Ladrilletos, de Selva Almada
Editorial Lumen. 196 páginas. 1ª edición de 2013.
Cuando hace unos meses leí Cometierra
(2019) de Dolores Reyes, ya dije que
Selva Almada (Entre Ríos, Argentina,
1973) había sido una de sus profesoras de taller, y que me apetecía leer alguno
de sus libros. Durante los últimos años me he encontrado con su nombre, cada
vez más ponderado en relación a la nueva narrativa argentina. Me pasé por la biblioteca Eugenio Trías, del Retiro en
Madrid, y tomé en préstamo Ladrilleros, que es uno de sus
libros más conocidos.
La acción de Ladrilleros se sitúa en un pueblo del norte de Argentina y nos
habla de dos familias, la de los Miranda y la de los Tamai. Miranda padre
proviene de una familia de ladrilleros, afincados en el pueblo desde unas
cuantas generaciones atrás, y Tamai padre llegó al pueblo como temporero y se
acabó asentando en él, tras casarse con Celina, una chica que trabajaba de
mesera en el bar que frecuentaba. Celina organizará que Tamai empiece a
trabajar de ladrillero, cuando el dueño de una de las ladrillerías de la
localidad quiera dejarla y probar suerte laboral en el sur. Miranda y Tamai son
vecinos y se odian. Ninguno de los dos tiene muy claro cómo empezaron sus
disputas, pero probablemente tengan que ver con algún roce en alguno de los
bares del pueblo, donde tuvieron algún lance jugando a las cartas. Miranda y
Tamai en realidad son dos hombres bastante parecidos, incapaces de permanecer
en su casa muchas horas seguidas, los dos pasan demasiado tiempo en el bar y
les cuesta proveer a su hogar. Serán sus mujeres, Estela y Celina, las que
saquen adelante sus hogares.
En realidad, los protagonistas
principales del libro, más que Miranda y Tamai padres, serán dos de sus hijos
varones: Pajarito ‒hijo de Tamai y Celina‒ y Marciano ‒hijo de Miranda y
Estela, una antigua reina de la belleza‒. La novela comienza con Pajarito y
Marciano tirados en el suelo de la feria que se ha instalado en el pueblo. Se
acaban de pelear a navajazos y los dos se desangran lentamente. La policía o
una ambulancia parecen tardar en aparecer. Selva Almada nos narrará los
pensamientos de estos dos jóvenes ‒que al comienzo de la narración deben tener
unos veinte años‒ a través de capítulos cortos, y también nos irá informando
sobre sus respectivas familias y sobre la relación que han tenido en el pasado.
Cuando a Pajarito y Marciano les permitieron salir a la calle y juntarse con
los otros niños por los descampados del pueblo empezaron siendo amigos
inseparables (son prácticamente de la misma edad, unos pocos días separan sus
nacimientos), aunque aprenderán pronto que les está prohibido pisar la casa del
otro. Sin embargo, un pequeño incidente en el colegio les hará separarse y
crear cada uno su propia pandilla de amigos. Los enfrentamientos vendrán más
tarde, enfrentamientos que ‒en el tiempo narrativo de la novela, cuando tienen
unos veinte años‒ quizás les conduzcan a la muerte.
Miranda padre ha muerto de forma
violenta cuando Marciano tiene doce años, y Tamai padre abandonará el hogar
cuando Pajarito tiene trece. Ninguno de los dos ha sido un buen padre, han sido
bebedores, pendencieros, vagos para el trabajo, manirrotos, y los dos han
golpeado a sus hijos violentamente. Sin embargo, aunque ha existido un rechazo
de los hijos hacia sus padres, tanto Pajarito como Marciano parecen condenados
a seguir sus pasos.
En gran medida, Almada habla en Ladrilleros del concepto de la «masculinidad
tóxica», de esos hombres que se están continuamente retando para probar su
hombría, pero que no consiguen sacar adelante a sus familias. También nos habla
de las mujeres resignadas a estos hombres, a los que aceptan porque se han
criado en entornos machistas y acaban percatándose de que los aman y de que no
pueden cambiarlos. Y, sin embargo, serán estas mujeres las que tendrán que
cargar con la responsabilidad de saber sacar adelante a sus hijos. Serán ellas
las que realmente aporten el dinero que el hogar necesita.
Por supuesto, en este mundo violento
la homosexualidad no es una opción socialmente aceptada. Y el desenlace del
libro, la pelea final entre Pajarito y Marciano, tiene que ver con este tema de
la homosexualidad y la hombría.
Así que el libro de Selva Almada se
convierte en un manifiesto contra el machismo y la homofobia. Sin embargo, está
bien construido y no es en ningún momento un panfleto.
«Mientras se invitaban copas, se
aconsejaban cómo había que tratar a las mujeres para que se estén quietitas y
en su sitio.», leemos en la página 39, cuando se describe la vida de Tamai en
el bar con sus amigos.
«La primera vez había sido incómoda
y dolorosa, lejos de los relatos de Corín Tellado que alimentaban sus fantasías
de adolescente. Lo habían hecho en el medio de un baile, en la pista del
Húngaro.», así se descrine en la página 21 la primera relación sexual de Celina
con Tamai.
Como ya he comentado, en las
primeras páginas de Ladrilleros nos
vamos a encontrar con una pelea a navajazos; por tanto, Almada desde el
comienzo conversa con la tradición literaria argentina. Debemos recordar que la
figura del cuchillero se encuentra ya en El matadero, el cuento de Esteban Echevarría, publicado en 1871,
y que da comienzo a la narrativa argentina.
Ladrilleros está
construido con capítulos cortos, donde se alterna el presente narrativo
(Pajarito y Marciano evocan su vida desde el suelo de la feria tras su pelea) y
otros en los que se habla de ellos mismos o sus padres en el pasado. Las frases
son escuetas y contundentes, y están salpicadas de ricos argentinismos:
«sapucai», «rebenque», «chicotazo», «mencho», etc.
Como mi lectura de Cometierra de Dolores Reyes es reciente,
puedo ver en ella la influencia de la narrativa de Almada. Reyes, como Almada,
denuncia el desamparo de los más débiles de la sociedad, un desamparo que suele
afectar más a mujeres que a hombres. Reyes se servía del género fantástico para
realizar sus denuncias, ya que su joven protagonista femenina tenía la
capacidad de entrar en contacto con los muertos o personas desaparecidas, y
Almada bordea en su novela también el género fantástico, puesto que sus jóvenes
protagonistas adolescentes van a conversar, agonizantes en el suelo de la feria,
con sus padres, uno muerto y el otro desaparecido.
Me ha gustado Ladrilleros, una novela escrita con mucha tensión narrativa y gran sentido del ritmo, y que trasciende a la mera anécdota costumbrista de un pueblo argentino, para hacerse universal y criticar la constitución patriarcal de la sociedad. Me gusta comprobar que gran parte de la mejor literatura argentina actual las están escribiendo las mujeres, poniendo sobre la mesa una problemática, que el siglo pasado, con contadas excepciones ‒como ocurría en Enero de Sara Gallardo‒, era en gran parte ignorada.
Muy buena primera lectura de Almada Ladrilleros. Saludos, David.
ResponderEliminarHola, gracias por tus palabras.
EliminarSaludos
Para mí, de las novelas que leí el año pasado fue sin duda alguna la mejor o de las mejores. Magnífica historia y magnífica escritora.
ResponderEliminarTe deseo una buena semana, David
Un fuerte abrazo
Hola, Juan Carlos:
EliminarA ver si leo algo más de esta autora, que está muy bien.
Saludos