En la frontera, de Cormac McCarthy
Editorial Debolsillo. 443 páginas. 1ª edición de 1994; ésta es de
2019.
Justo después de acabar la
maravillosa novela Todos los hermosos caballos (1992) de Cormac McCarthy (Rhode Island, Estados Unidos, 1933) empecé a leer En la
frontera (1994), la segunda parte de la llamada Trilogía de la frontera.
En realidad no hay continuidad entre las dos historias, ya que están
protagonizadas por personajes diferentes. Sí que existe una unidad de lugar (el
sur de los Estados Unidos y el norte de México) y una unidad temática, ya que
los hermanos Billy y Boyd Parham, que cuando empiece la acción tendrán
dieciséis y catorce años, al igual que ocurría con los personajes adolescentes
de Todos los hermosos caballos, John
Grady Cole y Lacey Rawlins, también se dirigirán al sur a caballo y también se
convertirán en símbolos de una masculinidad del pasado que va a desaparecer. Si
bien la acción de Todos los hermosos
caballos se situaba en 1949 y nos llevaba a Texas, en En la frontera estamos en 1941 y la acción comienza en Nuevo
México. En esta segunda novela, le ha costado a McCarthy dejar ver al lector el
año exacto en el que estaba situando su trama.
Hasta el rancho de los Parham ha
llegado una loba preñada de Nuevo México y el padre, con la ayuda de Billy, se
propone acabar con ella, haciendo uso de las viejas técnicas de los tramperos.
Al hablar de Meridiano de Sangre o Todos los hermosos caballos ya he
comentado que la naturaleza acaba convirtiéndose en un personaje más de las
narraciones, y en la primera parte de En
la frontera directamente hay unas páginas en las que McCarthy narra (en
tercera persona, como siempre) desde la mirada, o las acciones, de la loba, en
lo que me parece un claro homenaje a la obra de Jack London.
La primera parte de este libro trata
sobre los intentos de Billy de cazar a la loba y, una vez que lo consigue, su
identificación con ella y la piedad que siente. Esto hará que, sin pedir permiso
a su familia, parta para México con la intención de dejar allí al animal. En
realidad, el lector no acabará de saber cuáles son los motivos que dirigen a
Billy porque McCarthy, como ocurre casi siempre en su obra, nos dejará ver de
él sus actos y no sus pensamientos. Cuando esta primera parte termina en la
página 134, he tenido la sensación de que el libro podía haber acabado aquí y
ser una gran novela corta, pero las intenciones de McCarthy eran otras. Al
volver a su casa, Billy va a descubrir que sus padres han sido asesinados, y
junto con su hermano Boyd se adentrarán de nuevo en México y no estará muy
claro si van en busca de los asesinos, de los caballos robados, o de ambas
cosas.
Los elementos narrativos de Todos los hermosos caballos y En la frontera son muy similares, como
ya he apuntado. Ambas novelas hablan de adolescentes errantes, casi vagabundos,
que simbolizan un mundo (el de los vaqueros y el Oeste) que está a punto de desaparecer,
y en ambas novelas se habla de la violencia y de una masculinidad instintiva,
que se forma al reaccionar con el ambiente y con las personas con las que se
cruzan, que la irán moldeando. En En la
frontera también va a aparecer una chica mexicana (ahora pobre y no rica
como en Todos los hermosos caballos) que
va a separar, no a los dos amigos, como en la otra novela, sino, en este caso,
a los dos hermanos. Así que, durante bastantes páginas, me estaba preguntando
¿por qué McCarthy ha escrito dos novelas tan parecidas? Después de haber leído
la obra maestra que me ha parecido Todos
los hermosos caballos, me preguntaba ¿merece la pena leer En la frontera? O, en cualquier caso,
¿merece la pena leer estas dos novelas tan similares seguidas? Es cierto, que
al acabar los dos libros, tengo la impresión de que Todos los hermosos caballos es una novela más perfecta y más
equilibrada, con una trama más clara. Pero, también es cierto, que al
adentrarme en En la frontera he
acabado subyugado por su propuesta. Uno no sabe, durante muchas páginas,
realmente hacia dónde va McCarthy aquí, o su personaje. Cuando llevamos 300
páginas cuesta recordar la historia de la loba inicial, y tenía la sensación de
que esos recuerdos pertenecían a otra novela. Si McCarthy quería mostrar la
vida de un personaje errante, de un marginado, realmente lo ha conseguido. La
idea de libertad creativa en el escenario de los grandes espacios americanos ha
sido muy fuerte aquí.
Como ocurría en sus otros libros,
las páginas se elevan con el discurso oral de alguno de sus personajes, en este
caso, de un eremita o de un ciego que luchó en la Revolución.
En la
frontera me ha hecho pensar en Las aventuras de Huckleberry Finn de
Mark Twain, porque Bill y Boyd se van encontrando con diferentes personas en el
camino igual que ocurría en la novela de Twain. Y al fin y al cabo, Las aventuras de Huckleberry Finn es un
libro de estirpe cervantina. Así que, quizás de un modo extraño, En la frontera me parece un libro
cervantino, sobre un viaje y los encuentros que este viaje provoca.
Y también he pensado en Roberto Bolaño. Para mí su gran obra
empieza en 1996 con Estrella distante, y sigue con Los detectives salvajes
de 1998. En Bolaño también hay personajes errantes y, de vez en cuando, cuentan
historias extravagantes que funcionan como narraciones independientes de la
historia principal. Me he imaginado a Bolaño como uno de los primeros lectores
aventajados de las traducciones de Random House de la Trilogía de la frontera, disfrutando de McCarthy y asimilándolo
como una influencia para su obra. De hecho, tras consultar el libro de ensayos Entre
paréntesis, descubro que Bolaño escribió una reseña de Meridiano de sangre. Así que,
efectivamente, Bolaño había leído a McCarthy.
De nuevo, igual que ocurría con John
en Todos los hermosos caballos,
Billy, el protagonista de En la frontera,
sabe hablar español, porque su abuela le hablaba en esta lengua. No sabemos si
la abuela era mexicana, porque McCarthy es siempre parco en explicaciones y dejará
para el lector la tarea de reconstruir y dar significado a algunas de las
escenas y el pasado de los personajes.
En algunos pasajes, el narrador de En la frontera le adelanta información
al lector. Por ejemplo, un personaje sale de escena, y en relación a Billy,
escribe: «Esa sería la última vez que lo vería», este recurso se repite varias
veces y crea una sensación de tragedia y de destino ominoso sobre el personaje.
Ya he dicho que la trama se sitúa en 1941 y parece mentira que mientras leemos
sobre Billy y sus andanzas esté teniendo lugar la Segunda Guerra Mundial,
porque la novela que leemos parece que nos lleva a épocas más remotas. Al final
la Segunda Guerra Mundial acabará entrando de manera tangencial en la trama.
En la
frontera, a pesar de las similitudes con Todos
los hermosos caballos, tiene un aire propio y sigue siendo un grandísimo
libro, aunque el primero me parezca mejor. De nuevo, McCarthy va a dejar a su
personaje abandonado en mitad de la nada, en mitad de la naturaleza salvaje,
inmensamente solo y a punto de convertirse en un vagabundo, en un expulsado del
sistema.
Ya estoy leyendo Las
ciudades de la llanura, que cierra la trilogía y que, en realidad, la
acaba dotando de unidad y sentido, puesto que en esta tercera novela, McCarthy
va a hacer que se encuentren John Grady Cole, el protagonista de Todos los hermosos caballos, con Bill
Parham, el protagonista de En la frontera,
trabajando en un rancho del sur de Texas. Ya os hablaré de este tercer libro.
No hay comentarios:
Publicar un comentario