Editorial Random House. 242
páginas. 1ª edición de 2015.
Había oído hablar de Diego Zúñiga (Iquique, Chile, 1987), en
suplementos culturales, como una de las nuevas voces de la narrativa chilena y
no paraba de encontrarme con su segunda novela, Racimo, en los puestos de
libros de segunda mano de la Cuesta de Moyano de Madrid. Hojeé el libro hasta
que, una de esos domingo por la tarde que suelo pasar por allí, acabé cayendo.
Me lo llevé a casa por cinco euros.
Ha permanecido, sin embargo, unos
cuantos meses en mis altillos del Ikea, donde se amontonan mis libros sin leer.
Al final acabo dando prioridad a la lectura de los libros que solicito a las
editoriales, y los comprados empiezan a esperar su turno durante demasiado
tiempo. Mejorar esto ha sido uno de mis propósitos de Año Nuevo. Al final,
durante el puente de diciembre de 2017, y tras finalizar el libro de cuentos Nuestra
historia de Pedro Ugarte,
tenía pensando leer Teoría de la ocupación, el interés y el dinero de John M. Keynes, una lectura técnica,
que imagina ardua, y antes de emprender la tarea decidí intercalar un nuevo
libro. Tomé Racimo de mis estanterías
y lo acabé leyendo en dos días.
Racimo
está inspirado en un suceso real que tuvo lugar en el norte de Chile: la
desaparición de más de una docena de mujeres jóvenes alrededor del pueblo Alto
Hospicio, cerca de la ciudad de Iquique, lugar de nacimiento del autor.
El protagonista principal de la novela
es Torres Leiva, que hasta poco antes del comienzo de la narración ha trabajado
en Santiago de Chile como fotógrafo de eventos sociales. Cuando comienza Racimo nos encontramos a Torres Leiva
viajando hacia el norte de Chile, porque ha conseguido un trabajo en un
periódico local. Su compañero va a ser el reportero García, testigo de Jehová.
Juntos han de cubrir noticias en Iquique y pueblos de alrededor; una de sus
primeras misiones será la de tratar de fotografiar el milagro de la figura de
una virgen que sangra. Con este tipo de imágenes, Zúñiga consigue meter al
lector en un mundo semirrural fuertemente supersticioso.
La casualidad hace que Torres Leiva y
García recojan de la carretera a una niña que entrará en coma al llegar al
hospital, una niña que será identificada como una de las desaparecidas años
atrás en los alrededores.
La acción comienza el 11 de septiembre
de 2001, día en el que Torres Leiva y García podrán ver por televisión la caída
de las torres de Nueva York. Un día que para ellos representa el del veintiocho
aniversario del golpe militar de Augusto Pinochet, que además era capitán del
ejército, precisamente, en la ciudad de Iquique.
Uno de los grandes temas de Racimo es el de la violencia: empezando
por la ejercida contra las mujeres jóvenes y que me ha hecho pensar en la
influencia de Roberto Bolaño y La parte de los crímenes de 2666,
sobre todo teniendo en cuenta que los dos periodistas que protagonizan el libro
acabarán funcionando en la trama como detectives aficionados. Además, de forma
subterránea, se habla aquí de la violencia de Estado, cuando se recuerdan
algunos de los crímenes de la dictadura. O el propio título del libro, que hace
referencia a una fábrica semiclandestina de bombas de racimo, ubicado en el
desierto, cerca de Iquique, y que fabricaba armamento con destino hacia la
guerra de Irak. Una fábrica que dejaría también en la ciudad su siembra de
cadáveres.
El libro está dividido en cinco
partes, siendo la primera la más extensa. En ella, el narrador se acerca casi
siempre a la visión de la historia desde el punto de vista de Torres Leiva. Es
un narrador contenido, en muchos casos seco, pero cuya descripción del entorno
natural, por ejemplo, acaba alcanzado cierto lirismo.
En momentos puntuales, el lector se
percata de que el narrador sabe más que su personaje. Por ejemplo, en la página
69 leemos: «Le cobra el doble de lo habitual, pero Torres Leiva no sabe cuánto
es el habitual, así que paga.»
En otros momentos, el narrador se
adelanta a lo contado; por ejemplo, en la página 93: «Pero nada de eso sabe aún
Torres Leiva, que enciende el motor y se aleja de su casa.»
Estos pequeños detalles me han llevado
a pensar que existían algunos titubeos en la presentación de la novela. También
me ha parecido que en esta primera parte, existía alguna casualidad exagerada
en la composición de la trama, o que a Torres Leiva le iban sucediendo
acontecimientos conflictivos (que sobre todo tienen que ver con persecuciones
policiales) sin que parezca inmutarse demasiado. Además, Torres Leiva está
divorciado y conocerá a una policía, llamada Ana, que el lector intuye, desde
un gran número de páginas antes de que ocurra, que se va a acabar convirtiendo
en la amante del protagonista.
Me parece que la novela gana altura en
la segunda parte, cuando García pasa a ser el narrador y pone en antecedentes,
acerca de lo que sabe sobre los crímenes a mujeres cometidos en la zona, a
Torres Leiva. Además, el lector acabará sabiendo que García trata de escribir
un libro sobre estos crímenes, lo que hará que quede justificado su
conocimiento sobre el tema, o que la fabulación en torno a él se mezcle en su
cabeza con la realidad.
Racimo
se acaba convirtiendo en una novela negra al estilo norteamericano. Según su
protagonista –Torres Leiva– se va acercando al centro del misterio, éste parece
hacerse más grande y más siniestro, y la narración de los hechos por parte de
Zúñiga sirve para mostrar al lector una realidad social sórdida. Niñas
desaparecidas, tan vez asesinadas o víctimas de una red de traficantes de
personas, que comercializan con ellas como prostitutas, en un entorno en el que
la policía no parece demasiado interesada en investigar; con ricos perdidos en
sus grandes mansiones en el desierto, celebrando fiestas privadas; o con
militares que siguen ejerciendo un control clandestino sobre las ciudades.
Tuve la impresión de que, hacia el
final de la cuarta parte, se resolvía la historia de forma un tanto precipitada,
pero al lector le espera una interesante vuelta de tuerca en la quinta. Y no
quiere decir con esto que todos los cabos queden atados.
Lo cierto es que yo no suelo leer
novela negra (aunque uno de mis proyectos sea, por ejemplo, leer todas las
novelas de Raymond Chandler) y, por
tanto, quizás no sea el mejor lector de Racimo,
pero diría que Diego Zúñiga, al construir esta novela, ha tratado de meter en
ella muchos temas y forzar algunas casualidades excesivas, además de no sortear
con suficiente soltura algún tópico del género, sobre todo en la primera parte.
Pero la novela gana en la segunda parte con el cambio de narrador y de
registro, y con la doble (la simple y la más compleja) resolución final.
Pese a algún titubeo narrativo en la
primera parte y mis dudas iniciales, acabé disfrutando de Racimo. Como dije al principio, ha sido una novela que terminé en
dos días. Racimo recibió en Chile en
2013 un premio a la mejor novela inédita. Es decir, estaba ya escrita cuando el
autor tenía veintiséis años. Me sorprende este dato y me hace pensar que Diego
Zuñiga va a ser un escritor con un gran recorrido.
Te he leído desde hace años (jamás había comentado), y se que te gustan los libros de relatos, así que te aprovecho de recomendar encarecidamente un libro de un autor de la generación de Zuñiga. El libro en cuestión se llama "Hermano ciervo" y es de Juan Pablo Roncone, te diría que es uno de los mejores libros de relatos de Chile escritos por un escritor "nuevo"....ojalá puedas encontrarlo en España, pues no tengo dudas que te va a gustar.
ResponderEliminarOtro autor chileno bastante recomendable es uno que se edita en España por Minúscula, llamado Gonzalo Maier, con pequeños y buenísimos libros. Muchos saludos estimado.
pd: este año voy un par de días a Madrid y me encantaría saber a que librerías ir, por si pudieras recomendarme.
Hola Bruno:
ResponderEliminarSuenan bien estos autores que me recomiendas, a ver si en algún momento me puedo acercar a ellos.
Librerías de Madrid:
Mi favorita es La Central, en Callao. También te puedes parar por FNAC, que está al lado, y en Gran Vía La Casa del Libro. Las tres son librerías grandes.
Están de moda también otras más pequeñas: Tipos Infames en Malasaña y La Cervantes en la calle del Pez, así como La buena vida en Opera.
A mí me gustan mucho las librerías de segunda mano y te recomiendo las librerías Ábaco, que hay dos. También tienes que visitar los puestos de la Cuesta de Moyano.
Saludos