domingo, 22 de octubre de 2023

Pasaje a la India, por E. M. Forster

 


Pasaje a la India, de E. M. Forter

Editorial Navona. 467 páginas. Primera edición de 1924, ésta es de 2022

Traducción de José Luis López Muñoz

 

Hace unos meses le solicité a la editorial Navona el envío de Maurice (escrito entre 1913-14 y publicado en 1971) y Pasaje a la India (1924) de E. M. Forster (Londres, 1879 – Coventry, 1970). para poder leerlos y reseñarlos. Ya he comentado que, hace unos veinticinco años, leí Una habitación con vistas (1908) y no me entusiasmó, pero quería darle una nueva oportunidad a este autor británico, al que mi mujer estaba leyendo y sí le gustaba.

Leí Maurice y me impresionó, me pareció una novela muy sensible y adelantada a su tiempo y, unos meses después, he leído Pasaje a la India.

 

Un año antes había visto en Filmin la película que estrenó David Lean en 1984, adaptando esta novela y, por tanto, conocía a grandes rasgos la historia que iba a leer. Sabía cuál iba a ser el conflicto, aunque ya había olvidado los detalles y esto, a mí, que me importan poco los llamados «spoilers», me da bastante igual, puesto que considero que la gran literatura funciona como un juego creado con sutilezas del lenguaje y no con los giros de una trama, como funcionan los llamados «bestsellers».

 

Aunque Pasaje a la India se publicó en 1924, lo cierto es que su primer capítulo traslada al lector a una narración del siglo XIX, ya que en él no aparecen los personajes de la historia, sino se describe la inventada ciudad india de Chandrapore. También –en la primera y la última línea del capítulo– se habla de las cuevas de Marabar, lugar en el que se va a desarrollar el nudo dramático de la historia. Habrá algún otro capítulo corto en el libro, que actuará como capítulo de transición, en el que solo se describa algún lugar, o el mismo paso de las estaciones climáticas en Chandrapore.

En el capítulo 2 asistiremos a una reunión de personajes indios, y aparecerá el que será uno de los temas principales del libro: «discutían si era posible ser amigo de un inglés». A alguno de los indios, que ha tenido la oportunidad de estudiar en Europa, les parecerá que eso era algo más fácil de conseguir en Inglaterra que en la India. Los ingleses, cuando llegan a la India, para ocupar algún cargo en la administración, quizás empiezan siendo amistosos con los nativos, pero al final acaban siempre desconfiando de ellos y marcando distancias. Según alguno de los indios, esto ocurre a los dos años de estar en el país, en el caso de los hombres, y en el de las mujeres, el cambio se produce en tan solo seis meses.

«Aziz no lo sabía, pero dijo que sí. También él generalizaba a partir de sus desilusiones; a los miembros de una raza sometida les resultaba difícil hacerlo de otra manera. Reconocidas las excepciones, estuvo de acuerdo en que todas las mujeres inglesas eran altivas y banales.», leemos en la página 19. Aziz va a ser uno de los protagonistas del libro. Es un joven médico indio, de religión musulmana, viudo y con tres hijos, que no viven en Chandrapore, sino con unos familiares. Me ha llamado la atención la de veces que, al principio del libro, se señala que Aziz se siente agraviado por el comportamiento de los ingleses hacia él o hacia los indios en general. Me estaba pareciendo un detalle poco sutil por parte de Forster. Sin embargo, he acabado cambiando de opinión: mientras que en la película de David Lean, Aziz parece siempre un indio bondadoso sin fisuras, en la novela, el personaje es más complejo. Aziz es un hombre orgulloso (y que vive a la defensiva) que, en más de un caso, el lector comprende que cree recibir ofensas que no son tales. Además, Aziz va a ser capaz de mostrarse cruel con alguno de sus compañeros de trabajo indios.

A la India llegan dos mujeres inglesas: la señora Moore, de avanzada edad, madre de Ronny Heaslop, el magistrado municipal de Chandrapore; y la joven Adela Quested, que viaja a la India para conocer mejor a Ronny, con el que aún no ha decidido si se va a casar. «Quiero ver la India auténtica» es una frase que la señorita Quested le repetirá a la señora Moore más de una vez. Adela parece ser una de esas mujeres de las que hablaban los indios del capítulo 2: aún es pronto para ella y, al llevar menos de seis meses en la India, no recela de los indios y  no quiere todavía relacionarse solo con ingleses. A Adela, en sus primeros días en Chandrapore, le está avergonzado el trato que los ingleses dan a los indios.

El cuarto personaje principal de la novela va a ser el señor Fielding, un inglés que trabaja en la ciudad como director del instituto local. Fielding, en cierto modo, es un inadaptado, un hombre que ya pasa de los cuarenta años –edad excesiva para ser un aventurero en la India– y que no tiene esposa ni hijos. Fielding y Aziz empezaran, en el tiempo de la novela, una relación de amistad, que, pese al apoyo del inglés al indio, en sus peores momentos, nunca dejará de tener sus tiranteces y Forster nos mostrará siempre sus dificultades culturales y sus recelos.

 

Como se adelantaba en el capítulo 1, en las cuevas de Marabar se va a desatar un conflicto que acabará con uno de nuestros protagonistas en la cárcel y otro recuperándose de un shock. En gran medida, ésta es una novela que se desarrolla en torno a un juicio. Un juicio que pondrá en jaque la endeble convivencia en la ciudad de Chandrapore entre indios e ingleses.

 

Forster es crítico con sus compatriotas y no se muestra complaciente con la presencia de los británicos en la India. En la página 37, es el propio narrador innominado (es decir, el autor) quien denomina al himno nacional británico como «himno del ejército de ocupación». Ya comenté, tras leer Maurice, que la mirada de Forster sobre la sociedad británica, con su defensa del amor homosexual, me parecía adelantada a su época, y me lo ha vuelto a parecer al leer Pasaje a la India, porque estoy seguro de que, cuando apareció la novela en 1924, a más de un británico le tuvo que escocer la mirada del autor sobre la realidad colonial, una realidad en la que los británicos, en más de una ocasión, juegan a mostrarse como dioses ante la población de los países que han colonizado.

Sin embargo, y aquí está la grandeza de la novela, Pasaje a la India no es un panfleto en contra de la colonización, sino que se trata de una novela muy sutil, que funciona en diversos niveles. Por un lado, nos encontramos con ingleses que están convencidos, de buena fe, de su buen hacer en la India: han hecho que se desarrolle el país y actúan como mediadores entre la comunidad musulmana e hindú, que, sin ellos, es posible que entraran en conflicto. Por otro lado, tenemos aquí a indios, como el propio Aziz, susceptibles y que pueden sentirse ofendidos por motivaciones en el comportamiento de los ingleses que no son reales. Forster usará el humor para mostrarnos, en más de un caso, los desencuentros de los personajes.

 

Pasaje a la India también es moderna, de un modo inesperado, porque pone en tela de juicio los presupuestos del moderno movimiento «Me too», y la idea de que siempre hay que creer a las víctimas. Aunque, en el caso del libro, esta cuestión no solo compete al género masculino y femenino, sino que está enturbiada por prejuicios raciales.

 

Aunque el propio Forster cae en hacer generalizaciones sobre el carácter de los orientales y los occidentales, como la que leemos en la página 397: «En el oriental la sospecha es una especie de tumor maligno, una enfermedad mental que le hace perder la naturalidad y le vuelve hostil de repente; confía y desconfía al mismo tiempo de una manera que el occidental no es capad de entender.», también nos advierte de que no se puede juzgar a la población de un país por el comportamiento de una sola persona, como leemos en la página 102: «En cuanto a la señorita Quested, aceptaba literalmente como verdad todo lo que Aziz decía. En su ignorancia lo consideraba como “la India” y no se le ocurría que su punto de vista fuera limitado y su método poco preciso, ni que fuera imposible identificar a nadie con la India.» De hecho, hacia el final del libro descubriremos que el propio Aziz, de religión musulmana, desconoce muchas de las costumbres de los indios de religión hindú, cuyos ritos constituyen para él un misterio, igual que para un inglés.

 

Creo que he disfrutado más de Maurice, por su sutileza, su modernidad y sus significados vitales, pero Pasaje a la India me ha parecido también una gran novela inglesa del siglo XX, otra gran obra de E. M. Forster.

4 comentarios:

  1. Hola David,
    Una gran novela sobre las cultura india y británica pero también sobre la amistad. ¿Es posible entre dos personas de diferentes culturas? Ponerse de una parte significa traicionar a los tuyos en este caso. Déjate de bobadas le viene a decir el comisario McBryde a Fielding, Anteriormente le dice que se lea las crónicas de la revolución de los cipayos y no el Bhagavad Gita, es decir, que ponga los pies en el suelo.
    El delito queda nebuloso y la acusación no es por haberse sobrepasado sino por realizar proposiciones insultantes. El hecho en sí viene precedido de otro incidente que le ocurre a la señora Moore, un hecho que puede parecer una cosa pero que no lo es, cuando siente un trapo húmedo en la boca y resulta que es un bebé. La confusión y las dudas se trasladan al lector.
    A Foster no le iba mucho el cine, no sé si sabes, y no autorizó a trasladar al cine sus novelas pero ya ves, le resultó rana del todo.
    Un saludo

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  2. No sabía lo de que Forster no quería la adaptación al cine. El caso es que es una buena película.

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  3. Una película magnífica, igual que la de Maurice que vi algunos años después. Y es que James Ivory, director y guionista en esta siempre me ha parecido magnífico; también en su papel de actor en otros filmes, algo que en esta ocasión no realizó.
    De E.M. Forster sólo he leído hasta el momento su ensayo crítico "Aspectos de la novela" que me gustó mucho cuando en su día lo leí. Guardo un muy buen recuerdo de él y de hecho, creo, que fue una de las primeras reseñas que publiqué en mi blog al poco de crearlo en 2010 (¡Dios, cómo pasa el tiempo, cómo "sin poder saber cómo ni adónde,
    la salud y la edad se hayan huido" que decía el gran Quevedo! Por ahora -¡crucemos los dedos!- parece que la salud aún no se ha escapado. ¡Y que dure!).
    Un abrazo, David

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    1. Yo empecé con el blog en 2009. Ha llovido ya desde entonces, sí.

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