jueves, 25 de abril de 2013

José Agustín Goytisolo, unos poemas



Ya he hablado en el blog, durante las pasadas semanas, de la poesía de Juan Luis Panero y la de Jaime Gil de Biedma. Unido a estos dos nombres surge en mi cabeza, en mi memoria de lector de poesía, el de Juan Agustín Goytisolo (Barcelona, 1928-1999). Durante una temporada -durante un tiempo muy seguido, en realidad- saqué de la biblioteca de Móstoles al menos cuatro o cinco de sus libros de poesía, en las austeras y cuidadas ediciones de Lumen. Me gustaba de Goytisolo su compromiso, su poesía amorosa, su leve ironía dolorida.
Recuerdo que el que más me impactó de sus libros fue Del tiempo y del olvido (1977).



Dejo aquí algunos poemas suyos:



Alguna noche

Alguna noche -las fogatas eran
de dolor o de júbilo-
la casa te veía desertar.

Te abrías a una vida
distinta, a un mundo
alegre como los ojos de un dios:
voces mayores, fuegos de artificio,
inacabable noche de San Juan
en tu estancia vacía...

El tiempo se agrandaba en los rincones,
se detenía en torno al corazón,
mientras el estruendo proseguía,
lejos, lejos, quién sabe si real.

Después, todo más claro:
los sonidos pequeños, el crujido de un mueble
la lluvia en el desván.

Nueva vida a las cosas, el alba aparecía,
y tú llegabas, amorosamente.


Las mujeres de antes

En los Paseos junto al mar
en las sillas de mimbre de los bares
reclinadas en suaves chaises-longues de terciopelo
fumando cigarrillos atrevidos y exóticos
vestidas de colores muy decentes
o en lugares cerrados y más íntimos
mirándose al espejo
retocando sus labios y empolvándose
las mujeres de antes parecían irreales
eran como otra cosa algo distinto
pero cuando nos daban caramelos
o las fotografiaban de perfil
todos todos sabíamos que aquello se acababa
que no podía ser
que la hermosa película no iba a continuar siempre
y que la extraña joya que al parecer tenían
escondida en los pliegues del escote
o quizás entre las piernas
iba a volverse pronto mercancía barata
que ellas eran como nosotros
con sus deseos y melancolías
con sus trabajos y su desengaño.

Y entonces ¿para qué fingirse diosas
si ni ellas lo querían
y para qué tanto suspiro absurdo
tanta mano bellísima frotando en solitario
tanto dedo en saliva
si de la fiesta aquella sólo iban a quedar
algunos viejos cuadros y montones de cajas de sombreros
llenas de fotos ocres junto a discos partidos?


La noche le es propicia

Todo fue muy sencillo:
ocurrió que las manos
que ella amaba,
tomaron por sorpresa
su piel y sus cabellos;
que la lengua
descubrió su deleite.
¡Ah! detener el tiempo!
Aunque la historia
tan sólo ha comenzado
y sepa que la noche
le es propicia,
teme que con el alba
continúe su sed
igual que siempre.
Ahora el amor la invade
una vez más. ¡Oh tú
que estás bebiendo!
Apiádate de ella,
su garganta está seca,
ni hablar puede.
Pero escucha su herido,
respira la agonía
de un éxtasis y el ruego:
¡no te vayas, no, no te vayas.
¡Quiero beber yo!


Esos locos furiosos increíbles

Llegan apresurados y nunca dicen para qué
ni de dónde proceden
y enseguida te piden dos mil francos
que casi siempre te han de devolver
o te quitan la toalla sin respeto
cuando te estás duchando
se ponen la colonia los polvos el masaje
la loción de tu novio o de tu hija
te arrastran a lugares espantosos o bellos
y ni siquiera piden tu opinión
y beben prodigiosamente se ponen a cantar
en cualquier parte
o arman la del gran dios en un bar miserable
y por motivos nimios
siempre siempre avasallan te compran un sombrero
o unas flores
y un día salen al galope quizá hacia los infiernos
qué desastre.

Señora caballero muchachita asustada
militante de un partido ecologista:
si se tropieza usted con uno de esos
locos furiosos increíbles
no le deje escapar llévelo a casa
son tiernos como niños
a veces tienen frío quién sabe si es porque
les han pegado duro
duermen poco se lavan todo el rato y son muy
besucones y mirones
pero cuidan los libros sacan todas las noches
el cubo de basura a la escalera
y están sólo pendientes de tener siempre
un cenicero al lado.

Tienen por fin el gran inconveniente:
se van mas vuelven pronto
duran toda la vida.


En este mismo instante...

En este mismo instante
hay un hombre que sufre,
un hombre torturado
tan sólo por amar
la libertad. Ignoro
dónde vive, qué lengua
habla, de qué color
tiene la piel, cómo
se llama, pero
en este mismo instante,
cuando tus ojos leen
mi pequeño poema,
ese hombre existe, grita,
se puede oír su llanto
de animal acosado,
mientras muerde sus labios
para no denunciar
a los amigos. ¿Oyes?
Un hombre solo
grita maniatado, existe
en algún sitio. ¿He dicho solo?
¿No sientes, como yo,
el dolor de su cuerpo
repetido en el tuyo?
¿No te mana la sangre
bajo los golpes ciegos?
Nadie está solo. Ahora,
en este mismo instante,
también a ti y a mí
nos tienen maniatados.

4 comentarios:

  1. Casi no me atrevo con la poesía, pero poco a poco, leyendo, aquí y allá, entradas como la tuya, le voy tomando el gusto.

    Saludos!

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    1. Hola Marta:

      Hoy me ha vuelto a pasar: la nueva profesora de filosofía del colegio donde trabajo me dice que no lee poesía porque no la entiende. ¡Una profesora de filosofía!
      Yo leo estos poemas de Goytisolo y me emociono a un nivel muy sencillo, no hay trampa, no hay abstracción falsa...
      Si eres lectora de prosa, lánzate con algún poeta del que leas por ahí algún poema que te guste, seguro que se abren tus horizontes.

      saludos

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  2. No digáis que agotado su tesoro,
    De asuntos falta, enmudeció la lira:
    Podrá no haber poetas; pero siempre
    Habrá poesía. Bécquer...

    Interesante visión humana, Goytisolo, ante el desastre, evadiendo la soledad...
    Saludos...

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    1. Hola Mario:

      Qué gracia me hacen siempre los versos de Becquer. Me gustaba de adolescente y me cae bien como poeta; además su look me parece supercool... y eso ya es algo.

      Gracias por pasarte.
      Saludos

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