SE LLAMA OBSTINACIÓN
Me dicen mis sevillanos editores de Maclein y Parker que ya
les han llegado de la imprenta ejemplares físicos de mi novela «Esto no es
Bambi» y me mandan unas fotos.
Empecé a escribir «Esto no es Bambi» en 2001, con un
cuaderno y un bolígrafo, en la planta 18 del edificio Windsor, aquel que luego
ardería en 2005. La empecé a escribir con traje y corbata, en horas de trabajo,
durante un periodo en el que estuve sin asignación en la auditora Arthur
Andersen. En Nuevos Ministerios, en pleno centro financiero de Madrid,
disfrazado de joven triunfador, yo soñaba ya ‒a mis 26 años‒ con derribar los
delirios del capitalismo (jornadas de más de 90 horas a la semana) con un
cuaderno y un bolígrafo. Quería dejar testimonio de la locura colectiva de la
que era testigo, de lo que estaba viendo en aquella secta laboral destructora
de mentes y cuerpos, donde aguantar 50 horas seguidas sin dormir era narrado
por las víctimas con orgullo de héroes griegos. Ellos no eran unos «flojos»,
eran gente que aguantaba los envites de la vida.
Tras dos años de trabajo, conseguí una primera versión de
unas 600 páginas, que parecía más un diario que una novela. La mandé a
editoriales, la corregí varias veces. No funcionaba. Aprendí una valiosa lección:
yo era un tipo que podía estar dos años seguidos escribiendo una novela de 600
páginas, aunque no la fuera a publicar nadie, ni la fuera a leer nadie, y podía
seguir en ello sin desfallecer.
Años más tarde, trabajé en una segunda versión más corta. Debía
ir al grano de lo que quería contar, debía seleccionar la información. La mandé
a editoriales. Seguía sin funcionar.
Años más tarde, volví a releer mi libro. Le perdía el tono
confesional y autojustificativo. Si quería captar la atención de un posible
editor o lector, debía explorar nuevos caminos: debía usar el humor y crear
voces narrativas que se alejaran de la mía. De este modo, imaginé que el primer
curso de formación de la empresa sería más divertido si, en vez de ser contado
por una primera persona muy cercana a mía, lo contaba Marta Lindsay, una niña
pija de Pozuelo, que no podía soportar que la grúa se lleve a su «golfito», por
dejarlo mal aparcado, y tener que usar un día esos «medios de transporte
extraños», como llamaba al metro y el autobús. Marta Lindsay, si tenía que ir de
pie en el metro y el autobús, no podía agarrar las «barritas esas verticales que
salen del techo», a no ser que lo hiciera con una «toallita de lavender». Yo
conocí a Marta Lindsay en ese curso de formación, solo que tenía otro nombre.
Hablaba así. Yo he visto cosas que no creeríais. No cuentes tú tus penas, me
dije, deja hablar a Marta Lindsay. Por supuesto, la desconoces, pero invéntala
a partir de los datos que has recabado de la realidad. Y así, hasta crear seis
voces narrativas, tres masculinas y tres femeninas; donde solo una se puede
parecer a la mía.
Normalmente la gente que escribe suele haber estudiado
carreras de letras, Filología hispánica, Periodismo, Historia, etc., y no han
estado donde yo he estado, en el corazón financiero de Madrid, ni han visto lo
que yo he visto, a los jóvenes cachorros de triunfadores del dinero. La gente
que ha estado en este corazón financiero y permanece allí o en sus aledaños lo
más posible es que no tengan tiempo para leer, y menos para escribir. Soy yo el
que ha estado allí y puedo contar cómo era aquello, un mundo que rara vez
refleja con verosimilitud la literatura o el cine, al menos en España.
No sé si “Esto no es Bambi” es mi mejor novela, pero desde
luego es la que más me ha costado escribir, la historia que más ha perdurado en
mi mente y que quería transmitir a otros. Hoy sale a la venta. Hoy, como en un
cuento de Borges, pienso en aquel chico abrumado de 26 años que era yo en enero
de 2001, en la planta 18 del Windsor, aquel chico que había leído demasiado
para desear ser simplemente un vulgar triunfador de traje y corbata, y le digo:
aquí lo tienes, chaval, como diría Herman Hesse, hay una virtud, sola una, a la
que aprecio mucho, se llama obstinación. Todas las demás virtudes obedecen a
leyes creadas por los hombres, pero el que se obstina obedece a una ley
interior absolutamente sagrada, a la ley que lleva en sí mismo.
Enhorabuena, David. A ver si está al nivel del anterior. Las ratas, al parecer, siguen siendo protagonistas.
ResponderEliminarAbrazos.
Hola, Gonzalo:
EliminarGracias, En "Caminaré entre las ratas" el protagonista había trabajado de joven en la misma empresa de auditoría que los protagonistas de "Esto no es Bambi". Como pensaba que nunca iba a ver publicada esta última novela metí algo de lo que me obsesionaba en la otra.
Saludos
Sí, lo sé, te lo digo en un sentido metafórico.
ResponderEliminarUn abrazo.
La obstinación siempre es recompensada si el producto es bueno. El tuyo seguro que lo es. Desde luego a mí tu "Caminaré entre las ratas" me agradó mucho. Que esta sea lo primero que escribiste con deseo de publicar y que la hayas ido corrigiendo y moldeando a lo largo de 20 años estoy seguro que habrá resultado ser un excelente producto literario.
ResponderEliminarEnhorabuena, David, por tu nueva publicación.
Hola, Juan Carlos:
EliminarGracias por tus palabras.
En realidad empecé a escribir a los 15 años y la primera vez que mandé un libro a editoriales tenía 22. Fue un libro de relatos. Por supuesto, me dijeron todas que no. Aquí seguimos.
Saludos
Qué sorpresa, David, eres tú. Te explico, en las cosas que manda la editorial venía el título de tu libro anunciando que salía a la venta, pero no lo relacioné contigo.
ResponderEliminarEnhorabuena, David, para mí son unos editores extraordinarios y no porque me publicaran mi primera novela, sino por su buen hacer.
No tengo experiencias porque solo he escrito ese libro que era para mí un ejercicio de taller para aprender la técnica de la novela.
Ni a soñar escribo como tú, ya tengo ganas de leerlo y tuve curiosidad, sin relacionarte, porque me gustó la historia.
Me alegra. Abrazos
Hola, Isabel:
EliminarMuchas gracias por tus palabras.
Un abrazo