El boxeador polaco, de Eduardo Halfon
Editorial Libros del Asteroide. 193 páginas. 1ª edición de 2008; esta
de 2019.
Ya he contado en mi blog que fue en
2005 cuando leí por primera vez a Eduardo
Halfon (Ciudad de Guatemala, 1971). El
ángel literario fue el primer libro al que me acerqué. Regresé a él en
verano de 2018, cuando leí cinco de sus libros seguidos (Monasterio, Signor
Hoffman, Duelo, Mañana nunca lo hablamos y Biblioteca
bizarra). Unos meses después leí también Saturno. Cuando en 2008
apareció por primera vez el conjunto de cuentos El boxeador polaco en la editorial Pre-Textos estuve varias
veces a punto de comprarlo y leerlo. De hecho, me recuerdo en la Fnac de Callao
leyendo las primeras páginas del primer cuento y presintiendo que el libro me iba
a gustar. Sin embargo no lo compré entonces, porque son tantos los libros que
uno puede leer que es imposible abarcarlo todo.
En cualquier caso, después de
acercarme en 2018 a los libros que Halfon publicó en Libros del Asteroide y
considerarlos entre lo mejor que leí ese año, cuando vi anunciado que esta
editorial pensaba reeditar El boxeador
polaco me lo anoté para solicitárselo cuando saliera, para poder leerlo y
reseñarlo. Creo que mi larga espera ha merecido la pena, porque la edición de
Libros del Asteroide, además de contener los cuentos de El boxeador polaco de 2008, añade la novela corta La pirueta, que también publicó Pre-Textos
en 2010. Dada la cercanía temática entre algunos de los textos de El boxeador polaco y La pirueta, la decisión de publicar las
dos obras en el mismo volumen me parece todo un acierto.
El libro se abre con el relato Lejano.
En él, un profesor de universidad que imparte literatura a alumnos de primer
año se muestra hastiado por la falta de nivel y de interés de su público
–jóvenes de la clase alta guatemalteca que acuden a una universidad privada de
la capital– y se plantea si todo esto de la literatura sirve aún para algo. Sin
embargo, su negatividad cambiará al descubrir que en su clase hay un chico
becado, que proviene de un pueblo humilde, cuyas opiniones sobre los relatos
comentados en clase destacan sobre la media. Además, Juan Kalel –el alumno–
también escribe poemas, con bastante talento, a juicio del narrador. Un día,
Kalel desaparece de la clase y el narrador viajará a su pueblo para buscarlo.
En El boxeador polaco Eduardo Halfon ya ha llegado a la madurez de su
estilo narrativo. Si bien en sus anteriores libros publicados ha estado
tanteando, aquí ya ha centrado su propuesta: el narrador de sus relatos y
novelas es un personaje llamado Eduardo Halfon, que se parece mucho a él mismo,
pero que no tiene por qué ser él. El personaje fuma mucho, por ejemplo, y el
autor no fuma. El personaje Halfon cuenta anécdotas (sobre todo acerca del
pasado judío de su familia) que están tomadas del autor Halfon. Gracias a estos
detalles, el lector que se ha acercado ya a más de uno de sus libros puede
reconocer la misma voz narrativa e incluso anécdotas que se van repitiendo en
las narraciones.
Lejano tiene
bastante de Roberto Bolaño: comienza
con el hastío que siente el ciudadano de a pie hacia la literatura y ésta acaba
revelando su verdadera fuerza y misterio, su capacidad para transformar la vida
de los personajes. Halfon se adentra en el corazón de su país como un detective
en busca de la esencia de la literatura y de la juventud. Es curioso que aquí,
igual que en otras narraciones, el personaje Halfon parece moverse como un
turista por su propio país, sobre todo cuando tiene que enfrentarse a los mitos
de los pueblos indígenas, ya que su familia procede de Europa, con la
particularidad añadida de ser de origen judío. «No sabía que hubiera judíos en
Guatemala» es una frase dirigida al narrador en más de una de las composiciones
de este libro y de otros.
El segundo cuento es Fumata
blanca, y en él se narra una historia que ya he leído. Creo que estaba
recogida en Monasterio. Halfon conoce
a dos viajeras israelitas en un bar escocés de Guatemala. Los equívocos, el
misterio y el erotismo recorren estas páginas.
En Twaineando, Halfon nos
habla de un congreso universitario en Estados Unidos sobre la figura de Mark
Twain. La propuesta me ha recordado a la de algunos relatos de Sergio Chejfec. Hay cuentos
mejores en este volumen, pero Twaineando
es un texto simpático y con mucho encanto. Aquí ya se evoca al «boxeador
polaco», del que se hablará en el siguiente relato.
En Epístrofe, el rumbo del
libro parece cambiar. Aparece por primera vez la figura del pianista serbio
Milan Rakić, de madre serbia y padre gitano. Este personaje aparecerá en varios
relatos más y será una de las obsesiones compositivas del libro. Halfon y su
novia Lía conocen a Rakić en el festival de Antigua. En este relato se habla
mucho del jazz y sus músicos, otra de las obsesiones de Halfon que se traslada
de una narración a otra. «Lía dibujaba sus orgasmos», leemos en la página 75.
En más de un relato lo narrado no parece ser realista: Lía hace aquí complicados
gráficos sobre sus orgasmos, un componente casi neofantástico que da al relato
un aire erótico y brumoso, de territorio onírico. Este relato acaba de un modo
muy bello: Rakić reivindica la figura de su padre y la de los músicos nómadas
gitanos. Halfon se da cuenta de que, mientras su interlocutor trata de
identificar todo su ser con una de sus mitades (su madre es serbia), él tiene
problemas para asumir su identidad. El juego de «las identidades» es otro de
los temas que se repite en su obra.
En El boxeador polaco, Halfon se sienta con uno de sus abuelos, que le
cuenta cómo se libró de morir en un campo de concentración nazi gracias a los
consejos que le dio una noche (al día siguiente iba a ser interrogado) un
boxeador judío que era de su mismo pueblo. La anécdota es sencilla y emotiva.
Aquí se habla de los cinco dígitos que el hombre tiene en un brazo, su número
de preso en el campo de concentración. El abuelo le había contado al niño
Halfon que era su número de teléfono y que lo llevaba escrito allí para no
olvidarlo. Esta anécdota ya la conocía.
Fantasma es un cuento que dialoga
directamente con Epístrofe. Halfon
quiere volar a Serbia para reencontrarse con el pianista Rakić. En el
siguiente, Postales, se sigue con el mismo tema, y en realidad lo narrado
antecede a lo que se cuenta en Fantasma: Rakić está enviando a
Halfon postales, remitidas desde las ciudades en las que el pianista da
conciertos. En el breve espacio de la postal, Rakić va contando historias y
anécdotas sobre el pueblo gitano de Serbia. De nuevo, un aire onírico e irreal
parece envolver la narración, que se va haciendo más poética por momentos.
En La pirueta, Halfon ha llegado a Serbia y trata de encontrar a Rakić.
El texto ha entrado definitivamente en el territorio de la extrañeza y de lo
kafkiano. Halfon está doblemente obsesionado: por un lado desea encontrarse de
nuevo con el pianista Rakić, que ha empezado a tomar una dimensión mítica para
él, y por otro trata de encontrar a los músicos callejeros gitanos de los que Rakić
le ha estado hablando en sus postales.
Si el libro empezó con un Halfon
hastiado de la vulgaridad mundana de sus alumnos, acaba con un Halfon
alucinatorio, que persigue una quimera en un Belgrado espectral, entre el
misterio de la música gitana y el fantasma de la destrucción y la violencia de
la guerra pasada. De Sancho a Quijote, todo un estupendo paseo literario.
Esta edición de El boxeador polaco (con la acertada inclusión de La pirueta) se ha convertido en uno de
los mejores libros de Halfon que he leído. Si alguien no conoce la obra de este
gran autor guatemalteco, este libro puede ser una buena forma de empezar.
Después podría seguir con Monasterio,
Signor Hoffman, Duelo... Seguro que no se arrepiente.
Has picado mi curiosidad, David. Ya lo he apuntado en mis notas del móvil para futura lectura. Gracias.
ResponderEliminarUn abrazo.
Hola Gonzalo:
EliminarSi no has leído ninguno de los libros que Libros del Asteroide está publicando a Halfon te aconsejo que lo hagas. Es un conjunto muy interesante, con la misma voz narrativa.
Un abrazo