Editorial Libros del Asteroide. 226 páginas. 1ª edición de 1957; esta
de 2018.
Introducción de Leila Guerriero.
Cuando en 2009 viajé a Argentina, me
traje dos libros de cuentos de Rodolfo
Walsh (Río Negro, 1927-Buenos Aires, 1977), Los oficios terrestres y Un
kilo de oro. Fueron dos libros que me gustaron, y Walsh me pareció un
narrador muy solvente. Sé que después vi, más de una vez, la edición de Operación Masacre que sacó 451 Editores.
Cuando esta editorial cerró, durante muchos años me encontré en muchas
librerías de segunda mano sus libros, pero nunca estaba Operación Masacre, que era el que yo quería comprar. En algún
momento desistí de buscarlo y me volví a animar cuando, en torno a septiembre
de 2018, vi que la editorial Libros del
Asteroide anunciaba una nuevOperacia edición de este libro. Solicité a la
editorial Operación Masacre, junto
con A
sangre y fuego de Manuel Chaves
Nogales. Dos lecturas fundamentales para la literatura en español del siglo
XX.
En gran medida, Operación Masacre debe su fama y su perdurabilidad a la idea
siguiente: aunque se afirma que fue Truman
Capote quien creó el género de la novela de no ficción sobre un crimen
real, su novela A sangre fría se publicó en 1966 y Operación Masacre apareció en periódicos por entregas en 1956, y en
forma de libro en 1957. Operación Masacre
también es una novela de no ficción sobre un crimen real.
He leído en internet algún artículo
que afirma que, por ejemplo, Manuel Chaves Nogales ya había escrito novelas de
no ficción unas décadas antes; aunque creo que las suyas no trataban sobre un
crimen real.
En cualquier caso, tanto Manuel
Chaves Nogales como Rodolfo Walsh o Truman Capote son grandes escritores y un
lector actual puede disfrutar de sus obras independientemente de quién fue el
que inventó o dejó de inventar un género.
Un poco de historia argentina: en
1955 un golpe de Estado derroca al presidente constitucional Juan Domingo Perón.
Se establece una dictadura encabezada por el general Eduardo Lonardi. A este
golpe de Estado se lo llamó «Revolución Libertadora». El 9 de julio de 1956 se
produce el llamado «levantamiento de Valle», de corte peronista y dirigido por
el general Juan José Valle. Este levantamiento fue controlado esa misma noche
(donde se produjeron los mayores enfrentamientos fue en La Plata) y se fusiló a
los militares sublevados y detenidos. Además, por error, la policía –bajo
órdenes del ejército– detuvo a un grupo de civiles de Florida, provincia de
Buenos Aires, y los fusiló en un basural. En esta última operación (la
«operación Masacre» del título) murieron cinco personas y siete lograron
escapar con vida. Como cuenta Walsh en su larga crónica periodística, el
fusilamiento se realizó (por unos trece policías) con escopetas máuser antiguas
y no con ametralladoras, y por eso fue tan alto su índice de supervivientes.
En la noche del 9 de junio de 1956,
una docena de hombres se ha reunido en la casa de un vecino de Florida para
escuchar un combate de boxeo en la radio y jugar a las cartas.
Sobre las 23:00 horas un grupo de
policías irrumpen en la casa preguntando por un tal Tanco. Nadie sabe quién es.
Tal vez dos personas de la reunión están al tanto de que esa noche se va a
producir un intento de alzamiento contra la «Revolución Libertadora», pero
nadie sabe quién es Tanco. Sin embargo, el grupo de hombres es arrestado y
conducido a una comisaría. De ahí saldrán hacia un basural donde serán
fusilados.
Hay un dato que Walsh se encarga de
recalcar: la ley Marcial fue impuesta en Argentina a las 00:32 del día 10 de
junio, y, por tanto, las personas que van a ser fusiladas han sido detenidas
bajo las leyes civiles y no militares. Sin embargo, a pesar de que existe
constancia y pruebas de que han ingresado en la comisaría, no se abre una causa
contra ellas y serán transportadas por la noche para ser ejecutadas en la
clandestinidad.
La situación de los siete
supervivientes será incómoda: son víctimas, pero también testigos presenciales
de un crimen de Estado. Lo mejor para ellos será desaparecer, no decir nada, y
vivir con el temor de ser encontrados y asesinados. Sin embargo, unos meses
después de estos hechos luctuosos, un superviviente denuncia los hechos. Un
superviviente está dispuesto a contar su historia. «Hay un fusilado que vive»
será la frase que escuche Walsh en un café de La Plata donde juega al ajedrez y
trata de mantenerse al margen de la política. Unos días después entrevistará a
este hombre y empezará a reconstruir la historia de esa noche, la historia de
los muertos y los supervivientes de la «operación Masacre».
«Hay un sentimiento básico de
indignación, de solidaridad frente a tanta injusticia. Pero supongo que no todo
fue tan noble y tan claro. Yo recién empezaba a hacer periodismo y no es
extraño que influyera en mí la posibilidad de una gran nota», declarará en una
entrevista. Cuando empieza a investigar, Walsh tiene veintinueve años y hará su
trabajo acompañado de la joven periodista de veintidós años Enriqueta Muñiz, a
quien dedica el libro y a quien agradece su trabajo en el prólogo. «Desde el
principio está conmigo una muchacha que es periodista, se llama Enriqueta
Muñiz, se juega entera. Es difícil hacerle justicia en unas pocas líneas» (pág.
11).
Walsh tuvo problemas para publicar
sus notas de prensa, hasta que consigue dar con «un hombre que se anima» y las
saca en una publicación gremial. Meses después, estas crónicas aparecerán en
forma de libro.
En A sangre fría, Capote reconstruye la matanza de una familia,
llevada a cabo por dos hombres, pero no habla de su propia intervención como
investigador, aunque llegó a modificar alguno de los hechos (por ejemplo,
gracias a su mediación al menos uno de los asesinos estuvo más tiempo del que
le correspondía en el corredor de la muerte antes de ser ejecutado). Walsh
reconstruye los sucesos de la noche del 9 al 10 de junio de 1956 y no cuenta de
forma directa cómo consigue la información, pero sí que aparece él mismo como
narrador en alguna anotación. Él mismo nos señala los límites de sus
averiguaciones en frases como éstas: «Al amparo de las sombras acababa de
entrar en su casa, y es posible que algo lo mordiera por dentro. Nunca lo
sabremos del todo» (pág. 19). Lógicamente, de los muertos Walsh puede recabar
mucha menos información que de los supervivientes.
La crónica (o novela de no ficción)
empieza de forma coral, presentando a los personajes del drama, a las personas
que se van a reunir en la casa de Florida. También se nos hablará del policía
al mando de la operación, pero no de los hombres a su cargo, que serán aquí una
masa desdibujada. En algunas páginas, Walsh escribe notas fuera del texto para
comentar o apostillar la información que ha vertido ahí; así, por ejemplo, en
la página 46 leemos: «A mediados de 1958, Gavino me escribió desde Bolivia para
manifestar su disconformidad con el breve retrato que trazo de él, y cuya
fuente son otros testigos».
Como Walsh piensa publicar sus
textos en notas periodísticas, usa la técnica de acabar sus capítulos (o notas)
generando en el lector una sensación de misterio y deseo de seguir leyendo.
Como si se tratase de una novela policial (por aquellos días Walsh era un gran
lector de novela negra y escribía cuentos policiacos), Walsh dosifica su
información para crear un misterio. En muchos casos, la técnica es la de ir
insinuando lo que va a acontecer en un futuro próximo. Sobre todo irá
adelantando la información relativa al fusilamiento, que será la escena clave
del libro. Cinco personas mueren y siete consiguen sobrevivir, algunas ilesas,
pero otras con disparos. Más tarde nos contará la peripecia vital de cada uno
de los supervivientes: desde el que se refugia en una embajada hasta el que
acaba de nuevo en la cárcel.
Quizás en el tramo final, titulado Tercera parte: La evidencia, el ritmo
decae un poco, porque aquí Walsh describe el juicio al que al fin fueron
sometidos los policías y muestra algunas declaraciones de los testigos o
palabras del juez de forma directa. Sin embargo, esta última parte también
guarda algunas de las palabras más vehementes e indignadas de Walsh porque,
como el lector ya sabrá o intuirá, no se va a culpar a nadie de la matanza,
porque el juez sentenciará que los policías actuaron bajo el amparo de la ley
marcial, aunque Walsh sabe y ha podido demostrar que no fue así, que fueron
detenidos al menos una hora antes de que se anunciara la ley marcial.
Me ha gustado mucho Operación Masacre. Es un libro que,
leído ahora, más de sesenta años después de su publicación, resulta totalmente
moderno, un libro que ha abierto muchos caminos en la narrativa
hispanoamericana. Un gran libro sobre la búsqueda de la verdad y sobre la denuncia
de los crímenes reales (de Estado, en este caso).
Cuando en mi blog hace ya unos años reseñé "A sangre fria" hice un pequeño recorrido por la historia de la novela de no ficción y cité a Rodolfo Walsh. Por eso hoy encontrarme con tu reseña sobre el antecedente o primera muestra de la no ficción me ha encantado. Tanto que ya quiero leer este libro.
ResponderEliminarUn fuerte abrazo
Hola Juan Carlos:
EliminarSi te gustó "A sangre fría" este de Walsh te va a encantar, ya lo verás.
Saludos