El 31 de mayo
de 2019 presenté en el bar Libertad 8 la segunda novela de Ariadna G. García, titulada El año cero y que aparecía en el
nuevo sello Editorial Ménades. Dejo
hoy aquí el texto que preparé entonces y una entrevista que Ariadna ha
realizado ahora para el blog.
Conocí en persona a Ariadna García (Madrid, 1977) en la Feria del Libro de Madrid de
2014. La editorial canaria Baile del Sol
le acababa de publicar una novela, titulada Inercia, y a mí mi otra
titulada El hombre ajeno.
Inercia era la primera
novela de Ariadna, que hasta entonces se había dado a conocer en el mundo de la
literatura como poeta; cosechando algunos premios importantes como el Hiperión de poesía con Napalm
en 2001, o el Premio Internacional de Poesía Miguel Hernández con su poemario
La
guerra de invierno en 2013. Además es investigadora y, como fruto de
sus trabajos, ha publicado libros como Poesía española de los Siglos de Oro (Akal.
2009) y Antología de la poesía española. 1939-1975 (Akal. 2006)
También ha elaborado varias antologías de poesía española actual como Veinticinco
poetas españoles jóvenes (en colaboración con Álvaro Tato y Guillermo
López Gallego) y ha aparecido, así mismo en más de una antología.
Leí Inercia en 2014 y publiqué sobre
ella una reseña en mi blog literario Desde la ciudad sin cines a
principios de 2015. Inercia situaba
su acción en un futuro cercano, a una década vista desde la publicación del
libro. Por su parte, El año cero está
ambientado en la actualidad, ya que el lector podrá acercarse a algunos emails
fechados en 2018, y nos habla de algunos conflictos sociales que tuvieron lugar
durante el periodo más duro de la crisis económica (2008-2014); por su parte Inercia estaba escrita cuando esos
problemas eran de plena actualidad y Ariadna se trasladaba a un futuro en el
que las predicciones más negras (privatización de la educación o la sanidad se
habían hecho realidad, por ejemplo).
Inercia situaba su acción en el aeropuerto de Madrid, un
lugar en el que Ariadna había trabajado y sobre el que se había documentado con
profusión para escribir su libro. En su momento dije que me sorprendió que Inercia fue la primera novela de una
poeta, porque, de forma inconsciente me estaba esperando una obra intimista y
tal vez de corte lírico, y me encontré con un libro repleto de mujeres y
hombres de acción y de prosa precisa y frase escueta. Ariadna había dibujado en
Inercia un gran mosaico de
personajes: mafiosos chinos o albanokosovares, traficantes de drogas o de
personas, policías y guardias de seguridad entregados a su tarea o corruptos.
En El año cero
Ariadna retoma algunos de los temas que ya planteó en Inercia, sobre todo cuando habla de la lucha social y de la
desigualdad.
Las profesiones de las mujeres de El
año cero
El personaje principal (y la narradora) de El año cero es Minerva, una joven de 31
años, que en su juventud fue una atleta con una carrera relevante y que en la
actualidad es bombera en Madrid. Minerva es la diosa de la sabiduría, según la
mitología griega, y aquí Ariadna parece hacer un juego con su propio nombre
clásico, que en la mitología griega siginifica “muy pura”, la mujer que ayudó a
Teseo a derrotar al Minotauro.
Otro de los personajes principales de El año cero es Gezabel, una compañera de
trabajo de Minerva. Antes de ser bombera, Gezabel era militar.
Atleta, bombera, militar…, como vemos, Ariadna elige
para sus personajes femeninos profesiones que tradicionalmente se han
considerado masculinas. Igual que ocurría en Inercia, sus personajes femeninos son fuertes, decididos y (como
ocurre aquí con Minerva y Gezabel) idealistas.
En estas páginas aparecerá, por ejemplo un capitán de
bomberos del que se apunta en la novela que piensa que las mujeres restan
eficiencia al parque, o más tarde un jefe de la policía de antidisturbios que
al quitarse el casco Minerva le espetará un anacrónico «Mujer tenías que ser».
El año cero es una novela que reivindica la presencia femenina en
cualquier estrato social.
El lesbianismo en El año cero
El año cero también es una historia de amor, que reivindica el
amor homosexual femenino. Minerva es una mujer reservada que teme sufrir por
amor. Se siente atraída por Gezabel, pero no sabe tan siquiera si ella se
siente atraída por las mujeres.
En el pasado ya ha sufrido la intolerancia de terceros
ante una relación homosexual, como en el caso del padre de su exnovia.
Minerva y Gezabel comenzarán una relación. Hasta ahora
Gezabel pensaba que era heterosexual. «Mi familia es muy tradicional –se
desahoga–. Nunca entenderían esto. Ni siquiera tengo claro que lo comprenda yo…
Es que yo… yo no soy lesbiana, ¿sabes?», de dice Gezabel a Minerva. «El mundo
no es blanco o negro», le contestará Minerva. En realidad, El año cero parece una novela escrita en contra de aquellos que
piensan que la realidad es únicamente blanca o negra. De hecho, al principio de
la novela, en un diálogo, he creído detectar una cita oculta cuando se dice «Si
no es ahora, ¿cuándo?», que es el título de uno de los libros de Primo Levi,
quien en su ensayo Los hundidos y los salvados tenía precisamente una parte
titulada La zona gris.
«Mis abuelos se morirían. Son muy católicos», le dice
también Gezabel.
Uno de los temas de El año cero es esta lucha por vivir la sexualidad y las relaciones
en un mundo ajeno a los prejuicios.
Cuando Gezabel y Minerva llevan a besarse en la calle
(espero que éste no sea un spoiler demasiado grande), nadie les insulta, pero
Minerva se cuestiona por qué los hombres sienten que pueden hacerles bromas,
del estilo de gritarles «¡Qué envidia!»
Cuando leí El amor del revés, una novela
autobiográfica de Luisgé Martín, me sobrecogió el largo camino que tiene que
hacer su narrador homosexual para aceptarse a sí mismo y conseguir que le
acepten los demás. En la década de los 70 o el 80 se creía condenado al amor
clandestino, y unas décadas después, aunque aún quede camino que recorrer, la
situación ha mejorado algo. Esta es la sensación que estaba tenido al leer El año cero, que ya no estamos en los 70
o 80 de Luisgé Martín, pero que aún queda trecho que recorrer para la
aceptación absoluta de las identidades sexuales. Sin embargo, también se narra
un hecho terrible en El año cero:
Gezabel dejará el ejército (que era una tradición para los primogénitos varones
de su familia) cuando sus compañeros empiecen a acosar a otro compañero por ser
homosexual, al que acabarán matando de una paliza. Hecho que quedará camuflado
como si se hubiera tratado de un «accidente».
La reivindicación social en El año
cero
En una nota final se apunta que la novela está escrita
entre los años 2014 y 2019. Aunque, como ya apunté, el tiempo narrativo nos
remite a 2018, se plasman aquí muchos de los conflictos sociales que fueron muy
relevantes entre 2008 y 2014. Por ejemplo, Minerva y uno de sus compañeros van
a ser sancionados porque no quieren, como bomberos, participar en el desahucio
de una familia.
Se insinúa también que más de una de las
intervenciones profesionales del parque de bomberos en el que trabaja Minerva
tienen que ver con suicidios motivados por problemas económicos, algo sobre lo
que la prensa miente. Así que también se denuncia aquí la independencia del
periodismo.
Otra de las grandes presencias de la novela es la
corrupción: laboral y política. Desde puestos relevantes concedidos a dedo
hasta tráfico de armas con países en guerra. Desde luego no se puede hablar en
el caso de El año cero de falta de
ambición, porque Ariadna nos habla aquí incluso de tramas internacionales con
Yemen o Arabia Saudí.
ENTREVISTA
1) Ariadna, yo conozco más tu obra narrativa que tu obra poética, pero
sí que he leído algunos de tus poemas. No huyes de la metáfora, pero tengo la
sensación de que tu prosa escapa a la idea que habitualmente se tiene de una
«prosa poética» y es rítmica y rápida, encargada de narrar muchos sucesos.
¿Sientes que tu empeño, o tu forma de acercarte al papel es muy diferente
cuanto escribes poesía o prosa?
Sí,
claro, mi acercamiento a cada género es radicalmente distinto. Igual que yo soy
diferente dependiendo de si estoy con mis hijos o con mis alumnos, y ofrezco
caras contrarias según los contextos, de la misma manera la poeta y la
novelista que hay en mí operan y trabajan a su modo. Una novela la estructuro y
la pienso antes de escribirla, si bien es verdad que luego improviso sobre la
marcha. Un libro de poemas no se planifica a
priori, al menos, en mi caso. Es una revelación, un camino intuitivo en la
noche, una travesía que ignoras a dónde ha de llevarte. Y en cuanto a la
materia prima, el lenguaje, también varía de un género a otro. Eso sí, me gusta
que los cierres de los capítulos sean rotundos y evocadores como lo son los
cierres de poemas.
2) Sé que cuando escribiste Inercia
conocías el funcionamiento del aeropuerto de Barajas porque habías trabajado
allí. En El año cero se nota que
conoces bien cómo funciona un parque de bomberos, ¿cómo te has documentado?
Verás, he sido vigilante de seguridad habilitada por
el Ministerio del Interior en un par de ocasiones, antes y después de mi beca
FPU para realizar la Tesis. Pues bien, los vigilantes a lo largo de su carrera
tienen que realizar distintos cursos de especialización para completar su
formación. Yo hice varios: Control de Aduanas (a cargo de la Policía Nacional),
Radioscopia (AENA) y Extinción de Incendios. Este último lo impartía TAPESA en
su complejo de Brunete, y en la novela recojo sus instalaciones, así como mis
propias experiencias en extinción y rescate de personas o mis sensaciones ante
llamas de más de 30 metros.
3) Ahora que se habla mucho de la autoficción, he pensado que al
escribir combinas la pura creación con algunas partes más intimistas y cercanas
a tu experiencia. He pensado que las páginas en las que hablas de tus abuelos
provenían de tu memoria, ¿estoy en lo cierto?
Sin lugar a dudas. En la novela realizo un homenaje a
mis abuelos, y no les he cambiado ni los nombres. Lo que no tengo claro es que
este lemento real pertenezca a ese género denominado “autoficción”, tan de moda
hoy. El componente verídico es un
ingrediente común de la literatura de siempre. ¿Acaso las aventuras de “El
cautivo”, en El Quijote, no están
inspiradas en la biografía del mismo Cervantes? ¿Y en El árbol de la ciencia
no leemos pasajes basados en el derrotero académico y laboral de Pío
Baroja? ¿Y no es Oculto sendero, de
Elena Fortún, la novelización de su propia existencia? Tampoco me parece que la
autoficción sea nueva. ¿Acaso no se conservó el manuscrito de la novela
picaresca El discurso de mi vida, del
capitán Alonso de Contreras –amigo de Lope- en el Archivo Histórico Nacional,
al tratarse de una hoja de servicios, bien que algo modificada? Si el término
autoficción remite a una obra donde un autor se incluye como personaje,
entonces el inventor fue Diego de Velázquez.
4) En la nota final de la novela anotas que el proceso de creación del
libro te ha ocupado desde 2014 hasta 2019. He sentido El año cero como una novela muy cercana a las reivindicaciones
sociales que surgieron a raíz de la crisis de 2008 y el movimiento del 15M en
Madrid (que tuvo lugar en 2011). ¿Podemos considerar a El año cero dentro de esa categoría de la narrativa española que se
llamó «novelas de la crisis» o no te gusta esta etiqueta? ¿Has leído otras
«novelas de la crisis»? ¿Cuáles te han interesado más o a cuáles sientes más
cercana tu propuesta?
Mi novela es un testimonio de los estragos de la
crisis en la clase media, sí. Galdós puso el objetivo de sus obras en su
nacimiento y yo en su destrucción. Ya en Inercia
abordaba el impacto de la crisis en la ciudadanía. En El año cero me asomo a temas candentes a día de hoy como son los
desahucios, la precariedad laboral, la corrupción política y los recortes en
los servicios públicos. Está claro que desde el 2008, con el estallido de la
búrbuja, ha regresado con fuerza una literatura realista que ha puesto el foco
en el mundo del trabajo, así como una literatura distópica que trata de
barruntar ese negro horizonte hacia el que avanzamos sin frenos. En cuanto a mi
propuesta, creo honestamente que no se parece a ninguna, en la medida en que yo
cruzo tramas y ahondo en el escenario laboral, en el contexto familiar y en la
psicología de mis personajes. No me centro en un punto. Estudio cada arista.
Aspiro a una novela global, integradora. Dicho esto, me han gustado novelas de
anticipación (con la crisis como punto de partida) como Cenital, de Emilio Bueso; o Un
minuto antes de la oscuridad, de Ismael Martínez Biurrun; y novelas de
corte realista como La trabajadora, de
Elvira Navarro; o En la orilla, de
Rafael Chirbes.
5) En gran medida, diría que El
año cero es un thriller político. ¿Qué autores o autoras te interesan más
dentro del thriller?
Me interesan más que autores, algunas novelas en
concreto: No se lo digas a nadie y Última oportunidad, de Harlam Coben; El eco negro, de Michael Connely; El guardián invisible, de Dolores
Redondo; El último lapón, de Olivier
Truc; o Purga, de Sofi Oksanen.
6) Entre las páginas 159 y 160 leemos: «¿Pero cómo se le da la espalda a
la pluralidad de tu pasado? ¿A los yoes que has sido? A esa suma de imágenes y
de conversaciones que te han ido construyendo a lo largo de los años. No
puedes.»
¿Hasta qué punto consideras que el tema centrar de El año cero es una reivindicación de la lucha por la identidad y
por encontrar un lugar en el mundo?
Bueno, has dado con el tema capital en toda mi obra.
Incluyo mis libros de poemas, y mi relato juvenil Las noches de Ugglebo. Para que una persona sea feliz debe
conocerse a fondo y debe defender su identidad frente a las ingerencias
externas (familiares, amigos, compañeros de trabajo), y esto no es fácil. Menos
aún si hablamos de la identidad LGTBI. Los miedos nos limitan. Yo propongo un
personaje femenino, Gezabel, que trata de saber qué siente y si quiere vivirlo,
pese a las dificultaes que plantea su entorno. En el momento actual, con la
ultraderecha instalada en el sistema y renovando el discurso del odio, pretendo
visibilizar tanto el amor entre una pareja de mujeres como los problemas a los
que han de enfrentarse, para ofrecer un modelo que dé oxígeno a quien viva
dentro del armario o detrás de una máscara. Minerva, el otro personaje
femenino, representa -a su vez- la identidad conquistada, la seguridad de quien
ha tomado las riendas de su vida y ha dejado a su espalda prejuicios y
discriminaciones.
Por otra parte, además de a conflictos internos, mis
personajes se enfrentan a los externos: deben tomar decisiones, en sus puestos
de trabajo, sobre asuntos muy graves (desahucios y exportaciones de armas en El año cero; deportaciones en Inercia), deben decidir qué tipos de
ciudadanos quieren ser: ¿de los que se involucran, pese al coste laboral y
personal que se derive de ello; o de los que miran hacia otro lado?, ¿de los
que desempeñan actos legales pero ilegítimos, o de los que se niegan a cometer
actos injustos? Estos dilemas son los que planteo al lector.
8) ¿Qué escritoras o escritores crees que han influido más para ti a la
hora de escribir El año cero? Hablas
varias veces en el libro de la escritora galesa Sarah Waters, ¿es un referente
para El año cero?
La verdad es que no. Sólo me he leído El ocupante, una novela de terror
protagonizada por un médico heterosexual. Sin embargo, sí hay otras tres
autoras fundamentales en el libro: Chimamanda Ngozi Adichie, autora de Americanah; Sofi Oksanen, a la que
aludía anteriormente; y Melania G. Mazzuco, a la que debemos dos libros
brillantes: Limbo y Eres como eres. De la primera me
interesa tanto el lirismo como la denuncia política; de la segunda, la
reivindicación de la identidad y de las raíces; de la tercera, el coraje por la
lucha de aquello que se ama, y el trasfondo social.
9) En el futuro, ¿te ves más como poeta o como novelista?
Pues me veo ejerciendo de ambas. Pero mi prioridad,
siempre, será la poesía.
Muchas gracias, Ariadna
Esta señora es obviamente de extrema izquierda y por lo tanto ve el mundo en blanco y negro. Me parece alucinante que se erija en paladín de la complejidad una señora que repite los mensajes ultras de PODEMOS, un partido que tiene como modelo social la narcodictadura venezolana
ResponderEliminarEstimado lector:
Eliminar¿Qué tal le va? Le echaba de menos. He releído el mensaje que me dejó en "Factbook" de Diego Sánchez Aguilar porque me sonaba el estilo y ya he comprobado que se trata de la misma persona.
Entonces me decía que había terminado de leer "Factbook". En este caso no parece conocer la obra de Ariadna García. Si considera que no le va a interesar no tiene que leerla y ya está.
Lo cierto es que me ha hecho gracia lo de "se erija en paladín de la complejidad". ¿Quién la erige en nada? ¿En qué momento habla ella desde algún pedestal? Diría que hay gente modesta que intenta preocuparse por mejorar la sociedad en la que vive (¿sabe que Madrid de 1474 bomberos solo 2 son mujeres?) y que no le hacen tampoco mucho caso. No se preocupe demasiado.
Saludos