domingo, 23 de febrero de 2020

La tierra es para siempre, por Javier Vela


Editorial Maclein y Parker, 125 páginas. Primera edición de 2019

En esta novela corta (124 páginas) el lector se enfrentará a una ligera distopía ecológica: en la Europa que dibuja Javier Vela ha dejado de llover desde hace unos años y los países del sur –Portugal, España, Italia o Turquía– están sufriendo las consecuencias más devastadoras del cambio climático. Muchos de sus ciudadanos tratan de huir a los países nórdicos, convertidos ahora en una suerte de habitables zonas tropicales, donde proliferan los grupos de extrema derecha que abogan por el cierre de fronteras. Pese a las dificultades, Hugo –un niño español sin acompañantes– ha conseguido llegar a un pueblo de Suecia, donde va a ser acogido por la pareja que forman Argus y Emma. El hombre, que se dedicaba a la instalación de aparatos de calefacción, ha perdido su trabajo a causa del cambio climático, y la mujer, que es traductora del español, perdió a su hijo Matt por una enfermedad, que podría tener que ver con las nuevas condiciones atmosféricas. Esto último hará que se sienta más dispuesta a ayudar a Hugo.
La novela está compuesta por capítulos cortos, en los que se barajan distintos tiempos narrativos, que muestran la convivencia entre Argus, Emma, su vida con Matt y posteriormente con Hugo. Estos capítulos se alternan con otros en los que se nos describe, sin ataduras de personajes concretos, el escenario apocalíptico en el que se desarrolla la ficción. En estas últimas páginas es donde, principalmente, Vela da rienda suelda a su bagaje como poeta. La tierra es para siempre es su primera novela y antes –además de un libro de relatos y de aforismos– había publicado ocho poemarios, ganando con ellos algún premio destacado. Las descripciones de la naturaleza en descomposición y los desastres climáticos están escritas como si se tratase de un poema en prosa, con abundancia de juegos metafóricos y un vocabulario poco usual (“pulverulentas”, “varganales”, “apersogados”, “rodrigones”, etc.). Estas páginas, en las que se describe el escenario en el que ha de transcurrir la historia, acabarán siendo lo mejor de la novela, páginas que destacan por encima de los conflictos creados para los personajes, que tal vez se le pueden hacer al lector algo distantes y poco desarrollados. De tal forma, el cambio climático se termina por convertir en el personaje principal de la narración, algo que podía ocurrir, por ejemplo, en algunas novelas de J. G. Ballard (estoy pensando en El mundo sumergido; una novela a la que La Tierra es para siempre debe bastante).
Una de las intenciones creativas de Javier Vela en su novela es social, ya que trata de hacerle tomar conciencia al posible lector español de la situación de los emigrantes africanos que llegan a nuestro país, huyendo de la pobreza y ya, en muchos casos, de las consecuencias de las sequías y los cambios climáticos. En La Tierra es para siempre España no es un lugar de posible acogida, sino de huida; y Hugo tendrá que sufrir el acoso escolar y la xenofobia en el pueblo de Suecia al que ha llegado. Hugo es un “mena” español en Suecia, con toda la triste carga emocional que ha cobrado esta palabra en nuestro país durante los últimos meses.
La Tierra es para siempre es la interesante novela de un poeta sobre los miedos al futuro más arraigados en nuestro presente.

Esta reseña apareció en la revista en papel de Librújula, por eso es más corta de lo habitual.

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