internar a nuestro hijo subnormal, aunque aquel
presentimiento tal vez también tuviera relación con cosas que habían estado
gestándose desde mucho tiempo antes. Aquel presentimiento me había llenado de
la convicción de que moriría de un modo aún más inútil, absurdo y ridículo que
mi amigo.» (pág. 43-44) Mitsu está entrando en una depresión, y esta situación
no parece que vaya a mejorar al llegar al valle de sus antepasados. Sin
embargo, allí su hermano Taka sí parece rejuvenecer y encontrar energías para
ganarse a los jóvenes del pueblo, y organizarlos en torno a un equipo de
fútbol. También empezará a pensar, y obsesionarse, en el hermano de su
bisabuelo, que un siglo antes se había convertido en el líder de una revuelta
campesina y violenta en la región. Sobre este bisabuelo y su hermano corren
varias teorías que Mitsu y Taka quieren conocer para acercarse a la verdad.
Taka parece
querer emular a su antepasado y comenzará un conato de revuelto contra el dueño
de una cadena de almacenes, que ha abierto un supermercado en el pueblo, y al
que se referirán como el Emperador de los Supermercados. El Emperador es
descendiente de coreanos, que fueron desplazados a Japón durante la época de la
guerra como mano de obra esclava. Después de la guerra siguieron viviendo en el
valle, en una colonia a las afueras del pueblo. Estos coreanos fueron los que
mataron a golpes al segundo hermano de Mitsu y Taka. Taka quiere ahora
establecer una venganza contra él. En el coreano que ha prosperado el valle
parece encarnar la espina clavada que se les quedó con la derrota de la guerra,
y esta idea le sirve a Oé para crear un contraste entre el Japón de antes de la
guerra, con sus ideas políticas y creencias ancestrales, y el nuevo Japón,
seguidor de la cultura capitalista.
Además de la
relación que he visto con el tema del hijo con problemas entre Una cuestión personal y este libro, he
encontrado otros hilos de unión: en El
grito silencioso al protagonista le surge la oportunidad de ir a trabajar a
África, viaje que ve como una oportunidad de evasión, y esta idea estaba ya
también en Una cuestión personal.
El grito silencioso (expresión que evoca a los mensajes mudos que nos
dejan los suicidas) es una novela oscura y tensa, una grandísima obra llena de
belleza y tensión narrativa.
Después de
veinticuatro años he vuelto a leer a Kenzaburo Oé y me ha encantado el
reencuentro. Me siento como si, por algún motivo incomprensible, hubiese dejado
de lado a un amigo, pero después de los años he ido a llamar a su puerta y éste
me la ha abierto y me ha dado un abrazo.
Los amigos que se hacen durante la adolescencia duran toda la vida aunque pasen años sin verlos, ¿no crees?
ResponderEliminarYo de Kenzaburo Oé recuerdo con muchísimo agrado la lectura que hace ya también muchos años hice de "Arrancad las semillas, fusilad a los niños". Ahora pienso que haré como tú buscaré en la biblioteca pública "El grito silencioso" que por lo que cuentas me parece de lo más apetecible.
Un fuerte abrazo, David
Hola, Juan Carlos: espero que te guste El grito silencioso si te acercas a él. Saludos.
ResponderEliminarCon Oe me ocurrió algo muy parecido: leí hace años Una cuestión personal y Arrancad la semilla en Anagrama, y me impresionaron mucho (aunque me pareció una lectura difícil desde el punto de vista de las emociones), pero no he vuelto a él, precisamente porque las ediciones de Seix Barral me desagradan en lo que se refiere al diseño, formato y tipografía. Definitivamente soy del equipo Anagrama.
ResponderEliminarPues te quedan unos cuantos libros de Oé en Anagrama con los que disfrutar.
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