domingo, 28 de junio de 2020

Nación Vacuna, por Fernanda García Lao


Nación Vacuna, de Fernanda García Lao

Editorial Candaya. 140 páginas. 1ª edición de 2017; esta de 2020.

Con Fernanda García Lao (Mendoza, Argentina, 1966) había intercambiado algunos comentarios sobre literatura argentina a través de las redes sociales, y cuando vi que la editorial Candaya publicaba en España su última novela –Nación Vacuna– me apeteció leerla. Fue una pena que se suspendiera su viaje desde Buenos Aires a España y sus presentaciones en varias ciudades por motivo del Covid-19; ya tenía anotada la fecha de finales de marzo, en la que sus editores y ella se iban a pasar por Madrid.

El protagonista y narrador de Nación Vacuna es Jacinto Cifuentes, un funcionario sin estudios universitarios que a sus casi cuarenta años considera que su vida ha sido un fracaso. La primera frase de la novela es ésta: «La carnicería de papá se vaciaba de noche». Desde un primer momento diría que García Lao se ha propuesto conversar con una parte de la historia de la narrativa argentina, puesto que su literatura nacional empieza en el siglo XIX con el relato El matadero de Esteban Echeverría. Con esta narración también conversa el cuento El fiord de Osvaldo Lamborghini, donde se vuelve a recrear la violencia inicial de El matadero con referencias a la dictadura de Onganía de la década de 1960. Nación Vacuna se une a esta cadena para hablarnos, desde su «particular matadero», de la dictadura de Videla a finales de 1970 y principios de 1981.

La acción se sitúa en Rawson, fría ciudad costera al sur de Argentina. Un enclave cercano a las islas Malvinas. Además, dentro del contexto de metáforas cárnicas del libro, el nombre de esta ciudad también parece esconder una carga simbólica, puesto que «Rawson» traducido del inglés significaría «hijo crudo». El tiempo narrativo de Nación Vacuna se sitúa a principios de la década de 1980 y se trata de una ucronía, puesto que en la realidad que la autora nos propone, Argentina ganó la guerra de Las Malvinas («de las M.» se dice en la novela, donde nunca aparece el nombre completo de las islas). En realidad, la trama parte de una calculada contradicción lógica: Argentina ganó la guerra en las M., pero el enemigo, antes de dejar las islas, envenenó sus aguas y su población ha sufrido mutaciones. Por tanto, ahora los argentinos han de «reconquistar la victoria» allí.

Jacinto trabaja en un proyecto de la Junta (Militar) para reconquistar M. Dicho proyecto consiste en seleccionar a unas mujeres a las que vacunar para que puedan vivir en las islas sin problemas y tener descendencia sana con sus habitantes masculinos. «La maternidad ya es una locura, pero la prostitución patriótica es un despropósito», dirá la madre de Jacinto –psicóloga de profesión– en la página 67. Además de enfrentarse a los traumas de guerra de una nación, Jacinto tendrá que enfrentarse a los suyos propios, puesto que en el espacio de la novela va a ir apareciendo toda su familia: su padre, el carnicero con el que nunca acabó de entenderse; su madre, la psicóloga que los abandonó; su hermano, que además de dirigir el Proyecto y tener más éxito profesional que él, le quitó a Mona, su antigua novia; su tío, que quizá conoce un peligroso secreto del Proyecto cuya transmisión puede salir muy cara al protagonista...

La novela está construida con frases breves. En más de un caso, García Lao decide cortar el texto con un punto y seguido, cuando podía haber usado una coma y escribir una frase más larga. Así escribe el primer párrafo, que marca ya el estilo narrativo y el tono elegido: «La carnicería de papá se vaciaba de noche. Durante el día, distintos tipos de carne se exponían en el mostrador. Lomo, cuadril, carnaza. Una multitud cortada y desplegada con prolijidad. La muerte se balanceaba como un gato en una soga. Chorreando de sangre que había que limpiar. Lavandina contra el olor viciado que persiste. Que interfiere en la respiración y atraviesa las vías duras de mi sistema. Poner distancia. Como si fuera una pared» (pág. 9).

La voz narrativa de Jacinto es sexista, su opinión de las mujeres no es demasiado positiva; sigue instalado en el rencor contra su madre, que le abandonó, y contra su novia Mona, que lo dejó por su hermano. «Siglos sin afecto. Las mujeres son ilusoria felicidad, un licor, el paréntesis que nos impone el silencio» (pág. 40); «Yo me digo que nunca tocaré a una licenciada. Son sicópatas encubiertas. Algo aprendí de mamá» (pág. 23); «Las mujeres son seres execrables. Ya no quiero más con ellas. Prefiero las mascotas» (pág. 122).
También hace apreciaciones sexuales sobre las mujeres con las que se encuentra. Sin embargo, a pesar de que Jacinto, sobre todo al comienzo de la novela, parece un hombre frustrado y con poca capacidad para interactuar con mujeres de un modo sano, según avanza la trama ésta se irá haciendo cada vez más sexual, y será frecuente la descripción de escenas de sexo. Jacinto, a pesar de provenir de una carnicería, en la que trabajó de joven ayudando a su padre (o precisamente por eso) es vegetariano; sin embargo, en el tiempo de la novela empezará a tomar unas cápsulas elaboradas con carne, que se están probando para que se las lleven las mujeres que han de ir a las M. ¿Están elaboradas estas pastillas con carne de las candidatas a repoblar las M. que han sido descartadas del Proyecto? En la novela existe más de un elemento simbólico de la violencia ejercida históricamente contra las mujeres. «Mujeres salvarán al ejército», se anuncia en los periódicos, cuando en realidad debería decir que «las mujeres se sacrificarán por el concepto de nación de la Junta».

Si bien he hablado de la conversación que esta novela mantiene con clásicos argentinos como Esteban Echeverría u Osvaldo Lamborghini, no estaría de más citar a otro gran autor argentino al que parece evocarse aquí: Roberto Arlt, porque hacia su desenlace la trama de Nación Vacuna (el nombre del barco en el que las mujeres y otros miembros del Proyecto, entre los que se encuentra Jacinto, deben viajar desde la fría ciudad de Rawson a las islas M.) va entrando cada vez más en el terreno de lo inverosímil y el expresionismo simbólico, al estilo de Los siete locos, la magnífica novela de Arlt.

Pese a que en algunos momentos me ha parecido que la historia rozaba la inverosimilitud narrativa (sobre todo con el tema de que toda la familia bonaerense de Jacinto, en principio dispersa, se acabe concentrando en el remoto Rawson), lo cierto es que me ha resultado fácil dejarme llevar por la ‒en principio‒ propuesta extravagante (y por tanto original) de Fernanda García Lao en Nación Vacuna. Un libro oscuro, tenso y carnal, con muchas resonancias subyacentes (la violencia de las dictaduras, sobre todo ejercida contra las mujeres, el poder represor de la familia, etc.), que condensa muchas ideas en sus 140 páginas. Esto hace que uno tenga la sensación de haber leído, al finalizarlo, un libro más largo que el que contienen sus páginas. No estoy del todo seguro, pero tengo la impresión de que ésta es la primera vez que la veterana y reconocida escritora argentina ha sido publicada en España. Lo hace ahora con una buena novela, Nación Vacuna. Bienvenida sea.

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