Trilogía del dolor, de Daniel Mella
Editorial Comba. 268 páginas. 1ª edición de 1997, 1998 y 2000. Esta de
2020
Entre mis mejores lecturas de 2019
estuvieron el libro de cuentos Lava (2013) y El hermano mayor (2017).
Con ambos, Daniel Mella (Montevideo,
1976) ganó el prestigioso Premio
Bartolomé Hidalgo de Narrativa en Uruguay, en su año correspondiente.
Daniel Mella publicó su primera
novela con veintiún años: se titulaba Pogo (1997). La segunda, Derretimiento,
tan solo un año después, en 1998, y la tercera, Noviembre, en 2000. Es
decir, con menos de veinticinco años, Daniel Mella había publicado ya tres
novelas en Uruguay y empezó a sonar, por entonces, como una de las nuevas voces
más potentes y renovadoras de la nueva literatura uruguaya. Derretimiento
llegó a ser publicada en España por la editorial
Lengua de Trapo. Sin embargo, Mella dejó de escribir (o al menos de
publicar) durante más de una década, hasta que en 2013 apareció su libro de
cuentos Lava.
La pequeña pero pujante editorial
española Comba publicó en 2017 El hermano mayor y en 2018 Lava. Desde que los leí en 2019, les he
contado a muchos lectores que eran dos libros que se habrían merecido sonar más
y tener un mayor recorrido en España, porque eran muy buenos.
Así que, cuando a principios de 2020
Juan Bautista Durán –el editor de
Comba– publicó en España, en un solo volumen, los tres primeros libros de
Daniel Mella, sentí muchas ganas de leerlos. A finales de 2019 estuve tentado
de leer Derretimiento en Lengua de
Trapo, que sé que está en la biblioteca de Móstoles, pero unos meses más tarde
me he alegrado de poder acercarme a estas tres novelas en un solo volumen, bajo
el título de Trilogía del dolor.
Hacia Pogo sentía una doble curiosidad: además de ser la primera novela
de Daniel Mella, en El hermano mayor el
autor reflexionaba sobre ella, sobre el momento de su escritura y su recepción
por parte del público o de su familia. El
hermano mayor era –en gran medida– una novela de autoficción.
Pogo empieza con
un joven de diecinueve años que despide a su padre en el aeropuerto. El padre es
una persona involucrada en su iglesia y está viajando a Brasil en misión
eclesiástica. En La emoción de volar, uno de los cuentos de Lava, el protagonista escribía un diario acerca de su equipo de
baloncesto y acerca de la condición mormona de su familia. Según lo que el
narrador de El hermano mayor contaba de
sí mismo (y que el lector identifica con el propio Daniel Mella), este intenso pasado
religioso de su padre y su familia fue real y en el autor Mella se desatan
algunos conflictos sobre ese pasado a la hora de escribir sus ficciones.
La voz narrativa de Pogo es la de un adolescente nervioso y
en continuo movimiento. De hecho, el término «Pogo» hace referencia al baile
propio del punk, donde los punkis saltan y se empujan. Una buena metáfora de la
narración. Más que reflexionar sobre lo vivido, el narrador le muestra al
lector lo que está viviendo, con pocos filtros. Así, son frecuentes en esta
primera novela las frases cortas y las descripciones de lugares o cosas, con
profusión de enumeraciones. El narrador trabaja de profesor en un colegio,
mientras estudia en la universidad. Son frecuentes los cambios de escenario sin
ninguna indicación por parte del narrador. Por ejemplo, está describiendo lo
que ve a través de la ventana de un autobús y en la frase siguiente ya está
describiendo lo que hay dentro de su habitación, habiéndosele sustraído al
lector la frase de transición, en la que tendría que haber recibido la
información según la cual el narrador ha dejado el autobús y ha entrado en la
casa. Es frecuente también el uso de elipsis narrativas y saltos en el tiempo.
Además de narrar el presente (en el que el padre se ha ido en misión evangélica
a Brasil y la madre está en una habitación de la casa tomando muchas medicinas
que le suministra el protagonista), hay escenas en las que se habla de un
verano en la playa y la muerte de un amigo en accidente de coche. Con la
transición temporal entre escenas ocurre lo mismo que lo expuesto antes con la
transición espacial, que los saltos de lugar y de tiempo son bruscos y el
lector comprende lo que ocurre después de algunas pequeñas confusiones. La
violencia ejercida por el adolescente sobre una madre cada vez más indefensa se
va incrementando hasta niveles intolerables. Sobre la lectura que de estos
capítulos hizo la madre real del autor, Mella reflexionaba en El hermano mayor.
Hasta cierto punto, la lectura de Pogo me ha recordado a aquellas novelas
escritas y protagonizadas por jóvenes de las que se habló en España en la
década de 1990, como Lo peor de todo de Ray Loriga (1992) e Historias
del Kronen de José Ángel Mañas (1994).
No sé si Daniel Mella tuvo ocasión de leerlas y pudieron ser un modelo para él.
Derretimiento empieza con un niño aquejado de una
extraña enfermedad: su cuerpo se ha quedado paralizado. Al principio es objeto
de lástima para su familia, pero luego empezarán a maltratarlo. En este sentido,
la narración nos puede recordar a La metamorfosis de Franz Kafka. La narración, desde la
primera página, incide en el horror: dolor para el niño y violencia. Sin casi
transición, el niño se ha recuperado y convertido en adulto. Entonces será él
quien ejerza la violencia sobre otros; una violencia enloquecida y gratuita.
Una violencia de película slasher, ese
género de terror en que un psicópata persigue a sus víctimas con un cuchillo.
En la tercera parte, el protagonista se habrá convertido en un viejo solitario,
también aficionado a ejercer la violencia. Pogo
no acababa de ser del todo realista, pero desde luego Derretimiento no lo es en absoluto. Derretimiento tiene un aire onírico que me ha recordado a
narraciones uruguayas como La mujer desnuda de Armonía Somers (1950) o París
(1980) y Fauna / Desplazamientos (1987) de Mario Levrero. Hay algo sobrecogedor y repulsivo en Derretimiento, pero a la vez hipnótico.
En principio, Noviembre sería la
narración más convencional de las tres reunidas en este libro. La novela
empieza con una pareja joven la noche que deciden separarse. Empezará entonces
una serie de fines de semana en los que el padre tendrá que hacerse cargo de su
hija. Uno de los conflictos que ha sufrido la pareja es que Guzmán, el marido,
no ha querido aceptar el dinero de la familia de su mujer, Ana. Esto ha hecho
que Guzmán haya tenido que trabajar fuera de casa, en una escuela militar,
durante demasiadas horas. El drama se desatará cuando en uno de los fines de
semana en los que Guzmán tiene la custodia de su hija ocurra una desgracia. La prosa
seca y, en general, distante me ha recordado a las narraciones del guatemalteco
Rodrigo Rey Rosa. En Noviembre también son abundantes las
frases cortas y las elipsis. De hecho, algunas de las escenas claves de la
narración son sustraídas al lector, que leerá entonces la novela aquejado de un
creciente extrañamiento.
De las tres novelas de esta Trilogía
del dolor mi favorita ha sido Derretimiento,
que como ya he apuntado es una novela sobrecogedora, intrépida, enfermiza e
hipnótica. De Pogo puedo destacar su
fuerza nerviosa, el talento en bruto que se observa en ella, y Noviembre, pese a que hay escenas muy
bien dibujadas, me ha acabado pareciendo una novela corta un tanto dispersa.
Con Trilogía del dolor, Lava
y El hermano mayor he leído las (casi)
obras completas del uruguayo Daniel Mella. Las dos últimas obras (Lava y El hermano mayor), separadas por más de una década de las otras
tres, me parecen más maduras, destacadas y valiosas, y a alguien que no haya
leído nada de Daniel Mella le recomendaría empezar por ahí. Luego, es probable
que sienta deseos de acercarse también a Trilogía
del dolor. Daniel Mella me está pareciendo un autor latinoamericano
bastante destacado.
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