Estoico y frugal, de Pedro Juan Gutiérrez.
Editorial Anagrama. 170 páginas. 1ª edición de 2019.
De Pedro Juan Gutiérrez (Matanzas, Cuba, 1950) he leído todos
los libros que ha publicado Anagrama
(Trilogía
sucia de La Habana, El Rey de La Habana, Animal
tropical, El insaciable hombre araña, Carne de perro, Nuestro
G. G. en La Habana, El nido de la serpiente y Fabián
y el caos). Así que, cuando en verano de 2019 vi anunciado en internet
que volvía a sacar una nueva obra en Anagrama, se la solicité a la editorial
para poder leerla y hacerle una reseña.
En la mayoría de los libros de Pedro
Juan Gutiérrez el personaje principal y narrador es un alter ego de él mismo
llamado Pedro Juan, que funciona como una suerte de personalidad exagerada del
autor, un recurso que ya empleó décadas antes el norteamericano Charles Bukowski con su personaje Henry
Chinaski.
En Fabián y el caos, la novela anterior a Estoico y frugal, aparecía también Pedro Juan, pero en esta novela
él no era el personaje principal y se centraba en otro, Fabián, un vecino de la
infancia. Antes de abrir Estoico y frugal
llegué a suponer que Gutiérrez seguiría explorando esta faceta, en la que se
aparta de su principal voz narrativa y explora otros caminos, pero no ha sido
esto lo que el autor ha querido hacer en su último libro. En Estoico y frugal vuelve a aparecer su
narrador Pedro Juan, pero no narra desde la actualidad, sino que se sumerge en
unos supuestos diarios de finales de 1998 para hablarnos de los meses que vivió
en Madrid, ciudad desde la que se trasladaba a otros puntos de España o del
resto de Europa («Gracias a ese diario puedo ahora, veinte años después,
reconstruir, al menos someramente, aquellos días alrededor de la Navidad de
1998», página 80). Pedro Juan se ha trasladado desde Cuba hasta la casa de unos
amigos que viven en un pueblo a las afueras de la ciudad. Ha venido a España
porque está haciendo la campaña de promoción de un libro de cuentos que le ha
publicado una potente editorial española, y que rápidamente ha vendido su traducción
a veinte idiomas.
Al comienzo del libro, Gutiérrez realiza
la siguiente advertencia: «Esta novela es una obra de ficción. Cualquier
parecido con personas o situaciones reales es pura casualidad». No es la
primera vez que esta nota aparece en sus libros, y lo que suele conseguir es
precisamente lo contrario: que el lector piense que esta no es una obra de
ficción, que el material estará exagerado y trastocado, pero que la esencia de
lo contado ha de ser real. En ningún momento el narrador dice el nombre de la
editorial que le ha publicado su exitoso libro de cuentos, ni el título del
libro, pero un lector que conozca la trayectoria de Gutiérrez pensará
inmediatamente en la campaña de promoción de Trilogía sucia de La Habana, que se publicó en Anagrama en octubre
de 1998. De hecho, el narrador Pedro Juan cuenta algunas anécdotas sobre la
recepción de su libro que son muy parecidas a las del escritor Gutiérrez en sus
entrevistas. Pedro Juan escribe en Estoico
y frugal sobre su libro de cuentos: «¿Por qué todos querían ver política en
mi libro? ¿Por qué todos me querían involucrar en su mierda? De un lado y del
otro. Porque es lo más fácil, supongo» (pág. 51).
Durante las primeras páginas llegué
a pensar que Estoico y frugal era una
novela escrita hace tiempo (en 1998, por ejemplo, y por tanto contemporánea a
lo narrado) y luego ya he pensado que era un material nuevo cuando he visto que
hacía críticas a la realidad política cubana más abiertas que en los libros de
hace veinte años. «El capitalismo es una mierda y el socialismo es peor»,
afirma el narrador en la página 13, cuando quiere distanciarse de los exiliados
cubanos que han abrazado sin fisuras el capitalismo por rechazo a la realidad
política de Cuba. El discurso de Pedro Juan me recuerda bastante al de su
compatriota Reinaldo Arenas respecto
a los cubanos de Florida.
«Hacía mucho que mi vida se había
convertido en un juego de ruleta rusa»: con esta frase contundente empieza Estoico y frugal. Desde el presente
(2018) se reconstruye la vida de Pedro Juan en unas semanas de finales de 1998,
y este último es, durante la mayoría de las páginas, el presente narrativo del
libro, aunque en más de una ocasión se le recuerda al lector que el texto se
está elaborando años después. Pedro Juan sigue sintiendo el vacío interior y la
rabia que ya es habitual en muchos de sus libros. Así, afirma beber una botella
de whisky o de ron al día, y en gran medida vuelca sus frustraciones sobre el
sexo. Le gustan las mujeres más mayores que él y, a ser posible, con exceso de
bello corporal. El sexo suele ser catártico y a veces violento.
El narrador de 1998 recuerda también
sucesos de su vida de los que ya ha escrito en otros libros; así, por ejemplo,
habla de cuando a los trece años era vendedor de helados en la valla de gallos
de Matanzas, lo que ya ha contado en la novela El nido de la serpiente. «Creo que desde esos años en que pasé
todos los fines de semana en la valla de gallos aprendí a vivir entre gente
baja, pervertida y sucia», leemos en la página 20, una frase que viene a ser
una declaración de principios, puesto que para Pedro Juan hablar de este tipo
de gente es más importante que hablar de la política, el tema del que todo el
mundo parece empeñado que hable.
La novela está escrita en un solo
párrafo, sin ningún corte en capítulos ni puntos y aparte. Pedro Juan habla de
su presente en las semanas finales de 1998 y reflexiona sobre su pasado; unas
cosas le llevan a otras. La prosa, como siempre, es vigorosa, de frase corta y
mucho sentido del ritmo. Pedro Juan describe a personas, en muchos casos
marginales, que viven en medio del caos, y siempre encuentra la posibilidad de
golpear al lector con alguna sentencia contundente en la que reflexiona sobre
la vida.
El antecedente más claro del estilo
y los temas de Pedro Juan es Charles
Bukowski, al que más de una vez cita y evoca en su novela.
En la página 93 leemos: «Jesús Díaz,
un escritor cubano reconocido, exiliado en España, después de leer mi libro me
dijo: “Ahora te será difícil escribir algo más porque aquí lo soltaste todo.”
Me asustó un poco». Díaz se refería al libro que en la realidad sería Trilogía sucia de La Habana, el libro de
cuya promoción habla aquí Pedro Juan.
Es cierto que, después de leer nueve
libros de Pedro Juan Gutiérrez, el que más me sigue gustando es el primero, Trilogía sucia de La Habana, para mí uno
de los grandes libros escritos en español en la década de 1990. También es
cierto que en Estoico y frugal, Pedro
Juan sigue explotando una voz narrativa que puede sonar algo repetitiva. Pero
no deja de ser menos cierto que me siguen gustando los libros que publica por
su prosa rítmica y contundente, en la que siempre encuentro alguna verdad vital
y lírica. Estoico y frugal hará pasar
un buen rato a los seguidores de la obra de Pedro Juan Gutiérrez, que
disfrutarán al reencontrarse con su potente voz narrativa.
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