El primer día que firme en la Feria del Libro de Madrid ejemplares de El hombre ajeno, tuve la suerte de conocer a Sonia Aguirre, que escribe el recomendable blog literario Heroínas Díscolas (Ver AQUÍ). Sonia Aguirre suele comentar con asiduidad en el blog y me gustó ese día poder conocer en persona a gente como ella, con la que compartes una pasión común y con la que habitualmente tratas a través de internet.
Sonia leyó mi libro y, unas semanas después, ha tenido la amabilidad de escribir sobre El hombre ajeno una reseña en su blog. La dejo aquí:
Conocí al autor de esta novela, David Pérez Vega, por su blog literario Desde la ciudad sin cines. Me gusta el tono serio y reflexivo de sus reseñas, los autores latinoamericanos y contemporáneos por los que se interesa (yo suelo inclinarme más por autores más clásicos, ya al abrigo de sus tumbas y el contraste con otros gustos es saludable). Es muy agradable además su dedicación y la paciencia con la que contesta a todos los comentarios, incluso los puntillosos (mea culpa) además de las pocas ínfulas que gasta, siendo una de las voces más interesantes en la "crítica blogosférica". En serio, sus entradas tienen más enjundia que muchos artículos de los magacines literarios de los grandes periódicos.
Bueno, al ajo. Por su blog sabía que ha publicado una novela, Acantilados de Howth y de vez en cuando postea alguno de sus poemas -también tiene un par de poemarios publicados-. Hace poco, con motivo de la Feria del Libro de Madrid, comentó que estaría firmado su nuevo libro: El hombre ajeno. Decidí acercarme y comprarlo porque me gusta cómo escribe y aunque soy muy escéptica con las novedades, hay que arriesgar de vez en cuando.
Bueno, al ajo. Por su blog sabía que ha publicado una novela, Acantilados de Howth y de vez en cuando postea alguno de sus poemas -también tiene un par de poemarios publicados-. Hace poco, con motivo de la Feria del Libro de Madrid, comentó que estaría firmado su nuevo libro: El hombre ajeno. Decidí acercarme y comprarlo porque me gusta cómo escribe y aunque soy muy escéptica con las novedades, hay que arriesgar de vez en cuando.
El autor firmándome mi ejemplar en la Feria, yo con mis zapatillas de hacer cola.
(La foto la hizo mi amiga Marigel que me acompañó ese día)
El hombre ajeno nos presenta a su protagonista, Juan Linares, en un momento de inflexión en su vida, una de esas mesetas en las que ocurren con frecuencia los hechos importantes. Es un licenciado en Filología Hispánica que mientras termina sus estudios de postgrado se interesa por la vida de un oscuro poeta salvadoreño, Héctor Meier Peláez. En lugar de intentar hacerse un lugar en el mundo académico de la universidad, trabaja descargando camiones en una nave de un polígono industrial para ahorrar y así poderse dedicar a terminar su tesis.
La novela tiene tres partes: la primera y la tercera desarrollan la historia de Juan Linares y la segunda (Interludio) es la narración de la biografía del poeta Meier. Desde un comienzo queda claro que la fascinación de Linares por este poeta en particular tiene que ver no sólo con sus cualidades literarias sino con la vida violenta que llevó. Meier es un trasunto radical del poeta salvadoreño Roque Dalton que militó en la guerrilla del ERP y murió a manos de sus propios compañeros que le acusaron de espiar para la CIA o la inteligencia cubana, en fin,cualquier cargo que justificase la eliminación de ese pájaro que aleteaba demasiado para la jaula de la ideología.
Fuente imagen: Artículo "Roque Dalton continúa vivo en sus versos: hoy cumpliría 79 años" en Cuba Debate
El Meier de la historia es hijo de un inmigrante alemán (el padre de Dalton era estadounidense), ambos fueron guerrilleros y poetas malditos. A partir de este núcleo común, el autor desarrolla un personaje con entidad propia.
Aunque el protagonista de la historia es básicamente un intelectual, queda claro desde el comienzo que la violencia le genera una fascinación que no es ajena a su historia personal. Hay una alusión constante a un hecho traumático que marcó el fin de su infancia y configuró su personalidad actual. El encuentro casual con un antiguo compañero de colegio actualiza el conflicto y la culpa que arrastra.
Linares parece un tipo frío que vive como aislado de sus propias emociones por una fina película. Ese interés por la agresividad parece retrotraerlo a la irreflexión de la infancia, a un estallido peligroso pero vital. Para poder ubicar a este personaje, hay una detallada descripción de su mundo: el Madrid de justo antes de la crisis económica. En el microcosmos de la nave industrial conviven los inmigrantes latinoamericanos, reventados por los trabajos más duros pero agradecidos por ingresar por fin en el sistema legal del trabajo con los jóvenes españoles de suburbio.
La descripción de esta tribu juvenil es de los mayores logros de la novela. Es desolador el paisaje de esta juventud sin cultura del esfuerzo, sin interés alguno por formarse y que vive para la religión del fin de semana. Son estos los especímenes que aparecen en los realities de la televisión y que son tan patéticamente superficiales que parecen impostados, chicos con unos extraños peinados esculpidos con gomina y unos cuerpos hipermusculados esculpidos en el gimnasio: "Les fascinaba la marcha del fin de semana, el dinero rápido en el bolsillo y los coches para lucirse con música estridente.".
Es muy interesante la descripción de esta cultura de las drogas, que no es exclusiva de la marginalidad: "Cocaína para excitarse, hachís para alcanzar la calma... otros lo conseguían con café y tila, conducción de coches y masajes, pádel y meditación budista...". Cada uno con los vicios que se puede permitir.
Sobre todo en la primera parte "El viento del suburbio", hay una potente descripción de la sociedad del sur madrileño: desde estos bárbaros jóvenes que consumen sus vidas con la misma avidez con la que se enfrentan a una raya de coca, hasta los literatos compañeros de promoción en la universidad. Es una mirada fina, que no pretende reducir sus retratos a estereotipos y que termina siendo un completo tratado de fauna social: jóvenes formados más de lo necesario para trabajos precarios (como Rafa, el mejor amigo del protagonista), pijos de suburbio, jevis, góticos, etc. Hay una crítica al sistema educativo que deja varados tanto a sus desechos como a quienes se entregan a su sistema de memorización de contenidos. Lo de describir a la aldea para describir el universo funciona aquí muy bien.
A la par se desgrana una crónica familiar que se centra en la relación con el hermano mayor, cuya vida ha quedado destrozada por la ilusión de que era él quien controlaba su relación con las drogas: cárcel, intento de suicidio, rehabilitaciones. Lo usual, sobre todo el miedo de volver a confiar en quien hace equilibrio sobre el filo de la reincidencia. Es muy vívida esa casa familiar, el trabajo y la vida de los padres, su negocio, su origen rural.
Hay algo de estructura detectivesca en el descubrimiento del hecho violento que late bajo la culpa y la frialdad emocional de Juan Linares. Poco a poco van quedando al descubierto capas de recuerdos que nos enfrentan al secreto del protagonista. Lo más significativo de su hallazgo en este sentido es enfrentarse a la mirada del otro y descubrir que lo que es una cicatriz vital para él, para el otro fue menos que un rasguño.
El Interludio, que está contado con una voz diferente a la del narrador omnisciente de las otras dos partes, aunque se supone que es la introducción de un trabajo académico, está contado de una forma cálida y cercana, no se hace estéril ni tiene el tono aburrido de la mayoría de verdaderos escritos académicos. Como ya dije antes, es notoria la influencia de la figura de Dalton en la estampa de Meier, sin embargo, David Pérez logra darle entidad propia, la hace aún más revolucionaria al añadirle la doble rebeldía de su identidad sexual. Un poeta guerrillero y homosexual que fue demasiado para la guerrilla que se atragantó con su historia de amor con un compañero indígena. La biografía es detallada y tiene la verosimilitud del detalle y la documentación histórica del contexto. Aquí es de gran utilidad el profundo conocimiento del autor de la literatura hispanoamericana. Lamentamos no poder ofrecer a nuestros lectores una fotografía del guerrillero rubio, que imagino como un cruce entre el propio Dalton, un Rimbaud americano y un Saint-Exupery rabioso rayando el cielo con su avioneta.
Es en este Interludio en el cual se hace más presente la influencia de Bolaño. Afortunadamente, no cae en la imitación, que es muy penosa cuando se trata de un escritor con un estilo tan potente, es más bien un homenaje: "En 1989 los ultrarrealistas reeditaron Maricón y comunista, con una tirada de 1.500 ejemplares, en 1991 otros 1.500. Lo mismo hicieron con Aviones de volcán.".
Ese aire de la selva y el duro pasaje de la guerra y los diarios poéticos de Meier, no nos distraen de la historia de Linares, hay una profunda conexión entre ambas historias, que se hace presente con un personaje del familiar depositario de su legado que se exilia en España.
En la tercera parte se recogen los hilos de las historias abiertas, que terminan, casi todos, por confluir. El final no es cerrado pero tenemos la sensación de que el protagonista entra en otra fase de su vida que nos gustaría seguir atisbando, lo cual es una señal de que el autor ha triunfado en esa misión que a veces parece olvidarse: que el lector se crea el mundo que ha puesto en pie.
Puestos a buscar aristas por pulir, aquí van un par de ellas:
- Esperaba que algunos personajes secundarios que tenían peso en la narración (no adelantaré cuáles para no destripar la historia) tuviesen más continuidad en la resolución de la historia y, por el contrario, simplemente parecen desvanecerse en el aire.
- En ocasiones -no numerosas- el lenguaje, que es muy sobrio, peca de una cierta rigidez, probablemente como consecuencia de la precisión que autor busca en cada expresión, como decir que un personaje "presentaba una resaca" en lugar de decir que tenía un resacón o algo un poco más sencillo.
- Hay un detalle insignificante, un pecadillo venial de laísmo pero que resalta por que está en un lugar muy importante de la historia. Ese "yo las entro tío" tiene muy fácil corrección en una segunda edición pero pensándolo bien, tal vez tiene cierto sentido que en ese contexto el personaje hable así.
Como impresión final, diría que la narración se lee con interés y un ritmo sostenidos. La personalidad introvertida pero observadora del protagonista es coherente con la visión analítica de su universo y es una lectura que te deja con ganas de oír más la voz de este autor.
La edición de Baile del Sol es buena, se agradece la generosidad con el tamaño de la tipografía y la calidad del papel, sólo recuerdo haber encontrado una errata en la página 82. La portada es sobria y elegante. Aparte del éxito que han tenido ahora con Stoner, el catálogo de esta editorial es muy interesante y arriesgado, se atreven incluso con ese bicho raro de la poesía.
Petición final al autor: Por favor esperamos la página en Wikipedia de Héctor Meier Peláez, me ofrezco modestamente a reseñar alguna de sus obras.
Muchas gracias, Sonia.
Una única aclaración, que ya le hice a Sonia en un comentario en su blog: esa laísmo final está puesto a propósito y define un estado mental del personaje.
Y ahora tendré la impudicia de dejar aquí (los que no tenemos agentes literarios tenemos que trabajarnos el terreno nosotros mismos) un enlace a la tienda on-line de Baile del Sol. El hombre ajeno está rebajado un 5%, no cobran gastos de envío a casa y además, por lo que me cuentan algunos amigos, al recibir el libro los editores de Baile del Sol (que son muy majetes) meten en el paquete otro libro de la editorial de regalo. Este es el enlace por si a usted le apetece comprar El hombre ajeno:
Buen libro, buena edición, buen Madrid. Me repito.
ResponderEliminarUn abrazo,
Sonia
Hola Sonia:
EliminarDe nuevo, muchas gracias por todo.
Un abrazo
David
Hola, David. Ya he leído tu novela. Los de Baile del Sol se lo curraron y, junto a tu libro me enviaron de regalo un ejemplar de Stoner (aunque ya la tenía, pero con otra portada). Te felicito: aunque no es una novela perfecta (ninguna lo es, claro), mantiene la tensión narrativa en todo momento y se lee bien. Por otra parte, y como ya te dije, el tema de los poetas ocultos me apasiona. Una de las cosas que más me ha gustado son esos apuntes de sociología literaria (la descripción de Julio Gibert y de su modo de conducirse por el mundillo). Otra cosa: Alberto, Juan, Segovia…¿eso es un homenaje?
ResponderEliminarLo dicho: enhorabuena.
Un saludo
Hola Clément:
EliminarMuchas gracias por tu lectura. Sabía que los de Baile envían un libro de regalo cada vez que se hace un pedido de la tienda. Es una pena que te tocara uno que ya tienes. Yo ahora estoy comprando los de la colección de África, que tienen muy buena pinta.
Lo de la la sociología literaria: en gran parte está sacado de cosas que me ha contado mi novia, que estudió Filología Hispánica, e hizo un doctorado. Cómo funcionan los doctorados de letras y las facultades de filología está escrito a partir de anécdotas que me ha contado ella.
Alberto, Juan, Segovia... pues no había pensado en ese homenaje (creo que no estoy tan obsesionado). En realidad la elección de nombres es más sencilla: como la novela era en tercera persona, e iba a tener que usar mucho el nombre del protagonista, quería un nombre corto y sin tildes para tardar menos al teclearlo, y Juan me venía bien. El de Alberto simplemente era un nombre normal para alguien de Móstoles nacido en 1974, y lo de Segovia era una procedencia bastante común también para personas de Móstoles, aunque menos común en realidad que Toledo, Jaén o Extremadura.
De nuevo, muchas gracias por tu lectura.
Saludos
David