El quinto poeta que antóloga Gerardo Diego en
1934 para su Poesía española, antología (contemporánea) es Eduardo Marquina (Barcelona, 1879 –
Nueva York, 1946).
Todavía con tintes del romanticismo, llegó a componer
un himno a España; y tiene poemas con títulos como Salmo a la esposa o Predicación
de San Francisco (poemas religiosos), o Estrofas vótivas (poema
patriótico).
Dejo aquí el segundo poema antologado, muy romántico,
y una parte de otro largo, que es un homenaje a Camoens.
VOTOS FLORIDOS
En lo tibio
del soto,
levantando las piedras,
esquivando las zarzas, apartando
las hojas,
buscabas violetas.
Por tu
inclinarte noble
sobre las claras hierbas,
tocándolas con gracia,
moviéndolas sin daño,
que encuentres violetas.
Por tu
mirar sereno
cuando, irguiéndote, dejas
todo a tu lado, el soto encendido
y riente,
que encuentres violetas.
Para tus
manos suaves
donde tienen las venas
el color delicado de las flores
menudas,
que encuentres violetas.
Para
adornarte el pecho
en el día de fiesta,
porque adoras su gracia acabada y
oculta,
que encuentres violetas.
Porque al
pasar, las zarzas,
revolviéndose tercas,
en la nieve del cuello te
arañaron con sangre,
que encuentres violetas.
Porque
nunca maldigas
de la piadosa tierra,
y el buscar no te canse, y el
sufrir te consuele,
que encuentres violetas,
un montón de olorosas violetas!
CAMOENS
(1524
-1924)
EL
HOMBRE
I
Tuvo
un amor, hizo un poema
y murió
pobre; lo demás
no
hace al caso; en su vida no hay más
que
sufrimiento y diadema.
Fue
el hombre, turbio de pasión
y de
propósitos, que cuida
de
resumir en su canción
todas
las ansias de su vida.
Mediocridad
y desengaños
le
consumían en su hogar,
y
viajó diecisiete años
para
hacer su poema en el mar…
II
Tenía
“saudades”; había,
como
todas sus gentes hermanas,
despedido
al sol cada día
desde
las playas lusitanas;
y
llevaba en el pecho esa vaga
melancolía
singular
de
asistir a diario, ante el mar,
a
la muerte del sol que se apaga.
Pero
una vez, triste y sombrío,
alza
la frente, y a través
del
indefinible frío
del
crepúsculo portugués,
en
el índico azul del Oriente
ve
que el sol nace adolescente:
un
sol vivo, moreno, dorado…
Su
corazón ya tiene senda,
y su
pueblo ya tiene leyenda
-y
la epopeya ha comenzado
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