El hermano mayor, de Daniel Mella.
Editorial Comba. 182 páginas. Primera edición de 2016, esta de 2017.
Ya comenté la semana pasada que
hablé con Juan Bautista Durán –el
editor de Comba– para que me enviara los dos libros publicados de Daniel Mella (Montevideo, 1976), y así
poder leerlos y reseñarlos. Durán publicó en 2017 la novela El
hermano mayor, que había ganado en Uruguay el prestigioso Premio Bartolomé Hidalgo de Narrativa, y
un año después el libro de cuentos Lava, que había ganado ese mismo
galardón en su edición de 2013.
Me propuse leer los dos libros
seguidos y respeté el orden de escritura por parte de su autor. Fue una buena
idea, porque en El hermano mayor se
dan algunas de las claves de escritura del libro de relatos.
En el tormentoso verano de 2014
murió, alcanzado por un rayo, uno de los hermanos pequeños de Daniel Mella en
una caseta para socorrista («casilla de guardavidas», en el vocabulario
uruguayo de la novela) de la playa, profesión que Alejandro (el nombre del
hermano en el libro) ejercía durante unos meses al año. Este trabajo le
permitía disfrutar de una de sus grandes aficiones: el surf.
Daniel Mella acomete la escritura de
esta novela, con un gran componente autobiográfico, para exorcizar esa muerte y
el dolor que ha dejado en su familia. «Su muerte va a caer un 9 de febrero,
para siempre dos días antes de mi cumpleaños. Alejandro tendrá 31 la madrugada
de esa fecha cuya luz jamás verá y en la que de cuatro hermanos pasaremos a ser
tres»: así empieza el libro en la página 7. Por tanto, El hermano mayor se puede incluir en la llamada «narrativa de
duelo», que en España nos ha dado libros como La hora violenta de Sergio del Molino, Luz de noviembre, por la tarde
de Eduardo Laporte o El
jardín de la memoria de Lea
Vélez.
Durante la lectura de El hermano mayor, el lector se llegará a
preguntar si el libro que tiene entre las manos es autobiográfico o Daniel
Mella está haciendo ficción. Más de una pista indicará al lector atento que la
voz narrativa de esta novela debe de estar muy cercana a la de su autor. El
protagonista del libro se llama Daniel y, por ejemplo, en la página 44 el
narrador nos habla del proceso de escritura de su primera novela, titulada Pogo, que coincide con el título de la
primera novela que Mella publicó en la realidad.
El tiempo narrativo principal abarca
más o menos dos días, los que transcurren desde la mañana en que la familia
recibe la noticia de que Alejandro ha muerto alcanzado por un rayo esa pasada
noche, hasta que se vela el cadáver y se esparcen sus cenizas en el mar.
Durante la primera mitad del libro, el narrador retrocede hasta el pasado para
hablarle al lector de su relación con Alejandro o con el resto de su familia.
También nos hablará de la Negra, su exmujer, con la que ha tenido dos hijos.
Daniel ha mantenido alguna relación con otras mujeres desde que se separó de la
Negra, pero justo desde unos meses antes de que ocurra el accidente de
Alejandro siente que se ha vuelto a enamorar de ella y está pasándolo mal,
porque la Negra parece haber iniciado una relación en serio con otro hombre. El
dolor que el narrador siente por culpa de su exmujer se frenará de golpe al
tener que asumir la muerte del hermano menor, el cual, al romper la regla
mental que dice que los padres o los hermanos mayores deben morir antes que los
hijos o los hermanos pequeños, ha pasado a ser «el hermano mayor».
Durante la primera parte, Daniel se
muestra irascible con su familia y su personaje no acaba de hacerse simpático.
La prosa de esta novela es de efecto rápido y frase escueta y expositiva, menos
poética que la empleada en los cuentos de Lava.
En esas narraciones la sensación de amenaza y misterio era más fuerte que la de
la novela, y la prosa ajustada, sobre todo gracias a las ricas enumeraciones y
el gusto por el detalle, estaba más conseguida en los cuentos que en El hermano mayor. Al leer la novela he
tenido la sensación de que había una trama muy cercana a la realidad (la muerte
del hermano y la devastación que ésta provoca en la familia, que Daniel no sabe
muy bien cómo afrontar) y una subtrama (la relación de Daniel con su exmujer)
que se acercaba más a la ficción. Diría que me han resultado más artificiosas las
páginas en las que se habla del distanciamiento de la exmujer y el nuevo
enamoramiento, que aquellas que tratan la asunción de la muerte de un familiar.
En general, la tensión narrativa (ya sea provocada por la realidad o por la
ficción) es considerable.
Aunque en el libro no hay capítulos
o partes, he sentido que El hermano mayor
estaba dividida en dos partes. La que ya he comentado y una segunda en la que,
en vez de hablar del presente narrativo (asunción de la muerte) y de la
relación de Daniel con su familia o su ex, se hablaba de un pasado más remoto,
en el que el narrador, haciendo metaficción, expone su relación con la
escritura, y además –siguiendo con esta nueva subtrama–, se adentra en el
futuro del tiempo narrativo principal. Es decir, va a dejar atrás los dos días
posteriores a la muerte del hermano para contarnos el proceso que le llevará a
escribir sobre esa experiencia.
Yo he disfrutado más de esta segunda
parte que de la primera. Las páginas metaficcionales del libro se han
convertido en mis favoritas. Aquí nos encontramos con algunas de las claves
compositivas de la novela: «En lo que estaba escribiendo casi nadie decía lo
que había dicho ni hacía lo que había hecho. Es más, todos tenían los nombres
cambiados. Y en lugar de cinco hermanos, como en la realidad, en el libro
éramos cuatro. A Pablo, el del medio, lo había tenido que dividir entre todos
los demás» (pág. 128).
Al comentar los cuentos de Lava, dije que La emoción de volar me
había gustado pero que su final iba perdiendo tensión narrativa. Ahora que he
leído esta novela, que en gran medida habla de los libros anteriores del autor,
me doy cuenta de que era una narración más autobiográfica de lo que pensaba.
Daniel Mella no solo practicó mucho el baloncesto en su adolescencia, sino que también
–como el protagonista de ese cuento– perteneció a una familia de mormones. En El hermano mayor dedica más de una
página a hacer un ajuste de cuentas con ese pasado religioso de su familia,
unas páginas punzantes que para mí son las mejores del libro. Me han gustado
mucho las reflexiones que hace el autor sobre la relación que acaba existiendo
entre la escritura y la lectura que hacen de ella los padres del autor. «No
tengo modo de saber que lo que estoy escribiendo verá la luz un día, pero
recuerdo razonar que si mi madre llegase a leer aquella escena, quedaría
destrozada» (pág. 120). En este sentido, la novela se acercaba a algunos
planteamientos de Philip Roth.
El tono aparentemente ligero, que
acaba hablando de escritores y de sus problemas con su entorno, además de la
crisis de la masculinidad al llegar a los cuarenta, me ha recordado a la prosa
del escritor argentino Pedro Mairal
y su novela La uruguaya.
Creo que Lava es un libro de
cuentos muy bueno y que El hermano mayor
es una buena novela. Daniel Mella es un escritor importante en Uruguay, que en
España ha pasado algo desapercibido. Lo que es una pena, porque estos dos
libros me llevan a situarlo en un puesto muy alto dentro del panorama actual de
la narrativa latinoamericana.
Espero que Juan Bautista Durán se
anime y acabe publicando las primeras novelas de este autor (Pogo de 1997, Derretimiento
de 1998 y Noviembre de 2000), que empezó tan joven y que estuvo diez años
sin escribir.
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