Rey de gatos, de Concha Alós
Editorial La Navaja Suiza. 207 páginas. 1ª edición de 1972, ésta es de
2019.
Ya he comentado, en la reseña de la
novela Los enanos (1962) de Concha
Alós (Valencia, 1926 – Barcelona, 2011), que los editores de La Navaja Suiza me mandaron en el mismo
envío los dos libros que han rescatado de Alós, Los enanos y Rey
de gatos (1972). Quise empezar por Los
enanos por seguir un orden cronológico de escritura, y leí los dos libros
seguidos.
Rey de gatos está
formado por nueve relatos y un prólogo sin firmar, que entiendo que estará
escrito entre los tres editores de La Navaja Suiza. Cuando Agustín Márquez, uno de los editores, me habló, en primera
instancia, de Rey de gatos me dijo
que se parecía a la propuesta de los cuentos de terror de la argentina Mariana Enriquez. Y esta comparación me
hizo sentir bastante curiosidad.
Los enanos es una
novela que encaja perfectamente con la corriente del realismo social que
practicaban los escritores españoles de la época, retratando las vidas
precarias de un nutrido elenco de personajes que convivían en una pobre pensión
de Barcelona. Alós tiene más novelas que siguen esta línea, y es curioso ver
cómo en su único libro de cuentos se convierte en una escritora diferente, y
posiblemente más moderna.
El primer cuento del libro es La
otra bestia, y refleja el disperso y acelerado monólogo interior de una
mujer en crisis que conversa con un fantasma. El estilo ha cambiado respecto a Los enanos: si en esta novela Alós usaba
la frase precisa y corta, y a veces entrecortada, en La otra bestia la prosa es más envolvente, con frases más profusas
en subordinadas y matizaciones. Lila, de familia burguesa, se casó con Nico, un
chico guapo de una familia más pobre y al que el padre de Lila no aprobaba. Sin
embargo, Lila decidió romper con los tabús familiares y entregarse al amor de
Nico. En el tiempo narrativo del cuento Nico le es infiel y ella ha ido hasta
el jardín de la casa en la que sabe que se va a encontrar con su amante, y
desde la oscuridad espera, conversando con sus fantasmas interiores.
Este esquema narrativo que he
descrito se repetirá, con algunas variantes, en otros cuentos del conjunto, y
en gran medida responde a la crisis vital que atravesaba Concha Alós en esa
época. Alós, originaria de Valencia, se trasladó a vivir a Mallorca. En la isla
se casó con el director del franquista periódico Baleares, pero en el periódico
conoció al tipógrafo Baltasar Porcel, que deseaba ser novelista. Alós se
enamoró de Porcel, once años más joven que ella, y huyeron juntos a Barcelona.
Todo un escándalo en la Mallorca de esos años. Alós ayudó a que despegara la
carrera literaria de Porcel, ya que entre otras cosas traducía sus novelas del
catalán al castellano. Cuando escribe los cuentos de Rey de gatos, Porcel ha abandonado a Alós, y ésta se encuentra
sola. Bajo este estado de ánimo y mental están escritos estos cuentos,
tenebrosos en gran medida.
El segundo cuento es Rey
de gatos, y es el único cuyo protagonista es un hombre. Es un cuento
diferente al resto, ya que la historia se extiende durante un periodo
considerable de años. Un hombre solitario busca el sentido de la vida, tras
trasladarse a vivir a una casa heredada, pero acaba sintiendo el peso sobre él
de la infelicidad, la soledad y la incomprensión. El relato avanza eficazmente
hacia un tenso final con violencia ejercida desde el mundo natural.
Cosmo es el tercer cuento y, en esencia,
es bastante similar al primero. Aquí de nuevo una mujer, casada con un hombre
‒de nombre Cosmo‒ al que su familia no había dado el visto bueno, sufre de
celos y de sensación de abandono.
Tanto el Nico del primer cuento, como
el Cosmo de éste, parecen un trasunto de Baltasar Porcel. «Después, bastante
tiempo después, llegó Cosmo: “No te conviene. Es demasiado joven. Es alocado.
No tiene carrera.”» (pág. 71). Sin embargo, las mujeres de estos relatos no
quieren dar su brazo a torcer, no acabarán pensando que su familia tenía razón,
y sufrirán por la traición de sus parejas.
En el cuento Cosmo aparecen además tendencias suicidas de la protagonista. «Tía
Patricia, cuando llegué a casa, me dijo que yo era peor que las perras.» (pág.
72) También se muestra aquí la crítica social de la época hacia las mujeres que
sentían un interés abierto por el sexo.
El leproso empieza así: «Siempre estaba
encontrando a los leprosos. Eran tres, a veces más, y de noche se instalaban
junto a mi cama envueltos en un sudario, me miraban inmóviles. Mis hermanas,
que dormían en el mismo cuarto que yo, nunca se dieron cuenta.» (pag. 91). Una
joven sin novio nos habla de su casa, mientras que su hermana ‒cumpliendo mejor
que ella con las normas sociales‒ va a casarse y ella seguirá estando sola.
Además la narradora parece tener apariciones de leprosos. Un relato perturbador
que refleja, en gran medida, el temor ‒pero también la atracción‒ hacia la
violación.
En Los pavos reales el
personaje que se ha llamado Nico o Cosmo aquí ha pasado a ser Roberto. La
narradora le dirá a su madre: «Yo que dije que no volvería más, que quien
rechazaba a Eduardo me rechazaba a mí.» (pág. 111). Y mientras, como un símbolo
expresionista, los pavos reales han desaparecido del pueblo.
En Mariposas se representa
el miedo a la muerte del hijo de una mujer. Como ocurre en más de uno de estos
relatos, los animales van cobrando un valor compositivo de símbolo, y en este
caso son las llamadas «Mariposas de Satanás», que representarían a la muerte.
Sutter´s gold empieza así: «Ahí estaba la muerta.
Con el cuello marcado por la soga, desollada en una línea gruesa y roja, rotas
las vértebras.» (pág. 141). En este cuento también se habla de una mujer
abandonada por su marido, Beltrán en este caso, y la narradora habla de una
mujer que no es otra que ella misma. En más de uno de los cuentos de este libro
se juega con la idea del desdoblamiento procedente de la locura o de un fuerte
choque emocional.
En Paraíso la narradora
cuestiona a su padre que acoge en casa a chicas sin hogar con intenciones
sexuales. Este cuento es un ajuste de cuentas con la figura del padre abusador,
pero también hacia la madre pasiva y consentidora.
En La coraza leemos: «Hay
que trivializar el sexo. Apréndelo. No importa amar a una persona, admirarla,
para irnos a la cama con ella. Tienes que despersonalizar el acto sexual.»
(pág. 195). A través de la idea de la locura y la antropofagia la narradora se
enfrenta al horror social del deseo sexual de las mujeres.
¿Se parecen realmente estos cuentos de
Rey de gatos a los que escribe
Mariana Enriquez en, por ejemplo, Las
cosas que perdimos en el fuego? Motivo que me llevó, en gran medida, a
querer leerlos. En principio podemos encontrar algunos paralelismos, ya que
ambas escritoras ‒con casi cuarenta años de diferencia‒ usan el género
fantástico para hablar de algunos problemas sociales de su época. En el caso de
Enriquez el elenco es más variado y en el de Alós la escritora parte de
obsesiones más personas que las de Enriquez. Alós juega con la idea de la
locura y el doble para hablar, de forma distorsionada de sí misma, y Enriquez
habla más de la sociedad en la que vive que de sí misma. Además Enriquez, a la
que supongo más conocedora de la tradición clásica del terror, usa más
elementos fantásticos diferentes (fantasma, zombi, etc.) que Alós.
Rey de gatos es un libro
ciertamente sorprendente, sobre todo por su contexto. Escrito ya en la década
de 1970, pero aún en dictadura, llaman la atención sus modernos planteamientos,
que dejan ya atrás el realismo social de décadas anteriores. Me llama la
atención también, y lo digo otra vez, que nunca hubiera oído hablar de Concha
Alós hasta que La Navaja Suiza ha decidido rescatarla, porque me parece una
escritora valiosa.
No hay comentarios:
Publicar un comentario