El idiota, de Fiódor M. Dostoievski
Editorial Alba. 775 páginas. 1ª edición de 1868-69; ésta es de 2020.
Traducción de Fernando Otero Macías
El idiota era uno de
los grandes clásicos que me faltaban por leer de Fiódor M. Dostoievski (Moscú, 1821 – San Peterburgo, 1881), después
de haberme acercado a Crimen y castigo (dos veces), Los
hermanos Karamázov, Los demonios, Memorias del subsuelo, El
jugador y El doble. En realidad es un libro que tenía en casa desde hacía
años, comprado en la editorial Alianza;
sin embargo, estaba esperando a que Alba
se decidiera a hacer una nueva traducción para leerlo. En 2012 leí Los demonios en la edición de Alianza y
fue un libro que me gustó mucho, pero me dio algo de rabia ver que, no mucho
después, lo publicaba Alba, porque hubiera preferido leer la edición de Alba.
Así que decidí esperar. En realidad, las traducciones de Dostoievski de Alianza
son perfectamente correctas. Están realizadas por el hispanista Juan López-Morillas, que trabajó en las
universidades de Brown y Austin, en Estados Unidos. López-Morillas tradujo
varios clásicos rusos al español por primera vez de forma directa desde el
ruso. Además de libros de Dostoievski, he leído otros de sus trabajos, como las
traducciones de Anna Karenina de Lev
Tolstoi o Historias de San Petersburgo de Nikolái Gogol. Al leer a los tres autores me podía topar con un
personaje «emperejilado», con ganas de armar «bochinche» o que le duele el
«magín» o el «caletre». Es decir, el trabajo de López-Morilla es bueno, pero
considero que algunos términos que usa se han quedado anticuados. En Alba he
releído la nueva traducción de Crimen y
castigo que acometió Fernando Otero
Macías, el mismo traductor que El
idiota, y me pareció un gran trabajo. Sin embargo, podría apuntar que en su
excelente traducción de El idiota me
he encontrado expresiones como «tronado» por «loco» o «cocido» por «borracho»,
que es posible que dentro de treinta años le suenen al lector en español tan
ajenas y extrañas como los «magines» de López-Morillas.
Después de escribir casi a la vez, y
de un modo apresurado, El jugador y Crimen y castigo, publicadas en 1866,
Dostoievski escribió y publico por entregas El
idiota entre 1868 y 1869. Así que esta obra pertenece a su gran periodo
creador final. Entre 1871 y 1872 aún tendría tiempo para escribir Los demonios y entre 1879 y 1880 Los hermanos Karamázov. Es decir, en un
periodo de unos quince años, Dostoievski escribió algunas de las obras cumbres
de la literatura universal.
El idiota comienza
con el príncipe Lev Nikoláievich Myshkin llegando en tren a Rusia desde Suiza.
El príncipe Myshkin es un joven de veintiséis años que ha pasado los últimos
cuatro en un pueblo de Suiza, al que fue enviado por su preceptor para que se
curara de su «enfermedad». El príncipe Myshkin sufre ataques de epilepsia y no
ha podido recibir una educación formal. Un personaje le dirá al príncipe: «Yo
no estoy de acuerdo, e incluso me molesta, cuando alguien, quien sea, le llama
a usted idiota; es usted demasiado inteligente para semejante calificativo;
pero estará usted de acuerdo en que es demasiado raro para ser como todo el
mundo.» (pág. 731) En realidad, más que un idiota, el príncipe es un joven
bondadoso e ingenuo, incapaz de juzgar negativamente a los demás y de negarles
su ayuda, aunque se estén burlando de él. Estas características, en principio
positivas, son las que le convierten en «un idiota» a ojos de la sociedad de su
tiempo. He leído en alguna crítica que se considera que en el príncipe Myshkin Dostoievski
quiso especular con la idea de una nueva venida de Jesucristo a la Tierra. No
me parece una idea descabellada, pero tampoco algo evidente o claro. En un
momento de la novela, el príncipe defiende la primitiva fe cristiana rusa
frente al catolicismo, al que considera anticristiano por su ostentación de la
riqueza y falta de humildad. En películas (no me viene ahora mismo ningún
ejemplo literario) como La palabra (Ordet) (1955) de Carl Theodor Dreyer o Rompiendo
las olas (1996) de Lars von
Trier la idea de trasladar la figura de Jesucristo a los tiempos de la
narración me parece mucho más evidente que en El idiota. En esta novela aparece algunas veces mencionado El Quijote de Miguel de Cervantes, y es cierto que el príncipe también tiene algo
de Quijote empeñado en salvar a damas en apuros. En este caso, la principal
«dama en apuros» será Nastasia Filíppovna.
Se ha comentado muchas veces que uno
de los grandes temas de la novela del siglo XIX es el del matrimonio; haciendo
especial hincapié en la figura de la mujer en relación al matrimonio. Nastasia
Filíppovna es uno de los personajes más interesantes de la novela. De niña,
Nastasia se quedó huérfana y fue rescatada de la pobreza (seducido por su
singular belleza) por un hombre maduro llamado Afanasi Ivánovich Totsky, dueño
de las tierras en las que vivían sus padres. Este hombre le dio una educación y
también la convirtió en su amante a una edad impropia. Pasado el tiempo, Totsky
podrá casarse con otra joven sin problemas; y será Nastasia Filíppovna la que
quedará marcada para siempre como una «mujer perdida».
Según se baja en San Petersburgo del
tren, el príncipe irá a visitar la casa de un familiar lejano, Lizaveta Prokófievna, de apellido Myshkin
también. Lizaveta está casada con el militar Iván Fiódorovich Yepanchín (amigo
de Totsky), y los dos son padres de tres hermosas hijas casaderas: Aleksandra,
Adelaída y Aglaia. El príncipe llegará a su casa únicamente con un hatillo como
equipaje y su recepción inicial será bastante tibia, aunque al final se acepte
de buen grado su presencia.
En estas escenas iniciales, en las
que el príncipe llegaba a la casa y solicitaba una entrevista, he visto de
nuevo la influencia de la obra de Dostoievski sobre la de Franz Kafka. Cuando comenté Los
demonios y Crimen y castigo ya
señalé esta idea, que se me escapó en mis lecturas juveniles de Dostoievski y
Kafka y que me resulta evidente de adulto. En las novelas de Dostoievski a
veces las acciones de los personajes se rigen por principios no realistas.
Muchas veces se han identificado las extrañas acciones de los personajes de
Dostoievski con lo exagerado del «alma rusa», pero en otras novelas rusas del
siglo XIX esta extrañeza para el lector se produce en mucho menos grado que con
Dostoievski. Sus personajes suelen estar desesperados y actúan en gran medida
en contra de sus intereses, sucumbiendo de un modo nihilista a sus ansiedades y
temores.
El príncipe trata de entrevistarse
con Iván Fiódorovich Yepanchín igual que unas décadas después el agrimentor K.
tratará de entrevistarse con las autoridades del castillo. Y por el camino le
aparecerán al príncipe lacayos con los que tendrá conversaciones banales o
tremendamente profundas. Todo esto transcurre en medio de un ambiente vaporoso
de ensoñación, igual que en la narrativa de Kafka.
Además lo personajes de Dostoievski
a menudo tiemblan y se encuentran enfebrecidos, situaciones muy propias de una
narración de Kafka.
El propio Dostoievski sufría ataques
epilépticos como le ocurre al príncipe Myshkin y además fue encarcelado por actividades
antigubernamentales y condenado a muerte. Sufrió un simulacro de fusilamiento y
después se le anunció que su pena había sido conmutada por la de trabajos
forzados en Siberia. Sobre este hecho del falso fusilamiento y las condenas a
muerte se habla en El idiota e, igual
que el tema del suicidio en Los demonios,
elevan la novela hacia cimas existencialistas por las que va transcurrir gran
parte de la narrativa del siglo XX.
La novela está dividida en cuatro
partes y en las más de 200 páginas de la primera se describe únicamente el
primer día del príncipe en San Petersburgo. Serán multitud los personajes con
los que se cruce, creando un gran fresco de la vida en la ciudad. Luego habrá
saltos temporales y algunos de los personajes pasarán una temporada en Moscú,
un periodo de tiempo que no será narrado en la novela, pero sí evocado con
posterioridad. Los escenarios de la novela son San Petersburgo y Pávlovsk, un
pueblo de veraneo cercano.
Si bien el príncipe llega a San
Petersburgo sin un rublo encima, pronto se verá que es el heredero de una
considerable fortuna, lo que hará que pueda ‒de momento‒ vivir sin trabajar.
Serán muchos los crápulas que se le acerquen para tratar de sacarle el dinero,
pero también su juventud y su bondad serán atractivas para más de una mujer. El
príncipe vivirá rodeado de nobles disolutos, mujeres perdidas, jóvenes
extremistas, viejos fantasiosos, un joven a punto de morir por tisis y otros
jóvenes enamorados y que viven la experiencia del amor como la de una terrible
condena. Aquí, como en Crimen y castigo
y Los demonios, también nos
encontraremos con suicidas, asesinos y posibles asesinos.
Mi último acercamiento a Dostoievski
había sido la relectura de Crimen y castigo
hace tres años, y la sensación que he tenido al leer El idiota es que la estructura del libro estaba menos clara que la
de Crimen y castigo. En El idiota Dostoievski plantea muchas
escenas en las que entran y salen los personajes y en ellas sitúa al actor
principal y distorsionante del príncipe. Y uno transita por las escenas que
crea Dostoievski con extrañeza y fascinación, sin saber hacia dónde se dirige,
quizás ya enfebrecido y con temblores. Hay escritores que saben levantar
bonitas y solidas casas en el campo, pero Dostoievski eleva sobre nosotros
turbias catedrales poco iluminadas y uno camina bajo sus bóvedas inestables
pensando que en cualquier momento se van a caer y a aplastarnos. En la poca luz
de estas catedrales, en precario equilibrio, anida la literatura.
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