Conozco a Jesús Sánchez Seijo de Twitter. Es un lector de este blog. Compró en 2020 mi novela Caminaré entre las ratas porque algunas de mis sugerencias de lectura se había convertido en sus mejores lecturas del 2019. Lo cual me parece un estupendo motivo para comprar y leer mi libro. Además quiso escribir sobre él una reseña que publico aquí.
Muchas gracias, Jesús.
«El
narrador de Caminaré entre las ratas
estudió Administración de Empresas, como David Pérez Vega (Madrid, 1974),
trabajó en la defenestrada firma de auditoría de cuentas Arthur Andersen, como David Pérez Vega, quiere
ser Profesor de Economía en un colegio privado, como lo es David Pérez Vega, y
ha publicado varias novelas, sin mucho éxito, más allá del éxito incuestionable
que supone el mero hecho de que te publiquen, impriman y distribuyan varias
novelas, también como David Pérez Vega. El autor reconoce (no le queda más
remedio) que se trata de una obra parcialmente autobiográfica; yo que solo conozco a David Pérez Vega por su time line de Twitter me atrevería a decir que no ha trabajado nunca
en una sociedad inmobiliaria ni en una cadena de tiendas de ropa para niños,
como el narrador protagonista, pero que sí ha conocido laboralmente hablando a
más de un personaje como Hans El
Destructor –un perfecto inútil, retoño de la aristocracia empresarial, que
dirige la compañía Rentbox, enchufado por su padre. También me parece que, como
el narrador, David Pérez Vega ha follado menos y peor de lo que le hubiese
gustado.
Además
de parcialmente autobiográfica, Caminaré
entre las ratas es una novela de desahogo y aluvión, aunque aluvión
estructurado, minucioso, de técnica recurrente: el narrador exhibe los triviales
sucesos de su vida cotidiana, que le evocan el pasado y sus fracasos obsesivos,
es decir, nos cuenta su vida, cómo hemos
podido llegar a esto, David, cuándo se jodió Domingo, ¿fue entonces, cuando
suspendí todas, por tonto, o más tarde, cuando me dejaron por el músico, por
sinsustancia, o cuando me echaron del trabajo en Arthur Andersen, por
incompetente? ¿Cuándo se jodió Domingo? ¿Cuándo de jodió España? Esta
introspección freudiana facilita las digresiones, especialmente las literarias,
ya que el narrador, como David Pérez Vega, publica un blog de reseñas letraheridas que tiene más éxito que sus
novelas. Algunas reiteraciones nos recuerdan que estamos ante una obra en la
que sus partes están contenidas en el todo: las ratas explícitamente descritas
en forma de plaga que asola Madrid en 2013, y las ratas metafóricamente
aludidas en forma de colegas literarios, amistades de juventud, parejas
sexuales, entornos laborales y círculo
familiar cercano, esas ratas que han roído el espíritu de nuestro protagonista
hasta dejarlo seco como un hueso.
La
novela se lee bien. Prescinde de grandes artificios retóricos y usa una prosa
de línea clara parecida a la de Houellebeq, pero más cuidada, con quien el
autor comparte también la pretensión de infligirle al lector una herida
sentimental mediante el estilo directo y una intimidad primaria. No es éste el
único ascendiente de Michel Houellebeq sobre la novela, pero la sensación que
provoca David Pérez Vega es diferente a la del pirado novelista francés.
Después de todo, ni el narrador de Caminaré
entre las ratas ni David Pérez Vega son unos pirados, y eso se nota tanto
en las peripecias vitales narradas como en la naturaleza de los traumas
expresados. El personaje protagonista de la novela produce algún
estremecimiento, pero resulta demasiado contenido, progre y buena persona. Ni sus vivencias son demasiado excéntricas ni
la herida que han producido es excesivamente profunda, entre otras razones
porque David Pérez Vega, digo, Domingo, es una persona sensata que tiene los
pies en el suelo.
O
quizá no. Quizá solo sea timidez. En algunos momentos, sobre todo cuando el
narrador nos habla de sus experiencias sexuales, y en particular cuando nos
describe los deplorables acontecimientos que le suceden con una chica muy joven
y exuberante, se intuyen una herida más profunda y una cicatrización patológica.
Es posible que la imagen de hombre de
izquierdas que posee un elevado sentido ético, y por lo tanto una
razonablemente buena opinión de sí mismo, sea un mecanismo que conjura los
demonios causados por el escaso atractivo sexual, los fracasos profesionales y
la falta de talento literario. Traumas que en realidad ni siquiera son para
tanto, ya que el protagonista, como David Pérez Vega, es un Licenciado
universitario, aunque no fuese capaz de ser Ingeniero, que ha publicado varias
novelas y que folla con veinteañeras tetudas que ha conocido por Internet. Mierda, si incluso es propietario de un piso
en Móstoles, cuya hipoteca redime cobrando las rentas de su arrendamiento. No
es tan desgraciado, lo que le sucede
no es tan subjetivamente penoso, se
las apaña bastante bien. Hay ego ahí, un ego encauzado por el sentido común y por el miedo,
pero que podría usarse para construir personajes más inquietantes. La otra
opción es dedicarse a escribir ficciones históricas sobre la Guerra de la
Independencia, pero algo así hizo Javier Cercas y no hay punto de comparación
con Michel Houellebeq.
La
novela está muy bien editada por Carpe Noctem, pequeña firma que no es
una de esas editoriales provincianas que tanto irritan a Alberto Olmos. Tampoco
ha ganado ningún Premio convocado por la Administración, lo cual es de
agradecer y otro síntoma de que estamos ante un autor que resulta de interés
por varios motivos. De acuerdo con su fecha de nacimiento pertenece a la
Generación X, y en esta novela nos cuenta el desencanto de esa generación, la
de los nacidos en los 70, que vivimos el fin de la historia en los 90, que
cabalgamos a lomos de la Burbuja y a los que la cruda realidad visitó en 2008
para dejarnos así, desencantados y entre las ratas.»
Gracias a ti, David, por subir la reseña de un lector anónimo, me siento muy valorado :).
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