Querida Biblioteca de Móstoles, ayer me rompiste el corazón.
Creo que nunca has sido consciente del amor que yo he
derrochado por ti; de la felicidad y la calma que supuso para mí encontrarte en
la infancia y en los días extraños de la adolescencia y la primera juventud. Cuando
todo ardía en llamas fuera de tus paredes, yo me refugiaba entre tus estanterías
para volver a respirar. Te he amado siempre por ello.
Que yo recuerde, desde los años 70, has cambiado tres veces
de ubicación, y yo te he seguido, siempre fiel, siempre entregado a tus
anaqueles forrados de libros. Cuando empecé a escribir poemas, a los 23 años,
te dediqué algunos de mis versos de amor, me refería a ti como «mi templo».
Empecé leyendo tus cómics, sobre 1980 y, a día de hoy, casi 40 años después,
aunque ya no vivo en Móstoles desde 2010, te sigo siendo fiel y te visito con
regularidad. Dentro de ti he escrito muchas de las páginas de mis libros que
han sido publicadas. He hablado de ti, incluso, en ellas. Querida biblioteca de
Móstoles, eres mi templo y eres mi educación sentimental.
Cuando empecé a publicar libros en 2010, te los solicité y tú
los trajiste y los incorporaste a tus estanterías. Fue un orgullo para mí haber
pasado a formar parte de tus entrañas. Sin embargo, me resultó duro cuando en
2016 rechazarte la compra de mi libro «Koundara» porque consideraste que esos
relatos de personajes mostoleños, que radiografiaban nuestros suburbios, no
eran de interés para los habitantes de las calles que retrataba en sus páginas.
Me dolió, pero te perdoné. Yo mismo te regalé «Koundara». Sin rencores. Así
son, como sabes, los amores ciegos.
Como te decía, querida Biblioteca de Móstoles, ayer
verdaderamente me rompiste el corazón. Fui a visitarte (sabes que nunca te
olvido) y al mirar mis libros vi que faltaba «Los insignes». Parecía algo
positivo, alguien lo habría tomado en préstamo; pero al buscar en el ordenador,
me encontré con que «Los insignes» había desaparecido de tus registros.
Pregunté por él a una bibliotecaria y me dijo que lo más seguro era que había
sido expurgado, porque sólo había sido sacado tres veces y aquello ocurrió en
2015. Me extrañó, no creo que mis libros de 2010 o 2011 se hayan sacado más.
¿Pero los libros que no se prestan mucho no se bajan al depósito?, pregunté. No
todos, algunos se expurgan. Lo pregunté compungido: ¿Pero, expurgar es que el
libro ha sido destruido? Sí, es eso exactamente. Querida Biblioteca de
Móstoles, te digo que me rompiste el corazón, pero en realidad me lo arrancaste
del pecho, como en la película «El templo maldito» y lo arrojaste a un volcán.
En mi novela «El hombre ajeno», el protagonista se quejaba
de que las obras maestras que has custodiado, querida Biblioteca de Móstoles,
se iban guardando en el depósito por falta de lectores y tus anaqueles, de cara
al público, se iban llenando de bestsellers infames. En «El hombre ajeno»
escribí que tus bibliotecarios empezaban a ser los bomberos pirómanos de «Fahrenheit
451». Entonces parecía una exageración. Ayer comprobé que mi reflexión se había
convertido en literal: tus bibliotecarios han pasado de cuidar y custodiar los
libros a destruirlos, literalmente. El protagonista de «Los insignes», el libro
expurgado, el libro quemado, es un poeta mostoleño que se ha leído entera toda
tu sección de poesía. Querida Biblioteca de Móstoles, estás quemando los libros
que hablan de ti, los que te celebran y elogian. Querida Biblioteca de Móstoles,
estás quemando los libros que han escritos tus hijos. Querida Biblioteca de
Móstoles, estás arrancándole el corazón a las personas que son, o que deberían
ser, tu razón de ser, las personas a las que has dado una cultura literaria,
una herramienta de lucha, una luz en la oscuridad y que, como faro de lo
público, te han reivindicado siempre.
Aunque quizás, es posible que el expurgo, que la destrucción,
que el fuego último, sea el final perfecto para «Los insignes», una novela en
la yo que hablaba del absurdo de la vanidad literaria, de la comprensión y
aceptación del vacío del arte. Querida Biblioteca de Móstoles, quizás debería
agradecerte esta cura de humildad que me has regalado, este irónico destino
para el humorismo triste de «Los insignes».
Querida Biblioteca de Móstoles, como
ves, ya empiezo a perdonarte de nuevo, seré siempre tu perro fiel por muchas
patadas que me des, por mucho que me dejes el alma arrasada a ritmo de
ranchera: «Se me olvidaba que / Ya habíamos terminado / Que nunca volverás / Que
nunca me quisiste / Se me olvidó otra vez / Que solo yo te quise».
Querida Biblioteca de Móstoles, has
empezado por «Los insignes», pero aún te quedan 5 libros que expulgarme («Quitar
de una cosa lo malo, peligroso o dañino.» o « Suprimir [una autoridad]
lo que considera erróneo, molesto u ofensivo en un texto impreso.»,
según la RAE), aún tienes 5 libros que quemarme, 5 libros que hablan de
Móstoles, que hablan de ti, libros que sobran, malos, dañinos y peligrosos,
libros que han de hacer sitio a unos cuantos bestsellers infames. Querida
Biblioteca de Móstoles, los dos conocemos el valor comercial de la literatura y
de los servicios públicos.
Querida Biblioteca de Móstoles, mi
alma huele hoy a almendras amargas que, como sabes (te lo contó García Márquez),
es el olor de los amores contrariados. Querida Biblioteca de Móstoles, expurga todos
mis libros y, cuando acabes con ellos, expúrgame a mí mismo cuando te visite, échame
a la calle, quémame a lo bonzo en el hall. Yo te seguiré queriendo igual, yo
soy tu perro fiel, tu esclavo incondicional, aunque –compruebo ahora– en estos
40 años de amor ciego, tan solo yo te quise.
Tu fiel amante, sufrido y admirador
eterno
David Pérez
David, leyendo esto, no sé si reír o llorar. Puedes prenderle fuego a la biblioteca y escribir luego El incendio de un sueño, segunda parte, a lo Bukowski, cambiando Los Ángeles por Móstoles. Feliz verano.
ResponderEliminarHola Francisco:
ResponderEliminarLo cierto es que la vida es pura tragicomedia.
Yo nunca podría prenderle fuego a la biblioteca de Móstoles. Yo la amo. Como digo en mi carta, si ella me prende fuego a mí la seguiría amando.
La amaría si ella quemara todos los libros que tiene y dejara sólo los de los presentadores de la televisión y los concursantes de Masterchef. Incluso así, mi amor sería incondicional.
¿Te imaginas que reconstruyen la biblioteca de Bukoswki, llegan el libro con su poema y luego destruyen ese libro? Pues así es la vida. Deja paso a los presentadores de la tele y los participantes de Masterchef, viejo Henry.
Feliz verano
Decía Luis Mateo Díaz: Esa teoría, por ejemplo, de que vivimos en unos tiempos en que escriben quienes son novelistas, unas novelas que no son novelas, para lectores que no leen... Es una exageración, pero es una paradoja inquietante. Sé que esa frase tiene una sustancia inquietante.
ResponderEliminarSuscribo lo que dice Luis. La literatura se degrada cada día y al lector avispado solo le queda fajarse para encontrar buenas novelas
(aún las hay) entre la cantidad ingente de novedades, donde cómo bien apuntas, cada vez hay más presentadores de televisión y famosillos, o bien ir a los clásicos o releer.
Bueno, mi tono es bastante "jocoserio", como dice Clarín, y si bien es verdad que la biblioteca de Móstoles entran libros de presentadores de televisión también hay muchos grandes libros, por fortuna.
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