domingo, 19 de febrero de 2023

La otra historia de los Estados Unidos, por Howard Zinn

 


La otra historia de los Estados Unidos, de Howard Zinn

Editorial Pepitas de calabaza. 765 páginas. 1ª edición de 1980; ésta es de 2021.

Traducción de Enrique Alda. Introducción de Anthony Arnove

 

Leí por primera vez La otra historia de los Estados Unidos (1980) de Howard Zinn (Nueva York, 1922 – Santa Mónica, 2010) en mayo de 2002. Mi amigo Antón, que había estudiado la carrera de Historia, me lo recomendó y lo tomé en préstamos de la biblioteca de Móstoles. Entonces estaba publicada por la editorial Hiru. Cuando vi que Pepitas de Calabaza volvía a sacarlo, con una nueva traducción e introducción y actualizado hasta el gobierno de Bill Clinton, me apeteció solicitárselo para hacerle una reseña. Considero que La otra historia de los Estados Unidos es uno de los libros que más ha influido en mi vida a nivel político y me pareció que sería una buena idea volver a acercarme a él, después de veinte años.

 

Esta edición empieza con un prólogo de Anthony Arnove, en el que afirma que La otra historia de los Estados Unidos cambió la forma en la que millones de personas entendían la historia. Se publicó en Estados Unidos cuando Reagan iba a llegar al poder y podía ocurrir que se revertiera todo lo conseguido por los movimientos de los derechos civiles unos años antes. El libro tuvo la suerte de recibir una reseña extremadamente positiva del historiador Eric Foner en The New York Times.

La historia normalmente se contaba desde el punto de vista de los gobernantes, los conquistadores, los diplomáticos y los líderes, y Zinn la miraba desde la perspectiva del pueblo, desde los oprimidos.

El libro trascendió a la cultura popular, cuando se habló de él en la película El indomable Will Hunting (1997) de Gus Van Sant, en Los Simpson de Matt Groening y en Los Soprano.

El libro alimentó una corriente progresista, y recordó la idea de que el cambio social se hace desde abajo, con los obreros que hacen huelgas, los consumidores que hacen boicots y los soldados que se niegan a luchar.

 

El libro comienza hablando de la llegada de Cristobal Colón a América, marcada por la búsqueda de oro. Llegaba desde España, donde el 2% de la población poseía el 95% de las tierras. Colón construyó un fuerte en La Española (actualmente la isla en que se divide Haití y República Dominicana). Colón regresó a España y volvió con 17 barcos. En La Española no había el oro que Colón pensaba que había. Esclavizó a los indios arahuacos y les exigió que le entregaran cada tres meses una cantidad de oro. Los arahuacos empezaron a suicidarse en masa. En dos años murieron la mitad de los habitantes de La Española. En los libros de Historia de los niños en Norteamérica se celebra el Día de Colón, y no se habla de la esclavitud y las matanzas, algo con lo que Zinn no está de acuerdo.

Dice Zinn: «En mi opinión cuando contamos la historia, no debemos acusar, juzgar ni condenar a Colón in absentia. Es demasiado tarde; sería un ejemplo de moralidad inútil. Lo que en cambio sí debemos condenar es la facilidad con la que se asumen esas atrocidades como un precio, deplorable, aunque necesario, que pagar por el progreso.» (pág. 25) «una de las razones por las que esas atrocidades siguen presentes es porque hemos aprendido a enterrarlas bajo una capa de otros hechos.»

Pág. 26: «Mi punto de vista al contar la historia de los Estados Unidos es diferente: no debemos aceptar el recuerdo de los estados como nuestro. Los países no son comunidades ni nunca lo han sido. La historia de cualquier país, presentada como la historia de una familia, oculta conflictos de intereses encarnizados –que a veces explotan y en la mayoría de las ocasiones se reprimen– entre conquistadores y conquistados, amos y esclavos, capitalistas y trabajadores, y dominantes y dominados en raza y sexo. Y en semejante mundo en conflicto, un mundo de víctimas y verdugos, la labor de los intelectuales, tal como sugirió Albert Camus, es no estar en el lado de los verdugos.»

 

Lo que Colón les hizo a los arahucanos de las Bahamas, Cortés se lo hizo a los aztecas de México; Pizarro, a los incas de Perú; y los colonos ingleses de Virginia y Massachusetts, a los powhatanos y los pequots.

En las colonias inglesas de Norteamérica: en 1585, en Virginia Richard Grenville atracó con 7 barcos. Saqueó e incendió poblados indios.

Los puritanos empezaron una guerra contra los indios en Massachusetts, Connecticut y Rhode Island, para apropiarse de su territorio. En Norteamérica existían unos 25 millones de indios.

 

Pág. 39: «No hay otro país en la historia del mundo en el que el racismo haya sido tan importante durante tanto tiempo como los Estados Unidos.» Los virginianos de 1619 necesitaban desesperadamente mano de obra. No consiguieron forzar a los indios para que trabajaran. Lo solucionaron con la esclavitud de negros. En 1619 ya se había trasladado a un millón de negros de África a los colonias españolas y portuguesas. Se los capturaba en el interior de África, a menudo por negros que participaban en el comercio de esclavos, y se vendían en la costa. En estos desplazamientos a la costa morían dos de cada cinco. Uno de cada tres moría en el transporte por mar. Dominaron el mercado de esclavos los holandeses y después los ingleses. En 1795 en Liverpool había más de cien barcos de esclavos. En 1800 se habían trasladado de 10 a 15 millones de esclavos a América. En los comienzos de la moderna civilización occidental África perdió unos 50 millones de habitantes.

Las condiciones de los negros y los blancos en la América del siglo XVII estaban encaminadas al antagonismo y el maltrato. Comenzó la historia del racismo en Norteamérica. Los sirvientes blancos y los negros podían trabajar juntos, pero se aprobaron leyes para prohibir sus relaciones. En 1793 la mitad de la población de Virginia eran esclavos. El miedo a las revueltas de los esclavos en las plantaciones era permanente. La primera revuelta a gran escala tuvo lugar en 1712 en Nueva York, provocaron un incendio. A veces se unían a los negros los sirvientes blancos con contrato.

Pág. 53: «Solo un miedo superaba el temor a una rebelión negra en las colonias americanas: que los blancos descontentos se unieran a los esclavos negros para derrocar el orden existente.»

 

En 1676 Virginia se enfrentó a una rebelión de hombres blancos de la frontera, a los que se unieron esclavos y sirvientes. Se trató de la «rebelión de Bacon». La Cámara de los Burgueses de Jamestown declaró la guerra a los indios, pero eximió a los que cooperaran y esto enfureció a los hombres de la frontera. Bacon quería organizar destacamentos armados para combatir a los indios. Se le acusó de rebeldía y se le apresó. Pero fue liberado. Su rebelión no duró mucho tiempo.

Los pobres blancos europeos llegaban a Norteamérica con un contrato de servidumbre que duraba 5 o 7 años. Los sirvientes no podían votar. Era frecuente que los sirvientes huyeran.

En las colonias muy pocas familias controlaban las tierras. Era una sociedad feudad que vivía del trabajo de los esclavos y los sirvientes. Las colonias eran sociedades de clases enfrentadas, un hecho ensombrecido por la importancia que la historia oficial dio a la supuesta unión de los colonos contra Inglaterra.

Cuando las colonias cumplieron cien años, a mediados del siglo XVIII, la amenaza de la violencia (de los indios, esclavo y blancos pobres) y el problema del control se volvieron más serios. A menudo se usaba a los blancos pobres como muro de contención en la frontera de los indios. Pero la rebelión de Bacon mostró que esta podía ser una estrategia arriesgada.

La unión de blancos pobres y negros era lo que más atemorizaba a los ricos plantadores blancos. En este contexto, el racismo se volvió cada vez más práctico. Otro mecanismo de control fue desarrollar una clase media blanca de pequeños plantadores, granjeros y artesanos. Para gobernar, la clase alta necesitaba hacer concesiones a esta clase media. Se instauró el lenguaje de «la libertad» en una guerra contra Inglaterra.

Desde la rebelión de Bacon en 1760 se habían dado 18 sublevaciones para derrocar el gobierno colonial y 6 revueltas de negros.

Después de la guerra contra Francia de 1763, Inglaterra necesitaba más dinero de las colonias, y las colonias necesitaban menos a Inglaterra.

Los arrendatarios pobres de las colonias se ponían del lado de Inglaterra, y los líderes americanos trabajaron para ganarse a la población rural.

En 1770 los soldados británicos dispararon contra trabajadores en Boston (la Masacre de Boston), lo que hizo que aumentara el sentimiento antibritánico.

La Declaración de Independencia de 1776 no contó con los indios, los esclavos y las mujeres. El 69% de los firmantes de la Declaración habían ocupado cargos durante la administración colonial de Inglaterra.

La independencia se llevó a cabo porque el pueblo estaba armado. Gran parte de la población blanca se incorporó a filas. En Carolina del Sur apenas pudieron luchar contra los británicos porque tenían que usar su milicia para mantener bajo control a los esclavos.

Según Edmund Morgan, se trató de una guerra por conseguir cargos y poder entre la clase alta de las colonias. La Independencia no abrió las puertas a ninguna clase social nueva.

 

Tras la independencia siguió el proceso de desplazar a los indios hacia el oeste.

Algunos negros del Sur se liberaron durante la guerra y se establecieron en Gran Bretaña.

En los estados norteños, el hecho de que hubiera una acuciante necesidad de esclavos condujo hacia el fin de la esclavitud.

Para la Constitución de 1787 hubo una conexión directa entre la riqueza y el apoyo mostrado. Pág. 115: «La Constitución fue un compromiso entre los intereses de los propietarios de esclavos del Sur y los intereses de los adinerados del Norte.»

 

No se habló de las mujeres en la Declaración de Independencia ni en la Constitución. Esto las unía a los esclavos negros. Muchas mujeres llegaron a América como sirvientas, y sus condiciones de vida eran similares a las de los esclavos. El abuso sexual por parte de los amos era habitual. Para una mujer tener un hijo fuera del matrimonio era delito. Era raro que las mujeres intervinieran en los asuntos públicos. Después de la independencia ninguna constitución dio el voto a las mujeres. No podían tener propiedades y cuando trabajaban su salario era una cuarta parte o la mitad de lo que ganaba un hombre.

En las fábricas textiles el 89% de los trabajadores eran mujeres. Algunas de las primeras huelgas industriales tuvieron lugar en estas fábricas en la década de 1830.

Las mujeres tuvieron problemas para entrar en las escuelas profesionales.

Las mujeres llevaron a cabo un gran trabajo en las sociedades antiesclavistas del país.

 

La mayoría de los libros de Historia que estudian los niños norteamericanos hablan poco de los indios. En 1820, 120.000 indios vivían al este del Misisipi, en 1844 quedaban menos de 30.000.

Durante la guerra de Independencia, casi todas las naciones indias lucharon del lado británico.

Jefferson duplicó el tamaño del país al comprar Luisiana a Francia. El general Jackson era el militar que promovía muchos de los enfrentamientos contra los indios. Jackson acabó siendo el gobernador de Florida, tras luchar contra los semínolas, y luego presidente del país. Los colonos se expandían hacia el Oeste, expulsando a los indios. Los norteamericanos no cumplían los tratados que firmaban con ellos.

El capítulo 7, que trata del acoso y expulsión de los indios de sus territorios hacia el Oeste y el Sur es uno de los más terribles y emocionantes del libro.

 

Texas se separó de México en 1836, adoptó el nombre de «Estado de la Estrella Solitaria». Se incorporó a Estados Unidos en 1845. Empezó el acoso al territorio mexicano, al cruzar tropas norteamericanas hacia el río Grande. El Congreso norteamericano declaró la guerra a México en 1846, y muchas personas norteamericanas se opusieron. La mitad del ejército del general Taylor eran inmigrantes recién llegados. Hubo 9.207 desertores de esta guerra. México se rindió, y la frontera con Texas se estableció en el río Grande y México cedió Nuevo México y California.

 

En 1790, el Sur producía 1.000 toneladas de algodón anuales; en 1860, un millón. El número de esclavos en este periodo aumentó de 500.000 a 4 millones.

La importación de esclavos se ilegalizó en 1808. Sin embargo, antes de la guerra de Secesión se pudieron importar de forma ilegal unos 250.000.

La sublevación de esclavos más importante de Estados Unidos tuvo lugar en Nueva Orleans en 1811.

Durante la década de 1850, unos 1.000 esclavos huyeron anualmente al Norte, Canadá y México. Una de las formas de resistencia era trabajar lo menos posible. Los casos en los que los blancos pobres ayudaron a los esclavos no fueron frecuentes. En el Sur se pagaba a los blancos pobres para que controlaran a los negros. La religión también se usó para controlar.

Los negros libres del norte (200.000 en 1850) hicieron campaña para abolir la esclavitud. Los abolicionistas negros fueron la columna vertebral del movimiento antiesclavista.

La Ley de Esclavos Fugitivos, aprobada en 1850, permitía adueñarse de negros con solo asegurar que habían huido. Una ley que Lincoln se negó a condenar públicamente. Lincoln se opuso a la esclavitud, pero no veía a los esclavos como iguales. Antes de la guerra, en un discurso en Clarleston Lincoln dijo que no estaba a favor de la igualdad social ni de conceder el voto a los negros.

En 1860, Lincoln, como líder del partido Republicado, fue elegido presidente. La élite del Norte deseaba una expansión económica, tierra libre, mano de obra libre, mercado libre. Los intereses de los esclavistas se oponían a esto. El racismo en el Norte estaba tan enraizado como en el Sur. En 1862, Lincoln hizo pública una versión preliminar de la Proclamación de Emancipación, que se hizo pública en enero de 1863. Declaró libres a los esclavos de las zonas que seguían combatiendo contra la Unión. La Unión abrió sus puertas a los negros, y cuantos más ingresaban en ella, más daba la impresión de que era una guerra para liberarlos. Se usó a los soldados negros para los trabajos más duros y sucios. Los soldados blancos cobraban 13 dólares y los negros 10.

En la guerra de Secesión hubo 600.000 muertos en cada bando, de un total de 30 millones de habitantes.

Al final de la guerra algunos negros ocuparon tierras de los amos blancos en el Sur, pero en agosto de 1865, el presidente Andrew Johnson devolvió las tierras a los propietarios confederados.

Hubo un corto periodo tras la Guerra de Secesión en el que los negros del Sur votaron, y se introdujo la educación pública multirracial. En 1875, la Ley de Derechos Civiles prohibió la exclusión de los negros de hoteles, teatros, trenes y otros espacios públicos.

Pero Johnson vetó leyes que favorecían a los negros y facilitó el regreso de los estados confederados a la Unión sin garantizar la igualdad de los negros.

Se llegó a elegir a negros para asambleas legislativas de algunos estados sureños. A partir de 1869, el voto negro consiguió dos representantes negros en el Senado y 20 congresistas. Esta lista disminuyó a partir de 1876 y el último congresista negro abandonó el Congreso en 1901.

La oligarquía blanca del Sur organizó el Ku Klux Klan y los políticos del Norte empezaron a sopesar si les interesaba el apoyo político de los negros pobres.

La violencia blanca contra los negros aumentó en la década de 1870.

En 1877 se hicieron concesiones al partido Demócrata y al Sur blanco y se retiraron del Sur las tropas de la Unión, el último obstáculo para establecer de nuevo la supremacía blanca.

Con la desaparición de los esclavos, la riqueza del antiguo Sur se evaporó.

Cuando acabó la guerra de Secesión, 19 de los 24 estados del Norte no permitían votar a los negros. En 1900, todos los estados del Sur contaban con una ley escrita que privaba de los derechos civiles y segregaba a los negros.

 

En el valle del Hudson hubo en 1839 un movimiento de protesta contra los arriendos, de los que eran dueños unas pocas familias que controlaban el destino de 300.000 personas. Hacia 1880 consiguieron que los contratos de arrendamiento pasaran a manos de los agricultores. Este ejemplo de lucha de clases no se toca en los libros de historia de Estados Unidos, donde se perpetúa la dependencia tradicional en los líderes heroicos en vez de en las luchas del pueblo.

 

En 1835, 50 gremios se organizaron en sindicatos en Filadelfia y se convocó una huelga general de jornaleros. Zinn busca ejemplos de movimiento obrero en Estados Unidos en el siglo XIX; algo acallado por los libros de historia, considera. De los 6 millones de trabajadores del país en 1850, 0,5 millones eran mujeres, que también protagonizaron huelgas.

La guerra de Secesión debilitó la conciencia de clase. Los soldados podían atacar a los obreros si hacían huelga y, aun así, las hubo. Los blancos pobres del norte no parecían tener muchos incentivos a luchar contra el Sur, ya que veían a los negros como sus competidores en el trabajo.

Después de la guerra los obreros pusieron en marcha una iniciativa para conseguir la jornada de 8 horas.

 

En 1873 una crisis económica devastó el país. Eran unos tiempos en los que los patronos usaban a inmigrantes recién llegados para poner fin a las huelgas.

En 1887 hubo otra gran depresión. En más de un caso, la Guardia Nacional actuaba contra los trabajadores en huelga.

 

Este es un gran párrafo: «A pesar de que algunos multimillonarios iniciaron sus negocios siendo pobres, en la mayoría de los casos no fue así. Un estudio sobre los orígenes de trescientos tres ejecutivos de la industria textil, el ferrocarril y el acero de la década de 1870 demostró que el noventa por ciento de ellos provenía de familias de clase media o alta. Las historias de Horatio Alger sobre personas que pasaban “de los harapos a la riqueza” eran ciertas en algunos casos, pero, en general, fueron un mito muy útil para el control.» (pág. 274).

En 1877 salió elegido presidente Rudolf Hayes, tras un acuerdo entre demócratas y republicanos, que sentó las bases para que, ganara quien ganara, la política nacional no cambiase y se protegieran los intereses de los ricos.

 

En la década de 1880 y 1890 llegaron a Estados Unidos muchos inmigrantes de Europa, lo que contribuyó a que se fragmentara la clase obrera. Entre ellos se establecían competencias económicas desesperadas. También se usaba a los inmigrantes como esquiroles en las huelgas.

En 1886 los sindicatos formaron el Partido Laborista Independiente, que sacó el 31% de los votos en Nueva York.

En 1893 tuvo lugar la mayor crisis económica en la historia del país.

La Alianza de los agricultores de 1877 se mostró solitaria con el movimiento obrero.

En 1891 se fundó el Partido Populista de Texas en Dallas y era interracial. El sistema bipartidista trató de que los negros y los blancos pobres no votaran, y de enfrentar a estos últimos con los primeros.

 

Estados Unidos buscaba un mercado externo más extenso y se anexionó Hawái en 1893. Ayudar a la independencia de Cuba en 1898 podía cohesionar al país entorno a la idea del patriotismo y haciendo perder fuerza a las huelgas. La guerra trajo consigo más trabajo, pero también una elevación de los precios. Murieron 5.462 soldados estadounidenses en la guerra, pero solo 379 en combates, el resto fue por enfermedades, que, en buena medida, tuvieron que ver con la mala alimentación suministrada por el ejército.

En 1898 se firmó la paz con España, que entregó Guam, Puerto Rico y Filipinas a Estados Unidos a cambio de 20 millones de dólares.

 

Estados Unidos invadió Filipinas y empezó una guerra. En Estados Unidos había un fuerte racismo y se podía trasladar a la población filipina. Los negros norteamericanos que participaron en la guerra querían prosperar y querían demostrar que eran tan valientes y patriotas como los blancos, pero también eran conscientes de que se trataba de una guerra brutal contra personas de color. Un gran número de soldados negros desertó.

 

A principios del siglo XX en Estados Unidos había escritores que defendían el socialismo: Upton Sinclair, Jack London, Theodore Dreiser o Frank Norris.

En 1904 murieron 27.000 trabajadores en accidentes laborales. En 1914 fueron 35.000 y 700.000 resultaron heridos. La sindicalización iba en aumento. En 1910 el suelto de los trabajadores negros era un tercio del de los blancos, y estaban excluidos de la mayoría de sindicatos de la FET. Los líderes de la FET tenían buenos sueldos y se codeaban con los patrones. Así muchos trabajadores buscaron otro tipo de sindicado, que fueron los IWW (los wobblies), que se llegaron a convertir en una amenaza para la clase capitalista.

Sobre un millón de personas leía prensa socialista. Las mujeres socialistas fueron muy activas en el movimiento feminista de comienzos de 1900. Se empezaron a manifestar por el sufragio femenino.

En 1903 se fundó un Consejo Nacional Afroamericano. Durante el mandato de Theodore Roosevelt el socialismo y los sindicatos IWW eran una amenaza real para el sistema y se admitieron reformas para crear una clase media que amortiguara los conflictos de clase. En 1910 se diseñó una propuesta de ley sobre indemnizaciones laborales. El Partido Socialista siguió creciendo. En Colorado casi se produce una guerra civil cuando los mineros entraron en huelga en 1914.

 

Cuando comenzó la Primera Guerra Mundial, en Estados Unidos el socialismo crecía y la lucha de clases era intensa. En 1915 los pedidos de material bélico de los Aliados reactivaron la economía. La guerra favoreció el empleo en Estados Unidos, que entró en la guerra en 1917, con reclutamiento forzoso. En Nueva York el candidato socialista consiguió en 22% de los votos en 1917 y en Chicago un 34,7%. La Ley de Espionaje se usó para encarcelar a todo estadounidense que hablara o escribiera en contra de la guerra. Los socialistas estaban en contra de la guerra y se los empezó a acusar de ser proalemanes. Se potenciaba el patriotismo. Al final de la guerra se votó una ley a favor de deportar a extranjeros que fueran contrarios a la propiedad privada. Se deportó a 4.000.

 

En febrero de 1919, los líderes de los IWW estaban en la cárcel. Al comenzar la década de 1920 los IWW habían desaparecido y el Partido Socialista se desmoronaba. El Ku Klux Klan se extendió por el norte. En 1924 contaba con 4,5 millones de miembros.

En la década de 1920 los salarios medios aumentaron, pero la prosperidad se concentró en la clase alta. Las mujeres consiguieron el derecho a votar.

En 1929, tras el crack, más de 50.000 bancos cerraron. Para 1933 un cuarto de la población activa se quedó sin trabajo.

En 1932 llegó a la presidencia Franklin Roosevelt que inició un programa de reformas, el «New Deal». El gobierno entró en el mundo de los negocios contratando a parados.

En 1934, 1,5 millones de trabajadores, de diferentes sectores, se declararon en huelga.

El New Deal consiguió reducir el desempleo de 13 a 9 millones. Sería la Segunda Guerra Mundial la que dio trabajo a casi todo el país, generando además patriotismo y haciendo que se difuminara la lucha de clases. La mayoría de los negros quedaron excluidos del New Deal.

 

La Segunda Guerra Mundial fue la guerra más popular en la que luchó Estados Unidos. A los negros el antisemitismo de Alemania no les parecía muy diferente de su situación en Estados Unidos. El país entró en guerra tras el ataque a Pearl Harbour de 1941. Uno de los deseos de Estados Unidos era suplantar el papel de Inglaterra en Oriente Medio y controlar el petróleo.

Una de las políticas norteamericanas estuvo muy cerca de emular al fascismo: el trato que se dio a los japoneses-estadounidenses de la Costa Oeste. 110.000 personas (3/4 partes nacidos en Estados Unidos) estuvieron en campos de concentración durante tres años.

En agosto de 1945 se lanzaron las bombas atómicas sobre Hiroshima y Nagasaki, a pesar de que los líderes japoneses habían empezado a hablar de la rendición un año antes. Es posible que las bombas atómicas fueran la primera gran operación de la guerra fría contra Rusia.

 

En la década de 1950, Estados Unidos intervino en la guerra de Corea. Los movimientos revolucionarios se multiplicaron, Indochina, Indonesia, Filipinas…

Joseph McCarthy empezó a acusar a personas de pertenecer al Partido Comunista.

En 1959 Fidel Castro tumbó el gobierno de Cuba de Batista. Cuba se acercó a la Unión Soviética y en 1960, el presidente Eisenhower autorizó en secreto a la CIA a armar y entrenar a exiliados cubanos, que desembarcarían en la bahía de Cochinos, sin conseguir un levantamiento de la población.

 

En las décadas de 1950 y 1960 empezó con fuerza el movimiento negro por los derechos civiles.

Martin Luther King promulgaba su mensaje en contra de la violencia, pero las ideas de Malcom X, más belicosas, podían estar más cerca del sentir de muchos negros. Los ingresos totales de las empresas de capital negro representaban el 0,3% de los ingresos empresariales. En 1977 la tasa de desempleo entre los jóvenes negros era del 34,8%.

 

Entre 1964 y 1975 tuvo lugar la guerra de Vietnam. El presidente Johnson aprovechó unos incidentes en el golfo de Tonkín para iniciar una guerra a gran escala contra Vietnam. A comienzos de 1968 había más de 500.000 soldados en suelo vietnamita. Richard Nixon fue elegido presidente, gracias a su promesa de sacar al país de Vietnam. Los jóvenes habían empezado a no inscribirse para el reclutamiento y se negaban a incorporarse a filas.

El movimiento pacifista no solo fue estudiantil, sino que la clase trabajadora también estuvo muy concienciada. Los jurados comenzaron a ser más reacios a condenar a los manifestantes pacifistas.

 

La Segunda Guerra Mundial obligó a más mujeres a incorporarse a la vida laboral. En 1960 el 36% de las mujeres tenía un empleo remunerado. Las mujeres representaban el 51% de los votantes, pero solo ocupaban el 4% de los escaños.

En 1973 solo se prohibía el aborto en los 3 últimos meses de gestación. Las mujeres empezaron a hablar abiertamente del problema de la violación.

 

Se multiplicaron las sublevaciones en las cárceles. Cuando más pobre se era, la posibilidad de acabar en la cárcel era mayor. Las cárceles acababan siempre llenas de negros pobres.

A finales del siglo XIX quedaban unos 300.000 indios. En 1969 había 800.000, y empezaron a reivindicar con fuerza sus derechos.

En la década de 1970 el comportamiento sexual también sufrió cambios. La homosexualidad ya no se escondía.

 

En 1970 la confianza en el gobierno era muy baja. Tras el caso Watergate, Nixon dimitió y Gerald Ford se convirtió en presidente. En 1975 se acabó la guerra de Vietnam, y el gobierno de Estados Unidos parecía ansioso por mostrar su fuerza internacional. Así se produjo un incidente en Camboya y Estados Unidos sobrerreaccionó.

Entre 1977 y 1980, la presidencia de Carter trató de recuperar a la ciudadanía desencantada. A pesar de tener algunos gestos hacia la comunidad negra y los pobres, Carter protegió la riqueza y el poder.

Durante la presidencia de Carter, Estados Unidos continuó apoyando a regímenes de todo el mundo que encarcelaban a disidentes, torturaban y cometían masacres: Filipinas, Irán, Nicaragua e Indonesia.

En 1977 el 1% más rico del país poseía el 33% de la riqueza. Carter aprobó reformas fiscales que beneficiaban principalmente a las corporaciones.

 

Entre 1980 y 1988 estuvo Ronald Reagan en el poder. Fueron años de aumento del desempleo. Las tasas de impuestos para los ricos eran cada vez más bajas. A finales de los 80, al menos un tercio de las familias afroamericanas vivían por debajo del umbral de la pobreza. Después de la caída de la Unión Soviética parecía tener sentido reducir el presupuesto militar, pero los congresistas republicanos y demócratas se unieron en contra de una transferencia de fondos del presupuesto militar a necesidades humanas.

Para demostrar que la institución militar aún era necesaria, George Bush inició dos guerras: contra Panamá y otra mucho mayor contra Irak. Se impidió a los periodistas estadounidenses ver de cerca la guerra y se censuraron sus artículos. La mortalidad infantil se disparó en Irak.

 

A comienzos de la década de 1990 empezó a tomar fuerza un movimiento antinuclear, con las mujeres en cabeza.

En 1980, cuando Reagan llegó a la presidencia, solo votó el 54% de la población con edad para hacerlo. Así que Reagan gobernó con el 27% del total del apoyo de los votantes. Igual pasó con Bush en 1988.

En 1990 una encuesta mostraba que el 84% de los encuestados estaba a favor de aumentar los impuestos a los millonarios (el 1% de la población poseía el 33% de la riqueza). La mayoría de estadounidenses estaban a favor de un sistema sanitario como el de Canadá. Ni los demócratas ni los republicanos lo llevaban en sus programas. Los dos partidos favorecen siempre el beneficio económico de las grandes corporaciones, y no existe un partido socialdemócrata.

La población latina continuó aumentando, hasta alcanzar el 12%, igual que la población negra.

El declive de la actividad industrial y la deslocalización de fábricas debilitaron el movimiento obrero.

Varios miembros de la CIA la abandonaron y escribieron libros en su contra.

Bush quería superar lo que llamó “síndrome de Vietnam” y por esto se embarcó en la guerra contra Irak. En 1991 el 84% de los blancos apoyaba la guerra, pero solo el 48% de los negros.

En 1992 fue el quinto aniversario de la llegada de Colón a América y se produjo una reacción espectacular por parte de los indios. Los profesores del país comenzaron a contar la historia de Colón de un modo diferente al de su dimensión heroica.

 

El capítulo 23 se titula La próxima revuelta de los guardianes, y era el último en la versión que leí hace 20 años. El propio Zinn señala que algunos de sus comentarios en este capítulo se pueden haber quedado anticuados. Dice sobre su libro «a pesar de todas sus limitaciones, es una historia irrespetuosa con los Gobiernos y respetuosa con los movimientos de resistencia del pueblo» (pág. 669). Él mismo dice que su libro está sesgado, pero que no le preocupa porque casi todos los libros de Historia sesgan en la dirección opuesta. Estos libros sugieren que en tiempo de crisis se debe esperar que aparezca una figura grandiosa que salve al pueblo.

«En una sociedad altamente desarrollada, la clase dominante no puede sobrevivir sin la obediencia y lealtad de millones de personas a las que se conceden pequeñas recompensas para que mantengan en funcionamiento el sistema: los soldados y la policía, los profesores y los presentantes públicos (…). Estas personas se sienten tentadas de aliarse con la élite.» Pero se está produciendo un descontento de la clase media, entre el 70% y 80% de los estadounidenses no confía en el gobierno, ni en el mundo de los negocios ni en el Ejército.

Zinn piensa que los ciudadanos norteamericanos deberían revelarse contra el sistema y crear pequeñas comunidades autónomas del poder, donde se compartirían los trabajos rutinarios.

 

En esta edición leo, por primera vez el capítulo 24, La presidencia de Clinton. Su presidencia empezó con esperanzas de cambio. En 1992, la primera vez que ganó, el 45% de los votantes no acudió a las urnas. Solo consiguió un 43% de los votos. En 1996, con una abstención del 50%, consiguió un 49% de los votos.

En 1993 Clinton fue responsable del ataque a los fanáticos de Waco, donde murieron 86 personas, entre las que había mujeres y niños.

El proyecto de ley contra el crimen de 1996 volvía a hacer pie en el castigo y no en la prevención. La administración Clinton se negó a establecer programas para crear puestos de trabajo. Estados Unidos siguió vendiendo armas en todo el mundo. Se bombardeó Bagdad y en junio de 1993 se entró en la guerra de Somalia. En 1997, Estados Unidos vendía más armas al extranjero que todos los países del mundo juntos.

En 1998 la administración Clinton respondió a los atentados en las embajadas estadounidenses de Kenia y Tanzania bombardeando Afganistán y Sudán.

Clinton se mostró reacio a defender un modelo de atención médica universal. El presupuesto militar siguió aumentando.

 

El capítulo 25, Las elecciones del 2000 y la guerra contra el terrorismo, también es nuevo. Bush ganó las elecciones del 2000, tras los problemas de los recuentos de votos en Florida. Bush propuso recortes de impuestos a los ricos y se opuso a la reglamentación medioambiental.

El 11 de septiembre de 2001 se produjo el ataque a las Torres Gemelas y Bush ordenó la «guerra contra el terrorismo» y bombardeó Afganistán.

Zinn sugiere que Estados Unidos debería dejar de ser una superpotencia militar, pero podría ser una superpotencia humanitaria.

 

Este libro contiene también un Epílogo. Zinn dice que su parcialidad ante los hechos históricos no nació de su implicación en el movimiento de los derechos civiles en el Sur, ni de sus 10 años de actividad contra la guerra de Vietnam, sino de haber crecido en una familia obrera de inmigrantes en Nueva York.

«Los intereses de clase siempre se han ocultado tras un velo envolvente denominado “interés nacional”» (pág. 727)

En toda la carrera de historia, dice Zinn que nunca le hablaron de las masacres de negros, que se repetían una y otra vez, pero sí de la Masacre de Boston, donde los soldados británicos mataron a cinco personas, y este acontecimiento se usa para fomentar el patriotismo.

 

La lectura de La otra historia de los Estados Unidos, como ya me ocurrió hace veinte años, ha sido una lectura potente, política, aleccionadora y moral. Este es un libro que todo ciudadano debería leer.

 

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