domingo, 1 de marzo de 2015

Las sirenas de Titán, por Kurt Vonnegut

Editorial Minotauro. 247 páginas. 1ª edición de 1969, ésta es de 1987.
Traducción de Aurora Bernández

Hace años leí la novela Matadero Cinco (1969) de Kurt Vonnegut (Indianápolis, 1922 – Nueva York, 2007), y a pesar de encontrar en ella elementos narrativos originales y curiosos recuerdo que no acabó de convencerme o, más bien, fue un libro con el que no terminé de conectar. Más tarde he leído uno de sus relatos –el titulado Bienvenido a la jaula de los monos- en la antología del relato de Richard Ford, con el que disfruté más.

En cualquier caso, desde hace años pensaba que tenía una deuda pendiente con Vonnegut, que era un escritor al que debería volver. Últimamente, como apunté en mis propósitos de año nuevo, quiero leer más literatura de ciencia ficción. Así, en una de mis visitas a la biblioteca de Retiro, saqué dos libros de Vonnegut: Las sirenas de Titán (1959) y Galápagos (1985). Los dos libros de Minotauro han perdido en su agitada vida de biblioteca las sobrecubiertas y lucen el cartoné desnudo.

Me gustó el comienzo de Las sirenas de Titán: el multimillonario Winston Niles Rumfoord, manejando su propia nave espacial, ha entrado en un infundibula crono-siclástico (una corriente espacio-temporal) y se aparece, junto a su perro Kazak, en su casa de Newport cada cincuenta y nueve días desde hace nueve años. A la aparición que está a punto de producirse según comienza la novela está invitado el también millonario Malachi Constant. Rumfoord tiene capacidad para prever el futuro, y lo que tiene que contarles a Malachi y Beatrice (mujer de Rumfoord) no va a hacerles mucha gracia a ninguno de los dos: acabarán juntos y teniendo un hijo llamado Crono; viajarán a Marte, pero su destino será Titán, una de las lunas de Saturno.

Y digo que me gusta el comienzo de Las sirenas de Titán porque la narración de Vonnegut me parece imaginativa, y me parece que como narrador usa trucos bastante ingeniosos para explicar al lector cuáles son las características del mundo que ha creado, como recurrir a un libro llamado Enciclopedia infantil de maravillas e inventos para mostrarnos, a través de sus páginas para niños, qué es un infundibula crono-sincláticos. En más de un caso, el estilo de los escritores de ciencia ficción no suele ser muy literario, pero el de Vonnegut sí que me lo parece, y esto es así principalmente por su certero uso de la ironía y el sarcasmo. “La palma de Rumfoord era callosa pero no córnea como la de un hombre condenado a un solo oficio durante toda su vida. Los callos eran todos uniformes, provocados por las mil labores felices de una clase activamente ociosa.”, leemos en la página 20. La ironía y el sarcasmo de Vonnegut juegan a favor de su crítica social. Ya sabemos que la mejor ciencia ficción nos habla no de los problemas del futuro sino del presente, o al menos trata de proyectar sobre un hipotético futuro los miedos del presente. De este modo en el Marte que se plantea en este libro hondea la bandera de los Estados Unidos, pero también la bandera roja de la URSS.

Para mí la novela sufre un bajón a partir del capítulo 4 –o de la página 77- cuando la acción se traslada a Marte, y se produce un aparente cambio de protagonistas: en realidad la memoria de Malachi Constant ha sido borrado en su mayoría y ha sido convertido en Unk, un soldado para la nueva y militarizada sociedad de Marte. Beatrice se ha transformado a su vez en Bee. No sé si me salté algún detalle (debido al estado griposo en que leí gran parte de este libro), pero me costó darme cuenta de que Unk era en realidad Malachi; y creo que en realidad no tiene tampoco mucho sentido. Si partimos de la premisa de que al protagonista de un libro le han borrado la memoria y ha sido convertido en otra persona, en cierto modo es como si la novela volviese a empezar. Y este nuevo empiece en Marte me parece menos atractivo que el original en la Tierra, me parece que ahora ya es más importante para Vonnegut la pura trama que el análisis de personajes. De hecho, y esto no deja de tener cierta gracia, Vonnegut ha desintegrado a sus personajes y ha creado otros. Vonnegut es un posmodernista absoluto socavando los cimientos de la estructura novelística. Y esto que acabo de escribir lo digo sin ironía, pero también es cierto que a mí este juego de cambio de personajes me desconcertó un poco y consiguió que disminuyera mi interés por lo leído porque me esperaba que el libro fuese por otros derroteros.

Más tarde, cuando ya tuve claro de nuevo que el Malachi inicial y el posterior Unk (y lo mismo con Beatrice y Bee) eran la misma persona y que este libro no estaba formado por dos novelas ensamblados todo cobró más sentido y acabé el libro con una sensación más acogedora como lector. De hecho, el final, ambientado en Titán, me parece bastante imaginativo.

Además de hacerse un cuestionamiento de las diferencias sociales, Las sirenas de Titán es crítica contra los lavados de cerebro y la manipulación estatales. En Marte, las personas reclutadas para su ejército, además de ser sometidas a vaciamientos de recuerdos, tienen implantada en su cabeza una antena, a través de la que pueden sufrir espantosos dolores si no cumplen las órdenes encomendadas. Las críticas de Vonnegut también se dirigen contra las religiones, pues el millonario Rumfoord, atrapado en su agujero espacio-temporal, se dedica a forjar una nueva religión en la que Malachi-Unk es usado como un simple engranaje, haciendo el papel de falso mesías. La religión creada por Rumfoord no deja de ser divertida: es una religión en contra del azar o la suerte, y cada persona acepta hándicaps para entorpecerse la existencia en contra de las ventajas que podría tener de salida. Así la nueva religión se llama “la iglesia de Dios, el Absolutamente Indiferente”.
Y al final, en Titán, a través de un nuevo personaje, que procede de una galaxia muy lejana, el lector comprenderá que la existencia humana no es más que una broma cósmica, una casualidad tan ridícula que ante ella lo único que podemos hacer, parece decirnos Vonnegut con socarronería, es reírnos un poco de nosotros mismos; aunque las páginas finales no dejan de tener un tono amargo.


Creo que he vuelto a repetir sensaciones con Vonnegut. Me ha vuelto a ocurrir con Las sirenas de Titán lo mismo que en su día me ocurrió con Matadero Cinco, que sabiendo valorar sus logros (su imaginación, su crítica, su humor, su inteligencia) no he acabado de conectar del todo con su propuesta. Por ahora he decidido devolver a la biblioteca Galápagos sin leerlo. No me apetecía empezar tras Las sirenas de Titán un nuevo libro de Vonnegut. Sin embargo, es seguro que repetiré en 2015 con este autor: tengo en casa dos libros más de él, cortesía de la editorial Malpaso.

2 comentarios:

  1. Kurt Vonnegut es un autor hasta el momento desconocido para mí, aunque su nombre me resulta lejanamente familiar.

    Me gusta que escriba de un modo literario. Aunque no suelo asociar ciencia ficción a un modo menos cuidado de escribir, sí que asocio ese tipo de prosa a las novelas contemporáneas, y esta por lo que veo tiene sus años. Ahora sí que es muy frecuente que las novelas en general se centren más en la acción.

    La segunda parte de tu opinión me ha dejado un poco desencantada, me ha dado la sensación de que la historia tiene algún que otro sinsentido.

    Así que no sé... De momento, sigue esperándome la ciencia ficción de Stanislaw Lem (y si me adelantas tendré una opinión más en la que basarme).

    Saludos.

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    1. Hola Caminante:

      Lo cierto es que la historia está bien estructurada, y por tanto no hay aquí sinsentidos, pero sí propuestas narrativas vanguardistas y arriesgadas, con las que el lector puede disfrutar más o menos.

      Yo también tengo que acercarme este año a Lem.

      Saludos

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