Ciudades de la llanura, de Cormac McCarthy
Editorial Mondadori. 295 páginas. 1ª edición de 1998; ésta es de 2009.
Traducción de Luis Murillo Fort
En Navidades compré los tres libros
de la Trilogía de la frontera de Cormac
McCarthy (Rhode Island, Estados Unidos, 1933) y a finales de junio me puse
con Todos
los hermosos caballos (1992) y a continuación seguí con En la
frontera (1994). Estos dos libros tenían personajes diferentes, pero sus
propuestas eran muy similares: hablan de adolescentes errantes que dejaban, el
sur de Estados Unidos, Texas o Nuevo México, para adentrarse a caballo en el
norte de México. Al terminar En la
frontera y tomar de mis estanterías Ciudades
de la llanura, en la misma edición de Debolsillo que las dos novelas
anteriores, comprobé que la letra era más pequeña que la de los otros libros y
que no se había impreso del todo bien en algunas páginas. Así que consulté la
web de las bibliotecas públicas de Madrid y vi que había una edición de 2009 de
Mondadori de Ciudades de la llanura
en la biblioteca Eugenio Trías del
Retiro y la saqué para leer el libro más cómodo. Esto me representa mucho:
comprar un libro para acabar leyéndolo tomándolo en préstamo de una biblioteca.
Al empezar la novela, justo después
de haber leído seguidos Todos los
hermosos caballos y En la frontera,
recibo una grata sorpresa: McCarthy ha juntado en Ciudades de la llanura a John Grady Cole, personaje principal de Todos los hermosos caballos, con Billy
Parham, personaje principal de En la
frontera. Si no hubiese leído los libros anteriores me hubiera costado
determinar el año en el que se sitúa la trama, porque McCarthy no lo dice
explícitamente. En la página 23, Billy dice que tiene veintiocho años, y yo sé
por En la frontera que tenía
dieciséis en 1941, así que estamos en 1953. John tenía dieciséis años en 1949,
así que se llevan ocho años, y calculo que tiene veinte cuando comienza la
novela. Hacia el final John dirá que tiene diecinueve.
Al finalizar Todos los hermosos caballos y En
la frontera, dejamos a John y a Billy perdidos en la inmensidad de la
naturaleza, sin propósito aparente y posiblemente con un destino de expulsados
del sistema y de su tiempo, con grandes posibilidades de morir jóvenes. Al
comienzo de Ciudades de la llanura
coinciden como trabajadores en un rancho de El Paso. McCarthy suele ser parco
en aportar datos al lector que le hagan centrar el tiempo o el lugar de sus
historias, y se tarda en saber que el rancho está en esta ciudad del sur de
Texas. Cuando los trabajadores del rancho quieren divertirse pasar a Ciudad
Juárez, que es ya una ciudad mexicana. De forma simbólica, ahora ya no John o
Billy no pasan la frontera entre los dos países a caballo sino que, en más de
un caso, lo hacen a pie y han de pasar unos torniquetes que marcan el fin de
aquella frontera más mental que física de los otros libros. Más que nunca el
Oeste se está acabando en esos torniquetes. Además el rancho de Mac, en el que
trabajan, es posible que desaparezca, ya que el ejército norteamericano
pretende expropiar sus terrenos para uso militar. Literalmente, los viejos
vaqueros se están quedando sin espacio vital. Incluso me resultaba raro al leer
Ciudades en la llanura ver a Billy o
a John montados en una camioneta y conduciendo un vehículo en vez de estar todo
el día a caballo.
Cuando comienza el libro John ha
llegado hace poco al rancho y trata de domar a un caballo que ya ha adquirido
muchas malas mañas. El caballo le tirará al suelo lesionándole un tobillo, y
esto parece dañar su orgullo de «vaquero nato».
Billy se ha hecho amigo de John y,
en cierto modo, parece ejercer de tutor para él. Los «viejos tiempos», de los
que jóvenes como John y Billy parecen ser los últimos supervivientes, están
encarnados en el viejo Johnson, suegro de Mac, el dueño del rancho. «El viejo
seguía sentado a la mesa con el sombrero puesto. Había nacido en el este de
Texas en mil ochocientos sesenta y siete y había llegado a la región siendo un
joven. Durante una época la región había pasado de la lámpara de petróleo y el
caballo y el buggy a los aviones a reacción y la bomba atómica.» (pág. 108)
Al principio el lector no tiene muy
claro hacia dónde se dirige McCarthy, lo que a estas alturas tampoco es
demasiado preocupante. Escenas en el rancho o en los burdeles de Ciudad Juárez.
Esta es la trama: el joven John se ha enamorado de Magdalena, una prostituta de
diecisiete años de un burdel de Ciudad Juárez, y quiera sacarla de allí,
llevarla a Estados Unidos y casarse con ella. Una de las dificultades más
grandes que va a tener será convencer a Eduardo, el proxeneta de Magdalena.
John le pedirá ayuda a Billy, quien tratará de quitarle la idea de la cabeza,
pero se prestará a ayudarle. Las novelas de McCarthy tienen pocas concesiones,
y si bien en el México de las otras dos novelas de la trilogía nuestros
protagonistas se encontraron con lo peor y lo mejor de la condición humana, el
tono de McCarthy en general suele ser descorazonador. En sus novelas hay poco
espacio para la dicha y sus personajes y sus historias no suelen tener
redención. La historia de Magdalena es sobrecogedora: «Había nacido en el
estado de Chiapas y a los trece años había sido vendida para saldar una deuda
de juego. No tenía familia. En Puebla había conseguido huir a un convento en
busca de protección. El proxeneta en persona se presentó en el convento a la
mañana siguiente y a plena luz del día entregó un dinero a la madre superiora y
volvió a llevarse a la chica.
Aquel hombre la desnudó de arriba
abajo y le pegó con un látigo hecho de una cámara de neumático. Luego la tomó
en sus brazos y le dijo que la amaba. Ella escapó de nuevo y acudió a la
policía. Tres agentes la llevaron a una habitación del sótano en cuyo suelo
había un colchón mugriento. Cuando terminaron con ella la entregaron a los otros
policías. Luego la entregaron a los reclusos por los pocos pesos que estos
podían reunir o la cambiaron por cigarrillos. Al final avisaron al proxeneta y
se la vendieron a él otra vez.
El hombre la golpeó a puño limpio y
la lanzó contra la pared y la derribó y la pateó. Dijo que si huía otra vez la
mataría. Ella cerró los ojos y le ofreció el cuello. El hombre la levantó colérico por el brazo pero el brazo se le
partió en las manos. Un chasquido apagado, como una rama seca. Ella boqueó y
lloró de dolor.» (pág. 142)
Ciudades de
la llanura contiene páginas interesantes, en las que McCarthy redunda en temas ya
tratados en los dos libros anteriores de esta trilogía y, desde luego, ha sido
emocionante para mí ver a John y Billy, los personajes de las entregas anteriores,
juntos. Pero debo señalar que este tercer libro es inferior a los otros dos. Si
alguien lee Todos los hermosos caballos y
En la llanura seguidos, como he hecho
yo, le recomendaría leer Ciudades de la
llanura y acabar con la trilogía. He sentido emoción al leer las últimas
páginas del libro y conocer el destino de los dos protagonistas de las novelas
anteriores, pero el lector ha de saber que el nivel literario de Ciudades de la llanura baja respecto a Todos los hermosos caballos y En la llanura y, aun así, esto no lo
convierte en un mal libro.
Por cuestiones laborales estuve viviendo en esas ciudades dos años. Desde el cielo evidentemente la planicie no presenta diferencia y se confunde. Quizo la naturaleza jugar una pasada y en 1864, en dos días un torrencial hizo que el río que las divide cambiara su cauce. Una gran extensión de terreno mexicano se desplazó, quedando del otro lado de la frontera. Tuvieron que pasar más de seis décadas para que el arbitraje de un Tribunal y John F. Kennedy devolviera a México dichas tierras (177 hectáreas).
ResponderEliminarHola, Javier: nunca lo había oído, que historia más curiosa.
EliminarSaludos