Aixa de la Cruz (Bilbao, 1988) publicó su primera novela –Cuando
fuimos los mejores– en 2007, es decir, cuando no tenía aún veinte años.
En la desaparecida editorial 451
publicó en 2009 De música ligera. Estas dos novelas fueron finalistas del
Premio Euskadi de Literatura. Esta precocidad impresiona.
He coincidido con Aixa en algún
encuentro literario, y es una joven que habla con mucha precisión sobre
literatura. Tenía curiosidad por leer sus relatos, recién publicados. La
presentación tuvo lugar el 12 de marzo en Malasaña, en la librería Tipos Infames. El presentador iba a ser Alberto Olmos, con el que me había
visto el día anterior, y me apeteció pasarme por Malasaña el miércoles, aunque
ese día tenía junta de evaluación en el colegio donde trabajo y sabía que
llegaría algo tarde. Aparecí por Tipos Infames cuando la presentación iba más o
menos por la mitad. Compré el libro y me bajé al sótano de las presentaciones.
Modelos animales está
formado por siete relatos. Uno de ellos (el primero) supera las treinta
páginas, y la media podría estar en torno a las veinte. Lógicamente, la calidad
de un relato no debería guardar mucha relación con su extensión, pero por
experiencia sé que me suelen gustar los relatos largos, lo que no deja de ser
una paradoja. Mis relatos favoritos pueden ser algunos de los de Raymond Carver de Tres rosas amarillas o Catedral,
que superan las veinte páginas.
Modelos animales, el primer relato (el más largo y el que da título
al libro), sitúa su acción en Montreal, Canadá. Una joven española ha recibido
una beca para escribir el guión con el que semana tras semana una compañía
local irá montando una obra. Empieza a fijarse en Carla, la actriz principal.
La narradora se obsesionará con ella tras descubrir que el método de
interpretación de Carla consiste básicamente en imitarla a ella, pues Carla
parece haber deducido que la protagonista de la obra de la narradora no es más
que un trasunto de ésta. La narradora experimentará psicológicamente con Carla,
igual que en la intimidad de su nuevo hogar irá experimentado con su gato, al
que va sometiendo a continuas torturas. Modelos
animales es un relato desasosegante sobre la obsesión, la crueldad y la
locura.
Descubrimos ya en él uno de los
rasgos de la escritura de Aixa de la Cruz: la mezcla de referencias literarias
con las de las series de televisión. Si la posmodernidad hizo entrar con fuerza
las referencias del mundo del cine en la nueva narrativa, una escritora tan
joven como es Aixa nos hace ver que ahora, en gran medida, es la HBO y no tanto
el cine la referencia para todos nosotros. Así, en Modelos animales nos encontramos con alusiones a H. G. Wells, Jack London o Stanisław Lem y
también a series norteamericanas de forma más o menos explícita: “Por mi mente
circulaban imágenes breves, ensambladas en un collage visual del estilo que han popularizado la cabeceras de las
series estadounidenses” (pág. 34).
Esta mezcla entre la literatura y
las series se repite en el resto de relatos. De tal modo que en la última
página del último cuento la protagonista quiere escribir una tesis doctoral
sobre lo siguiente: “Quiero analizar la medida en la que la ficción televisiva
durante la guerra de Iraq contribuyó a difundir la idea de que la tortura es un
mal necesario en la guerra contra el terrorismo. Vea 24, vea Perdidos, vea Battlestar Galactica… Encontrará un
patrón clarísimo” (pág. 140).
En la modernidad de Aixa están
presentes también las redes sociales, principalmente Facebook, y se habla ya
con nostalgia de sus formas primitivas: “Eran los tiempos del Messenger y los
chats de Terra” (pág. 79).
True Milk es el segundo
cuento, un relato en el que se rompe claramente el realismo a favor de una
historia fantástica de vampiros, ambientada en Ciudad de México. El título es
una parodia de la serie de televisión True blood. De nuevo se juega a
mezclar las modernas series televisivas con referencias literarias, en este
caso del romanticismo inglés: Mary
Shelley, Polidori, lord Byron…, pero también Anne Rice y Crepúsculo tienen cabida
aquí. Este cuento me ha parecido correcto; inferior, en cualquier caso, al
sutil entrelazamiento de personajes del anterior.
Más me ha gustado el tercero, Doble,
donde se juega a contar dos versiones del mismo relato. Los dos textos se
sitúan en la página en una doble columna. En Tipos Infames alguien le pidió
unas instrucciones a Aixa para acercarse a Doble,
y ésta le recomendó leer primero el cuento de las columnas de la izquierda y
luego el de la derecha. Así lo hice. La primera narración presenta a una joven
que vuelve desde Inglaterra a su casa familiar en Bilbao para pasar el día de
Nochebuena. Va a Londres en tren, y éste sufrirá un retraso porque un suicida
se ha tirado a las vías; esto hará que pierda su vuelo y tenga que pagar otro.
Un taxi la conducirá a casa, y por el camino descubriremos que en Inglaterra se
ha mantenido sobria del consumo de drogas y de alcohol, y que sigue enamorada,
posiblemente, de un chico de su barrio. La cena familiar no va a transcurrir
por los mejores cauces. El segundo cuento comienza igual, pero ningún suicida
se tira a las vías y el tren llega a la hora a su estación y la narradora no
pierde su vuelo. Tenemos al mismo personaje, en el mismo punto de su vida, en
las dos ocasiones, aunque en algún caso usa diferentes metáforas para
explicarse la realidad. Pero un hecho fortuito, el salto del suicida o no,
alterará la marcha de los acontecimientos. Sin embargo, el final se repetirá en
ambos casos, como si uno no pudiera escapar a su destino, parece decirnos Aixa.
Un cuento que recuerda a un juego de espejos deformantes cortazariano.
El cuarto cuento, El
cielo de Bilbao, es mi favorito del conjunto. Un joven recuerda su
pasado adolescente en Bilbao, y reconstruye las relaciones que se establecieron
en su grupo de amigos. En aquellos tiempos remotos ya del Messenger y los chats
de Terra, él y sus amigos fingen ser chicas a través de internet para excitar a
hombres, posiblemente adultos, con los que quedar y a los que dar un
escarmiento por su comportamiento depravado (una excusa para justificar su
deseo de violencia). Me ha gustado la forma en la que la violencia individual
se imbrica con la colectiva en el contexto político del País Vasco a comienzos
del siglo XXI. Quizás me ha parecido que un cuento como éste, en el que Aixa
está hablando de forma más directa de problemas que le atañen, de su relación
con el pasado de su ciudad, tiene más capacidad de emocionar y resulta más vivo
que otros cuentos como True Milk, una
construcción formalmente correcta, pero más fría.
Lo mismo me ha pasado con el
último cuento, el titulado Abu Ghraib, en el que una reclusa
vasca escribe a una periodista que está investigando su historia. Me ha gustado
el drama individual de una joven, que había sido cantante de un grupo de música,
y que se empieza a obsesionar con la idea de la tortura; su reflexión
individual acaba representado una reflexión colectiva sobre la violencia. Éste
es un cuento muy bien construido.
Menos me ha gustado el sexto,
titulado Romperse, sobre un joven que reflexiona sobre su calamitoso
estado. Después de haber leído cuentos tan buenos, en los que el movimiento, el
ritmo y la interacción entre los personajes funcionaban perfectamente, Romperse, con su único personaje casi
inmóvil, me ha parecido un cuento más de principiante, de una calidad inferior.
El quinto se titula Famous
Blue Raincoat: transcurre en un desierto norteamericano y los
personajes viven en una caravana. Es un cuento correcto, siguiendo el modelo de
Tobias Wolff, por ejemplo, o Raymond Carver, sobre la forma que
tiene de interactuar una pareja. Podría tener alguna relación con los cuentos
de Norteamérica
profunda de Juan Carlos Márquez,
en los que el narrador –también de Bilbao, como Aixa– juega a meterse en la
piel de un escritor norteamericano. Pero Márquez lo hacía de un modo irónico,
algo de lo carece el cuento de Aixa. Famous Blue Raincoat es, como ya he
dicho, un cuento correcto, funciona perfectamente, pero para mí la narrativa de
Aixa alza más el vuelo cuando nos cuenta historias que le atañen más a ella y a
los conflictos de su pasado, como en El cielo de Bilbao.
En general, Modelos animales me ha parecido un buen conjunto de relatos. Al
menos cuatro de sus siete cuentos (Modelos
animales, Doble, El cielo de Bilbao y Abu Ghraib) son excelentes –narraciones muy
maduras–, y este porcentaje para un libro de cuentos no es nada desdeñable. Si
además tenemos en cuenta que esta autora tiene (o aún no) ahora mismo
veintisiete años, y que algunos de estos cuentos ya han sido publicados entre
2011 y 2014 en revistas o libros colectivos, cuando era todavía más joven, es
fácil intuir que Aixa de la Cruz se va a convertir en una voz importante en la
narrativa española de los próximos años.
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