Traducción de Ramón de España
Hace unos meses me contacto Belén Feduchi, directora de prensa y
comunicaciones de la editorial Malpaso,
para mostrarme, a través del correo electrónico las novedades de la editorial. Cambiamos
algunos correos y quedamos en que me enviaría los dos libros que han editado de
Kurt Vonnegut (Indianápolis, 1922 –
Nueva York, 2007) para que los comentara en el blog. Por aquel entonces, yo
había sacado dos libros de Vonnegut de la biblioteca –Las sirenas de Titán y Galápagos-.
Al final leí el primero y acabé devolviendo el segundo sin leerlo. Las sirenas de Titán, como ya comenté en
su día, me pareció que estaba bien, pero no acabé de conectar con la propuesta
de la novela. Y me empecé a preguntar si había acertado al pedirle a Malpaso
–que tan dirigentes fueron en su envío de libros a mi casa- los de Vonnegut y
no haber pedido los de otro autor para estrenarme con la editorial.
El caso es que después de Las sirenas de Titán he dejado pasar
unos meses hasta que me he puesto con los libros de Vonnegut que me envió
Malpaso; me estaba entrando ya cargo de conciencia. Pero, por otro lado, creo
que la espera ha sido beneficiosa: he encontrado un gran momento para acercarme
a estos libros, que he disfrutado bastante.
La cartera del cretino está
formado por seis cuentos inéditos, un ensayo y un cuento final de ciencia
ficción (o tal vez el comienzo de una novela) inacabado. No estoy seguro (he
mirado alguna página en inglés) si Vonnegut estaba trabajando en este libro
cuando murió o son descartes de otros libros de cuentos reunidos en este
volumen tras su muerte.
Leo el primer cuento -Entre
tibio y Tombuctú- y por el tono me resulta una narración juvenil, un
cuento de terror bastante romántico sobre un joven pintor que ha perdido a su
mujer y la añora tanto como para intentar morir en vida y de este modo
acercarse a ella. El protagonista ha rescatado a un pescador de un lago helado
que –en presencia de un doctor incrédulo- dice que ha visto su vida pasar ante
él. El pintor querrá reproducir una experiencia similar para acercarse a su
pasado y así a su esposa. Entre tibio y Tombuctú me ha recordado a
alguna narración de corte macabro de Roald
Dahl. Este cuento acaba siendo bastante previsible, aunque, por otro lado
no deja de ser simpático.
El libro mejora bastante en la
segunda narración, titulada Roma. En ella nos acercamos a un
grupo de teatro aficionado y al estilo irónico, descreído y juguetón que uno
espera de un escritor con tanta fama de irreverente como Kurt Vonnegut. De él,
además de dos novelas (Matadero 5 y Las sirenas de Titán)
había leído un cuento en la Antología del cuento norteamericano de
Richard
Ford, titulado Bienvenido a la jaula de los monos.
Lo cierto es que los primeros seis cuentos de este libro se mantienen dentro de
los cauces del realismo, pero el tono desenfadado y humorístico de Roma se parecía mucho más a Bienvenido a la jaula de los monos que Entre tibio y Tombuctú.
En Roma nos encontramos con un cuento muy ajustado a la tradición del
relato norteamericana, esa tradición realista que crea un contraste entre la
impostura y la ingenuidad. La ingenua es Melody, una chica que ha sido enviada
al pueblo de la costa en el que se encuentra nuestra compañía teatral de
aficionados por su padre, desde un pueblo del interior (en Oklahoma). En este
contraste establecido entre Melody y su padre transcurre el relato:
“-Papá dice que besarse en
público es lo más asqueroso que hay.
El hombre que le había dicho eso
estaba imputado por un timo de seis millones de dólares a sus vecinos y a su
país.” (pág. 30)
Quizás el final de esta narración
sea un tanto exagerando, un tanto vodevilesco, pero Roma es una narración muy fresca, muy disfrutable.
Paraíso junto al río es
una narración de tono más delicado que transcurre en el interior del país, que
muestra la relación entre un chico y una chica, una relación más que ambigua.
Un relato más corto que los anteriores que, aunque quizás abusa un poco del
efecto sorpresa del final, se lee con mucho agrado.
La cartera del cretino es
el cuarto relato y el que da título al libro. Quizás en el título original (Sucker's Portfolio) queda más claro de
qué clase de cartera estamos hablando: de una cartera de inversión, y el
narrador no es otro que un bróker, un buen hombre preocupado por uno de sus
clientes, un joven, cuyos padres adoptivos –que contrataron a nuestro bróker
para dejar una herencia a su hijo- se involucra en los asuntos del joven, quien
desea liquidar con prontitud su cartera de valores. Otra narración muy
solvente, de carácter muy clásico dentro de la tradición norteamericana.
Señorita Snow, está usted
despedida nos acerca a una oficina norteamericana, posiblemente de los
años 50 o 60, con sus relaciones viciadas, su machismo y su condescendencia
hacia la mujer (un aire muy de la serie Mad men recorre este cuento). El
tono es irónico, y quizás le ocurre lo mismo que a Roma, que su final, un tanto inverosímil por exagerado, resta un
poco de credibilidad al cuento en la última página. Aun así no deja de ser una
composición agradable.
París, Francia también
sería una narración clásica dentro de la tradición del relato norteamericano:
la de los norteamericanos en Europa. Dos parejas de diferentes generaciones
(unos de 37 años y los otros de unos 65) se conocen en un tren que les lleva
desde Inglaterra hasta París. En el mismo compartimento entrará también otra
chica norteamericana muy joven, acompañada de un seductor joven europeo.
Después de tres días recorriendo París volverán a encontrarse en el tren de
vuelta a Inglaterra. Pese a lo forzado de las casualidades (las tres parejas
que se encuentran en el tren saben que van a regresar juntas a Inglaterra), la
estructura del cuento me gusta: en su reducido número de páginas casi se
desarrolla una novela en miniatura. En la última página todavía tendremos
tiempo de conocer la historia de un francés que va de viaje a Londres, y el
destino de este último personaje ha creado para mí un poético cierre de relato.
El último de Tasmania es
un ensayo escrito en 1992. No es un ensayo muy serio o sesudo, más bien parecen
unos apuntes o divagaciones sobre temas diversos que van saltando de una cosa a
otra y cuyo hilo conductor parece ser el centenario del descubrimiento de
América por los europeos. Que esto no sea serio o sesudo no quiere decir que no
sea divertido y simpático de leer. El humor irreverente de Vonnegut tiene en
estas páginas rienda suelta. Los temas principales que recorren estas páginas
serían: la violencia fundacional de los Estados Unidos -en la que la figura de
Cristobal Colón no sale precisamente muy bien parada-, el exterminio de los
indios o la esclavitud de los negros. Vonnegut parece querer distanciarse de
esto contándonos que él es norteamericano, pero también alemán, y que su
familia, en cuarta generación, proviene de Europa y llegó a América en un
momento en el que la violencia fundacional parecía haber quedado ya atrás. Se
lamenta también de las guerras, sobre todo de la II Guerra Mundial: “Debo
preguntarme si la obediencia no será el defecto básico de la humanidad.” (pág.
109).
La televisión tampoco parece
gustarle mucho a Vonnegut, y no deja de reflexionar sobre la acumulación de
residuos y el agotamiento de los recursos naturales.
El último texto incluido en este
volumen es un relato –o comienzo de novela- de ciencia ficción inacabado, cuyo
título es La ciudad robot y el señor Caslow. La verdad es que las páginas
que se pueden leer tienen fuerza y prometían. Una pena que no podamos seguir y
que Vonnegut dejara el texto con una frase a medias.
Como conclusión final apuntaré
que considero que ha sido un acierto dejar pasar unos meses entre Las sirenas de titán y estos otros dos
libros de Vonnegut, porque ahora, al leer estos dos libros de Malpaso (ya estoy
acabando el de Que levante mi mano quien crea en la telequinesis) me he
encontrado a gusto con Kurt Vonnegut y me he divertido bastante con su
humanismo cercano y su humor socarrón.
A mí me gusta este escritor, me sorprende y eso es de agradecer, leí Matadero y luego un libro de cuentos Mire al pajarito, por lo que no he podido apreciar que se repita como comentas más arriba.
ResponderEliminarHola Isabel: después de leer estos libros me han entrado ganas de leer más de sus obras. Lo de que había repeticiones era entre las ideas de un discurso y otro en Que levante mi mano quien crea en la telequinesis
EliminarSaludos