La visita es la primera
novela de Jose González (Monforte de
Lemos, Lugo, 1981). Me la regaló en diciembre de 2013 su editor, Constantino Bértolo, junto con otros
libros de Caballo de Troya, como El
bosque es grande y profundo, de Manuel
Darriba, y Las vacaciones de Iñigo y Laura, de Pelayo Cardelús.
Había visto La visita en la mesa de
novedades de alguna librería, donde destacaba su sobria y elegante portada;
pero no sabía realmente nada de ella hasta que no leí las reseñas que fueron colgadas
en los blog El lector Malherido (ver AQUÍ) y Devaneos (ver AQUÍ), dos
de los blogs de reseñas que sigo. En ambos espacios La visita es elogiada: “El libro está realmente muy bien” (blog El
Lector Malherido), y “La visita de
José González me ha gustado un montón, que su lirismo me ha calado, que su
historia me ha interesado (…)” (blog Devaneos).
El narrador innominado de La visita es una persona joven (de una
edad menor a la treintena, en todo caso) y su estado de ánimo no pasa
precisamente por su mejor momento. La
visita indaga en las conflictivas relaciones que este personaje mantiene
con su familia; y los conflictos lejos de ser violentos, visibles o
espectaculares, tienen que ver más bien con el paso del tiempo y la forma de
entender la vida de las distintas generaciones de una misma familia. Así que en
realidad los conflictos planteados aquí son universales. “La abuela se ha
acabado”, es la primera frase de la novela, después de una nota previa, que nos
introduce de sopetón en el tono melancólico del libro: “La vida tiene un riesgo
elemental y principal que define muy bien lo que en general entendemos por
muerte.”
La abuela del narrador sufre de
demencia senil, y su nieto en cada visita a la casa de sus padres -lo que ocurre
durante los fines de semana- se acerca al pueblo para estar con sus abuelos.
Durante estas visitas trata de recordar cómo era en tiempos pasados su abuela
antes de dejar de reconocer a sus familiares, y cómo era (o es) en general la
relación con sus abuelos y con sus padres, quienes cada vez parecen más
distantes entre sí y más cargados de reproches silenciosos. Muchos son los
silencios de esta novela, silencios generados por la incomunicación.
El narrador no es amable con su
propia generación, a la que considera una generación de niños mimados; pero
tampoco ensalza los valores de la generación de sus padres o de sus abuelos,
tan apegados a la televisión, ese ente anulador de conciencias: “Lamento todo
lo que esa maldita televisión les ha hecho creer y el modo en que les ha
coloreado este mundo.” (pág. 27)
“No sé cómo encontrarle sentido a
la vida cuando todo apunta hacia el suelo” (página 110), parece ser la depresiva
conclusión final de esta historia.
El tiempo de la novela está muy apegado
al presente; como telón de fondo de esta narración familiar se encuentra la
crisis económica del país: “Empezamos a hablar sobre la vida y mis proyectos y
cómo están de mal las cosas y las familias y los hogares que se reúnen de nuevo
en un clima de miseria, de desahucio, de castigo por haberse creído algo que no
eran pero que convenía en ese momento tal grado de ingenuidad para recibir esta
lección, este engaño, este absurdo impostado de obligaciones, deberes y
derechos para unos cuantos y las libertades para los de siempre.” (pág. 60).
El tono de la narración es
melancólico, como ya he apuntado, y eminentemente lírico. Podríamos decir
incluso que La visita funciona como
una suerte de diario lírico.
La visita es una primera novela y la firmeza en el uso poético del
lenguaje es destacable; además, sin muchas concesiones, se atreve a hablar de
un tema universal y que en muchos momentos constituye un tabú para la mayoría
de nosotros: las incomodidades que surgen dentro de la familia al estar en
contacto diversas generaciones. Y estos que destaco, como logros de una primera
novela, no dejan de ser notables, pero creo que las expectativas provocadas en
mí por las reseñas leídas en El lector
Malherido y en Devaneos no han
sido colmadas.
En los últimos años he leído en
internet o en algún suplemento literario, que la razón de ser actual de la
literatura debería ser el estilo, que tras el éxito del cine o las series de televisión (soy también aficionado a ambas
formas de entretenimiento), las historias con trama dejaban de tener
importancia y los textos literarios deberían sustentarse en el estilo. Si el
lector de esta reseña está de acuerdo con esta premisa, La visita podrá colmar sus deseos lectores. Pero yo no estoy de
acuerdo con la premisa enunciada; por supuesto, considero que el estilo
narrativo es importante, pero un novelista no debería olvidarse del poder de
seducción de una trama.
En La visita el narrador no acaba de aparecer como personaje, describe
a su familia con un tono melancólico, pero el lector acaba por saber muy poco
de él. Los fines de semana visita a sus padres, y duerme en su casa; la tarde
del sábado o el domingo, visita el pueblo donde se encuentra la casa de sus
abuelos. Pero no acabamos de saber de dónde viene o qué hace. Uno de sus cortos
capítulos acaba con las siguientes palabras: “Quizás soy yo el error, o todos,
o ese todo con el que tanto me lleno la boca. Estoy fuera. Lejos. Despedido.
Parado.” (pág. 85). Al leer este final de capítulo no estaba seguro de si el
narrador había perdido el trabajo que en ningún momento nos cuenta que tiene o
ese estar “despedido” o “fuera” es metafórico y con esas expresiones se refiere
al lugar que piensa que ocupa en el mundo.
Hacia el final hay algún juego
entre la primera persona y la tercera;
en algún momento, la primera persona del narrador es cedida a la primera
persona de la abuela, y el lector acaba por no estar seguro de quién está
hablando durante algunas frases.
Resumiendo, La visita me parece que está escrita con un cuidado –y destacable-
tono lírico, que se atreve a acercarse a algunas de las realidades más duras de
la existencia; pero considero que, para captar con mayor fuerza el interés del
lector, Jose González tendrá que trabajar en el futuro con más intensidad sobre
la trama de sus futuros libros.
Hola David:
ResponderEliminarDa gusto intercambiar lecturas, y saber que las opiniones/comentarios/críticas/reseñas de unos, hacen de acicate para que otros lectores empedernidos, lean esos libros comentados.
Al final creo que todos nos dejamos inflluenciar por aquellos con los que compartimos gustos, en la literatura también. Por ejemplo tras leer tu escrito sobre Rodrigo Rey Sosa, tengo muchas ganas de leer Imitación de Guatamela, porque estoy con La parte inventada de Rodrigo Fresán voy por la página 110 y no sé si seguir o proseguir con El que tiene sed de Abelardo Castillo.
Felices Fiestas.
Hola Alquimista:
EliminarEl volumen de Alfaguara con las 4 novelas de Rey Rosa es muy recomendable. Es uno de mis autores hispanoamericanos actuales favoritos, y lo único malo de sus libros es que se acaban demasiado pronto. 4 juntos es una gran idea.
Acabé el de Fresán hace poco y la verdad es que no ha acabado de conquistarme: demasiada digresión, falta cuerpo novelístico para tanta página. Pero no seré yo quien te diga que pases a otra cosa.
El de Castillo no lo conocía, busco información.
Felices fiestas para ti.
Saludos