La otra historia de los Estados Unidos, de Howard Zinn
Editorial Pepitas de calabaza. 765
páginas. 1ª edición de 1980; ésta es de 2021.
Traducción de Enrique Alda. Introducción
de Anthony Arnove
Leí por primera vez La otra historia de los Estados
Unidos (1980) de Howard Zinn
(Nueva York, 1922 – Santa Mónica, 2010) en mayo de 2002. Mi amigo Antón, que
había estudiado la carrera de Historia, me lo recomendó y lo tomé en préstamos
de la biblioteca de Móstoles. Entonces estaba publicada por la editorial Hiru. Cuando vi que Pepitas de Calabaza volvía a sacarlo,
con una nueva traducción e introducción y actualizado hasta el gobierno de Bill
Clinton, me apeteció solicitárselo para hacerle una reseña. Considero que La otra historia de los Estados Unidos
es uno de los libros que más ha influido en mi vida a nivel político y me
pareció que sería una buena idea volver a acercarme a él, después de veinte
años.
Esta edición empieza con un prólogo de Anthony Arnove, en el que afirma que La
otra historia de los Estados Unidos cambió la forma en la que millones
de personas entendían la historia. Se publicó en Estados Unidos cuando Reagan
iba a llegar al poder y podía ocurrir que se revertiera todo lo conseguido por
los movimientos de los derechos civiles unos años antes. El libro tuvo la
suerte de recibir una reseña extremadamente positiva del historiador Eric Foner en The New York Times.
La historia normalmente se contaba desde
el punto de vista de los gobernantes, los conquistadores, los diplomáticos y
los líderes, y Zinn la miraba desde la perspectiva del pueblo, desde los
oprimidos.
El libro trascendió a la cultura
popular, cuando se habló de él en la película El indomable Will Hunting (1997)
de Gus Van Sant, en Los
Simpson de Matt Groening y
en Los
Soprano.
El libro alimentó una corriente
progresista, y recordó la idea de que el cambio social se hace desde abajo, con
los obreros que hacen huelgas, los consumidores que hacen boicots y los
soldados que se niegan a luchar.
El libro comienza hablando de la llegada
de Cristobal Colón a América, marcada por la búsqueda de oro. Llegaba desde
España, donde el 2% de la población poseía el 95% de las tierras. Colón
construyó un fuerte en La Española (actualmente la isla en que se divide Haití
y República Dominicana). Colón regresó a España y volvió con 17 barcos. En La
Española no había el oro que Colón pensaba que había. Esclavizó a los indios
arahuacos y les exigió que le entregaran cada tres meses una cantidad de oro.
Los arahuacos empezaron a suicidarse en masa. En dos años murieron la mitad de
los habitantes de La Española. En los libros de Historia de los niños en
Norteamérica se celebra el Día de Colón, y no se habla de la esclavitud y las
matanzas, algo con lo que Zinn no está de acuerdo.
Dice Zinn: «En mi opinión cuando contamos
la historia, no debemos acusar, juzgar ni condenar a Colón in absentia. Es demasiado tarde; sería un ejemplo de moralidad
inútil. Lo que en cambio sí debemos condenar es la facilidad con la que se
asumen esas atrocidades como un precio, deplorable, aunque necesario, que pagar
por el progreso.» (pág. 25) «una de las razones por las que esas atrocidades
siguen presentes es porque hemos aprendido a enterrarlas bajo una capa de otros
hechos.»
Pág. 26: «Mi punto de vista al contar la
historia de los Estados Unidos es diferente: no debemos aceptar el recuerdo de
los estados como nuestro. Los países no son comunidades ni nunca lo han sido.
La historia de cualquier país, presentada como la historia de una familia,
oculta conflictos de intereses encarnizados –que a veces explotan y en la
mayoría de las ocasiones se reprimen– entre conquistadores y conquistados, amos
y esclavos, capitalistas y trabajadores, y dominantes y dominados en raza y
sexo. Y en semejante mundo en conflicto, un mundo de víctimas y verdugos, la
labor de los intelectuales, tal como sugirió Albert Camus, es no estar en el
lado de los verdugos.»
Lo que Colón les hizo a los arahucanos
de las Bahamas, Cortés se lo hizo a los aztecas de México; Pizarro, a los incas
de Perú; y los colonos ingleses de Virginia y Massachusetts, a los powhatanos y
los pequots.
En las colonias inglesas de
Norteamérica: en 1585, en Virginia Richard Grenville atracó con 7 barcos.
Saqueó e incendió poblados indios.
Los puritanos empezaron una guerra
contra los indios en Massachusetts, Connecticut y Rhode Island, para apropiarse
de su territorio. En Norteamérica existían unos 25 millones de indios.
Pág. 39: «No hay otro país en la
historia del mundo en el que el racismo haya sido tan importante durante tanto
tiempo como los Estados Unidos.» Los virginianos de 1619 necesitaban
desesperadamente mano de obra. No consiguieron forzar a los indios para que
trabajaran. Lo solucionaron con la esclavitud de negros. En 1619 ya se había
trasladado a un millón de negros de África a los colonias españolas y
portuguesas. Se los capturaba en el interior de África, a menudo por negros que
participaban en el comercio de esclavos, y se vendían en la costa. En estos
desplazamientos a la costa morían dos de cada cinco. Uno de cada tres moría en
el transporte por mar. Dominaron el mercado de esclavos los holandeses y
después los ingleses. En 1795 en Liverpool había más de cien barcos de
esclavos. En 1800 se habían trasladado de 10 a 15 millones de esclavos a
América. En los comienzos de la moderna civilización occidental África perdió
unos 50 millones de habitantes.
Las condiciones de los negros y los
blancos en la América del siglo XVII estaban encaminadas al antagonismo y el
maltrato. Comenzó la historia del racismo en Norteamérica. Los sirvientes
blancos y los negros podían trabajar juntos, pero se aprobaron leyes para
prohibir sus relaciones. En 1793 la mitad de la población de Virginia eran esclavos.
El miedo a las revueltas de los esclavos en las plantaciones era permanente. La
primera revuelta a gran escala tuvo lugar en 1712 en Nueva York, provocaron un
incendio. A veces se unían a los negros los sirvientes blancos con contrato.
Pág. 53: «Solo un miedo superaba el
temor a una rebelión negra en las colonias americanas: que los blancos
descontentos se unieran a los esclavos negros para derrocar el orden
existente.»
En 1676 Virginia se enfrentó a una
rebelión de hombres blancos de la frontera, a los que se unieron esclavos y
sirvientes. Se trató de la «rebelión de Bacon». La Cámara de los Burgueses de
Jamestown declaró la guerra a los indios, pero eximió a los que cooperaran y
esto enfureció a los hombres de la frontera. Bacon quería organizar destacamentos
armados para combatir a los indios. Se le acusó de rebeldía y se le apresó.
Pero fue liberado. Su rebelión no duró mucho tiempo.
Los pobres blancos europeos llegaban a
Norteamérica con un contrato de servidumbre que duraba 5 o 7 años. Los sirvientes
no podían votar. Era frecuente que los sirvientes huyeran.
En las colonias muy pocas familias
controlaban las tierras. Era una sociedad feudad que vivía del trabajo de los
esclavos y los sirvientes. Las colonias eran sociedades de clases enfrentadas,
un hecho ensombrecido por la importancia que la historia oficial dio a la
supuesta unión de los colonos contra Inglaterra.
Cuando las colonias cumplieron cien
años, a mediados del siglo XVIII, la amenaza de la violencia (de los indios,
esclavo y blancos pobres) y el problema del control se volvieron más serios. A
menudo se usaba a los blancos pobres como muro de contención en la frontera de
los indios. Pero la rebelión de Bacon mostró que esta podía ser una estrategia
arriesgada.
La unión de blancos pobres y negros era
lo que más atemorizaba a los ricos plantadores blancos. En este contexto, el
racismo se volvió cada vez más práctico. Otro mecanismo de control fue
desarrollar una clase media blanca de pequeños plantadores, granjeros y
artesanos. Para gobernar, la clase alta necesitaba hacer concesiones a esta
clase media. Se instauró el lenguaje de «la libertad» en una guerra contra
Inglaterra.
Desde la rebelión de Bacon en 1760 se
habían dado 18 sublevaciones para derrocar el gobierno colonial y 6 revueltas
de negros.
Después de la guerra contra Francia de
1763, Inglaterra necesitaba más dinero de las colonias, y las colonias
necesitaban menos a Inglaterra.
Los arrendatarios pobres de las colonias
se ponían del lado de Inglaterra, y los líderes americanos trabajaron para
ganarse a la población rural.
En 1770 los soldados británicos
dispararon contra trabajadores en Boston (la Masacre de Boston), lo que hizo
que aumentara el sentimiento antibritánico.
La Declaración de Independencia de 1776
no contó con los indios, los esclavos y las mujeres. El 69% de los firmantes de
la Declaración habían ocupado cargos durante la administración colonial de
Inglaterra.
La independencia se llevó a cabo porque
el pueblo estaba armado. Gran parte de la población blanca se incorporó a
filas. En Carolina del Sur apenas pudieron luchar contra los británicos porque
tenían que usar su milicia para mantener bajo control a los esclavos.
Según Edmund Morgan, se trató de una
guerra por conseguir cargos y poder entre la clase alta de las colonias. La
Independencia no abrió las puertas a ninguna clase social nueva.
Tras la independencia siguió el proceso
de desplazar a los indios hacia el oeste.
Algunos negros del Sur se liberaron
durante la guerra y se establecieron en Gran Bretaña.
En los estados norteños, el hecho de que
hubiera una acuciante necesidad de esclavos condujo hacia el fin de la
esclavitud.
Para la Constitución de 1787 hubo una
conexión directa entre la riqueza y el apoyo mostrado. Pág. 115: «La
Constitución fue un compromiso entre los intereses de los propietarios de
esclavos del Sur y los intereses de los adinerados del Norte.»
No se habló de las mujeres en la
Declaración de Independencia ni en la Constitución. Esto las unía a los
esclavos negros. Muchas mujeres llegaron a América como sirvientas, y sus
condiciones de vida eran similares a las de los esclavos. El abuso sexual por
parte de los amos era habitual. Para una mujer tener un hijo fuera del
matrimonio era delito. Era raro que las mujeres intervinieran en los asuntos
públicos. Después de la independencia ninguna constitución dio el voto a las
mujeres. No podían tener propiedades y cuando trabajaban su salario era una
cuarta parte o la mitad de lo que ganaba un hombre.
En las fábricas textiles el 89% de los
trabajadores eran mujeres. Algunas de las primeras huelgas industriales
tuvieron lugar en estas fábricas en la década de 1830.
Las mujeres tuvieron problemas para
entrar en las escuelas profesionales.
Las mujeres llevaron a cabo un gran
trabajo en las sociedades antiesclavistas del país.
La mayoría de los libros de Historia que
estudian los niños norteamericanos hablan poco de los indios. En 1820, 120.000
indios vivían al este del Misisipi, en 1844 quedaban menos de 30.000.
Durante la guerra de Independencia, casi
todas las naciones indias lucharon del lado británico.
Jefferson duplicó el tamaño del país al
comprar Luisiana a Francia. El general Jackson era el militar que promovía
muchos de los enfrentamientos contra los indios. Jackson acabó siendo el
gobernador de Florida, tras luchar contra los semínolas, y luego presidente del
país. Los colonos se expandían hacia el Oeste, expulsando a los indios. Los
norteamericanos no cumplían los tratados que firmaban con ellos.
El capítulo 7, que trata del acoso y
expulsión de los indios de sus territorios hacia el Oeste y el Sur es uno de
los más terribles y emocionantes del libro.
Texas se separó de México en 1836,
adoptó el nombre de «Estado de la Estrella Solitaria». Se incorporó a Estados
Unidos en 1845. Empezó el acoso al territorio mexicano, al cruzar tropas
norteamericanas hacia el río Grande. El Congreso norteamericano declaró la
guerra a México en 1846, y muchas personas norteamericanas se opusieron. La
mitad del ejército del general Taylor eran inmigrantes recién llegados. Hubo
9.207 desertores de esta guerra. México se rindió, y la frontera con Texas se
estableció en el río Grande y México cedió Nuevo México y California.
En 1790, el Sur producía 1.000 toneladas
de algodón anuales; en 1860, un millón. El número de esclavos en este periodo
aumentó de 500.000 a 4 millones.
La importación de esclavos se ilegalizó
en 1808. Sin embargo, antes de la guerra de Secesión se pudieron importar de
forma ilegal unos 250.000.
La sublevación de esclavos más
importante de Estados Unidos tuvo lugar en Nueva Orleans en 1811.
Durante la década de 1850, unos 1.000
esclavos huyeron anualmente al Norte, Canadá y México. Una de las formas de
resistencia era trabajar lo menos posible. Los casos en los que los blancos
pobres ayudaron a los esclavos no fueron frecuentes. En el Sur se pagaba a los
blancos pobres para que controlaran a los negros. La religión también se usó
para controlar.
Los negros libres del norte (200.000 en
1850) hicieron campaña para abolir la esclavitud. Los abolicionistas negros
fueron la columna vertebral del movimiento antiesclavista.
La Ley de Esclavos Fugitivos, aprobada
en 1850, permitía adueñarse de negros con solo asegurar que habían huido. Una
ley que Lincoln se negó a condenar públicamente. Lincoln se opuso a la
esclavitud, pero no veía a los esclavos como iguales. Antes de la guerra, en un
discurso en Clarleston Lincoln dijo que no estaba a favor de la igualdad social
ni de conceder el voto a los negros.
En 1860, Lincoln, como líder del partido
Republicado, fue elegido presidente. La élite del Norte deseaba una expansión
económica, tierra libre, mano de obra libre, mercado libre. Los intereses de
los esclavistas se oponían a esto. El racismo en el Norte estaba tan enraizado
como en el Sur. En 1862, Lincoln hizo pública una versión preliminar de la
Proclamación de Emancipación, que se hizo pública en enero de 1863. Declaró
libres a los esclavos de las zonas que seguían combatiendo contra la Unión. La
Unión abrió sus puertas a los negros, y cuantos más ingresaban en ella, más
daba la impresión de que era una guerra para liberarlos. Se usó a los soldados
negros para los trabajos más duros y sucios. Los soldados blancos cobraban 13
dólares y los negros 10.
En la guerra de Secesión hubo 600.000
muertos en cada bando, de un total de 30 millones de habitantes.
Al final de la guerra algunos negros
ocuparon tierras de los amos blancos en el Sur, pero en agosto de 1865, el
presidente Andrew Johnson devolvió las tierras a los propietarios confederados.
Hubo un corto periodo tras la Guerra de
Secesión en el que los negros del Sur votaron, y se introdujo la educación
pública multirracial. En 1875, la Ley de Derechos Civiles prohibió la exclusión
de los negros de hoteles, teatros, trenes y otros espacios públicos.
Pero Johnson vetó leyes que favorecían a
los negros y facilitó el regreso de los estados confederados a la Unión sin
garantizar la igualdad de los negros.
Se llegó a elegir a negros para
asambleas legislativas de algunos estados sureños. A partir de 1869, el voto
negro consiguió dos representantes negros en el Senado y 20 congresistas. Esta
lista disminuyó a partir de 1876 y el último congresista negro abandonó el
Congreso en 1901.
La oligarquía blanca del Sur organizó el
Ku Klux Klan y los políticos del Norte empezaron a sopesar si les interesaba el
apoyo político de los negros pobres.
La violencia blanca contra los negros
aumentó en la década de 1870.
En 1877 se hicieron concesiones al
partido Demócrata y al Sur blanco y se retiraron del Sur las tropas de la
Unión, el último obstáculo para establecer de nuevo la supremacía blanca.
Con la desaparición de los esclavos, la
riqueza del antiguo Sur se evaporó.
Cuando acabó la guerra de Secesión, 19
de los 24 estados del Norte no permitían votar a los negros. En 1900, todos los
estados del Sur contaban con una ley escrita que privaba de los derechos
civiles y segregaba a los negros.
En el valle del Hudson hubo en 1839 un
movimiento de protesta contra los arriendos, de los que eran dueños unas pocas
familias que controlaban el destino de 300.000 personas. Hacia 1880
consiguieron que los contratos de arrendamiento pasaran a manos de los
agricultores. Este ejemplo de lucha de clases no se toca en los libros de
historia de Estados Unidos, donde se perpetúa la dependencia tradicional en los
líderes heroicos en vez de en las luchas del pueblo.
En 1835, 50 gremios se organizaron en
sindicatos en Filadelfia y se convocó una huelga general de jornaleros. Zinn
busca ejemplos de movimiento obrero en Estados Unidos en el siglo XIX; algo
acallado por los libros de historia, considera. De los 6 millones de
trabajadores del país en 1850, 0,5 millones eran mujeres, que también
protagonizaron huelgas.
La guerra de Secesión debilitó la
conciencia de clase. Los soldados podían atacar a los obreros si hacían huelga
y, aun así, las hubo. Los blancos pobres del norte no parecían tener muchos
incentivos a luchar contra el Sur, ya que veían a los negros como sus
competidores en el trabajo.
Después de la guerra los obreros
pusieron en marcha una iniciativa para conseguir la jornada de 8 horas.
En 1873 una crisis económica devastó el
país. Eran unos tiempos en los que los patronos usaban a inmigrantes recién
llegados para poner fin a las huelgas.
En 1887 hubo otra gran depresión. En más
de un caso, la Guardia Nacional actuaba contra los trabajadores en huelga.
Este es un gran párrafo: «A pesar de que
algunos multimillonarios iniciaron sus negocios siendo pobres, en la mayoría de
los casos no fue así. Un estudio sobre los orígenes de trescientos tres ejecutivos
de la industria textil, el ferrocarril y el acero de la década de 1870 demostró
que el noventa por ciento de ellos provenía de familias de clase media o alta.
Las historias de Horatio Alger sobre personas que pasaban “de los harapos a la
riqueza” eran ciertas en algunos casos, pero, en general, fueron un mito muy
útil para el control.» (pág. 274).
En 1877 salió elegido presidente Rudolf
Hayes, tras un acuerdo entre demócratas y republicanos, que sentó las bases
para que, ganara quien ganara, la política nacional no cambiase y se
protegieran los intereses de los ricos.
En la década de 1880 y 1890 llegaron a
Estados Unidos muchos inmigrantes de Europa, lo que contribuyó a que se
fragmentara la clase obrera. Entre ellos se establecían competencias económicas
desesperadas. También se usaba a los inmigrantes como esquiroles en las
huelgas.
En 1886 los sindicatos formaron el
Partido Laborista Independiente, que sacó el 31% de los votos en Nueva York.
En 1893 tuvo lugar la mayor crisis
económica en la historia del país.
La Alianza de los agricultores de 1877
se mostró solitaria con el movimiento obrero.
En 1891 se fundó el Partido Populista de
Texas en Dallas y era interracial. El sistema bipartidista trató de que los
negros y los blancos pobres no votaran, y de enfrentar a estos últimos con los
primeros.
Estados Unidos buscaba un mercado
externo más extenso y se anexionó Hawái en 1893. Ayudar a la independencia de
Cuba en 1898 podía cohesionar al país entorno a la idea del patriotismo y
haciendo perder fuerza a las huelgas. La guerra trajo consigo más trabajo, pero
también una elevación de los precios. Murieron 5.462 soldados estadounidenses
en la guerra, pero solo 379 en combates, el resto fue por enfermedades, que, en
buena medida, tuvieron que ver con la mala alimentación suministrada por el
ejército.
En 1898 se firmó la paz con España, que
entregó Guam, Puerto Rico y Filipinas a Estados Unidos a cambio de 20 millones
de dólares.
Estados Unidos invadió Filipinas y
empezó una guerra. En Estados Unidos había un fuerte racismo y se podía
trasladar a la población filipina. Los negros norteamericanos que participaron
en la guerra querían prosperar y querían demostrar que eran tan valientes y
patriotas como los blancos, pero también eran conscientes de que se trataba de
una guerra brutal contra personas de color. Un gran número de soldados negros
desertó.
A principios del siglo XX en Estados
Unidos había escritores que defendían el socialismo: Upton Sinclair, Jack
London, Theodore Dreiser o Frank Norris.
En 1904 murieron 27.000 trabajadores en
accidentes laborales. En 1914 fueron 35.000 y 700.000 resultaron heridos. La
sindicalización iba en aumento. En 1910 el suelto de los trabajadores negros
era un tercio del de los blancos, y estaban excluidos de la mayoría de
sindicatos de la FET. Los líderes de la FET tenían buenos sueldos y se codeaban
con los patrones. Así muchos trabajadores buscaron otro tipo de sindicado, que
fueron los IWW (los wobblies), que se
llegaron a convertir en una amenaza para la clase capitalista.
Sobre un millón de personas leía prensa
socialista. Las mujeres socialistas fueron muy activas en el movimiento
feminista de comienzos de 1900. Se empezaron a manifestar por el sufragio
femenino.
En 1903 se fundó un Consejo Nacional
Afroamericano. Durante el mandato de Theodore Roosevelt el socialismo y los
sindicatos IWW eran una amenaza real para el sistema y se admitieron reformas
para crear una clase media que amortiguara los conflictos de clase. En 1910 se
diseñó una propuesta de ley sobre indemnizaciones laborales. El Partido
Socialista siguió creciendo. En Colorado casi se produce una guerra civil
cuando los mineros entraron en huelga en 1914.
Cuando comenzó la Primera Guerra
Mundial, en Estados Unidos el socialismo crecía y la lucha de clases era
intensa. En 1915 los pedidos de material bélico de los Aliados reactivaron la
economía. La guerra favoreció el empleo en Estados Unidos, que entró en la
guerra en 1917, con reclutamiento forzoso. En Nueva York el candidato
socialista consiguió en 22% de los votos en 1917 y en Chicago un 34,7%. La Ley
de Espionaje se usó para encarcelar a todo estadounidense que hablara o
escribiera en contra de la guerra. Los socialistas estaban en contra de la
guerra y se los empezó a acusar de ser proalemanes. Se potenciaba el
patriotismo. Al final de la guerra se votó una ley a favor de deportar a
extranjeros que fueran contrarios a la propiedad privada. Se deportó a 4.000.
En febrero de 1919, los líderes de los
IWW estaban en la cárcel. Al comenzar la década de 1920 los IWW habían
desaparecido y el Partido Socialista se desmoronaba. El Ku Klux Klan se
extendió por el norte. En 1924 contaba con 4,5 millones de miembros.
En la década de 1920 los salarios medios
aumentaron, pero la prosperidad se concentró en la clase alta. Las mujeres
consiguieron el derecho a votar.
En 1929, tras el crack, más de 50.000
bancos cerraron. Para 1933 un cuarto de la población activa se quedó sin
trabajo.
En 1932 llegó a la presidencia Franklin
Roosevelt que inició un programa de reformas, el «New Deal». El gobierno entró
en el mundo de los negocios contratando a parados.
En 1934, 1,5 millones de trabajadores,
de diferentes sectores, se declararon en huelga.
El New Deal consiguió reducir el
desempleo de 13 a 9 millones. Sería la Segunda Guerra Mundial la que dio
trabajo a casi todo el país, generando además patriotismo y haciendo que se
difuminara la lucha de clases. La mayoría de los negros quedaron excluidos del
New Deal.
La Segunda Guerra Mundial fue la guerra
más popular en la que luchó Estados Unidos. A los negros el antisemitismo de
Alemania no les parecía muy diferente de su situación en Estados Unidos. El
país entró en guerra tras el ataque a Pearl Harbour de 1941. Uno de los deseos
de Estados Unidos era suplantar el papel de Inglaterra en Oriente Medio y
controlar el petróleo.
Una de las políticas norteamericanas
estuvo muy cerca de emular al fascismo: el trato que se dio a los
japoneses-estadounidenses de la Costa Oeste. 110.000 personas (3/4 partes
nacidos en Estados Unidos) estuvieron en campos de concentración durante tres
años.
En agosto de 1945 se lanzaron las bombas
atómicas sobre Hiroshima y Nagasaki, a pesar de que los líderes japoneses
habían empezado a hablar de la rendición un año antes. Es posible que las
bombas atómicas fueran la primera gran operación de la guerra fría contra
Rusia.
En la década de 1950, Estados Unidos
intervino en la guerra de Corea. Los movimientos revolucionarios se
multiplicaron, Indochina, Indonesia, Filipinas…
Joseph McCarthy empezó a acusar a
personas de pertenecer al Partido Comunista.
En 1959 Fidel Castro tumbó el gobierno
de Cuba de Batista. Cuba se acercó a la Unión Soviética y en 1960, el
presidente Eisenhower autorizó en secreto a la CIA a armar y entrenar a
exiliados cubanos, que desembarcarían en la bahía de Cochinos, sin conseguir un
levantamiento de la población.
En las décadas de 1950 y 1960 empezó con
fuerza el movimiento negro por los derechos civiles.
Martin Luther King promulgaba su mensaje
en contra de la violencia, pero las ideas de Malcom X, más belicosas, podían
estar más cerca del sentir de muchos negros. Los ingresos totales de las
empresas de capital negro representaban el 0,3% de los ingresos empresariales.
En 1977 la tasa de desempleo entre los jóvenes negros era del 34,8%.
Entre 1964 y 1975 tuvo lugar la guerra
de Vietnam. El presidente Johnson aprovechó unos incidentes en el golfo de
Tonkín para iniciar una guerra a gran escala contra Vietnam. A comienzos de
1968 había más de 500.000 soldados en suelo vietnamita. Richard Nixon fue
elegido presidente, gracias a su promesa de sacar al país de Vietnam. Los
jóvenes habían empezado a no inscribirse para el reclutamiento y se negaban a
incorporarse a filas.
El movimiento pacifista no solo fue
estudiantil, sino que la clase trabajadora también estuvo muy concienciada. Los
jurados comenzaron a ser más reacios a condenar a los manifestantes pacifistas.
La Segunda Guerra Mundial obligó a más
mujeres a incorporarse a la vida laboral. En 1960 el 36% de las mujeres tenía
un empleo remunerado. Las mujeres representaban el 51% de los votantes, pero
solo ocupaban el 4% de los escaños.
En 1973 solo se prohibía el aborto en
los 3 últimos meses de gestación. Las mujeres empezaron a hablar abiertamente
del problema de la violación.
Se multiplicaron las sublevaciones en
las cárceles. Cuando más pobre se era, la posibilidad de acabar en la cárcel era
mayor. Las cárceles acababan siempre llenas de negros pobres.
A finales del siglo XIX quedaban unos
300.000 indios. En 1969 había 800.000, y empezaron a reivindicar con fuerza sus
derechos.
En la década de 1970 el comportamiento
sexual también sufrió cambios. La homosexualidad ya no se escondía.
En 1970 la confianza en el gobierno era
muy baja. Tras el caso Watergate, Nixon dimitió y Gerald Ford se convirtió en
presidente. En 1975 se acabó la guerra de Vietnam, y el gobierno de Estados
Unidos parecía ansioso por mostrar su fuerza internacional. Así se produjo un
incidente en Camboya y Estados Unidos sobrerreaccionó.
Entre 1977 y 1980, la presidencia de
Carter trató de recuperar a la ciudadanía desencantada. A pesar de tener
algunos gestos hacia la comunidad negra y los pobres, Carter protegió la
riqueza y el poder.
Durante la presidencia de Carter,
Estados Unidos continuó apoyando a regímenes de todo el mundo que encarcelaban
a disidentes, torturaban y cometían masacres: Filipinas, Irán, Nicaragua e
Indonesia.
En 1977 el 1% más rico del país poseía
el 33% de la riqueza. Carter aprobó reformas fiscales que beneficiaban
principalmente a las corporaciones.
Entre 1980 y 1988 estuvo Ronald Reagan
en el poder. Fueron años de aumento del desempleo. Las tasas de impuestos para
los ricos eran cada vez más bajas. A finales de los 80, al menos un tercio de
las familias afroamericanas vivían por debajo del umbral de la pobreza. Después
de la caída de la Unión Soviética parecía tener sentido reducir el presupuesto
militar, pero los congresistas republicanos y demócratas se unieron en contra
de una transferencia de fondos del presupuesto militar a necesidades humanas.
Para demostrar que la institución
militar aún era necesaria, George Bush inició dos guerras: contra Panamá y otra
mucho mayor contra Irak. Se impidió a los periodistas estadounidenses ver de
cerca la guerra y se censuraron sus artículos. La mortalidad infantil se
disparó en Irak.
A comienzos de la década de 1990 empezó
a tomar fuerza un movimiento antinuclear, con las mujeres en cabeza.
En 1980, cuando Reagan llegó a la
presidencia, solo votó el 54% de la población con edad para hacerlo. Así que
Reagan gobernó con el 27% del total del apoyo de los votantes. Igual pasó con
Bush en 1988.
En 1990 una encuesta mostraba que el 84%
de los encuestados estaba a favor de aumentar los impuestos a los millonarios
(el 1% de la población poseía el 33% de la riqueza). La mayoría de
estadounidenses estaban a favor de un sistema sanitario como el de Canadá. Ni
los demócratas ni los republicanos lo llevaban en sus programas. Los dos
partidos favorecen siempre el beneficio económico de las grandes corporaciones,
y no existe un partido socialdemócrata.
La población latina continuó aumentando,
hasta alcanzar el 12%, igual que la población negra.
El declive de la actividad industrial y
la deslocalización de fábricas debilitaron el movimiento obrero.
Varios miembros de la CIA la abandonaron
y escribieron libros en su contra.
Bush quería superar lo que llamó
“síndrome de Vietnam” y por esto se embarcó en la guerra contra Irak. En 1991
el 84% de los blancos apoyaba la guerra, pero solo el 48% de los negros.
En 1992 fue el quinto aniversario de la
llegada de Colón a América y se produjo una reacción espectacular por parte de
los indios. Los profesores del país comenzaron a contar la historia de Colón de
un modo diferente al de su dimensión heroica.
El capítulo 23 se titula La próxima revuelta de los guardianes, y
era el último en la versión que leí hace 20 años. El propio Zinn señala que
algunos de sus comentarios en este capítulo se pueden haber quedado anticuados.
Dice sobre su libro «a pesar de todas sus limitaciones, es una historia
irrespetuosa con los Gobiernos y respetuosa con los movimientos de resistencia
del pueblo» (pág. 669). Él mismo dice que su libro está sesgado, pero que no le
preocupa porque casi todos los libros de Historia sesgan en la dirección opuesta.
Estos libros sugieren que en tiempo de crisis se debe esperar que aparezca una
figura grandiosa que salve al pueblo.
«En una sociedad altamente desarrollada,
la clase dominante no puede sobrevivir sin la obediencia y lealtad de millones
de personas a las que se conceden pequeñas recompensas para que mantengan en
funcionamiento el sistema: los soldados y la policía, los profesores y los
presentantes públicos (…). Estas personas se sienten tentadas de aliarse con la
élite.» Pero se está produciendo un descontento de la clase media, entre el 70%
y 80% de los estadounidenses no confía en el gobierno, ni en el mundo de los
negocios ni en el Ejército.
Zinn piensa que los ciudadanos
norteamericanos deberían revelarse contra el sistema y crear pequeñas
comunidades autónomas del poder, donde se compartirían los trabajos rutinarios.
En esta edición leo, por primera vez el
capítulo 24, La presidencia de Clinton. Su presidencia empezó con esperanzas
de cambio. En 1992, la primera vez que ganó, el 45% de los votantes no acudió a
las urnas. Solo consiguió un 43% de los votos. En 1996, con una abstención del
50%, consiguió un 49% de los votos.
En 1993 Clinton fue responsable del
ataque a los fanáticos de Waco, donde murieron 86 personas, entre las que había
mujeres y niños.
El proyecto de ley contra el crimen de
1996 volvía a hacer pie en el castigo y no en la prevención. La administración
Clinton se negó a establecer programas para crear puestos de trabajo. Estados
Unidos siguió vendiendo armas en todo el mundo. Se bombardeó Bagdad y en junio
de 1993 se entró en la guerra de Somalia. En 1997, Estados Unidos vendía más
armas al extranjero que todos los países del mundo juntos.
En 1998 la administración Clinton
respondió a los atentados en las embajadas estadounidenses de Kenia y Tanzania
bombardeando Afganistán y Sudán.
Clinton se mostró reacio a defender un
modelo de atención médica universal. El presupuesto militar siguió aumentando.
El capítulo 25, Las elecciones del 2000 y la
guerra contra el terrorismo, también es nuevo. Bush ganó las elecciones
del 2000, tras los problemas de los recuentos de votos en Florida. Bush propuso
recortes de impuestos a los ricos y se opuso a la reglamentación
medioambiental.
El 11 de septiembre de 2001 se produjo
el ataque a las Torres Gemelas y Bush ordenó la «guerra contra el terrorismo» y
bombardeó Afganistán.
Zinn sugiere que Estados Unidos debería
dejar de ser una superpotencia militar, pero podría ser una superpotencia
humanitaria.
Este libro contiene también un Epílogo. Zinn dice que su parcialidad
ante los hechos históricos no nació de su implicación en el movimiento de los
derechos civiles en el Sur, ni de sus 10 años de actividad contra la guerra de
Vietnam, sino de haber crecido en una familia obrera de inmigrantes en Nueva
York.
«Los intereses de clase siempre se han
ocultado tras un velo envolvente denominado “interés nacional”» (pág. 727)
En toda la carrera de historia, dice
Zinn que nunca le hablaron de las masacres de negros, que se repetían una y
otra vez, pero sí de la Masacre de Boston, donde los soldados británicos
mataron a cinco personas, y este acontecimiento se usa para fomentar el
patriotismo.
La lectura de La otra historia de los Estados Unidos, como ya me ocurrió hace
veinte años, ha sido una lectura potente, política, aleccionadora y moral. Este
es un libro que todo ciudadano debería leer.
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