miércoles, 16 de abril de 2014

Joan Margarit, unos poemas

Del poeta catalán Joan Margarit (Sahajuana, Lérida, 1938) he leído entero el poemario Casa de misericordia, libro con el que ganó el Premio Nacional de Poesía de 2008. También he leído de él otros poemas sueltos, de los libros que tiene en la biblioteca de Móstoles. Recuerdo haberme acercado así a algún poema de Joana o de Cálculo de estructuras.

Arquitecto de formación y profesión, la suya es una poesía muy directa y sentida, de honda capacidad reflexiva.



Dejo aquí algunos de los poemas de Casa de misericordia (traducidos del catalán):

Casa de Misericordia

El padre fusilado.
O, como dice el juez, ejecutado.
La madre, ahora, la miseria, el hambre,
la instancia que le escribe alguien a máquina:
Saludo al VencedorSegundo Año Triunfal,
Solicito a Vuecencia poder dejar mis hijos
en esta Casa de Misericordia.

El frío del mañana está en la instancia.
Hospicios y orfanatos fueron duros,
pero más dura era la intemperie.
La verdadera caridad da miedo.
Igual que la poesía: un buen poema,
por más bello que sea, será cruel.
No hay nada más. La poesía es hoy
la última casa de misericordia.


El equipo del asesino

Entre tantos desastres amontonados como sacos
la vida me dejó tu amor.
Qué más da el silencio de la noche,
el coche negro que apagó los faros
y el saxo de la radio, puesta a bajo volumen.
Impecable ha de ser sólo el disparo:
certero y peligroso. Como tú en mi vida.


Costa de poetas

Invernaderos en el horizonte
relucen como un mar de hielo gris.
Al llegar a la playa me deslumbran
los grandes túmulos de sal.
Junto a cada casucha la barraca
de madera con artes de pescar.
Muertas redes enfrente de la puerta.
El viento empuja el oleaje
contra el espigón negro de cemento,
arqueológicos restos de un mañana
que ignorará lo que los muertos vimos.
La mayor de las casas, destartalada y blanca,
abajo tiene un comedor. Arriba
hay unos pocos cuartos luminosos.
Me atiende una mujer. Sin sonreír.
Con el Levante la mar gruesa ronca,
se agitan hojas secas de la palmera
en la huesuda pérgola que ampara una gran ancla
abandonada, negra por la herrumbre.
La soledad cerca a los viejos: hace
que me indigne tan sólo por pasión.
Por la mera alegría.
Por lucidez. Los enemigos son
mi único remedio contra el asco.
La cólera sin gritos ni tumultos
suplanta a la ironía. La cólera es fracaso,
es lejanía y frío, es decidir
amar el odio antes que no amar.

Va oscureciendo, pero nadie enciende
ninguna luz: un velo de recuerdos
va cubriendo la fonda.
Sentado en un rincón, callado, el hombre
que sirve el comedor.
Hasta la cena no hace nada más.
Detrás de él está el mar. Son gente triste.

4 comentarios:

  1. Respuestas
    1. Hola Rebeca:

      Gracias por tus palabras.
      Me hace ilusión pensar que algún autor que alguien no conociera lo puede conocer por primera vez a través de este espacio.

      Saludos

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  2. "La cólera... es decidir amar el odio antes que no amar". Gracias por descubrirnos la voz que dice cosas como estas.

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    1. Hola Luis:

      Me alegra que te hayan interesado estos poemas.

      Saludos

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