Ya conté en el blog que quedé un
día –hace unos meses- en Lavapiés con el escritor Alejandro Morellón (Madrid, 1985) para intercambiar libros; entre
los que me trajo Alejandro estaba este de La noche en que caemos, su debut
narrativo, un conjunto de nueve relatos, que le hizo merecedor en 2013 del 51º Premio Libro de Cuentos de la Fundación
Monteleón. En el jurado se encontraba, entre otros, el reconocido escritor
de cuentos José María Merino.
Los otros libros que me dejó
Alejandro eran Pájaros en la boca de Samantha
Schweblin y La mujer desnuda de Armonía
Somers, con los que él sentía muy emparentados su propio libro. Me
comentaba que sentía su libro hermanado al de estas dos escritoras. Después de leer los tres, lo
cierto es que tengo la impresión de que el parecido más real sobre La noche en que caemos es la de Pájaros en la boca.
El primer cuento del libro de
Morellón es TA I. Si el lector toma el libro sin avisos de lectura de ningún
tipo, las primeras páginas que leerá serán las de un cuento muy realista: una
pareja tiene que tomar un taxi en la noche para llegar a un hospital, en el que
la mujer –que ha roto aguas- debe dar a luz. El estilo es sencillo, rítmico,
cercano… ¿Tal vez estamos ante un relato costumbrista sobre la pareja? A las
pocas páginas se romperá el realismo del relato. El taxi seguirá circulando,
sin pasar nunca. El taxista nunca duerme, se nos informará. El hijo nacerá en
el coche, y no solo eso, también nacerán allí los nietos de la pareja. El
lector terminará el cuento con una sonrisa, después de haberse acercado a una
ruptura de la verosimilitud narrativa tan cortazariana, y tan, además, a lo
Samantha Schweblin. Si bien es cierto que los cuentos de Schweblin, aunque
fantásticos en el fondo, se acercan al género desde la leve ruptura con la
realidad y esta ruptura es más profunda en las propuestas narrativas de
Morellón. Un género fantástico, en su caso, bastante cercano también al
surrealismo.
En Cuando el niño era niño
un director de colegio conoce a un niño que en realidad, pese a su cuerpo de
niño, ha nacido en 1189. O al menos eso afirma él y el director del colegio, el
narrador, tras conversar con él, acabará por creerlo.
Tras acabar el segundo relato, ya
nos damos cuenta que una de las propuestas narrativas de Alejandro Morellón
como cuentista es la de jugar con el tiempo: estirándolo, reteniéndolo, con personajes
muy jóvenes y que no pueden crecer, o por el contrario, personajes ancianos a
los que su percepción consigue trasladar a un mundo en el que el deterioro de
las cosas se acelera…
En Subterráneo Morellón
sigue experimentando sobre el tiempo narrado: un niño decide meterse en la cama
y hacerse allí mayor. Soñará su vida, otro (un desdoblamiento de él mismo) la
vivirá por él. Personaje encamado y personaje desdoblado acabarán coincidiendo
en la misma habitación.
Diana sigue sin venir es
un cuento más corto que los anteriores, y diría que es de los que menos me han
gustado del conjunto. La idea sobre unos jóvenes suicidas y los métodos para
conseguirlo es inquietante, pero quizás a este cuento le falte algo de
desarrollo.
En el relato que da título al
libro, La noche en que caemos, nos
encontramos con un relato fantástico, que puede serlo, o ser también –según lo
desee el lector- un relato de locura. Otro juego con el tiempo: al narrador (un
hombre solitario, de cierta edad, viudo) le parece estar recibiendo voces del
espacio, voces que discuten en su cabeza.
Con este cuento creo que me ha
pasado algo similar a lo experimentado al leer Subterráneo, que las ideas de ambos me parecen potentes; pero para
que el lector (o al menos el lector que soy yo) los hubiera disfrutado más
tengo la impresión de que habría que haber trabajado con más la tensión
narrativa.
Estos cuentos están publicados
cuando el autor tiene veintisiete o quizás veintiocho años, e imagino que
estará escritos antes, sobre los veintiséis, vamos a suponer. Alejandro
Morellón cuando los escribe es un autor muy joven, que ha leído narrativa
clásica, pero que también conoce las tendencias modernas del relato (de ahí su coincidencia en ideas con los cuentos de Samantha Schweblin). Morellón en estos cuentos no
comete errores de principiante: los cuentos fluyen sin frases confusas, sin una
adjetivación excesiva, con sencillez, pero sin carecer tampoco de aliento
poético. La creación de un particular mundo propio, con extrañamientos sobre el
tiempo o la edad de los personajes, me parece logrado. Además muchas de las
ideas son potentes, y ¿qué podría faltarle entonces al joven Morellón para
llegar a escribir cuentos tan buenos como los de Samantha Schweblin? Creo que
la respuesta sería ésta: un poco más de tensión narrativa. A un cuento
realista, a lo Raymond Carver, se le presupone la tensión narrativa, o el
cuento la tiene o se quedaría en un mero cuadro de costumbres carente de
interés. Los cuentos fantásticos también necesitan esta tensión narrativa, no
basta con la idea brillante, con el mundo sugerente, algo ha de suceder en
ellos que sea tan potente como el planteamiento. Lógicamente, conseguir esto no
es nada fácil, y la construcción de un cuento fantástico muy bueno no me parece
una tarea sencilla. El joven Morellón está en el camino correcto, más de uno de
sus cuentos es bueno, y le faltaría tal vez un poco de tensión narrativa, como
he apuntado.
Plato de sopa sin retorno
es otro cuento corto, de idea surrealista y simpática.
La herida es mi cuento
favorito del conjunto: el más logrado, aquel en el que una idea potente, se une
a una mirada muy poética sobre lo narrado, y la tensión narrativa se mantiene
perfectamente. Un matrimonio espera la posible visita de su hijo y sus nietos.
Desde las ventanas de la casa, mira al exterior, hacia la calle, y allí parece
que no ocurre nada anormal, pero cada vez que el hombre deja la tranquilidad de
la casa y sale fuera percibirá cómo los sonidos callan, como todo se deteriora
de forma acelerada… un cuento muy sugerente.
El cuento que cierra el conjunto,
Una
máquina excelente, me parece que está escrito sobre una idea un tanto
macabra y no me acaba de convencer.
En resumen, La noche en que caímos es un debut narrativo notable. Alejandro
Morellón no comete en él errores de principiante y ha trabajado en serio para,
asimilando el trabajo de otros autores (Julio Cortázar, principalmente), alumbran una voz propia. Como ya he señalada, a algún cuento
le falta un poco más de desarrollo, y a otros, siendo correctos, siendo buenos
cuentos, les pediría un poco más de tensión narrativa. El cuento La herida me parece excelente, una
narración muy lograda.
Sé que Alejandro Morellón está
ahora escribiendo novelas. Sé, por las destrezas mostradas en este volumen de
cuentos, que va a conseguir escribir
buenas novelas. Las esperamos.
No hay comentarios:
Publicar un comentario