Editorial Alfaguara. 201 páginas.
1ª edición de 2009.
Cuando en el verano de 2011
visité la costa este de Estados Unidos, ya comenté en el blog, al narrar aquel
viaje, que en una enorme librería
Borders de Boston aproveché el descuento que hacían por cierre total y
compré este novela titulada Palomos, del escritor Pedro Antonio
Valdez (La Vega, República Dominicana, 1968). La editorial Alfaguara tiene
sedes en todos los países hispanos y cada división publica a escritores de sus
países que –dependiendo de su éxito, su calidad o su capacidad de venta– lanzan
en otras partes del mundo hispano o no. Pedro Antonio Valdez es un escritor al
que publica Alfaguara República Dominicana y que no llega a España.
Palomos ha permanecido dos años entre mi montaña de libros inleídos
y me ha apetecido leerlo después del de Junot
Díaz (otro dominicano, residente en Estados Unidos y que escribe en inglés),
para así poder comparar el lenguaje dominicano de la traducción de Así
es como la pierdes, realizado por la escritora de origen cubano Achy Obejas, con el lenguaje de un
escritor dominicano que vive en su país y que escribe en español. (La
conclusión ha sido inesperada: aquí la que más escribe en español dominicano de
todos es la cubana Achy Obejas).
El protagonista y narrador de Palomos es Antonio, un adolescente
dominicano que recientemente se ha cambiado de barrio con su familia. La
familia de Antonio parece disfrutar de un nivel de vida superior al del nuevo y
populoso barrio al que se han mudado. Quieren ahorrar para trasladarse
definitivamente a una casa más grande que los padres están construyendo.
El nivel cultural de Antonio
también es superior al de la nueva pandilla de chicos que van a ser sus amigos.
En la segunda página de la novela, Lacacho (“Lacacho es el rey del barrio”,
pág. 12), el líder de la nueva pandilla, descubre a Antonio leyendo nada menos
que El
Quijote. Antonio disimula su falta, apuntado que lo hace porque le
obligan en el colegio.
Antonio, Lacacho y el resto de
chicos han fundado un grupo de rap llamado Fox Billy Games. Antonio tiene una
libreta donde va anotando las canciones que crea para el grupo. La importancia
de la música es fundamental en esta novela. De hecho, el título de cada
capítulo es un extracto de una canción de rap dominicano o norteamericano; y
Antonio, durante su narración, cita constantemente a raperos o cantantes de
reguetón como una forma de enfrentarse al mundo: “Y ese es el valor que tiene
la música: el de enaltecer las miserias”, se dice en la página 106. Los
grafitis de las paredes del barrio también parecen servirle a Antonio para
comprender el mundo en el que vive más que las palabras del libro Demian
de Herman Hesse.
El lenguaje que usa Pedro Antonio
Valdez para esta novela trata de emular el de los chicos de un barrio populoso
de Santo Domingo. Antonio usa expresiones propias de su edad y de su colegio,
pero su lenguaje metafórico es superior al de un chico de su edad (problema
narrativo que queda solventado por el hecho de que Antonio es un adolescente en
busca de su identidad, muy inteligente para los años que tiene, que ha leído
mucho y que escribe muy bien, como sabremos por su madre). Hasta cierto punto
el discurso de Antonio es oral, ya que usa expresiones en medio de una frase
como “tú sabes”, por ejemplo. Pero la escritura de las palabras es correcta; es
decir, no emplea el recurso de la traducción de Achy Obejas para el libro de
Junto Díaz de escribir “pal” por “para” o prescindir de la “d” en los
participios de los verbos. En algunos casos, cuando el libro registra en los
diálogos las palabras de personajes marginales, como las de unos niños del
barrio que se dedican a esnifar pegamento y a realizar pequeños hurtos (“los güelecemento”),
sí que se reproducen las incorrecciones del lenguaje oral de la calle. Además, Antonio
introduce en su discurso palabras en inglés, que aparecen en cursiva en la
novela.
En un momento de Palomos (páginas 58 y 59) se reproduce
un discurso de la directora del colegio: “Un estudiante de este colegio nunca
dice ‘tíguere’, ‘carajo’ ni ‘montro’, sino caballero… Nunca dice ‘jeva’, sino
muchacha… Nunca dice ‘tumbar’, sino estafar… Nuca dice ‘palomo’, sino novato…
Nunca dice ‘biberón’, sino problema… Nunca dice ‘cloro’, sino claro… Nunca dice
‘hacer cocote’, sino molestar… Nunca dice ‘janguear’, sino pasear… Nunca dice ‘guayarse’,
sino equivocarse… Nunca dice ‘bufear’, sino bufar… Nunca dice ‘chamaco’, sino
muchacho… Nunca dice ‘chotear’, sino delatar… Nunca dice ‘dar cotorra’, sino
convencer… Nunca dice ‘tripear’, sino bromear… Nunca dice ‘blimblín’, sino
joya…”.
El párrafo anterior me llamó la
atención por varios motivos: en principio me interesa el lenguaje específico de
los países de habla hispana. Como es lógico, el lenguaje que no se puede usar
en el colegio según la directora es el que emplean Antonio y sus amigos. El
discurso de la directora me parece improbable, no creo que la directora de un
colegio sepa todo el vocabulario que usan sus alumnos como seña de identidad, y
más improbable aún es que lo reproduzca en un discurso, donde se omiten las
palabrotas (nada se dice de los “hijoeputa”, por ejemplo, del libro de Junot
Díaz, o los “mamagüebo” del libro de Valdez), cuando bastaría con decir algo
como “en el colegio hay que hablar con corrección”. En realidad, me percato de
que Valdez sitúa ese párrafo en las páginas 58 y 59 de su novela para orientar
a su lector, un posible comprador de libros en República Dominicana o un
hispano de Estados Unidos. Lo normal es que este posible comprador (el público
objetivo) de Palomos sea de clase
social más alta que los personajes cuyo lenguaje refleja, y de este modo un
tanto artificioso del discurso, le da los instrumentos para poder seguir con
comodidad su lectura.
En todo caso, he de apuntar que
el trabajo que realiza Valdez para reflejar la mentalidad adolescente es
intenso: el odio adolescente hacia la hipocresía de los adultos, hacia sus
normas absurdas, está aquí bien reflejado. Y, además de citar a músicos en su
discurso, cita frases de Homer Simpson (Homero Simpson en el libro), una
influencia importante para él. Para Antonio, como joven de 2009, internet es su
puerta abierta al mundo. Tiene un blog y puede comunicarse con sus amigos por messenger.
La mirada de Pedro Antonio Valdez
es crítica con las diferencias sociales de Santo Domingo. Así reflexiona
Antonio sobre su barrio: “Somos los repetidos invisibles. Apenas constituimos
números para que la gente del censo haga la cuenta” (pág. 125).
Voy a apuntar dos debilidades que
encuentro a Palomos. La primera sería
señalar que la evolución psicológica de Antonio la presiente el lector desde el
comienzo: desde una fascinación inicial por el líder de la pandilla, Lacacho,
su inteligencia y su sensibilidad le van a conducir a rechazar el camino del
odio y de la posible delincuencia que le ofrece su nuevo amigo, para aceptar de
una forma más reflexiva y responsable el mundo de los adultos. El segundo tema
sería que la novela nos muestra un fresco vivo e interesante del barrio
retratado y de sus chavales (o “tígueres”) protagonistas, pero le cuesta tener
una evolución narrativa clara. Se muestra la esquina donde los chicos
haraganean, se describe a estos chicos, se muestra la casa de Antonio y se
describe a su familia, se muestra el colegio y se retrata a alguno de sus
personajes (la directora, el profesor de educación física…), y las líneas
argumentales tardan en desarrollarse. Además, cuando lo hacen, no despegan con
demasiada intensidad.
Con todo, querría destacar lo
mejor de Palomos: la capacidad para
mostrar un fresco de personajes vivos, retratados con un sabroso lenguaje
caribeño; y la oportunidad que ha supuesto para mí el leer un libro de un país,
República Dominicana, del que no tengo conciencia que llegue a España ningún
escritor, salvo Junot Díaz, que en realidad es un autor (para mí muy grande) en
inglés, dentro de la gran maquinaria cultural norteamericana.
Por si a algún lector español le
interesa: poco después de regresar de Boston, vi en la librería de segunda mano Ábaco de la calle Raimundo Fernández
Villaverde de Madrid este libro, por 5 o 6 euros, la mitad que me había costado
en Boston. Creo que todavía sigue allí.
Hola David, muy interesante tu reseña; tomo nota. Gracias y saludos!
ResponderEliminarHola, Eleanor:
ResponderEliminarMe alegra que te haya interesado esta reseña.
Saludos