Nación Vacuna, de Fernanda
García Lao
Editorial Candaya. 140 páginas. 1ª edición de 2017; esta de 2020.
Con Fernanda García Lao (Mendoza, Argentina, 1966) había intercambiado
algunos comentarios sobre literatura argentina a través de las redes sociales,
y cuando vi que la editorial Candaya
publicaba en España su última novela –Nación
Vacuna– me apeteció leerla. Fue una pena que se suspendiera su viaje desde
Buenos Aires a España y sus presentaciones en varias ciudades por motivo del
Covid-19; ya tenía anotada la fecha de finales de marzo, en la que sus editores
y ella se iban a pasar por Madrid.
El protagonista y narrador de Nación Vacuna es Jacinto Cifuentes, un
funcionario sin estudios universitarios que a sus casi cuarenta años considera
que su vida ha sido un fracaso. La primera frase de la novela es ésta: «La
carnicería de papá se vaciaba de noche». Desde un primer momento diría que
García Lao se ha propuesto conversar con una parte de la historia de la
narrativa argentina, puesto que su literatura nacional empieza en el siglo XIX
con el relato El matadero de Esteban
Echeverría. Con esta narración también conversa el cuento El
fiord de Osvaldo Lamborghini,
donde se vuelve a recrear la violencia inicial de El matadero con referencias a la dictadura de Onganía de la década
de 1960. Nación Vacuna se une a esta
cadena para hablarnos, desde su «particular matadero», de la dictadura de
Videla a finales de 1970 y principios de 1981.
La acción se sitúa en Rawson, fría
ciudad costera al sur de Argentina. Un enclave cercano a las islas Malvinas.
Además, dentro del contexto de metáforas cárnicas del libro, el nombre de esta
ciudad también parece esconder una carga simbólica, puesto que «Rawson» traducido
del inglés significaría «hijo crudo». El tiempo narrativo de Nación Vacuna se sitúa a principios de
la década de 1980 y se trata de una ucronía, puesto que en la realidad que la
autora nos propone, Argentina ganó la guerra de Las Malvinas («de las M.» se
dice en la novela, donde nunca aparece el nombre completo de las islas). En
realidad, la trama parte de una calculada contradicción lógica: Argentina ganó
la guerra en las M., pero el enemigo, antes de dejar las islas, envenenó sus
aguas y su población ha sufrido mutaciones. Por tanto, ahora los argentinos han
de «reconquistar la victoria» allí.
Jacinto trabaja en un proyecto de la
Junta (Militar) para reconquistar M. Dicho proyecto consiste en seleccionar a
unas mujeres a las que vacunar para que puedan vivir en las islas sin problemas
y tener descendencia sana con sus habitantes masculinos. «La maternidad ya es
una locura, pero la prostitución patriótica es un despropósito», dirá la madre
de Jacinto –psicóloga de profesión– en la página 67. Además de enfrentarse a
los traumas de guerra de una nación, Jacinto tendrá que enfrentarse a los suyos
propios, puesto que en el espacio de la novela va a ir apareciendo toda su
familia: su padre, el carnicero con el que nunca acabó de entenderse; su madre,
la psicóloga que los abandonó; su hermano, que además de dirigir el Proyecto y
tener más éxito profesional que él, le quitó a Mona, su antigua novia; su tío,
que quizá conoce un peligroso secreto del Proyecto cuya transmisión puede salir
muy cara al protagonista...
La novela está construida con frases
breves. En más de un caso, García Lao decide cortar el texto con un punto y
seguido, cuando podía haber usado una coma y escribir una frase más larga. Así
escribe el primer párrafo, que marca ya el estilo narrativo y el tono elegido:
«La carnicería de papá se vaciaba de noche. Durante el día, distintos tipos de
carne se exponían en el mostrador. Lomo, cuadril, carnaza. Una multitud cortada
y desplegada con prolijidad. La muerte se balanceaba como un gato en una soga.
Chorreando de sangre que había que limpiar. Lavandina contra el olor viciado
que persiste. Que interfiere en la respiración y atraviesa las vías duras de mi
sistema. Poner distancia. Como si fuera una pared» (pág. 9).
La voz narrativa de Jacinto es
sexista, su opinión de las mujeres no es demasiado positiva; sigue instalado en
el rencor contra su madre, que le abandonó, y contra su novia Mona, que lo dejó
por su hermano. «Siglos sin afecto. Las mujeres son ilusoria felicidad, un
licor, el paréntesis que nos impone el silencio» (pág. 40); «Yo me digo que
nunca tocaré a una licenciada. Son sicópatas encubiertas. Algo aprendí de mamá»
(pág. 23); «Las mujeres son seres execrables. Ya no quiero más con ellas.
Prefiero las mascotas» (pág. 122).
También hace apreciaciones sexuales
sobre las mujeres con las que se encuentra. Sin embargo, a pesar de que
Jacinto, sobre todo al comienzo de la novela, parece un hombre frustrado y con
poca capacidad para interactuar con mujeres de un modo sano, según avanza la
trama ésta se irá haciendo cada vez más sexual, y será frecuente la descripción
de escenas de sexo. Jacinto, a pesar de provenir de una carnicería, en la que
trabajó de joven ayudando a su padre (o precisamente por eso) es vegetariano;
sin embargo, en el tiempo de la novela empezará a tomar unas cápsulas
elaboradas con carne, que se están probando para que se las lleven las mujeres
que han de ir a las M. ¿Están elaboradas estas pastillas con carne de las
candidatas a repoblar las M. que han sido descartadas del Proyecto? En la novela
existe más de un elemento simbólico de la violencia ejercida históricamente
contra las mujeres. «Mujeres salvarán al ejército», se anuncia en los
periódicos, cuando en realidad debería decir que «las mujeres se sacrificarán
por el concepto de nación de la Junta».
Si bien he hablado de la
conversación que esta novela mantiene con clásicos argentinos como Esteban
Echeverría u Osvaldo Lamborghini, no estaría de más citar a otro gran autor
argentino al que parece evocarse aquí: Roberto
Arlt, porque hacia su desenlace la trama de Nación Vacuna (el nombre del barco en el que las mujeres y otros
miembros del Proyecto, entre los que se encuentra Jacinto, deben viajar desde
la fría ciudad de Rawson a las islas M.) va entrando cada vez más en el terreno
de lo inverosímil y el expresionismo simbólico, al estilo de Los
siete locos, la magnífica novela de Arlt.
Pese a que en algunos momentos me ha
parecido que la historia rozaba la inverosimilitud narrativa (sobre todo con el
tema de que toda la familia bonaerense de Jacinto, en principio dispersa, se
acabe concentrando en el remoto Rawson), lo cierto es que me ha resultado fácil
dejarme llevar por la ‒en principio‒ propuesta extravagante (y por tanto
original) de Fernanda García Lao en Nación
Vacuna. Un libro oscuro, tenso y carnal, con muchas resonancias subyacentes
(la violencia de las dictaduras, sobre todo ejercida contra las mujeres, el
poder represor de la familia, etc.), que condensa muchas ideas en sus 140
páginas. Esto hace que uno tenga la sensación de haber leído, al finalizarlo,
un libro más largo que el que contienen sus páginas. No estoy del todo seguro,
pero tengo la impresión de que ésta es la primera vez que la veterana y
reconocida escritora argentina ha sido publicada en España. Lo hace ahora con
una buena novela, Nación Vacuna.
Bienvenida sea.
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