jueves, 10 de octubre de 2013

Bifurcaciones, un poema de El bar de Lee




Dejo aquí un poema de El bar de Lee, pertenece al primer poemario que está contenido en este libro, el titulado Móstoles era una fiesta. En poemas anteriores, la voz poética apunta que se ha imaginado escribiendo en los bares del paseo de la Renfe como Hemingway escribiendo en los cafés de París, pero le ha dado vergüenza hacerlo. En este poema, titulado Bifurcaciones, por fin la voz poética escribe sobre la barra del café (son poemas con una especie de estructura novelística):


BIFURCACIONES

  Hoy estoy vencido, como si supiera la verdad.
                                           Fernando Pessoa

El café dibuja humo como un rastro de pensamiento
que se deshace en la noche y concluye en nada.
A un palmo, una barricada de blancas salchichas
crudas ulula su tosca presencia de búho de tripas,
bajo el olivo de una vitrina que engaña a moscas autistas.
En las mesas, detrás del rebujo de mi estómago,
colean los últimos rostros cansados del viernes.
Hace tres años (las mismas fiestas de Móstoles por estas fechas)
en las mañanas de resaca leía En el camino
de Jack Kerouac y el futuro aún era
un jardín de senderos que se bifurcan.
La vida parecía tener vuelta atrás
y empezar de nuevo con un escudo de sabiduría
cuando te veía igual que he anhelado hoy,
y hablábamos en el rebullir de la música,
el polvo levantado, la terquedad de la cerveza y el olvido.
Palabras que parecían formar el principio del camino
que lleva hasta ese jardín sin sombras. Tantos rostros
girando igual que hoy pero sin ti, sólo tu fantasma
como una inquietud vaga y esta escritura dormida
y ociosa en la barra del café, derrengado Hemingway
de las siete de la mañana. Palabras como su maleta
de relatos perdida en una estación de tren
y nunca encontrada, allá en París.

En el bar, el río de chocolate
de los que aún no han dormido y el río de café
de los que marchan en tren a trabajar
se mixtura en los mismos ojos detenidos en aguas
de cansancio. Yo soy un trásfuga al café y
al lápiz de mina gastada, mosca que se arrastra
por el papel y sabe que ha de morir.
Una noche similar a la que hoy acaba, hace tres años,
hablaba contigo, tú has de recordarlo, de Cervantes,
fragor de pasos y barreras que esperan la embestida
de toros obnubilados, despedirme en tu sonrisa
cuando el rebrote de personas se desforesta y los pasos
se afelpan. Antes de dormir en el silencio
de mi cuarto hojear un libro de Cioran
de la biblioteca y leer aquella frase: La vida,
esa chulería de la materia, taladrándome
con su serrucho, barrunto de soledad que me cubre
de nieve en la soledad final de Los muertos
de Joyce, nieve tras una delgada ventana que cae
sobre la oscura planicie central y las colinas calvas,
las sediciosas aguas del Shannon,
sobre todos los vivos y sobre los muertos.

Jack Kerouac murió en una cabaña olvidado por todos
Cioran murió en París buscando un último pensamiento
que destruyera el mundo
Hemingway se acercó a la boca la misma escopeta
con la que tantos patos cazó en Venecia y disparó
James Joyce fue operado de una úlcera de duodeno
con su parche en el ojo, y entró en coma pensando
que ya estaba agotado, que ya no podía escribir.

Afuera el paseo se bifurca en el débil jardín
de la mañana,
los ventiladores giran triturando el humo
del café y la noche,
mis pensamientos vuelven a deshilvanarse
en los huecos de las salchichas y me llevo
una servilleta de papel secante a los labios,
los churros apilados sobre platillos de patas
barrocas parecen presuponer un cansancio
sin reloj.

Aun así me perdura la conciencia clara 
de que leí a Jack Kerouac en una mañana de resaca,
hablé contigo de Cervantes en la noche y
los dos éramos tan interesantes como nos merecíamos.
Noches que se bifurcan en días y
días que se bifurcan en noches
tiempo que se bifurca en tiempo
vida que se bifurca en un sendero de muerte.
Han pasado tres años, 1095 días.
Días que se pierden en otros como
los pliegues de un mapa sin geografía,
fronteras de salchicha, océanos de café,
banderas de servilletero, labios de papel secante.
Nacer, morir,
las tapas desgastadas
de este mapamundi.


                                              20-9-98.

3 comentarios:

  1. Me gustó mucho, muchos bellos versos, me quedo con estos: Aun así me perdura la conciencia clara
    de que leí a Jack Kerouac en una mañana de resaca,
    hablé contigo de Cervantes en la noche y
    los 2 éramos tan interesantes como nos merecíamos

    Muy bello David

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  2. Me encantó además el epígrafe de Pessoa que preludia el poema

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    1. Hola Ana:

      Me alegra que te haya gustado el poema. Por aquellos días del 98 tenía una pequeña recopilación de poemas de Pessoa que releía con insistencia.

      saludos

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