jueves, 19 de marzo de 2015

Dos poemas de El bar de Lee, dedidados a un olmo

RÉQUIEM POR MI OLMO

El domingo al ir a comer a casa de mis padres en Móstoles, me llevé la desagradable sorpresa de descubrir que los técnicos del ayuntamiento habían talado el árbol cuyas ramas se veían desde la ventana de mi antigua habitación –un segundo piso-. Era un olmo de más de cuarenta años, de posiblemente la misma edad que la urbanización en la que está ubicada la casa de mis padres, construida a principios de los años 70. No recuerdo asomarme a la terraza de mi antigua casa y no ver las ramas del árbol. En mi poemario “Móstoles era una fiesta” de 1998 hay dos poemas (al menos) en los que hablo directamente de este olmo (mi olmo). Estudiaba y por las tardes, si giraba la cabeza me podía encontrar con un mirlo que se posaba allí sobre las 7 de la tarde. Después empezó a anidar allí una pareja de palomas. 
Mi padre tiene un cuaderno en el que iba anotando el día en el que en primavera le crecían los primeros brotes verdes, también anotaba cuándo se acababan de caer sus hojas en otoño. De esta forma constataba el paso de las estaciones y los posibles avances del cambio climático.
El olmo crecía próximo a la fachada, pero hasta ahora, en sus podas, los técnicos del ayuntamiento iban propiciando su crecimiento hacia el exterior. Yo nunca tuve un perro (por más que de niño se lo pedí a mis padres), pero sí que cuidé gusanos de seda, periquitos, canarios, peces de agua fría o calientes, hamsters y tortugas. Creo que estaba más encariñado de mi olmo que de todos estos animales de vidas más efímeras. El olmo ha sido mi mascota más perdurable.
Mis padres sospechan que algún vecino del bloque se ha quejado del olmo al ayuntamiento: crecía muy pegado a la fachada y esto podría llevarle al derrumbe. Ya saben, hace unos meses, de forma bastante seguida, se cayeron dos árboles en el Retiro que mataron e hirieron a dos personas. Para evitar la psicosis colectiva y la presión de los medios, los ayuntamientos están talando casi indiscriminadamente árboles en nuestras ciudades. La psicosis de los árboles asesinos, igual que en otras épocas hemos vivido las psicosis de los perros asesinos, de los skinheads asesinos o de la gripe A asesina. Y no quiero concluir con esto que no existan los árboles que se caen, los perros agresivos, los skinheads violentos o la gripe A dañina, sino que somos una sociedad profundamente fácil de manipular. Si veinte de nosotros nos pusiésemos de acuerdo para difundir el bulo de que se ha caído un ascensor en Madrid y que han muerto dos personas, y dos días después comentamos que se ha caído otro ascensor en Málaga y han muerto tres personas, los medios de comunicación dejarán de hablarnos de corrupción política, de desahucios o de cualquiera de estos temas tan desagradables y realizarán extensos reportajes sobre la peligrosidad de los ascensores, entrevistarán a los supervivientes de sus fallos, etc. Los ciudadanos empezaran a hablar preocupados sobre el tema, se prohibirá a los menores de edad usarlos, para los adultos su uso será una temeridad viril más grave que fumar; y poco a poco dejaremos de usar los ascensores (en el proceso alguna empresa de reparación de ascensores hará también su agosto), pero no desaparecerán porque en seis meses esta psicosis habrá dado paso a la siguiente.
Mi olmo, otra víctima del aparato de desinformación del Estado. Espero que mi vecino delator descanse a gusto, al saber que la grave amenaza vegetal que pendía sobre su cabeza ha desaparecido.



Dejo aquí, como homenaje, los dos poemas, incluidos en El bar de Lee, en los que aparece mi olmo:

PODA

Reducido a lentos muñones, el olmo encuadrado
en la ventana no alberga ya la visita del mirlo
a las siete de la tarde. Mi paisaje de estudio ha sido
devastado. Las ramas borboteantes de viento y la humedad
de la lluvia excluidas, como los manotazos de niño
con que juega la muerte.

Son las diez de la noche y tengo alergia al polen.
Una alergia en las venas manchadas de café,
una furiosa urticaria en la esencia podrida
del mundo. Hoy estoy sentado, derrotado, y no sueño contigo.
Me veo de nuevo buscándote camino de la biblioteca,
comprendiendo lo ridículo de mis quimeras de polen,
la intangible ausencia de mis palabras
no pronunciadas.

Oyendo afuera el escurrir de la lluvia
me imagino su ajeno resbalar en los muñones
grises del olmo, y bajo la lluvia oigo resbalar
todas mis palabras no pronunciadas, ausentes como
el mirlo negro que ya no puede posarse en
el desgarrado paisaje
de mi ventana.

19-5-98.


VACACIONES

Sentado en el coche de mis padres con una pierna fuera
vigilo y espero. Anochece. La floración improvisada
en los severos muñones del olmo podado me habla
de la fuerza de la vida, del resurgimiento
debajo de la terraza vacía ahora de mi mirada.

Veo a mi compañero de EGB sacar los cubos manchados,
las palas y el mono blanco de su coche, a él la vida
le ha permitido convertirse en adulto, trabaja
y no me saluda, ni ese vestigio de un mundo
que dejó de existir;
miro a la pareja que descarga otro coche
sin reconocerlos, sin reconocerme.

Un verano más dejo Móstoles sin ningún interés,
me fascina mi total ausencia de interés, de esperanzas
de renovación, cambia el escenario pero nunca
los actores ni la obra, un verano como todos, paralizado,
insulso, pero cada vez un poco más distante, más
muerto, más acomodado en esa muerte con su regusto
de inevitable
las preguntas son inútiles cuando sabes todas las respuestas
y tu mente traza un tiralíneas de ausencia
de desdoblamiento
como seudópodos ciegos que reptan por un embudo.

La floración inesperada, ingobernable del olmo
habla de una vida a pesar de todo,
de una vida sin interrogantes, de una vida como sea
tras el invierno y los muñones grises.
La floración de mis muñones como seudópodos ciegos
frota sus huesos gélidos, vacíos, acariciando las frondas
de tu cuerpo frutal
                                 inexistente
                                                     mientras repta por el embudo.


                                                                                  16-7-98.  

12 comentarios:

  1. Tienes razón, posiblemente el pobre árbol ha sido víctima de la sociedad. Puedo imaginar la pena (incluso rabia) que da que te quiten algo que forma parte tan importante de tus recuerdos, y que lo hagan de una manera tan absurda.
    Mientras leía esta entrada me acordaba de "A un olmo seco" de Machado, que es uno de los pocos poemas que disfruto releyendo y que elegí para recitar de memoria cuando iba al colegio.
    ¡Un Saludo!

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    1. Hola: gran poema el de Machado.
      Seguiremos alimentando la nostalgia de los lugares del pasado.

      Saludos

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  2. Te acompaño en el sentimiento, un olmo menos hace más fea la ciudad y más triste.
    Me gusta "Vacaciones", su tono entre triste e indiferente.
    Un abrazo,
    Sonia

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    1. Hola Sonia:

      Hoy paseando por el parque del Oeste me he encontrado con más tocones recientes de árboles. Está claro que el ayuntamiento se ha metido en una cruzada contra el ataque de los árboles asesinos.

      Me alegro que te gustara el poema. Gracias.

      Un abrazo

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  3. No se dan cuenta de que a veces están cortando almas con los årboles!

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    1. Hola Voz en off:

      Sanidad, educación, árboles... empiezan a ser demasiados recortes ya.

      Saludos

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  4. Estas hablando de Andalucia, supongo. Aqui abajo hemos padecido los más terribles recortes en Sanidad y educacion de todas las comunidades, y naturalmente las televisiones privadas no lo cuentan. Aqui padecemos la peor educacion publica de España y no te hablo de la Sanidad, porque es para llorar. Ya quisiera yo tener para mis hijos una educacion bilingue y una sanidad como la de ustedes. Aqui vivimos en el tercer mundo y encima regidos por una especie de mafia ultracorrupta. En fin, los andaluces parece que estamos condenados: pasamos de la dictura de Franco a la dictablanda del PSOE, que es más corrupta que la de Franco

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    1. Hola:

      En realidad estaba pensando en la comunidad de Madrid, y diría que esta entrada no iba de política, sobre la que decidí no hablar en las redes sociales, manteniendo mis opiniones políticas lo más posible dentro del campo de la privacidad.

      En cualquier caso, espero que todo mejore para Andalucía.

      Saludos

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  5. David, me siento muy identificado con tus palabras pues, casualidades de la vida, desde la ventana de mi habitación, en la casa de mis padres, tenía en frente (por suerte aún está), un viejo pruno en el que cada invierno anidaba...si, ¡una pareja de mirlos! muy apreciados por mi. A veces bastan diez minutos con una motosierra para quitarnos de en medio cuarenta, o trescientos, años de la vida de un árbol...porque molesta, sin más. Es una pena que " la floración inesperada, ingobernable del olmo" que cuentas en tu poema, ya solo permanezca en tu recuerdo. Cada vez nos matamos un poco más a nosotros mismos.

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    1. Hola Paco:

      Gracias por tus palabras.
      Me dice mi hermano que hay una ordenanza municipal sobre la distancia que los árboles deben estar de las fachadas. Una pena. Porque no iba a hacer ningún mal el árbol

      A ver si el ayuntamiento nos pone otro árbol, un poco más alejado de la fachada, y crece rápido.

      Saludos

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  6. Una pena, sí, porque son vida y nos muestran mejor que nada el paso del tiempo. Comprendo a tu padre viendo y anotando ese transcurrir. En mi pueblo, el vecino de mis padres tiene un pino enorme y a pesar de que las agujas caen en nuestra casa, es una bendición mirar hacia arriba y ver tanto verde.
    Me han gustado mucho tus poemas.
    Abrazos.

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    1. Hola Isabel:

      Sí, una pena lo del árbol. Mi padre hizo una última anotación en su cuaderno, que no me gustaría leer. Algo sobre que esa era la última anotación del cuaderno.

      Gracias por tus palabras sobre mis poemas.

      Saludos

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