domingo, 7 de junio de 2020

Trilogía del dolor, por Daniel Mella


Trilogía del dolor, de Daniel Mella

Editorial Comba. 268 páginas. 1ª edición de 1997, 1998 y 2000. Esta de 2020

Entre mis mejores lecturas de 2019 estuvieron el libro de cuentos Lava (2013) y El hermano mayor (2017). Con ambos, Daniel Mella (Montevideo, 1976) ganó el prestigioso Premio Bartolomé Hidalgo de Narrativa en Uruguay, en su año correspondiente.

Daniel Mella publicó su primera novela con veintiún años: se titulaba Pogo (1997). La segunda, Derretimiento, tan solo un año después, en 1998, y la tercera, Noviembre, en 2000. Es decir, con menos de veinticinco años, Daniel Mella había publicado ya tres novelas en Uruguay y empezó a sonar, por entonces, como una de las nuevas voces más potentes y renovadoras de la nueva literatura uruguaya. Derretimiento llegó a ser publicada en España por la editorial Lengua de Trapo. Sin embargo, Mella dejó de escribir (o al menos de publicar) durante más de una década, hasta que en 2013 apareció su libro de cuentos Lava.

La pequeña pero pujante editorial española Comba publicó en 2017 El hermano mayor y en 2018 Lava. Desde que los leí en 2019, les he contado a muchos lectores que eran dos libros que se habrían merecido sonar más y tener un mayor recorrido en España, porque eran muy buenos.

Así que, cuando a principios de 2020 Juan Bautista Durán –el editor de Comba– publicó en España, en un solo volumen, los tres primeros libros de Daniel Mella, sentí muchas ganas de leerlos. A finales de 2019 estuve tentado de leer Derretimiento en Lengua de Trapo, que sé que está en la biblioteca de Móstoles, pero unos meses más tarde me he alegrado de poder acercarme a estas tres novelas en un solo volumen, bajo el título de Trilogía del dolor.

Hacia Pogo sentía una doble curiosidad: además de ser la primera novela de Daniel Mella, en El hermano mayor el autor reflexionaba sobre ella, sobre el momento de su escritura y su recepción por parte del público o de su familia. El hermano mayor era –en gran medida– una novela de autoficción.
Pogo empieza con un joven de diecinueve años que despide a su padre en el aeropuerto. El padre es una persona involucrada en su iglesia y está viajando a Brasil en misión eclesiástica. En La emoción de volar, uno de los cuentos de Lava, el protagonista escribía un diario acerca de su equipo de baloncesto y acerca de la condición mormona de su familia. Según lo que el narrador de El hermano mayor contaba de sí mismo (y que el lector identifica con el propio Daniel Mella), este intenso pasado religioso de su padre y su familia fue real y en el autor Mella se desatan algunos conflictos sobre ese pasado a la hora de escribir sus ficciones.

La voz narrativa de Pogo es la de un adolescente nervioso y en continuo movimiento. De hecho, el término «Pogo» hace referencia al baile propio del punk, donde los punkis saltan y se empujan. Una buena metáfora de la narración. Más que reflexionar sobre lo vivido, el narrador le muestra al lector lo que está viviendo, con pocos filtros. Así, son frecuentes en esta primera novela las frases cortas y las descripciones de lugares o cosas, con profusión de enumeraciones. El narrador trabaja de profesor en un colegio, mientras estudia en la universidad. Son frecuentes los cambios de escenario sin ninguna indicación por parte del narrador. Por ejemplo, está describiendo lo que ve a través de la ventana de un autobús y en la frase siguiente ya está describiendo lo que hay dentro de su habitación, habiéndosele sustraído al lector la frase de transición, en la que tendría que haber recibido la información según la cual el narrador ha dejado el autobús y ha entrado en la casa. Es frecuente también el uso de elipsis narrativas y saltos en el tiempo. Además de narrar el presente (en el que el padre se ha ido en misión evangélica a Brasil y la madre está en una habitación de la casa tomando muchas medicinas que le suministra el protagonista), hay escenas en las que se habla de un verano en la playa y la muerte de un amigo en accidente de coche. Con la transición temporal entre escenas ocurre lo mismo que lo expuesto antes con la transición espacial, que los saltos de lugar y de tiempo son bruscos y el lector comprende lo que ocurre después de algunas pequeñas confusiones. La violencia ejercida por el adolescente sobre una madre cada vez más indefensa se va incrementando hasta niveles intolerables. Sobre la lectura que de estos capítulos hizo la madre real del autor, Mella reflexionaba en El hermano mayor.

Hasta cierto punto, la lectura de Pogo me ha recordado a aquellas novelas escritas y protagonizadas por jóvenes de las que se habló en España en la década de 1990, como Lo peor de todo de Ray Loriga (1992) e Historias del Kronen de José Ángel Mañas (1994). No sé si Daniel Mella tuvo ocasión de leerlas y pudieron ser un modelo para él.

Derretimiento empieza con un niño aquejado de una extraña enfermedad: su cuerpo se ha quedado paralizado. Al principio es objeto de lástima para su familia, pero luego empezarán a maltratarlo. En este sentido, la narración nos puede recordar a La metamorfosis de Franz Kafka. La narración, desde la primera página, incide en el horror: dolor para el niño y violencia. Sin casi transición, el niño se ha recuperado y convertido en adulto. Entonces será él quien ejerza la violencia sobre otros; una violencia enloquecida y gratuita. Una violencia de película slasher, ese género de terror en que un psicópata persigue a sus víctimas con un cuchillo. En la tercera parte, el protagonista se habrá convertido en un viejo solitario, también aficionado a ejercer la violencia. Pogo no acababa de ser del todo realista, pero desde luego Derretimiento no lo es en absoluto. Derretimiento tiene un aire onírico que me ha recordado a narraciones uruguayas como La mujer desnuda de Armonía Somers (1950) o París (1980) y Fauna / Desplazamientos (1987) de Mario Levrero. Hay algo sobrecogedor y repulsivo en Derretimiento, pero a la vez hipnótico.

En principio, Noviembre sería la narración más convencional de las tres reunidas en este libro. La novela empieza con una pareja joven la noche que deciden separarse. Empezará entonces una serie de fines de semana en los que el padre tendrá que hacerse cargo de su hija. Uno de los conflictos que ha sufrido la pareja es que Guzmán, el marido, no ha querido aceptar el dinero de la familia de su mujer, Ana. Esto ha hecho que Guzmán haya tenido que trabajar fuera de casa, en una escuela militar, durante demasiadas horas. El drama se desatará cuando en uno de los fines de semana en los que Guzmán tiene la custodia de su hija ocurra una desgracia. La prosa seca y, en general, distante me ha recordado a las narraciones del guatemalteco Rodrigo Rey Rosa. En Noviembre también son abundantes las frases cortas y las elipsis. De hecho, algunas de las escenas claves de la narración son sustraídas al lector, que leerá entonces la novela aquejado de un creciente extrañamiento.

De las tres novelas de esta Trilogía del dolor mi favorita ha sido Derretimiento, que como ya he apuntado es una novela sobrecogedora, intrépida, enfermiza e hipnótica. De Pogo puedo destacar su fuerza nerviosa, el talento en bruto que se observa en ella, y Noviembre, pese a que hay escenas muy bien dibujadas, me ha acabado pareciendo una novela corta un tanto dispersa.

Con Trilogía del dolor, Lava y El hermano mayor he leído las (casi) obras completas del uruguayo Daniel Mella. Las dos últimas obras (Lava y El hermano mayor), separadas por más de una década de las otras tres, me parecen más maduras, destacadas y valiosas, y a alguien que no haya leído nada de Daniel Mella le recomendaría empezar por ahí. Luego, es probable que sienta deseos de acercarse también a Trilogía del dolor. Daniel Mella me está pareciendo un autor latinoamericano bastante destacado.

No hay comentarios:

Publicar un comentario