Encrucijadas, de Jonathan Franzen
Editorial Salamandra. 6377 páginas. 1ª edición de 2021.
Traducción de Eugenia Vázquez Nacarino
En 2011 leí Libertad (2021) de Jonathan Franzen (Illinois, 1959), que
fue un libro muy elogiado y popular por aquellos días y, como me gustó mucho,
poco después leí Las correcciones (2001).
Cuando en 2015, Franzen publicó Pureza, tras el gran éxito que fue
cinco años antes Libertad, ya no tuvo
tan buena acogida. Pensé en leerlo, pero al final, tras algunos comentarios un
tanto negativos o tibios de personas con las que me relaciono en las redes
sociales, la dejé pasar. En 2021, Franzen ha vuelto con Encrucijadas y, al revés
de lo que ocurrió con Pureza, en mis
redes sociales empecé a leer más de un comentario entusiasta sobre el libro.
Esto hizo que me apeteciera volver con Franzen y se lo solicité a la editorial Salamandra para poder leerlo
y reseñarlo.
En Encrucijadas Franzen nos acercará a la familia Hildebrant, que
viven en New Prospect, un suburbio de Chicago, y por lo tanto son habitantes de
ese territorio mítico en la literatura norteamericana que es el Medio Oeste, un
espacio que representa el corazón más conservador del país. También eran del
Medio Oeste la familia Berglund, que protagonizaba Libertad, y la familia Lambert, protagonista de Las correcciones.
En las tres novelas que he leído de
él, Franzen analiza a la sociedad norteamericana a través del desmenuzamiento de
las motivaciones psicológicas de los miembros de una familia. Libertad estaba ambientada en la primera
década del siglo XX, y desde ahí retrocedía hasta la generación de los padres
de los protagonistas, y Las correcciones
situaba su acción en los últimos años del siglo XX. Es decir, tanto Libertad, como Las correcciones partían del presente en el que fueron escritas y,
desde ahí, analizaban el pasado de los personajes y por añadidura de las
circunstancias históricas que tuvieron que vivir ellos o sus padres. Sin
embargo, Encrucijadas, publicada en
2021, sitúa su acción en las Navidades de 1971. Es decir, Franzen nos hablará,
en esta ocasión, de la sociedad norteamericana de su infancia, ya que él nació
en 1959.
La familia Hildebrant está formada
por Russ, el padre, reverendo de cuarenta y siete años, que ostenta un puesto
secundario en la iglesia Primera Reformada de New Prospect. Russ proviene de
una comunidad menonita muy conservadora de Indiana.
Marion, de cincuenta años, es la
madre, y proviene de California, de una familia que en algún momento fue
próspera para acabar arruinándose durante la década de 1930. El contraste entre
el pasado de estos personajes en Indiana y California puede explicar parte de
las desavenencias actuales que sufren como pareja.
Clem es el hijo mayor. A sus
diecinueve años está en el primer curso de la universidad, y la decisión que ha
tomado de ir voluntario a la guerra de Vietnam y dejar la universidad es muy
posible que vaya a alterar la convivencia familiar de las Navidades de 1971.
Sobre todo, teniendo en cuenta que Russ, el padre, es un pacifista militante,
que se negó a participar en la Segunda Guerra Mundial y fue desplazado a sus
veinte años a un campamento para objetores en Nuevo México, donde podría entrar
en contacto con la comunidad navaja, que le fascina desde entonces.
Becky tiene dieciocho años y se
encuentra en el último año de instituto en New Prospect. Es la más guapa y
popular de todos los Hildebrant. Hasta ahora ha mantenido una relación muy
estrecha con Clem.
Perry tiene dieciséis años y es el
más inteligente de la familia, también está empezando a tener problemas con las
drogas, con las que él mismo trafica entre sus amigos.
Judson tiene nueve años y es el
hermano pequeño, que comparte habitación con Perry.
Al igual que ocurría en Libertad, Franzen hace en Encrucijadas uso del estilo indirecto
libre para acercarse a sus personajes principales y, aunque el capítulo se
extienda por más de cien páginas, siempre lo leeremos bajo la mirada del
personaje seleccionado en este momento.
En las primeras doscientas páginas
del libro, Franzen se acerca a los que van a ser los cinco personajes
principales de la novela, aquellos a los que nos va a mostrar la realidad a
través de sus ojos. Así en los cinco primeros capítulos conoceremos a Russ,
Perry, Becky, Clem y Marion. Estos capítulos son casi novelas cortas en sí
mismas. Diría que el personaje más intenso, más «ruso», posiblemente es Marion,
la madre, que en su juventud sufrió brotes de locura, de los que en la actualidad
considera que está curada. Franzen es un gran admirador de la obra de Lev Tolstói, y tanto en Las correcciones como en Libertad alguno de sus personajes leía
Guerra y Paz, un detalle en el que no reincide en Encrucijadas.
Como esta terna de cinco capítulos
ocupaban, más o menos, un tercio de la novela, y el sexto empezaba de nuevo con
Russ, en un principio pensé que la terna se iba a repetir por dos veces más y
que esta era la estructura de la novela. Pero este sexto capítulo es más corto
que los anteriores, y no le sigue otro sobre Perry, sino que Franzen le cede el
turno a Becky. Así tras este primer tercio de novela, con unos capítulos de una
extensión, más o menos, similar entre los cinco personajes, se suceden
capítulos mucho más cortos, donde los puntos de vista cambian de un modo más
rápido. Y, de un modo de nuevo inesperado, ya en la recta final del libro
Franzen nos presenta un capítulo de más de cien páginas en el que nos habla del
pasado de Russ, el padre, en la reserva india de Nuevo México, en el momento en
el que va a conocer a Marion, la madre.
Algo fascinante en el modo de
construir una novela de Franzen, y que me gustaría destacar, es la sensación de
control absoluto sobre su material que le transmite al lector. Desde la primera
página, el lector percibe que el autor es plenamente consciente de qué ocurre
en cada momento de la vida de su primer personaje. Y lo que, por ejemplo, se
insinúa en la página 20 será desarrollado en la página 150, desde el punto de
vista de un personaje, y en la página 470 desde el punto de vista de otro.
Ya me llamó la atención que en Libertad, a través del estilo indirecto
libre, Franzen se acercaba a los padres de la familia y al hijo varón, pero no
a la hija, creando así una asimetría en el análisis de los Berglund. En Encrucijadas los miembros de la familia
son seis y los protagonistas de la novela cinco. Franzen no se fija en la
mirada sobre el mundo de Judson, el hijo más pequeño.
Durante el primer tercio comentado
la acción narrativa abarca unos dos días, los previos a la Nochebuena de 1971 y,
a través del recurso de la analepsis, se acerca al pasado de los personajes. En
los primeros capítulos posteriores a esta primera parte el arco temporal
tenderá a ir expandiéndose. Así de enero se saltará a marzo de un párrafo a
otro, y posteriormente, ya acercándonos hacia el tramo final de la novela, los
saltos temporales llegarán a ser incluso de años.
Encrucijada es el nombre de un grupo
religioso juvenil organizado en la parroquia de Russ. Tres años antes de que
empiece el tiempo narrativo de la novela, Russ sufrió una humillación como
líder de este grupo, que le hizo dejarlo y enfrentarse a Rick Ambrose, un
párroco más joven y que sabe conectar más con la juventud, con su pelo largo,
su lenguaje irreverente y sus aires de rockero. Entender los términos en los
que se produjo este conflicto es uno de los puntos clave de la novela. Aunque,
como en las novelas anteriores, lo contado por Franzen acaba siendo triste, ya
que muestra las imposibilidades de conexión dentro de una familia, el tono
empleado para contarlo es ligeramente irónico.
Además, los personajes se encuentran
en «encrucijadas» vitales, a las que tendrán que enfrentarse: Russ se está
empezando a interesar por una feligresa, y su mujer le parece cada vez menos
atractiva; Perry quiere ser mejor persona y dejar de traficar; Clem quiere
dejar la universidad e ir a la guerra, siguiendo sus ideas políticas; Becky se
está enamorando de un músico que tiene novia, y no sabe si es correcto
arrebatarle a otra chica el novio, etc. En Libertad
la idea era parecida, los personajes tenían «libertad» para tomar decisiones y
equivocarse o no. En Las correcciones,
los personajes trataban de corregir errores del pasado o de sus padres… Los
personajes de Franzen están a la deriva y nunca saben si eligen de un modo
correcto.
El estilo de Encrucijadas se parece más al de Libertad que al de Las
correcciones, donde Franzen coqueteaba con el expresionismo, al estilo de
las novelas de Don Delillo. Sin
embargo, hay un tema que no aparecía en Libertad
y que relaciona Encrucijadas con Las correcciones: el interés de Franzen
por la locura. En Las correcciones de
hablaba de la demencia senil del padre y esto se unirá a la pérdida de la
cordura en Encrucijadas de Marion o de Perry.
El tema religioso también es
relevante en Encrucijadas. Casi todos
sus personajes buscan la presencia de Dios en sus vidas, como un clavo al que
agarrarse cuando todo lo demás parece tambalearse. Y los personajes, aun cuando
se sienten cercanos a Dios, han de luchar contra la vanidad que les provoca ese
sentimiento. Ya he dicho que la novela sitúa su acción en 1971 y 1972, en un
periodo de cambios sociales en Estados Unidos, junto con el fin de la guerra de
Vietnam, el país vive el auge del consumo de drogas, además de la marihuana de
los hippies, también está apareciendo en escena otra nueva, como es la cocaína.
De un modo irónico, Franzen insinúa en el libro que el supuesto contacto con
Dios que alcanza alguno de los personas tiene más que ver con el consumo de
drogas que con una revelación divina.
Como los grandes narradores de la
novela del siglo XIX, Franzen es un gran narrador omnisciente que sabe más de
las motivaciones de sus personajes que ellos mismo. Es muy interesante el
contraste que existe en la mirada de unos sobre otros.
Las páginas de Encrucijadas se pasan muy rápido, algo que ya me pasó hace diez
años con Libertad y Las correcciones. Uno se olvida de que
está leyendo con Franzen y visualiza a los personajes y sus miedos internos.
Estoy sintiendo curiosidad por Pureza.
¿Realmente bajó en esta novela el nivel de Franzen? No sé si fue así, pero
desde luego en Encrucijadas Franzen está en todo su esplendor. Creo que va a
ser difícil que esta novela no esté en la lista de mis diez mejores lecturas
del año.
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