Por si alguien se pasa por la Feria del Libro del Madrid, ubicada en el parque de El Retiro, y le interesan mis libros, los puede encontrar en las siguientes casetas:
Caseta 118,
Librería La Marabunta
El bar de Lee.
Caseta 37,
Distribuidora Maidhisa
El bar de Lee
Siempre nos quedará Casablanca
Acantilados de Howth.
Voy a dejar aquí los dos poemas que justifican el título del poemario. El primer pertenece a Móstoles era una fiesta y está escrito en 1998 y el segundo pertenece a El Calvo del Sonora y está escrito en 2008. Creo que es fácil apreciar las diferencias de estilo:
EL BAR DE LEE
Te
ruego que no hagas preguntas
ésta es la Tierra Dorada.
Henry Roth
Imagínate
espesos goterones de pintura sin
pupilas
como los síntomas de la escalera de
mano,
la puerta de cartón piedra
agujereada
a patadas para ver si hay alguien
meando,
la espalda negligente apoyada en la
pared,
estibando la carga de ginebra barata
las manos ejercen movimientos
crispados
mientras el alivio y la geometría
del arco surge
y con vapor
lees los eddings de los baldosines:
Mas porros pa mis morros
mas farla pa yo fliparla.
los haikus expresionistas
te dicen que la poesía
es como la vida: deseos, miedos y ansiedades
detenidos en una pared húmeda
como yo no tengo edding mi haiku
en verso libre (libre como el viento
libre como
yo en este váter)
se enrosca en el vapor dorado
ésta es la Tierra Dorada :
Si alguien encuentra a mi juventud perdida
que llame a este baldosín. Se gratificará.
La música se filtra en hebras por los agujeros
de la puerta como en un cuadro de Munch.
EL BAR DE LEE II
Ahora son gestorías o sucursales
bancarias,
aunque a veces persisten bajo el
gobierno
de otros dueños que impusieron las
voces
y la música de sus estridentes
decorados.
Esto lo sabíamos
y aún así nos empeñamos en recorrer
de nuevo los bares donde trasnochó
la inquietud de entonces. En el
mejor
de los casos reírnos tratando de
conquistar,
con el regreso físico, el imposible
viaje
al pasado, el revivir de unos años
ni tan siquiera demasiado felices.
Camuflada bajo otro nombre empujé
la puerta del Tuburio, el bar de Lee,
donde, atraídos por la música y los
precios,
desgastamos tantas horas de fin de
semana.
Recordé entonces la noche postrera
en que Lee nos contó que había
alquilado
el Tubu y pretendía venderlo. Tras
la insostenible
prórroga de sus estudios de Informática
una oficina le reclamaba.
Y en esas palabras,
insidiosas entre los nuevos
inquilinos
del bar, adolescentes de huidizas
sudaderas
con capucha, zombis de música
quebrada,
sentí que moría una parte de mi
juventud.
Empujé el frío metal. Ningún sonido,
ninguna luz, vinieron a saludarnos.
Pensé confundido que debía
enfrentarme
a una segunda puerta, y, en ese
instante,
gracias a la débil iluminación que
proyectaban
las farolas, me encaré con mi propia
sombra.
Carcomida silueta sobre el fondo de
un local
a oscuras, abandonado, fantasmagórico
y aún así expuesto a la derrota del
tiempo
sin la censura amable de ningún
candado.
Y me adentré en la penumbra
incrédulo,
hasta que chocó mi pie contra un
obstáculo.
Entonces un bulto se agitó en la
oscuridad.
bonito texto, sisisi, voy a buscar más por aquí.
ResponderEliminarHola Jordim:
ResponderEliminargracias por el interés.
saludos
Muy interesante el alma bicéfala que sobrevive de Mr. Lee. ¡Enhorabuena por las publicaciones, Don David! Saludos, Natalia
ResponderEliminarHola Natalia:
EliminarGracias por leer los poemas y por la enhorabuena.
Me contaron que te aficionaste a la poesía, algo un tanto raro en estos días y valioso por eso mismo. Espero que sigas con ello.
Saludos