Nuestra parte de noche, de Mariana Enriquez
Editorial Anagrama. 667 páginas. 1ª edición de 2019.
Una de mis mejores lecturas de 2018
fue el libro de relatos Las cosas que perdimos en el fuego
de Mariana Enriquez (Buenos Aires,
1973). Me sorprendió muy gratamente cómo usaba el género de terror para hablar
de otros miedos más cotidianos (el machismo, el abandono que sufren los pobres,
los desaparecidos de la dictadura militar…). Por eso, cuando a finales de 2019 leí
la noticia de que el premio Herralde
había recaído sobre la extensa novela Nuestra parte de noche de Mariana
Enriquez sentí una sincera alegría y me apeteció de forma inmediata leer ese
libro. Se lo solicité a la editorial y, muy amablemente, me lo enviaron para
que pudiera leerlo y reseñarlo. Me he puesto con él a principios de 2020.
La primera parte del libro –titulada
Las
garras del dios vivo– nos llevan a la Argentina de enero 1981, cuando
rige en el país la dictadura de Jorge Videla. Juan, de veintiocho años,
despierta a su hijo Gaspar, de seis, para salir esa mañana de Buenos Aires en
coche hacia el interior del país, hacia la selva, frontera con Paraguay.
Descubriremos pronto que Rosario, la esposa de Juan y madre de Gaspar, ha
muerto recientemente. Al principio me estaba acercando a la lectura de la
novela en clave realista y con la información recibida suponía que Juan y
Rosario pertenecían a un grupo político que actuaba en contra de la dictadura, que
habían sido los militares quienes habían asesinado a Rosario y que Gaspar huía
de ellos. En realidad no es así y bastante pronto el lector comprenderá que Nuestra parte de noche es una novela
abiertamente fantástica. Gaspar es un poderoso médium, usado por una sociedad
secreta internacional llamada «la Orden», alguien capaz de poner en contacto a
sus miembros con «la Oscuridad». Gaspar no puede eludir acudir a la mansión de
sus familiares políticos en la selva (los padres de Rosario) para llevar a cabo
su rito anual de invocación a la Oscuridad. Juan es un hombre de dos metros y
pelo rubio, descendiente de emigrantes suecos en Argentina, que pese a su
imponente físico se encuentra gravemente aquejado de una enfermedad cardiaca.
Contactar con la Oscuridad no hace más que debilitarle, pero la Orden no puede
prescindir de su poder y ahora le reclama a su hijo Gaspar para ser usado
también a favor de sus intereses. La orden está embarcada en los últimos
tiempos en el proyecto de conseguir la inmortalidad gracias a la transmigración
de las conciencias en «cuerpos recipientes». Cuando el médium Juan consigue
invocar a la Oscuridad ésta transmite información a los escribas sobre los
pasos del proceso y los ancianos más poderosos de la organización no pueden
renunciar a este sueño.
En gran medida Nuestra parte de noche acaba siendo un canto de amor a la
paternidad. Aunque en más de una ocasión Gaspar no va a entender los actos de
su padre y llegará a temerle, la motivación principal de la vida de Juan
consistirá en alejar a su hijo de sus poderosos familiares políticos. En este
sentido, el tema último de la novela nos puede recordar al de La
Carretera de Cormac McCarthy.
La primera parte del libro, en gran
medida, es una narración de carretera, con elementos fantásticos, puesto que
Juan no está aún seguro de que Gaspar haya heredado sus poderes, pero pronto
podrá comprobar que sí. Gaspar puede ver en un hotel de carretera la presencia
de una mujer fantasmal que se queja de haber perdido a su hijo. Juan sabe entonces
que ha de enseñarle a expulsar esas presencias y que debe hacer estos
encuentros menos traumáticos para Gaspar que lo que fueron en el pasado para
él.
El final de la primera parte, cuando
se narra la invocación de Juan de la Oscuridad es impresionante. Cuando en mi
adolescencia leía novelas de terror y de ciencia-ficción muchas veces me daba
cuenta de que las ideas de los escritores que leía no estaban a la altura de su
pericia narrativa. Con Mariana Enriquez ocurre justo lo contrario: el
adolescente que leía libros de terror y ciencia-ficción que aún habita en mí no
ha parado durante esta lectura de alegrarse al poder leer escenas fantásticas
tan bien construidas como las que nos encontramos en Nuestra parte de noche.
La novela se divide en seis partes,
aunque realmente dos de ellas (la segunda y la quinta) son mucho más cortas que
las otras cuatro y actúan como elementos de transición. En el primer caso se
cede la palabra al médico que atendía a Juan en su niñez y en el segundo a una
periodista que investiga casos de desaparecidos de la dictadura y cuyas
pesquisas le acercan a la mansión de los Brandford (la familia de Rosario).
La tercera parte –La
cosa mala de las casas solas– nos lleva a la Argentina de 1985-1986 y
Juan y Gaspar se han instalado en una casa modesta de un barrio de las afueras.
Como si se tratase de una novela de Stephen
King (escritor del que Enriquez es seguidora manifiesta), se nos presentará
ahora la pequeña pandilla de amigos preadolescentes de Gaspar, un niño que vive
ajeno a su familia política y a los supuestos poderes de los que es dueño. Sin
embargo, estos poderes, que el lector conoce y los protagonistas de la
narración no, se harán pronto presenten. Adela es una de las amigas de Gaspar y
vive sola con su madre (se insinúa que el padre es un «desaparecido» de la
dictadura), además le falta un brazo. Aunque Enrique no lo cuenta, el lector
presiente que esa mutilación tiene que ver con los ritos de invocación a la
Oscuridad que ya conoce y que, por tanto, de algún modo u otro, Adela y su
madre están conectadas con Gaspar y su padre. Una casa cerrada del barrio, y
cuyas puerta y ventanas parecen dibujar una insinuante cara, pronto empezará a
llamar poderosamente la atención de los cuatro amigos (Gaspar, Adela, Vicky y
Pablo) y el deseo de entrar en ella y descubrir sus secretos será una tentación
que no van a poder eludir. Este tema de la niña a la que le falta un brazo y la
casa encantada, que acabará siendo más grande por dentro que por fuera, ya fue
tratado por Enriquez en La casa de Adela,
uno de los cuentos de Las cosas que
perdimos en el fuego. De hecho, parece describir en cuento y novela a la
misma niña (aunque en un caso la amputación es a la altura del hombro y en el
otro del codo).
Los homenajes a algunos de los
maestros del terror son más o menos explícitos en estas páginas. De los que yo
conozco, diría que en las páginas de Enriquez descansan con comodidad Stephen King, H. P. Lovecraft o Arthur
Machen. Si bien, Enriquez usa muchos de los recursos clásicos del terror,
como son las cartas del tarot, la invocación a los demonios, las casas
encantadas, etc. diría que también consigue crear una cosmogonía propia muy
bien armada. A diferencia de otras obras de terror, en Nuestra parte de noche todos los elementos fantásticos encajan
perfectamente y nada parece creado al azar o ad hoc para resolver una escena.
Cuando comenté los cuentos de Nuestra parte de noche destaqué el hecho
de que Enriquez se servía del género para denunciar algunos temas candentes de
la sociedad argentina. En Nuestra parte
de noche vuelve a hacerlo. No es casualidad que la primera parte del libro
se ambiente en enero de 1981 cuando aún dirigen el destino de Argentina los
militares de Videla, y que la familia Brandford, una de las más poderosas de la
Orden, sea una familia de ricos con buena relación con los militares. No es
casualidad que los muertos debidos a la Orden se puedan camuflar y mezclar con
los muertos de los militares. Tampoco lo es que Juan, el poderoso médium con
problemas médicos, provenga de una familia humilde y que la familia rica de los
Brandford se lo compre a sus padres para poder usarlo según sus intereses. Esto
parece una clara metáfora de la lucha de clases. También aparecen en esta
novela los mismos mitos paganos que en los cuentos de Enriquez, y se habla, por
ejemplo, de La Santa Muerte, una figura consoladora para personas que se
sientes fuera de la sociedad o la religión convencional.
Además de los miedos que generan la
dictadura y el poder, también nos encontramos aquí con más tipos de miedos.
Así, por ejemplo, se hablará también en la novela de las muertes por SIDA de
finales de los 80 y principios de los 90, contado a través de Pablo, el amigo
de Gaspar, que es homosexual.
Cuando he leído alguna de las
estupendas antologías de cuentos de terror de la editorial Valdemar ya he apuntado esta idea: el terror describe una
realidad íntima, en muchos casos, mejor de lo que pensamos. Nos rasga el velo
de lo real y nos enfrenta a nuestros miedos más irracionales, a esos que no
queremos mirar pero que están en nosotros y nos constituyen como personas.
La tensión narrativa de Nuestra parte de noche no ha decaído
para mí durante sus 667 páginas. Es ésta una novela con unas escenas de terror
sobrecogedoras y cuyas páginas consiguen crear una atmósfera enfermiza
perfectamente creíble y sugestionable. En este sentido, recuerdo la impresión
que me causó leer este libro una noche yo solo en casa, cómo cada ruido del
edificio conseguía asustarme. Si bien, en más de una ocasión, he comentado que
quiero frenar con la lectura de tantas novedades literarias y refugiarme en los
valores seguros de los clásicos, también he de decir que entre las novedades
literarias a las que me he acercado durante los últimos años, libros que aún no
han recorrido la senda del prestigio y la consolidación, Nuestra parte de noche ha sido uno de los que más me han
impresionado y que más me ha hecho disfrutar. Un libro que me ha retrotraído a
la lectura desprejuiciada y feliz de los primeros grandes libros de la
adolescencia. En fin, que me lo he pasado en grande leyendo Nuestra parte de noche de Mariana
Enriquez.
A mí también me gustó mucho esta novela, pero vamos a ponernos cabrones: ¿no crees que hay un problema de ritmo en el tramo final?
ResponderEliminarHola, Ángel:
EliminarPues la verdad es que yo leí todo el libro muy contento, y no me pareció que bajara el ritmo al final. Lo disfruté mucho en cada tramo.
Saludos
Perdón, David (llego días tarde). De hecho me refería a todo lo contrario con el problema de ritmo: me refiero a una suerte de atolondramiento final que en mi opinión opaca la fuerza del desenlace.
EliminarEn fin, cosas mías.
Saludos.
Siempre decían que las novelas de Stephen King fallaban en el final. Imagino que es l o más difícil de hacer en una novela de terror. Pero, vamos, que a mí el final de esta novela me pareció correcto.
EliminarSaludos
Veo que te ha gustado mucho. A mí particularmente el terror no me encanta. Creo que en esta ocasión paso de autora y novela. Y mira que estaba interesado algo en ella al haberle dedicado este viernes pasado "El Cultural" de El Mundo una página final en la que se g¡hacen preguntas a los autores muy distendidas. Me pareció maja la chica en sus respuestas. Pero...
ResponderEliminarUn abrazo
Yo de adolescente solo leía terror y ciencia-ficción, y leer este tipo de libros tiene para mí un valor nostálgico muy fuerte. Tampoco podría ahora leer solo esto, pero cuando vuelvo de vez en cuando lo suelo disfrutar, me vuelvo a sentir un poco como si tuviera otra vez 16 años.
EliminarSaludos
Hola David, qué buena reseña. Entonces retomaré esta lectura. Hacía mucho tiempo que no leía algo que me despertara tantos nervios, desasosiego y hasta miedo. Hay algunos cuentos de Mariana que no logro olvidar y aun me erizan. Al final, es otra buena manera de sentirse viva. Excelente blog.
ResponderEliminarHola, Analía: disfruté mucho con este libro, y como decía siempre me rejuvenece leer terror. A ver si leo "Los peligros de fumar en la cama", que es el que me falta.
EliminarGracias por tus palabras sobre el blog.
Saludos
Acabo de terminar la novela y me ha parecido grandiosa. Una autora bisagra definitivamente. Gran creación de escenarios que sugestionan acompañando a una trama original que te envuelve hasta el final.
ResponderEliminarHola, Andrea:
EliminarMe alegra que te haya gustado este libro que, sin duda, merece mucho la pena.
A ver si me acerco pronto a los cuentos de "Los peligros de fumar en la cama".
Saludos
Hola... me encantó... pero siento que quiero saber más, que la historia no puede parar ahí... quedan muchos hilos sueltos.
ResponderEliminarY coincido con la chica anterior, en que el final termina en 20 paginas.... quizás eso me hace pensar que vendrá más, pero no encuentro i go relacionada.
Hola, como ocurre con las grandes novelas (y no solo en extensión) en esta se abre un mundo muy amplio. Imagino que en algún momento Enriquez volverá a él y habrá más historias en este mundo creado. A ver si es así.
EliminarSaludos