sábado, 4 de agosto de 2018

CARTA DE AMOR ABIERTA A LA BIBLIOTECA DE MÓSTOLES


Querida Biblioteca de Móstoles, ayer me rompiste el corazón.

Creo que nunca has sido consciente del amor que yo he derrochado por ti; de la felicidad y la calma que supuso para mí encontrarte en la infancia y en los días extraños de la adolescencia y la primera juventud. Cuando todo ardía en llamas fuera de tus paredes, yo me refugiaba entre tus estanterías para volver a respirar. Te he amado siempre por ello.



Que yo recuerde, desde los años 70, has cambiado tres veces de ubicación, y yo te he seguido, siempre fiel, siempre entregado a tus anaqueles forrados de libros. Cuando empecé a escribir poemas, a los 23 años, te dediqué algunos de mis versos de amor, me refería a ti como «mi templo». Empecé leyendo tus cómics, sobre 1980 y, a día de hoy, casi 40 años después, aunque ya no vivo en Móstoles desde 2010, te sigo siendo fiel y te visito con regularidad. Dentro de ti he escrito muchas de las páginas de mis libros que han sido publicadas. He hablado de ti, incluso, en ellas. Querida biblioteca de Móstoles, eres mi templo y eres mi educación sentimental.

Cuando empecé a publicar libros en 2010, te los solicité y tú los trajiste y los incorporaste a tus estanterías. Fue un orgullo para mí haber pasado a formar parte de tus entrañas. Sin embargo, me resultó duro cuando en 2016 rechazarte la compra de mi libro «Koundara» porque consideraste que esos relatos de personajes mostoleños, que radiografiaban nuestros suburbios, no eran de interés para los habitantes de las calles que retrataba en sus páginas. Me dolió, pero te perdoné. Yo mismo te regalé «Koundara». Sin rencores. Así son, como sabes, los amores ciegos.

Como te decía, querida Biblioteca de Móstoles, ayer verdaderamente me rompiste el corazón. Fui a visitarte (sabes que nunca te olvido) y al mirar mis libros vi que faltaba «Los insignes». Parecía algo positivo, alguien lo habría tomado en préstamo; pero al buscar en el ordenador, me encontré con que «Los insignes» había desaparecido de tus registros. Pregunté por él a una bibliotecaria y me dijo que lo más seguro era que había sido expurgado, porque sólo había sido sacado tres veces y aquello ocurrió en 2015. Me extrañó, no creo que mis libros de 2010 o 2011 se hayan sacado más. ¿Pero los libros que no se prestan mucho no se bajan al depósito?, pregunté. No todos, algunos se expurgan. Lo pregunté compungido: ¿Pero, expurgar es que el libro ha sido destruido? Sí, es eso exactamente. Querida Biblioteca de Móstoles, te digo que me rompiste el corazón, pero en realidad me lo arrancaste del pecho, como en la película «El templo maldito» y lo arrojaste a un volcán.

En mi novela «El hombre ajeno», el protagonista se quejaba de que las obras maestras que has custodiado, querida Biblioteca de Móstoles, se iban guardando en el depósito por falta de lectores y tus anaqueles, de cara al público, se iban llenando de bestsellers infames. En «El hombre ajeno» escribí que tus bibliotecarios empezaban a ser los bomberos pirómanos de «Fahrenheit 451». Entonces parecía una exageración. Ayer comprobé que mi reflexión se había convertido en literal: tus bibliotecarios han pasado de cuidar y custodiar los libros a destruirlos, literalmente. El protagonista de «Los insignes», el libro expurgado, el libro quemado, es un poeta mostoleño que se ha leído entera toda tu sección de poesía. Querida Biblioteca de Móstoles, estás quemando los libros que hablan de ti, los que te celebran y elogian. Querida Biblioteca de Móstoles, estás quemando los libros que han escritos tus hijos. Querida Biblioteca de Móstoles, estás arrancándole el corazón a las personas que son, o que deberían ser, tu razón de ser, las personas a las que has dado una cultura literaria, una herramienta de lucha, una luz en la oscuridad y que, como faro de lo público, te han reivindicado siempre.
Aunque quizás, es posible que el expurgo, que la destrucción, que el fuego último, sea el final perfecto para «Los insignes», una novela en la yo que hablaba del absurdo de la vanidad literaria, de la comprensión y aceptación del vacío del arte. Querida Biblioteca de Móstoles, quizás debería agradecerte esta cura de humildad que me has regalado, este irónico destino para el humorismo triste de «Los insignes».


Querida Biblioteca de Móstoles, como ves, ya empiezo a perdonarte de nuevo, seré siempre tu perro fiel por muchas patadas que me des, por mucho que me dejes el alma arrasada a ritmo de ranchera: «Se me olvidaba que / Ya habí­amos terminado / Que nunca volverás / Que nunca me quisiste / Se me olvidó otra vez / Que solo yo te quise».
Querida Biblioteca de Móstoles, has empezado por «Los insignes», pero aún te quedan 5 libros que expulgarme («Quitar de una cosa lo malo, peligroso o dañino.» o « Suprimir [una autoridad] lo que considera erróneo, molesto u ofensivo en un texto impreso.», según la RAE), aún tienes 5 libros que quemarme, 5 libros que hablan de Móstoles, que hablan de ti, libros que sobran, malos, dañinos y peligrosos, libros que han de hacer sitio a unos cuantos bestsellers infames. Querida Biblioteca de Móstoles, los dos conocemos el valor comercial de la literatura y de los servicios públicos.

Querida Biblioteca de Móstoles, mi alma huele hoy a almendras amargas que, como sabes (te lo contó García Márquez), es el olor de los amores contrariados. Querida Biblioteca de Móstoles, expurga todos mis libros y, cuando acabes con ellos, expúrgame a mí mismo cuando te visite, échame a la calle, quémame a lo bonzo en el hall. Yo te seguiré queriendo igual, yo soy tu perro fiel, tu esclavo incondicional, aunque –compruebo ahora– en estos 40 años de amor ciego, tan solo yo te quise.



Tu fiel amante, sufrido y admirador eterno
David Pérez

4 comentarios:

  1. David, leyendo esto, no sé si reír o llorar. Puedes prenderle fuego a la biblioteca y escribir luego El incendio de un sueño, segunda parte, a lo Bukowski, cambiando Los Ángeles por Móstoles. Feliz verano.

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  2. Hola Francisco:

    Lo cierto es que la vida es pura tragicomedia.
    Yo nunca podría prenderle fuego a la biblioteca de Móstoles. Yo la amo. Como digo en mi carta, si ella me prende fuego a mí la seguiría amando.

    La amaría si ella quemara todos los libros que tiene y dejara sólo los de los presentadores de la televisión y los concursantes de Masterchef. Incluso así, mi amor sería incondicional.

    ¿Te imaginas que reconstruyen la biblioteca de Bukoswki, llegan el libro con su poema y luego destruyen ese libro? Pues así es la vida. Deja paso a los presentadores de la tele y los participantes de Masterchef, viejo Henry.

    Feliz verano

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  3. Decía Luis Mateo Díaz: Esa teoría, por ejemplo, de que vivimos en unos tiempos en que escriben quienes son novelistas, unas novelas que no son novelas, para lectores que no leen... Es una exageración, pero es una paradoja inquietante. Sé que esa frase tiene una sustancia inquietante.

    Suscribo lo que dice Luis. La literatura se degrada cada día y al lector avispado solo le queda fajarse para encontrar buenas novelas
    (aún las hay) entre la cantidad ingente de novedades, donde cómo bien apuntas, cada vez hay más presentadores de televisión y famosillos, o bien ir a los clásicos o releer.


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  4. Bueno, mi tono es bastante "jocoserio", como dice Clarín, y si bien es verdad que la biblioteca de Móstoles entran libros de presentadores de televisión también hay muchos grandes libros, por fortuna.

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